domingo, 31 de mayo de 2009

ORIGINALES



Colección de Drabbles
Directos al futuro
Evil Spirit

FANFICS



CODE: LYOKO 
Amor virtual Clon de William x OC
"Jérémie ¿tengo sentimientos?" le había preguntado a su creador y amigo."Eres un programa informático" le había contestado éste. "No puedes tenerlos".
Antes de que sea tarde UxY
Han pasado varios años desde que X.A.N.A. fuese derrotado. Ahora los guerreros de Lyoko se reunen de nuevo, pero ¿será todo tan tranquilo como debiera?
Code: Caos
Los guerreros de Lyoko son absorbidos por un portal temporal encontrándose así en medio de una ciudad desolada. Una misteriosa mujer encapuchada les salva, pero ¿ella es...?
Eres mía UxY
Los detectives de la MILAD Stern y Della Robbia se ven envueltos en un caso aparentemente normal hasta que dan con un cadáver, la detective Ishiyama de la judicial es transferida temporalmente para colaborar. [AU] —Precuela del shot "Secreto"—.
Recortes
Compilación de pedazos de historias.
Veinticinco momentos UxY
25 shots de Ulrich y Yumi.

DRAGON BALL
Azul y Negro VxB
Colección de oneshots sobre Vegeta y Bulma.

FINAL FANTASY VIII
¡Winhill Maniacs! LxR
Colección de oneshots sobre Laguna y Raine.

ONE PIECE
Tornillos y Flores FxR
Colección de oneshots sobre Franky y Robin.


RUROUNI KENSHIN

El amor duele AxM
¿Por qué un sentimiento como el amor puede hacer tanto daño? Aoshi está a punto de descubrirlo con la inestimable ayuda de ciertas personas.
Lobos SxT
El capitán de la 3ª división del Shinsengumi se encuentra con una joven de ojos verdes a la que decide alojar, pero ¿tiene buenas intenciones esa mujer?
Recordándote AxM
Lo que parecia ser un día como cualquier otro en Kyoto de repente da un giro de 180º. ¿Qué le ha pasado a Aoshi? ¿Qué hará ahora Misao? ¿Cómo acabará todo?



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sábado, 30 de mayo de 2009

DAF Capítulo 01.- El principio del camino



DIRECTOS AL FUTURO

Por Natsumi Niikura

Capítulo 01.- El principio del camino

Desde su infancia siempre se sintió fuera de lugar, teniendo la sensación de no encajar fuese a donde fuese, por aquel entonces la escuela le encantaba, para ella no había un lugar mejor en el mundo entero hasta que ocurrió aquello.

Una semana atrás vivía en Lleida pero su padre tuvo que trasladarse a Barcelona por trabajo y por ello toda la familia se mudó. En parte se sentía triste por haber abandonado su ciudad natal, pero por otra parte tenía que admitir que se alegraba ya que las cosas hacía un tiempo que no iban muy bien. Ahora todo era nuevo, nueva ciudad, casa nueva, nuevas personas y también nueva escuela, lo peor de eso era que al llegar nueva en el último curso tendría que luchar por abrirse un hueco entre aquellas amistades tan marcadas.

Ella, Berta, no era precisamente una de esas chicas que destacaban por su belleza, a penas llegaba al metro sesenta y era muy delgada, su piel morena hacía resaltar sus grandes ojos verdes, su cabellera pelirroja llegaba hasta su cintura cayendo en graciosas hondas enmarcando su rostro. Se enfundó una camiseta de tirantes violeta y unos piratas vaqueros, se calzó sus bailarinas negras y recogió su largo cabello en una coleta alta.

Salió de casa emocionada y nerviosa, ese día sólo había una especie de presentación con el tutor, les hablarían de las asignaturas y ese tipo de cosas, sólo estarían allí dos horas, después a casa y no tendría que volver a preocuparse por la escuela hasta dos días después cuando hubiesen armado las clases y horarios. Ahora se encontraba recorrieron la gran avenida en dirección a su nuevo instituto, los nervios la carcomían.

Atravesó la elegante verja de acero del instituto “Sir Edgar Allan Poe” topándose con una gran aglomeración de alumnos que trataban de encontrar sus nombres en las listas para encontrar su aula, afortunadamente para la multitud aquel primer día no había clase si no todos llegarían tarde. Tardó más de diez minutos en hacerse un hueco para buscar su nombre en las listas de segundo de bachillerato, sonrió al encontrarse en el grupo ‘B’, leyó las indicaciones para llegar a su aula ‘planta baja junto al porche del patio’.

Se adentró en el sobrio edificio de ladrillo con un extraño hormigueo en su cuerpo, estaba muy emocionada, miró a su alrededor, frente a ella al fondo del hall había unas escaleras y más allá se veían dos aulas y un pequeño pasillo, junto a ella se encontraba secretaría y la sala de profesores, a su izquierda una pequeña sala con la fotocopiadora, dirigió su vista a la derecha donde había un pasillo, desde su posición atisbaba a ver una cristalera caminó en esa dirección para ver con total claridad el porche del patio y al fondo del pasillo un pequeño corredor con tres aulas, en la primera puerta colgaba un papel que ponía “AULA SEGUNDO DE BACHILLERATO GRUPO B”.

No esperó más y entró al lugar donde cursaría aquel último año de estudios antes de ir a la universidad, al hacerlo sintió las miradas de sus nuevos compañeros clavadas en ella, tragó saliva sintiéndose intimidada se movió lentamente hasta una de las mesas de la primera fila depositó sus cosas y tomó asiento rezando por volverse invisible o que alguien dejase de mirarle y le hablase, así se sentiría más tranquila.

Entonces el lugar enmudeció, Berta alzó la vista quedando totalmente impresionada por el hombre que acababa de entrar, cargaba una bandolera negra, era muy joven, su pelo era oscuro y lo llevaba recogido en una coleta, sus ojos azul oscuro como el mar, vestía una camisa roja, pantalón y corbata negros.

—Buenos días— tomó la tiza y escribió su nombre en la pizarra— me llamo Pau Sallà Ivern, seré vuestro tutor este año, también os daré historia e historia del arte.

Se alejó de la pizarra para sentarse sobre su mesa, sonrió a todos sus alumnos mientras cogía la lista, los haría presentarse.

—Muy bien chicos, quiero saber más sobre vosotros, así que cuando os nombre os ponéis en pie y me decís lo que queréis hacer en un futuro, vuestra asignatura favorita, un libro, una película y vuestro hobby— rió al ver las caras de fastidio de sus chicos— está bien, empezaré yo. En el futuro quiero que todos vosotros aprobéis y ser millonario— dijo con humor— a vuestra edad mi asignatura favorita era la literatura clásica, mi libro preferido es “El Quijote” leedlo, es muy divertido, una película… veamos “Blade Runner” y mi hobby favorito es— hizo un pausa— dormir. Bien, ahora es vuestro turno.

Comenzó a nombrar a sus compañeros, mientras se presentaban los demás hacían comentarios cómplices o bromas, se notaba que se conocían bien. Pau sonrió a la muchacha que acababa de presentarse y leyó el siguiente nombre.

—Mas Capdevila, Berta.

—Sí— contestó tímidamente poniéndose en pie— me gustaría ser escritora, mi asignatura favorita es latín, se me hace complicado elegir un solo libro pero me inclino por “Nada” de Carmen Laforet o alguna de las obras de Edgar Allan Poe, mi película favorita es “It” y… bueno, mis hobbies aparte de leer… me gustan los videojuegos, la música y el cine.

—Tienes unos gustos muy dispares Mas, siguiente Montes Fernández, Pedro.

El muchacho se levantó e hizo su presentación y así todos los demás hasta finalizar la lista. Tras ello extrajo un taco de papeles.

—Muy bien, os pasaré un formulario quiero que escojáis las asignaturas optativas de modalidad y las variables— explicó mientras repartía los papeles— pensáoslo bien ya que una vez escogidas no podréis cambiarlas.

Tomó el papel entre sus manos leyéndolo atentamente, tenía que pensárselo muy bien lo que menos le apetecía era acabar asistiendo a una clase que no le gustase.

Asignaturas comunes: Lengua y literatura castellana, lengua y literatura catalana, segundo idioma: inglés o francés, filosofía, historia, educación física, religión (voluntaria).

Optativas de modalidad: {latín o griego}, {matemáticas aplicadas a las ciencias sociales, economía o geografía}, {economía y organización de empresas o historia del arte}, {historia del mundo contemporáneo o literatura castellana}, {historia de la música o literatura catalana}

Asignaturas optativas: segunda lengua extranjera: inglés, francés o alemán, ampliación de matemáticas, biología humana, electrónica, estética, expresión vocal, formación laboral, historia de Cataluña, informática, literatura universal, lógica y metodología, psicología, simbología religiosa, sociología.

Suspiró indecisa, empezaría por aquellas que tenía claras en las asignaturas comunes marcó la opción de inglés y en religión marcó un no y pensó que ojala pudiese eliminar la filosofía del listado, lástima que fuese obligatoria, en la de modalidad marcó latín y descartó rápidamente las matemáticas, no sabía que más marcar.

La campana sonó señalando un corto periodo de descanso de diez minutos, todos los chicos salieron en estampida, en cambio Berta se quedó sentada inmersa aún en la lista de asignaturas, el profesor se acercó hasta ella intrigado.

—El papel seguirá aquí cuando vuelvas.

—¿Cómo?— le miró asombrada.

—No hace falta que lo rellenes ahora— sonrió— aún queda una hora más de tutoría, ve con tus amigos.

—Es que no conozco a nadie…

—Quedándote aquí sentada no cambiarás eso.

—Lo sé… pero prefiero concentrarme en esto— sonrió tímidamente— no tengo muy claro que elegir y creo que es demasiado importante como para no tomárselo en serio.

—Queriendo ser escritora supongo que elegirás las optativas de literatura— dijo tomando asiento junto a ella.

—Sí… de las de modalidad, además los números no se me dan bien así que no me quedan muchas opciones— suspiró con tristeza— las tres de historia me gustan, pero quiero hacer literatura.

—Ya entiendo. Anímate, sólo será un año más.

Sonrió con la magnifica sensación de que todo iría bien, pasase lo que pasase. No sabía que lo había provocado exactamente, pero ese hombre parecía hacer magia.

Cuando todos regresaron aquello se convirtió en una especie de coloquio, discutían entre ellos las asignaturas, como eran los profesores y ese tipo de cosas, a Berta se le hizo muy divertido. La campana anunció el final de la jornada de tutoría, los chicos suspiraron aliviados, el calor y las vacaciones aún tan próximas les tenían muy dispersos, entregaron sus formularios y salieron dispuestos a aprovechar al máximo esos dos últimos días de vacaciones.

La joven pelirroja se dedicó a hacer un poco de turismo por la ciudad, cuanto antes se aprendiera algunas de las calles antes podría moverse libremente sin miedo a perderse y, sobre todo, antes conocería la ubicación de las tiendas, librerías y cafeterías que más le gustasen. Recorrió la única calle que sabía que no tenía perdida, las Ramblas, una de arterias principales de la ciudad. A lado y lado habían tiendecitas para los turistas las terrazas de los bares estaban en la zona peatonal y todas estaban atestadas de gente.

Disfrutó de su caminata, fascinándose al llegar frente al mar, la última vez que vio el mar era una niña. Era tan amplio y atrayente… tenía ganas de lanzarse al agua y nadar mar adentro hasta que sus músculos aguantasen aunque después fuese incapaz de volver a la orilla.

Sus ojos verdes vieron a lo lejos a alguien que le pareció su tutor, quiso acercarse para comprobarlo y en caso de ser él saludarle, sin embargo una joven rubia se colgó de su brazo y a ella se le quitaron las ganas de aproximarse. Era bastante absurdo el simple hecho de haberse sentido feliz por creer verle entre la multitud.

Los dos días se esfumaron rápidamente y la llegada del auténtico primer día de clases fue inevitable.

El despertador emitió su pitido insufrible, lo silenció con un fuerte manotazo al tiempo que saltaba de la cama y corría al baño para ducharse y arreglarse cargada de energía y positivismo.

Una vez arreglada enfiló el que, a partir de ese día, sería su itinerario diario. En la entrada del instituto el alumnado ya iniciaba su rutina con total naturalidad, todos ellos estaban acostumbrados a aquel lugar y se movían con una impresionante facilidad, ella en cambio se sentía bastante inútil. Sacó su agenda y comprobó con una gran sonrisa que su primera clase, la de historia, se realizaba en el aula del primer día. Sin ningún tipo de duda se abrió paso hasta llegar.

La clase aún estaba vacía, se sentó junto a la ventana en la segunda fila, allí al menos si se exasperaba podría mirar a los pájaros picotear los restos de algún bocadillo. Segundos después sus compañeros empezaron a entrar.

—¡Hola!— exclamó una chica morena sentándose a su lado— soy Mayka.

—Hola, yo soy Berta— sonrió.

—¡Aaaaah! Que rabia… no es justo que nos pongan historia un lunes a primera hora de la mañana ¿no crees?

—Creo que sería peor tener filosofía…

—¡Ay Dios! Tienes toda la razón, además el profesor es aburridísimo.

—¿En serio?— dijo sin poder evitar reír— ¿Y cómo es el de historia?

—Ni idea, es nuevo— se acercó a Berta para susurrarle—, pero es tan guapo que le perdonaremos si es un aburrido.

Las dos chicas se echaron a reír enmudeciendo cuando entró el profesor de historia, era realmente guapo.

Pau saludó cordialmente a sus alumnos, escribió su nombre en la pizarra y charló con ellos los primeros quince minutos, tras ello apuntó el temario completo para el curso y ahondó en el temario del primer trimestre para después explicar el modo en el que se impartiría su materia, los exámenes, las puntuaciones y demás datos aburridos pero relevantes para aquellos que quisieran aprobar. Pese a todo, fue una de las clases más divertidas de sus vidas. Ese profesor tenía algo que lo convertía todo en una apasionante aventura.

El primer día de clases transcurrió sin incidentes, en todas las asignaturas discutieron sobre lo mismo y les hicieron presentarse como si estuviesen en un bucle infinito, y todos sabían que ese no sería el último día de presentaciones.

En el descanso Mayka invitó a Berta a la cafetería para presentarle a sus amigos, pero le dijo que prefería buscar las aulas donde tendría cada clase y conocer un poco el edificio, la morena le sonrió comprendiendo lo perdida que debía estar y le explicó donde estarían por si cambiaba de opinión. La pelirroja recorrió los pasillos leyendo atentamente los letreros de las puertas tratando de memorizarlos en la primera planta estaban las aulas de la ESO, la biblioteca, los seminarios de francés, de inglés, de latín, donde darían esa asignatura, de historia, de catalán y castellano, el laboratorio de química y otro laboratorio más que parecía estar en desuso y finalmente los lavabos. En la segunda planta se encontraban varías aulas vacías donde darían las clases de literatura, el aula de arte, sin duda la más grande de todas, la sala de audiovisuales, un almacén y una pequeña aula para las clases de biología con sus microscopios y sus tubos de ensayo y los seminarios de griego, ciencias y filosofía, y nuevamente los lavabos. Tras memorizar las dos plantas regresó a la planta baja, junto a las escaleras más cercanas a la entrada estaba la sala de profesores, la secretaría y debajo de las escaleras la clase y seminario de música, dos aulas de informática, en un pequeño pasillo dos aulas de tecnología y un taller, volviendo atrás, en el hall había una pequeña aula más sin ningún cartel, una puerta que llevaba al gimnasio y los vestuarios, la sala de la fotocopiadora, el pasillo que llevaba al patio y a su aula, y junto a la otra escalera la cafetería.

Cuando iba a entrar a la cafetería el timbre anunció el final del descanso, así que dio media vuelta y volvió al aula dispuesta a soportar las dos últimas horas de clase de ese día. Finalmente el timbre se dejó oír liberándoles de la tortura.

Las aulas fueron vaciándose paulatinamente, Mayka y Berta salieron juntas charlando animadamente, la dirigió al exterior un poco más arriba de la salida y sonrió ampliamente.

—Berta, te presento a Esther, Joan y Mariola— dijo Mayka señalando a unos chicos en la entrada.

—Tu eres la nueva ¿verdad?— sonrió amable Esther tendiéndole la mano.

—Bueno, agradecería que no me llamaseis la nueva— sonrió.

—Debes estar cansada de que te llamen así— rió el chico que respondía al nombre de Joan— si necesitas un guía no dudes en venir a buscarme, estoy en el aula al lado de la vuestra.

—Gracias— contestó sin mucho entusiasmo—. Lo tendré en cuenta.

—¿De dónde eres?— el tono de Mariola sonaba amenazante.

—Ah…— dudó antes de contestar— soy de Lleida.

—¡Bah! Que poco interesante.

—Y tu que antipática— intervino Esther— no le hagas caso, es siempre así de tonta.

Berta parpadeó incrédula un par de veces para después echarse a reír tímidamente, eran una pandilla muy peculiar, se notaba que se llevaban muy bien. Sin poder evitarlo pensó en si llegaría a encajar en ese grupo.

La charla empezó a surgir de un modo muy natural, como si llevasen media vida hablando, junto a ellos pasó el joven profesor de ojos azules como el océano que les miró divertido.

—Hasta mañana, chicas.

—Ha… hasta mañana— corearon al unísono las dos chicas.

Pau sonrió mientras se alejaba, satisfecho de que la alumna que parecía perdida el primer día hubiese encontrado un terreno en el que moverse, ahora ya se sentía tranquilo, la inquietud de no saber si le iría bien había desaparecido de su cabeza. Le gustaba que los suyos se moviesen como peces en el agua, sin percances mayores a los de un adolescente normal, el tener a una a la que marginasen o se automarginase del resto no podía ser bueno, hasta había pensado en una actividad grupal para integrarla, afortunadamente ya no iba a ser necesario.

Caminó hasta el final del aparcamiento y subió en su Aprilia RSV 4 para marcharse a casa completamente satisfecho de su primer día como profesor.

CONTINUARÁ

Escrito el 29 de mayo de 2009

DIRECTOS AL FUTURO



DIRECTOS AL FUTURO

Género: Romance, Drama
Advertencias: Lime, Lemon
Clasificación: Hetero
Año 2009
Estado: En proceso
Capítulos: ??

Por motivos familiares Berta se muda a Barcelona, lo que implica cursar su último año de bachillerato en un nuevo instituto, a eso hay que añadirle un trágico accidente que la apartará irremediablemente de su familia. En medio del caos que gobierna su vida encuentra la felicidad junto a un hombre que nunca se imaginaría...

-->Versión en castellano y en catalán<--

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Listado de capítulo:
01.- El principio del camino // El principi del camí
02.- Descubre lo que quieres //
03.- El gato y el ratón


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viernes, 29 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 20.- Juego de celos



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 20.- Juego de celos

Las vendas de Misao fueron el tema del día en el dojo Kamiya, hicieron apuestas sobre el motivo de su vendaje sin llegar a una conclusión clara, Kaoru creía que era por costumbre, Sanosuke y Yahiko que era para llamar la atención del cubo de hielo, Kenshin que quizás se había lastimado y Megumi que se debía a una noche de pasión desenfrenada con el ninja. Ajena a las dudas e interrogantes que estaba suscitando barría felizmente el empedrado de la entrada.

Sin embargo había alguien que tenía sus sospechas del motivo y si sus sospechas eran acertadas trataba de ocultar las marcas de su acción y seguramente esas no eran las únicas que tenía debido a la fuerza exagerada que había realizado sobre su delicado cuerpo con aquel abrazo.

Megumi observaba con detenimiento a ambos ninjas, ella tan feliz-despreocupada-inocente como de costumbre, él… bueno en su línea, como si no estuviese pero sin despegar la vista de la muchacha, empezaba a estar muy aburrida su cuerpo necesitaba el cariño y calor de cierto hombretón que se dedicaba a devorar sandía como si no hubiese un mañana. Bufó con desgana apartando con chulería su cabello. Alguien como ella enamorada de alguien como él, que irónico.

Se puso en pie con una idea traviesa en su mente, lo sentía por Misao pero iba a robarle a su hombre un ratito. Rió mirando al castaño que se limitó a devorar otra cuña de sandía más. Caminó seductoramente hasta el ninja y carraspeó para ganarse su atención.

-Ven conmigo, quiero hacerte una revisión.

-¿Para qué?

-Bueno, los golpes en la cabeza son peligrosos, quiero descartar posibles secuelas, sólo será un rato.

Miró de nuevo a Misao barrer de lo más animada y accedió a acompañar a la doctora, la idea de quedarse medio idiota no le gustaba nada, la siguió hasta una de las pequeñas habitaciones junto al porche donde estaban los demás. La kitsune cerró el shoji a sus espaldas sabiendo a ciencia cierta que había captado la total atención de Sanosuke.

-Aparte de la cabeza ¿alguna lesión más?

-Golpes sin importancia- dijo sentándose.

-Bájate la yukata- alzó una ceja ¿para que hacer eso si iba a mirarle la cabeza?- revisaré que no haya lesiones musculares y ese tipo de cosas.

La miró no muy convencido de aquello, pero bueno, ella era médico y seguro que sabía lo que hacía, tiró de la mangas dejando la yukata en su cintura aún sujeta por el obi. La doctora observo su musculosa espalda con un brillo de lujuria en sus ojos, ojala hubiese tenido oportunidad de manosear un poquito a aquel tiarrón mientras fue presa de Kanryu.

Recorrió sus hombros comprobando la flexibilidad de la articulación, la elasticidad de los músculos y revisando todo lo que se le ocurrió para tardar lo máximo posible, el muy maldito estaba como una rosa por no tener no tenía ni un triste moratón.

En el porche Sanosuke miraba insistentemente el shoji de la sala donde habían desaparecido la doctora y el ninja mientras golpeteaba el suelo con su pie sin parar, de hecho desde que entraran la atención del resto se había centrado en el luchador que parecía a punto de saltar. Su momento de tranquilidad y cotilleo se vio drásticamente interrumpido cuando se abrieron de golpe las puertas del dojo y de muy malas maneras entraron cuatro enormes hombres.

-¿Quién de vosotras dos es Kamiya Kaoru?

El más grande de ellos tomó a Misao por la trenza, dejó escapar un ligero quejido, esa vez su instinto funcionó antes que su razón, sacó velozmente uno de sus kunai y con la misma velocidad cortó su pelo viéndose liberada del agarre de aquel tipo asqueroso, acto seguido pateó su cabeza dejándolo tirando en el suelo.

-¡Me has dado un susto de muerte gigante idiota!

El grito de la comadreja llegó a sus oídos, Aoshi corrió con su torso desnudo hasta su protegida temiendo que los intrusos pudiesen ser enemigos mortales. Miró con desconfianza a los tres hombres que quedaban en pie y sin esperar a saber si eran amigos o enemigos los dejó tirados en el suelo con su kenpô que no recordaba haber aprendido pero que era muy útil.

-¿Se puede saber quienes son esos idiotas?- preguntó la comadreja apuntándolos con la escoba.

-Ni idea…- Kaoru se arrodilló junto a uno de los hombres- no los había visto antes…

-Yo tampoco- confirmó el pelirrojo- sin embargo preguntaban por ti, Kaoru.

Megumi avanzó hasta sus compañeros revisando su estado, asegurándose de que no hubiese heridos a los que atender.

-¡Aaaaaaaaah! ¿¡Cómo demonios se te ha ocurrido hacer semejante cosa!?- chilló horrorizada Megumi señalando el pelo de Misao- ¡es horrible, horrible!

-¿Ah? Sólo es pelo, ya volverá a crecerme…

-¡El pelo forma parte del atractivo femenino, tonta!- se cruzó de brazos- con esos pelos no podrás casarte…

-¡Oh Kami! La próxima vez dejaré que me corten el cuello para mantener a salvo mi peinado- contestó con sarcasmo entrecerrando su mirada- todo el mundo sabe que puedes casarte sin cabeza, pero con un mal peinado…

Las dos se miraron retándose con la mirada, Megumi suspiró alargó sus manos y tiró de las mejillas de Misao con fuerza.

-Mira que eres tonta.

-¡Ay, ay, ay! ¡Bruja! ¡Qué me haces daño!

-¡Pues no seas cría!

-¿Qué hablas? Si tú eres peor que yo.

-¿Piensas pasearte medio desnudo el resto del día?

La sorpresa fue general al reconocer la voz de la persona que había pronunciado esas palabras, Sanosuke tenía la vista fija en Megumi pese a hablarle a Aoshi.

-Por mucho que te pasees así no lograrás que se fije en ti.

-¿Estás celoso, Sanosuke?

-¡Calla kitsune! ¡No estoy hablando contigo!

-¡A mí no me hables así cabeza de pollo!

-¿Así cómo, kitsune?

-Con esa arrogancia.

-¿Y cómo quieres que te hable?- preguntó en tono burlón- ¿cómo el cubo de hielo?

-No te pegaría nada- le miró con indiferencia- ¿chicas, vamos al mercado?

-Me… Megumi…- balbuceó Kaoru.

Sanosuke avanzó hasta ella agarrándola de la muñeca y la llevó lejos de los oídos ajenos, forcejeó inútilmente mientras le arrastraba a la parte trasera de la casa. La empotró suavemente contra la pared clavando sus ojos marrones en los azul oscuro de ella, apoyó sus manos seductoramente contra la pared a cada lado del cuerpo de ella.

-¿Tanto te gusta el tipo siniestro?

-No sé de donde has sacado eso- miró sus uñas con dedicación- pero si fuera así tampoco puedes quejarte.

-¿Por qué no?

-Yo diría… que tú y yo sólo somos amigos, además tarde o temprano volverás a China, Mongolia o donde demonios vayas.

Analizó mentalmente sus palabras ¿si no se fuera todo cambiaría? A él le gustaba, le gustaba muchísimo la kitsune no podía negarlo pero le sacaba de sus casillas esa actitud altiva que mostraba tantas veces.

-¿Qué harías si te besase, kitsune?

-No te atreverías- susurró con una sonrisa burlona.

-Eso es lo que tú crees- redujo la distancia rozando su nariz con la de ella- no soy tan cobarde.

Eliminó la corta distancia a sus labios y los tomó con posesión, aprisionándola entre su cuerpo y la pared dando inicio a un juego excitante por la posibilidad de ser pillados en plena acción. Las manos de Megumi descansaron sobre el trasero del castaño que llevó una mano a la nuca femenina profundizando el beso, pronto les faltó el aire.

-Ya iba siendo hora de que te decidieras, cabeza pollo…

-Shhh…

“¡No seas tan celoso! Si pules un poco más tu hombría y llegas a la altura de Kenshin… tal vez acabe fijándome en ti” recordó esas palabras que le había dedicado al ser rescatada de Kanryu y que seguía sin entender, pero pensar nunca había sido lo suyo así que se centró en su labor de devorar a aquella kitsune a la que tanto tiempo llevaba deseando.

En el patio delantero habían retomado sus actividades, Kaoru se llevó a Misao para arreglarle el corte de pelo, Yahiko marchó en busca del comisario, Kenshin acabó de barrer la entrada después de atar a los intrusos y Aoshi fue secuestrado por Kenji que quería grullas de papel y otras figuritas de origami.

Kaoru dio los últimos tijeretazos a la cabellera azabache de la comadreja, aquella larguísima melena ahora a penas le llegaba un poco por debajo de los hombros, la tanuki suspiró peinándola un poco.

-Es un cambio muy radical, pero te queda bien, pareces más mayor.

-¿En serio?- sus ojos verdes centellearon mirándose al espejo de mano- si lo llego a saber me lo corto antes jajaja.

-Tampoco es eso, tonta jajaja.

-Ya… eso tampoco lograría que aceptasen que soy mayor, a este paso cumpliré los noventa y aún me tratarán como a una niña.

-Qué exagerada… Ahora que me acuerdo…- se llevó una mano a los labios- hoy vamos a comer al Akabeko con los del dojo Maekawa, podéis venir si queréis.

-¡No te preocupes! Prepararé lo que sea, marchaos tranquilos.

Tras la llegada del comisario la familia Himura-Kamiya y Yahiko salieron hacia el Akabeko y la comadreja se encerró en la cocina a preparar un delicioso banquete para su Aoshi-sama y ya que estaba algún postre para todos. El ninja le ayudó a subir las cosas al tejado a ambos les encantaba estar allí arriba, y total, estaban solos, no necesitaban la mesa para nada.

Se tumbaron satisfechos tras la comida disfrutando del silencio, allí no había ninjas locos corriendo arriba y abajo, ni Saito y sus misiones imposibles y sobre todo ¡no estaba Rin! La Okashira sonrió acercándose un poco a Aoshi.

-No me ha dicho nada- tomó un mechón de su ahora corto cabello- ¿Qué tal me queda?

-Estás muy bien así.

Le acarició el pelo acercándose un poco más, enredando sus dedos en las onduladas puntas, agachó la cabeza para ocultar el sonrojo por la cercanía. Aprovechó el ataque de timidez de la ninja para deshacer el vendaje revelando los amoratados antebrazos, los acarició con cuidado y le miró apenado, no había querido lastimarla, pero lo había hecho y no había nada en el mundo que le doliera más que ser el causante de eso.

-No ponga esa cara, no es nada, en unos días desaparecerán por completo.

-Lo siento debería…

Suspiró con amargura incorporándose, desvió su mirada hacia el ninja.

-¡Ya basta! Esto le va a sonar muy cruel pero… ¡Kami! ¿Quiere dejarse de tonterías de una vez? Que si debería haber impedido esto, que si no debería haber hecho aquello, que si puse en peligro a no sé quién… ¡EMPIECE A VIVIR SU VIDA DE UNA VEZ! Sólo tiene que avanzar sin culparse de todo a cada paso, no es tan difícil, hasta el tonto de Sanosuke puede hacerlo.

Hizo una pausa deseando que su expresión continuase siendo la impasible de siempre, sin embargo él la miraba entre sorprendido y apenado.

-Quiero decir…- suspiró de nuevo- ¿de que le sirve atormentarse con eso? Ya no sirve de nada pensar en que podría o no haber hecho.

-¿Y qué se supone que tengo que hacer?- preguntó con frialdad.

-¡Pues dejarlo atrás! No puede culparse y castigarse eternamente.

-Sería más sencillo si no fuese como si acabase de ocurrir.

-Eso no es más que una excusa- le miró fijamente a los ojos- cuando lo recordaba también se culpaba y castigaba. Debería estar contento de seguir con vida. Hannya y los demás deben estar muy tristes…

Bajó al suelo de un salto y se perdió en el interior de la casa, en cambio él se quedó allí. No ponía excusas, al menos no lo hacía ahora, realmente era complicado descubrir todas esas cosas y no desesperarse, no era una persona ejemplar precisamente y acumulaba un gran número de fallos imperdonables a su criterio. Apartó aquellos pensamientos negativos de su mente, ciertamente no servía de nada mortificarse por algo que ya no tenía solución. Observó el cielo, se había levantado viento y seguramente llovería por que el aire tenía un cierto olor a humedad.

No volvió a verla en lo que quedaba de día a pesar de buscarla y tratar de localizar su ki no dio con ella, así que cuando los Himura volvieron de su comida con los Maekawa, se dedicó a tomar té con Kenshin en la sala de descanso y conversar un rato. Con el paso de las horas el cielo se fue nublando amenazando con descargar su furia en cualquier momento.

La hora de la cena los reunió a todos Sanosuke y Megumi con una sonrisa resplandeciente en sus rostros, habían pasado todo el día haciendo manitas y recuperando el tiempo perdido, Kaoru y Kenshin dando de comer a Kenji cuyo único interés era jugar con Yahiko y Misao que se dedicaban a hacer el tonto y pelear por ver quien comía más deprisa, Aoshi en cambio cenaba en silencio observando los intentos de la comadreja por no dejar que nadie se diese cuenta de que habían discutido ni de sus pequeños sobresaltos con los truenos.

Cuando hubo acabado de cenar se disculpó con todos diciendo que estaba algo cansada y se marchó como una flecha a su habitación, trató de leer un rato, después pasó a escribir, a hacer ejercicio… nada, no podía concentrarse en nada. Horas más tarde se rindió, suspiró con pesadumbre, se enfundó su corta yukata de dormir y se tumbó en su futón tapando con fuerza sus oídos, estúpida tormenta veraniega, estúpidos truenos y estúpida ella y sus tontos miedos infantiles… cada vez que el resplandor eléctrico rompía la oscuridad de la noche en su mente se dibujaba el letal filo de una katana y el estruendo de los truenos no ayudaba mucho a calmar sus nervios, menos mal que empezaba a amainar por que esa vez no tenía a donde huir, se había peleado con Aoshi y Okina y el resto de sus compañeros estaban en Kyoto, y la opción de salir en busca de Yahiko, Sano o Megumi no le seducía en lo más mínimo. Se hizo un ovillo intentando concentrarse en cualquier cosa que no fueran los truenos, hasta que una mano grande y cálida se detuvo en su hombro, giró su vista nublada por algunas lágrimas rebeldes y no pudo más que sorprenderse por verle allí arrodillado junto a ella.

-Creía que vendrías.

-Estoy bien… no necesito nada…

-Misao ¿sigues enfadada?

-Yo no estoy enfadada…

-Me alegro de oír eso, hazme un hueco.

Se hizo a un lado mirando atenta al ninja que se acomodaba junto a ella y la atrapaba en un abrazo protector.

-Tienes razón, no puedo seguir así.

Alzó su rostro para sonreírle, estaba segura de que había metido la pata hasta el fondo pero al parecer se había equivocado.

-¿Quieres ayudarme?- clavó sus ojitos llenos de curiosidad en él- a avanzar, no quiero ser más tonto que Sagara.

-¿Me está pidiendo ayuda?- parpadeó incrédula.

-Diría que es justamente lo que he hecho ¿no?

-Pero usted nunca…

-Siempre hay una primera vez para todo- acarició su mejilla- me estoy especializando en hacer cosas por primera vez- susurró con humor.

-Más bien rehaciéndolas ¿no?

Como toda respuesta recibió una sonrisa y un leve beso en la comisura de sus labios pese a que ella giró inconscientemente su rostro buscando un contacto más profundo logró únicamente que los labios de Aoshi se movieran a su frente para después abrazarla ignorando el anhelo de algo más que un contacto fraternal.

-Duerme.

-Buenas noches, Aoshi-sama…

Aquel mismo día en la jefatura de la policía de Kyoto, Saito esperaba más que impaciente a que al viejo Okina se decidiese a abrir la boca, encendió el sexto cigarrillo en lo que iba de tarde y exhaló el humo lanzándoselo directamente a la cara logrando que tosiera.

-Si no hablas tu lo haré yo- vio al viejo apretar con fuerza sus manos- no sé que demonios te estás callando pero no sufras- su voz sonó tétrica y amenazante- que me acabaré enterando y me vengaré de todo el trabajo que me estás dando.

-No me callo nada.

-Nanakase Haruna tiene un pasado bastante turbio a la par que interesante, sobre todo la parte del burdel de…

-Eso no tiene ningún tipo de importancia.

-Ciertamente, pero seguro que al cubo de hielo le afecta saber a que se dedicaba su mamaíta antes de ser un kunoichi oficial.

-¿Qué pretendes con eso?- entrecerró su mirada con desprecio hacia el policía- creía que investigabas a Rin-chan…

-Una cosa no quita la otra, todo lo que pueda guardar relación con ese tema está bajo investigación, te guste a ti o no, y me da igual lo que opines al respecto.

-Deja en paz a Haruna…

-¿Por qué? Espero que no se pareciera a ti, aunque a juzgar por el aspecto del cubo de hielo yo diría que no…

Sonrió al comprobar la reacción del anciano, parecía un animalillo indefenso abandonado en mitad de un huracán, ahora si que había dado en el clavo, había encontrado lo que se estaba callando y tanto temía que saliera a la luz, lo mejor de todo es que sólo estaba conjeturando.

-¿Sabe que es tu nieto?

-No.

-Uy una boda entre nietos, que tierno ¿verdad?

-Misao no es mi nieta si es lo que insinúas.

-¿Y? ella te considera su abuelo ¿hasta cuando vas a mentirles?- dio una larga calada a su cigarro- es contraproducente, tarde o temprano tendrás que confesarlo si tienes un ápice de respeto por la comadreja.

-Si Haruna no se lo dijo no seré yo quien lo haga, fue su decisión.

-Quiero el motivo a cambio de guardarte el secreto.

-El Oniwabanshu estaba en crisis y no estaba asegurada la supervivencia de nadie, ella creía ciegamente en el antiguo procedimiento de los clanes- dio un hondo suspiro- creía que lo mejor era desvincularse de su familia…

-Esa historia ya me la sé, toda la escoria cortada por el mismo patrón, ahórrate los detalles lacrimógenos.

-A los quince años eligió marcharse de Kyoto a Mie, cuando volvió me enteré de lo del burdel, había renunciado a su familia, se casó con Kento-san y dos años después nació Aoshi. Si estuviese viva habría renunciado a él cuando hubiese cumplido los ocho años.

-Un encanto de mujer, ya veo a quien se parece.

-Te equivocas, no se parece en nada a Haruna.

-Como tú digas, te contaré lo mismo que al cubo de hielo- le miró amenazante- y más te vale relatarme todas tus conclusiones o puede que se me escape tu secretito.

Continuará

Escrito el 5 de abril de 2009

miércoles, 27 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 19.- Edo



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 19.- Edo

Aoshi ultimaba los preparativos para su viaje, había informado a Kenshin que partirían junto a ellos a Tokyo y había prometido explicarle el motivo una vez allí sin que nadie se enterase. Bajó a buscar sus zapatos occidentales y unas geta quizás los necesitaría, mejor prevenir.

Sentada en el porche del patio interior Misao tenía la vista fija en el gran cerezo, se acercó hasta ella, tan sumida en sus propios pensamientos no se dio cuenta que se había sentado a su lado hasta que le acarició el pelo.

-¿Qué te preocupa?

-Me sabe mal dejarlos solos con tanto trabajo…

-Pero Okina ha dicho que no pasaba nada. Cuando volvamos de Tokyo trabajaré contigo en el restaurante.

-¿U-usted? ¿En el restaurante?- parpadeó incrédula- pero si no le gusta estar con tanta gente.

-Eso da igual.

La vista de Misao volvió al cerezo, suspiró con pesadumbre. Estiró su brazo para abrazarla pero se vio interrumpido por unos pasos acelerados y ruidosos.

-¡Makimachi-sama, Makimachi-sama! ¡Es terrible, terrible!

La comadreja se giró a ver quien gritaba, un muchacho completamente magullado y agotado corría a toda prisa por el pasillo seguido de Okina.

-¡Oh Kami! ¡Chihiro-kun! ¿Qué te ha pasado?

-Makimachi-sama… ¡están todos muertos! Soy el único que ha sobrevivido…

-¿Qué ha pasado?

-Nos tendieron una emboscada, no pudimos hacer nada… era una diferencia de seis a uno.

-¿Dónde fue?

-Cerca de Aizu.

-De acuerdo después me lo cuentas todo ¡Jiya! Trae a Omasu u Okon que curen sus heridas- Shiro se acercó al oír el jaleo en el patio- ¡Shiro! Acompáñale, que se dé un buen baño y proporciónale ropa limpia, comida y todo lo que necesite- ayudó al ninja a ponerle en pie- después me das todos los detalles Chihiro-kun.

-Pero Makimachi-sama…

-Muchacho ¿no has oído a la Okashira?

Un anciano de la edad de Okina apareció repentinamente tras el jovencito dedicándoles una sonrisa afable. Okina le saludó cordialmente para ir a buscar a las Oni y Shiro obedeció arrastrando a Chihiro hasta el baño. En el porche quedaron Aoshi, el recién llegado y Misao.

-¡Iada-sama! Cuanto tiempo.

-Jajajaja ¿a qué viene eso? Ryûsei-chan que aún soy muy joven- sonrió a la comadreja.

-¿Ah? Ryûsei-chan… ¿qué le trae por aquí?

-Mi querida niñita, he pensado que necesitarías algo de ayuda. Shinomori-san, es un placer volver a verte.

El ninja le hizo una leve reverencia a modo de saludo mientras le observaba ¿joven? Si tenía por lo menos doscientos años, era una autentica momia.

-Si está aquí… ¿es más grave de lo que pensaba?

-¡Eh! ¿Quién eres tú y qué has hecho con la Okashira?

-¿Cómo?

-Sí, ya sabes, esa muchachita hiperactiva, optimista hasta en los peores momentos, la chiquilla que no se rinde aunque le lluevan piedras del cielo, que no se deja vencer nunca… por que tú no eres esa muchacha, mírate pareces un alma en pena.

-Ah… pues creo que se ha fugado…

-Shinomori-san- el ninja le miró- levántate y vamos a torturarla.

-¿Torturarla?- alzó una ceja.

-Sí- susurró algo a su oído- ¿entendido?

-Entendido- contestó con determinación y juntos empezaron a acercarse a ella.

-¿Eh? ¿Qué van a hacer? ¿Qué?

Le hicieron cosquillas mientras pataleaba y se retorcía tratando de escapar, acabó llorando de la risa y entonces sus dos atacantes se dieron por satisfechos.

-¡Esa sí es la Okashira!- le revolvió el pelo despeinándola por completo- vayamos al despacho.

-¡Sí!

-¿Quieres acompañarnos, Shinomori-san?

Aoshi asintió para seguirlos hasta el despacho, llevado por la curiosidad, Iada Ryûsei lo más probable es que fuese el patriarca del clan Iada. Misao se sentó frente a ellos muy seria esperando conocer el motivo de la visita del anciano.

-Seré breve, sé que estás ocupada- por primera vez adoptó una expresión de seriedad- si el clan Araki planea algo en nuestra contra lo más probable es que vayan a por vosotros dos, la actual Okashira y el que para muchos es el Okashira legitimo, me da igual cual de los dos es el de verdad, por lo que a mi respecta ambos sois validos. Creo que lo de los pergaminos de técnicas secretas es una maniobra de despiste y si no lo es tampoco cambia nada por que tú- señalo a la comadreja- mi querida niña eres la única que conoce el paradero de la biblioteca de tu abuelo.

-¿Cree que buscan eliminarnos?- preguntó tratando de parecer calmada.

-No directamente, creo que quieren absorbernos, quedarse con nuestros hombres y mujeres y robarnos nuestras redes de información.

-¿No les valen las suyas?

-Shinomori-san, ellos son sombras que siguen en las sombras, no se parecen en nada a nosotros y sus informadores trabajan bajo la coacción y las amenazas por lo que los datos que adquieren tienen una fiabilidad del 40%, en cambio las nuestras son fiables en un 95%. Su prestigio no tiene comparación con el del Oniwabanshu, son más ricos, más numerosos pero no mejores- sonrió satisfecho con su explicación- además hay alguien que aun no tienen bajo su dominio.

-¿Habla de Aoshi-sama?

-Jajajajaja por supuesto que no- la miró con diversión sabiendo que no tenía ni idea de lo que hablaba- hay alguien mucho más importante para ellos aquí.

-Siendo así habría que pensar una buena estrategia de defensa- pronunció Aoshi.

-Tienes toda la razón, tú eres un gran estratega, seguro que entre los dos encontráis la solución.

-Aoshi-sama, lo siento pero no podré ir a Tokyo con usted.

-¡Pamplinas!- el anciano negó con la cabeza las palabras de la ninja- lo mejor que puedes hacer es llevártelo de aquí y ayudarle a recuperarse cuanto antes, Misao-chan. A parte de eso, en Tokyo hay alguien que podría ayudarnos.

Misao le miró sin comprender, no sabía que hubiera algún aliado en Tokyo tan importante como para ser considerado por el tercer clan principal. En cambio Aoshi se preguntaba si eso formaba parte del plan de Okina para mandarla a Tokyo. Pero en la mente de ambos estaba la misma pregunta ¿qué hacían con el muchacho que había sobrevivido a aquella emboscada?

-Del muchacho herido y todo ese tema nos encargaremos Nenji-chan y yo- sacó un sobre del interior de su gi- Encárgate de encontrar a Kojima Kento y entregarle esta carta, por lo que sé vive cerca de un templo a las afueras de Tokyo.

-¿No tiene algún detalle más concreto?- hizo un puchero, Tokyo era muy grande.

-¿Para qué? Se te da muy bien buscar a gente, te pasaste media vida buscando aquí al hombre serio y sus compañeros.

-Uy sí… un éxito rotundo, deberían darme un premio por los buenos resultados…

El hombre se echó a reír, la comadreja siendo sarcástica era algo nuevo, si supiera lo cerca que había estado de encontrarlos tantas veces y la de maniobras de evasión en las que él mismo había participado para evitar que se involucrara en negocios turbios, les acribillaría con sus kunai sin piedad. El ex-Okashira la miró sorprendido no sabía que le había buscado.

-Basta de palabrería, vuestro tren sale en tres horas. No repliques- cortó de raíz el reclamo de Misao- levántate, ve a tu cuarto ponte muy guapa y sube a ese tren, tienes muchos corazones que romper en Tokyo y quien sabe… quizás vuelvas con planes de boda- sintió un escalofrío al notar la mirada asesina del ninja- o puede que no… ¿quién lo sabe?- rió como un majadero.

Tras un rato de miradas de reproche del ninja hacia el anciano y los intentos de replica frustrados de la comadreja optaron por hacer lo que debían, los dos Onis a preparar las cosas que les faltaban y el viejo a ayudar a Okina con el muchacho herido.

A la hora acordada y después de una larguísima despedida llena de abrazos, besos y demás muestras cariñosas no muy bien vistas en Japón, el tren inició su recorrido en dirección a la capital. El viaje estuvo lleno de risas, anécdotas, fantasías sobre lo que harían allí y el eterno mareo de Sanosuke y su fobia a aquella máquina. La estación de Tokyo marcaba el final de su trayecto.

Tokyo la actual capital de Japón una gran ciudad ajetreada, todo allí le resultaba tan familiar pero a la vez desconocido, sentía la imperiosa necesidad de ir a un lugar en concreto pero no sabía a donde además no sería cortés abandonar a sus compañeros para correr sin un destino seguro.

-¿Pasa algo, Aoshi?- preguntó Kenshin- hace rato que te noto incomodo.

-No sé donde tengo que ir.

-¿Oro? Vamos al dojo Kamiya.

Aoshi alzó una ceja, eso ya lo sabía pero él no hablaba del dojo, en fin ya lo descubriría tarde o temprano. Todos los caminos parecían gritarle para que fuera y en sus oídos parecía escuchar con claridad el fragor de cientos de batallas.

-Te enseñaré la ciudad cuando os instaléis.

-Gracias.

-¿Estás bien?

Solamente asintió deseando llegar pronto al dojo, relajarse un poco y tal vez obtener alguna respuesta.

Las chicas caminaban delante de ellos hablando de a saber qué sin parar de reír, mientras Yahiko y Sanosuke se quejaban por llevar parte de los equipajes de las mujeres, la otra parte la cargaba Kenshin, nadie se había atrevido a darle algo a él, así que lo único que llevaba era su equipaje y el de Misao, que todo sea dicho, se lo había quitado de las manos pese a sus quejas. Vistos así parecían una gran familia, muy extraña pero una familia, era agradable sentirse así.

Finalmente las puertas del dojo Kamiya se alzaban frente a ellos, todo un alivio.

Mientras en Kyoto.

Tras interrogar al joven Chihiro sobre el incidente de Aizu y obtener algunas respuestas y elaborar diversas teorías los dos ancianos, Okina y Iada Ryusei, se dieron por satisfechos. El asunto estaba claro, esa emboscada no era para el Oniwabanshu, era para el hombre que debería haber ido, pero de nada servía ahora preocuparse por eso ahora que ya era tarde, en ese caso la mejor defensa sería un buen ataque mas tendrían que esperar al regreso de sus Okashiras, nadie en su sano juicio atacaría directamente el Aoiya ahora que sus ninjas rendían al máximo tras la incursión de los Araki.

Okina dejó todo el asunto en manos de su viejo amigo y partió en busca de Saito a ver que le contaba el lobo sobre la reencontrada Oni. En la comisaría le indicaron que había salido pero le dieron su ubicación exacta y sin perder más tiempo se encaminó a la pequeña taberna unos metros más allá de la comisaría. Pidió un té antes de sentarse frente al hombre que le miró alzando una ceja.

-¿Qué te trae por aquí, viejo chiflado?

-Lo sabes muy bien.

-¿A mi sí vas a contarme toda la verdad?

-No sé de que hablas, Saito- desvió su mirada a un lado.

-Es la vida de tu nieta la que está en juego ¿hasta cuando piensas hacer el estúpido?- devoró parte de su plato de soba- ¿tan poca importancia tiene la niña para ti? ¿O es que ya te has cansado de cuidarla?

-¡No sabes lo que dices!- gritó molesto.

-¡Pues deja de hacer el imbécil, viejo!

Gimoteó con dolor, hubiese preferido no confesar algo así por que cuestionaba una parte del honor del Oniwabanshu.

-Vamos, confiesa de una vez.

-El abuelo de Misao no confiaba en Rin, en nuestros tiempos cuando un ninja se consideraba indigno de confianza se le eliminaba, pero no era más que una niña y nos ablandó a todos.

-¿Qué más?

-Ella estaba enamorada de Aoshi y odiaba a Ayame-chan por su cercanía con él.

-¿Qué más?

-No hay más…

-Yo creo que sí- miró con desprecio al anciano- ¿qué más?

-Dijo que no veía a Misao desde que tenía tres o cuatro años- suspiró con pesadez- cuando la destinaron a Nagasaki tenía dos años.

-Ya veo, un error letal tanto si es un fallo de memoria como si accidentalmente ha confesado haber vuelto a verla- encendió un cigarrillo- ¿hasta cuando pensabas callarte algo tan importante?

-Quería descartar que fuera un error inocente…

-No existen los errores inocentes, viejo estúpido, ya deberías saberlo- se levantó dejando el dinero de su comida y el té de Okina sobre la mesa- Y ahora sígueme, tenemos mucho de que hablar.

El anciano obedeció en una actitud sumisa impropia de él sabiendo que su falta de reflejos podría haberlos llevado a todos a la ruina, el viejo Okina había perdido sus facultades de espía.

De vuelta a Tokyo. Tras acomodar sus cosas en la habitación que le había asignado se movió con sigilo hacia el exterior, pese a no conocer el destino al que su cuerpo deseaba dirigirse llegó a la conclusión de que lo mejor era dejarse llevar por su instinto, intuición o lo que fuese eso. Escapó sin avisar a nadie y mucho menos a la comadreja. Oyó unos pasos tras él, los reconoció rápidamente y esperó a saber si le seguía o era una simple casualidad, su escapada secreta a algún punto indeterminado había acabado siendo no tan secreta, dada su insistencia suspiró y se giró a mirarla.

-Misao ¿por qué te escondes?

-Jejeje “¿se ha dado cuenta?”- se llevó la mano a la nuca y rió tontamente- en fin… yo… ya me iba.

-Puedes venir sin necesidad de esconderte- dijo retomando su camino- pero te advierto que no sé a donde voy.

-¿Algún sitio que recuerda?

-No.

El camino llevaba a las afueras donde se alzaba un majestuoso bosque convirtiéndose en algo mágico iluminado por la luz rojiza del atardecer, la vista de Aoshi recorrió el lugar analizando cada recoveco impasible como buscando a un enemigo invisible pero extremadamente peligroso. Todo su cuerpo se movió nuevamente retomando su improvisado camino ella le siguió con cuidado. Poco a poco la silueta de una mansión occidental se iba dibujando, estaba descuidada, la maleza se había adueñado de las zonas ajardinadas y la hiedra trepaba por la fachada. Giró hacia ella alzándola en brazos para saltar la valla.

Esa casa sí la conocía aunque preferiría no conocerla o al menos no recordarla, pese a la dolorosa necesidad de huir y refugiarse en los brazos de la comadreja recorrió el empedrado camino hacia la entrada principal, había algo que deseaba recuperar en su antigua habitación.

-¿Conoce este lugar?- se aventuró a preguntar mirando a todos lados.

-Sí, nos iremos en seguida.

Sabía lo que era por lo que había leído en uno de los diarios de Okashira de Aoshi, y aunque quería preguntar y saber más cosas se contuvo para no incomodarlo, olvidando el hecho que podría recordar el sitio pero no mucho más. Con paso firme y seguro se adentraron en aquella mansión, subieron las escaleras, se hacía evidente que sabía a donde iba. Unas grandes puertas se abrieron con un chasquido, la vista de la comadreja recorrió el lugar fascinada, era la sala más grande que había visto en su vida, el ninja avanzó hasta la parte en que el suelo de madera aún retenía la sangre de los que un día fueron sus compañeros, se sentó allí, era extraño, pese a sentirse nostálgico la sensación de culpa había desaparecido por completo, sintió la pequeña y cálida mano de la ninja sobre su hombro, la cubrió con la suya masajeándola.

-Estoy bien.

-Si necesita algo dígamelo.

-Acompáñame, quiero recoger algo si aún está aquí.

Asintió para seguirle a través de un pasillo a la derecha de la sala de baile, al fondo había una gran habitación con un baño privado, le explicó que ese había sido su cuarto y sin contar nada más entró en el baño y levantó unos tablones cerca de la tina para bañarse, sacó una pequeña cajita sonrió al ver que continuaba allí, la guardó cuidadosamente en su gi a salvo de la curiosidad de Misao. Revolvió su largo cabello antes de sacarla de aquel sitio horrible por lo que significaba no por su aspecto.

La noche había caído, los del dojo ya habrían cenado, seguro que ya estarían a punto de irse a dormir, suerte que a la comadreja se le había ocurrido avisar que salían para que no se preocuparan. Recorriendo el camino de vuelta sin preguntas incomodas pero con la constante charla de la comadreja.

No se habían equivocado, al llegar descubrieron que el único que seguía levantado era Kenshin que les informó que les habían guardado algo de cena y después se fue a dormir. En la sala todo estaba ordenado y las habitaciones del Kenshingumi estaban al lado así que para no molestarles subieron a la parte del tejado donde estaban sus habitaciones, nada mejor que cenar viendo las estrellas y la luna que en pocos días sería nueva.

Era bien entrada la noche y el cansancio del viaje se hacía cada vez mayor, así que, a pesar de estar tan a gusto en el tejado con Aoshi viendo las estrellas se puso en pie y bajó de un salto al suelo, el ninja hizo lo mismo. Sus habitaciones eran contiguas, esperó de pie en el corredor para verla entrar antes de hacer lo mismo. Misao se deshizo de sus ropajes sustituyéndolos por su corta yukata para dormir. Extendió el futón dispuesta a acostarse.

Al otro lado de la delgada pared pudo oír un fuerte golpe y un quejido, salió atropelladamente, deslizó el shoji sin pararse a pensar. Vio a Aoshi arrodillado en el suelo con las manos en su cabeza, respiraba con dificultad, se arrodilló alarmada a su lado, se aventuró a poner sus manos sobre las de él y eso le hizo reaccionar agarró con fuerza las muñecas de la comadreja que dejó escapar un quejido de dolor sentía que le iba a quebrar los huesos si ejercía un poco más de presión, tiró con fuerza del frágil cuerpo y la pegó contra su pecho, su respiración se entrecortaba y su corazón latía como un caballo desbocado. Lo que fuera que acababa de recordar debía ser horrible a juzgar por su reacción.

-No… no me preguntes nada- susurró finalmente.

Asintió a su petición correspondiendo aquel desesperado abrazo y aunque sentía que le faltaba el aire no se quejó, a medida que Aoshi se relajaba la presión sobre su cuerpo disminuía.

-Perdóname ¿Te he hecho daño?

-No es nada, no se preocupe- acarició su mejilla sonriéndole- todo está bien.

-Lo siento.

La cogió en brazos para llevarla hasta su futón, arropándola como si fuera una niña, apartó algunos mechones rebeldes de su flequillo, besó su frente y seguidamente la comisura de sus labios, después acarició su mejilla le dio las buenas noches y se marchó.

La noche dio paso al día, los primeros rayos de sol se filtraban por la pequeña ventana, frotó sus muñecas sintiendo que le dolían una barbaridad abrió los ojos adormilada y las miró fijamente, se incorporó con brusquedad mirándolas horrorizada ¡Kami! Tenía unos buenos moratones, no imaginaba que le iban a salir ¿cómo disimularlos? No podía ir todo el día con los guantes y si usaba maquillaje a la que se pusiera a fregar desaparecería… ¡vendas! Claro, esa era su solución milagrosa, ojala a nadie le diera por preguntarle.

Se vistió a toda prisa y se vendó cuidadosamente, sacó la mejor de sus sonrisas para correr a la cocina, mejor no dejar a Kaoru a solas con el desayuno para todos.

Continuará

Escrito el 22 de marzo de 2009

martes, 26 de mayo de 2009

LOBOS Capítulo 03.- Vida o muerte



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha

LOBOS

Cap 03.- Vida o muerte

Tokyo estaba completamente seria, había un brillo de determinación en sus ojos verdes, un tic en su ceja delataba el estado de ánimo de la muchacha, su cara llena de harina y un cuchillo en la mano derecha. Cerró los ojos respirando hondo.

-¡Estúpidos soba! ¿Creéis que podéis vencerme?- suspiró, se estaba peleando con unos fideos- con lo que me gusta comeros y lo complicado que es haceros…

Juntó con desesperación la masa de fideos por décima vez, la extendió nuevamente y trató de cortarlos dándoles el tamaño correcto ¿por qué se esforzaba tanto? Quizás esa noche tampoco volvería ¿hasta cuando iba a estar fuera? Le había dicho que se iba unas dos o tres semanas y ya había pasado más de un mes, le echaba de menos hasta dormía en su futón por las noches. Cuando volviese le iba a dar una buena patada en el culo por ‘abandonarla’ en aquel cuchitril.

-Maldita sea, Tokyo… cómo has podido enamorarte de un hombre como ese…

Concentrándose en su ardua labor de cortar fideos trató de alejar de su mente, al menos por un rato, al hombre psicópata.

Mientras tanto Saito recorría en silencio las lúgubres calles iluminado de vez en cuando por la mortecina luz de los farolillos. Estaba cansado, tenía ganas de llegar a su casa y comer algo caliente… quizás la mocosa molesta ya se había largado, sería una lástima, no tenía ganas de estar solo ni que decir de cocinar, además su cálido cuerpo le reconfortaba en las noches, empezaba a acostumbrarse a su presencia y a su carácter y bueno, para qué negarlo, la había echado de menos, aunque no comprendía el motivo. Se detuvo frente a la puerta respiró hondo y abrió.

-¡Bienvenido a casa!

-¿Sigues aquí?- pese a su tono molesto se alegraba.

-Saito Hajime eres un idiota.

-¿Por qué dices mi nombre completo Takagi Tokyo?- alzó una ceja.

-Por que me gusta como suena- sonrió.

Acarició su largo cabello y se adentró en su hogar, se alegraba de que continuase allí, seguro que le preparaba algo delicioso.

-Hajime-kun ¿tienes hambre?

-¿Lo dudas? Voy a bañarme.

-Bien, en seguida lo tendré todo listo.

El lobo recogió su yukata y se encerró en el baño, mientras tanto ella entró en la cocina, prepararía esos estúpidos soba aunque fuera lo último que hiciese en su vida. Llevaba más de un mes viviendo con él y al menos para ella era un día especial por que por fin había vuelto.

Dos golpes secos se oyeron al otro lado de la puerta, alguien estaba llamando y parecía impaciente. Dejó de lado lo que hacía y se dirigió a la puerta. Abrió despacio, un hombre alto y moreno con un aspecto algo siniestro le miraba con una mueca macabra.

-¿Qué desea?

-Creo que podrás serme muy útil.

-¿Qué quiere decir?

La puerta del baño cayó al suelo armando un gran estrépito y Saito salió corriendo enfundado en su yukata empapada.

-¡TOKYO CIERRA LA PUERTA!

-¿Por q…?

El hombre moreno aprisionó a la mujer poniéndole su katana en el cuello, sonriendo con malicia.

-Si te mueves le cortaré el cuello. Saito no sabía que tuvieras novia.

-Mátala si quieres, sólo es mi criada.

-¿De verdad?

-Puedes estar seguro- devolvió la siniestra sonrisa entrecerrando su mirada- estaba pensando en matarla yo mismo.

Desenfundó velozmente su katana y se lanzó contra el hombre agarrando con fuerza a Tokyo y empujándola lejos de ellos. Los filos se cruzaron con fuerza obligándoles a retroceder unos pasos, el intruso cayó de espaldas en la calle y Saito aprovechó para salir de la casa para continuar la batalla y mantener a salvo a la joven.

-Ni se te ocurra acercarte ¿me oyes?

-S-sí…

Se mantuvo asomada a la puerta, nunca le había visto luchar pero había escuchado maravillas sobre su estilo de combate y no podía dejar de sentir fascinación por él.

No alcanzaba a ver los rápidos movimientos de Saito pero sí como se defendía el moreno, era extraño, pese a no parar de recibir los fuertes ataques del lobo parecía muy seguro de si mismo como si se supiese vencedor de aquel duelo. La sonrisa del hombre se amplió cuando Saito detuvo temporalmente su ataque, algo no iba bien, había algo muy extraño en aquella actitud tan altiva. Adoptó la posición para realizar el gatotsu y zanjar así esa pelea que tan mala espina empezaba a darle, el hombre en cambio mantuvo la guardia alta a sabiendas de que la guardia media sería más efectiva contra ese ataque.

Se lanzó contra él, destrozándole el brazo izquierdo con su katana, contrariamente a lo que hubiese sido natural no mostró el menor síntoma de dolor, entonces se dio cuenta, ese hombre era un kamikaze bajo los efectos del opio, pero ya era tarde para reaccionar, la katana del moreno atravesó dolorosamente el cuerpo de Saito por la espalda hasta el punto de llegar a atravesarse a si mismo poniendo fin a su propia vida. Los dos cuerpos cayeron al suelo en medio de un gran charco de sangre, se llevó una mano a la altura de sus ojos y la vio temblar ¿acaso ese era su fin? Suspiró con dolor abandonándose a su destino y entonces llegaron a sus oídos los pasos de la mujer.

-¡Oh Kami! ¡Ha… Hajime…!

-Sácame la katana de la espalda…

-N… no pu-puedo…

-¡Tokyo! Hazlo, joder.

Sujetó temblorosa la tsuka, respiró hondo concentrándose en su cometido y tiró con fuerza haciendo que el filo saliese de los cuerpos. Se levantó con dificultad, acarició el rostro de la muchacha dejando un rastro de sangre en su mejilla y tambaleándose entró en la casa cayendo pesadamente sobre el futón a medio extender. Se acercó rápidamente a él olvidando por completo todo lo demás, arrodillándose junto a su dolorido cuerpo.

-¡HAJIME, HAJIME! ¡Aguanta! Voy a buscar un médico.

-No- sujetó su muñeca con fuerza- cúrame tú.

-¡Pero no sé que tengo que hacer!

-Cálmate, yo te indicaré. Primero tienes que limpiar la herida, trae agua caliente, jabón, toallas, hilo, agujas y sake.

Corrió a buscarlo todo, ella no era medico y tenía miedo, mucho miedo. Había visto tratar a enfermos y heridos pero no sabía que hacer. Llevó las cosas a la sala y corrió a por el agua que se estaba calentando con mucho cuidado de no derramarla. Se arrodilló nuevamente junto a él.

-¿Qué tengo que hacer?

-Muy bien… empapa una toalla en el agua y enjabónala- la observó obedecer- bien… ahora tienes que limpiar la herida, del centro hacia fuera, empieza por la espalda…

Asintió y se movió para quedar a sus espaldas, con las manos temblorosas limpió la herida mientras el lobo contenía sus quejas y gruñidos.

-Ahora coge… el sake y… échalo sobre la herida- tragó saliva dolorosamente.

-S-sí…- vertió el liquido alcohólico y él no pudo contener un gruñido- lo… lo siento…

-No seas idiota… tienes… tienes que… co-coser… la…

-Pero… ¿estás…?- se estremeció al ver que sus ojos se habían cerrado- ¡Hajime! ¡No te mueras, maldita sea! Haré lo que quieras… pero… no te…

Empezó a llorar desconsolada, se había desmayado y no sabía que más tenía que hacer. Y entonces la puerta se abrió trayéndole la salvación. Reconoció al instante el uniforme del Shinsengumi.

-¡Hajime! ¡Kami! ¿Qué ha pasado?

Tokyo tiró con fuerza del haori del hombre llenándolo de agua, jabón y sangre y empezó a zarandearle mientras las lágrimas recorrían su rostro.

-¡Sálvele! ¡Tiene que salvarle! ¡Por favor!

-¡Kami! ¡Cálmese! Va romperme la espalda si me sigue zarandeando así- la joven le soltó con cuidado- Debe ser Takagi Tokyo-san, Hajime me ha hablado de usted. Soy Okita Shoji, encan…

-¿¡A QUIÉN LE IMPORTA ESO AHORA!? ¿Qué no ve que está malherido?

-Salga fuera y pídale a Kurosaki-san que traiga a un médico.

-Pero él ha dicho…

-No traerá a un médico cualquiera, traerá al nuestro, avísele.

La muchacha salió en estampida directa a zarandear al tal Kurosaki para que trajese ayuda.

El médico resultó ser un hombre bastante mayor, estuvo largas horas tratando la gravísima herida del lobo y pese a desear darle buenas noticias a la chiquilla que trataba de no llorar y parecer calmada no pudo más que poner una mano sobre su hombro y decirle que no se hiciera muchas ilusiones que ya no podía hacer nada más por él, la muchacha le devolvió una mirada triste y sonrió con melancolía diciéndole que ella sabía que se recuperaría, Okita y el doctor la miraron con tristeza.

Durante aquellos dos días Okita sintió la necesidad de quedarse con ella, si su buen amigo moría no sabía como reaccionaría la muchacha. El olor a té le sacó de sus cavilaciones silenciosas, frente a él había una taza del humeante líquido verde.

-Tokyo-san, gracias por el té está delicioso.

-De nada, Okita-san…

-No tiene de que preocuparse, tiene mejor aspecto, seguro que se recupera.

Ella sólo asintió apretando con fuerza la pequeña bandeja contra su pecho, se mordió el labio tratando de contener las lágrimas que amenazaban con caer sin control nuevamente. Okita se levantó y la envolvió en un abrazo protector, acariciando con ternura su espalda.

-Tokyo-san… ¿tan unida está a él?

-Sí… la verdad es que a mi…

La estrechó con más fuerza sin dejarla terminar, ya sabía como iba a acabar esa frase y no podía decir que eso le tranquilizase ¿qué iba a hacer con ella si Saito no despertaba?

-Tú, deja en paz a mi criada- resonó una voz ronca a sus espaldas.

-¡Hajime-san!

Saito se incorporó quedando sentado en el futón algo mareado por la perdida de sangre y empezó a rebuscar entre su ropa cuando unos delgados brazos se enredaron en su cuerpo.

-Hajime… Hajime…- sollozó la mujer contra su pecho.

-Vamos, vamos, no hagas un drama- palmeó la espalda de la joven- No me queda tabaco, tráeme ¿quieres?

-¡TABACO! ¿¡Qué clase de ser insensible, desalmado e idiota eres!?

-To-Tokyo-san cálmese…- balbuceó Okita dando varios pasos atrás.

-¡No estoy hablando con usted!- agarró con fuerza el cuello de la yukata de Saito- ¡Estaba preocupada por ti y tu me pides tabaco!

Sonrió con malicia sin apartar la mirada de aquellos ojos verdes vidriosos y enrojecidos por el llanto, Okita estaba seguro de que la mataría, aquella mujer tenía un carácter y mal genio equiparables a los de Saito, pobre mujer tan preocupada que había estado para morir ahora…

Pero los temores de Okita no se cumplieron, lo que ocurrió le dejó completamente atónito y planteándose si el té llevaba opio o alguna substancia alucinógena. Saito juntó sus labios con los de la mujer en un beso nada casto y mucho menos inocente.

-Eres una presa deliciosa Takagi Tokyo.

-Y tú un depredador ardiente Saito Hajime.

-¡Eh! Okita ¿piensas quedarte ahí mucho tiempo?

-Ah… de hecho ya me iba… u-un placer conocerla Tokyo-san… a-adiós.

-Adiós Okita-san, vuelva a visitarnos- movió la mano diciéndole adiós con una sonrisa reluciente.

-Mejor que no vuelvas.

Dio una última ojeada a la casucha donde vivía su compañero y sonrió al verle con aquella actitud que nunca creyó llegar a presenciar, salió en silencio.

Devoró sus labios con fiereza ¿qué estaba haciendo? Se había dejado conquistar por esa mujer, ahora entendía lo de “nunca digas nunca” y para ser sincero le encantaba su recién adquirido punto débil infranqueable, quizás le gustaba demasiado para su actual condición física.

-¿Quedan soba?

-¿Mmm? Okita-san se los ha comido casi todos, pero aún quedan para ti.

-Tráeme ¿quieres?

Asintió abandonando esos fuertes brazos siendo retenida por una mano en su muñeca, giró a mirarle sin comprender que ocurría le indicó que se acercase con su mano libre, obedeció llena de curiosidad encontrándose con aquellos finos labios envuelta en un apasionado beso.

Se dirigió a la cocina a preparar los soba, que ya tenía cortados, se apoyó en la pared siendo al fin consciente de lo que acababa de ocurrir, eso implicaba mucho no sólo había mostrado sus propios sentimientos si no que además había obtenido una respuesta positivas, todo sin necesidad de palabras, pero… ¿aquello estaba bien? Sacudió la cabeza apartando aquellos pensamientos tan ridículos y poco apropiados para alguien como ella y se concentró en hacer los mejores soba que hubiese hecho nunca.

Poco después regresó con el tazón humeante y esa vez se la veía nerviosa, sonrió divertido, mucho carácter pero en el fondo necesitaba lo mismo que cualquier mujer, la certeza de que no le mentía y que no iba a aprovecharse de ella, ni de su apellido ni de todo su patrimonio. Tomó el tazón y comió con bastantes ansias su contenido, no sabía si era por la perdida de sangre, por el hambre feroz que tenía o por que demonios, pero aquello estaba buenísimo.

-Cambia el sashimi por los soba en la lista de comidas.

-¿Es que quieres acabar conmigo? No sabes la guerra que me han dado los estúpidos fideos.

-Una chiquilla derrotada por unos fideos- cerró los ojos tratando de imaginar la escena- una visión muy cómica.

-¡Ah! ¡No te rías de mí!

Alzó una ceja dejando el tazón junto al futón y atrapándola entre sus brazos logrando que dejase de moverse para no lastimarle.

-Tokito sabes que no puedo dejar el Shinsengumi ¿verdad?- asintió- estamos en bandos diferentes.

-¿Me estás hablando de política?

-Sí.

-¡Al diablo la política!

-Gane el bando que gane nuestra supervivencia en la nueva época no está garantizada.

-Hajime-chan déjate de tonterías- acarició la mejilla del lobo- desde que asesinaron a mi familia vivo cada día como si fuese el último, me da igual vivir un año que cincuenta mientras esté contigo.

Sin poder evitarlo se sonrojó por las palabras que acababa de dedicarle la muchacha, carraspeó devolviendo la seriedad a su rostro.

-Es peligroso estar conmigo, pueden matarte, secuestrarte… lo que sea para llegar hasta mi.

-Me gusta el peligro ¿no es evidente?

-No podríamos tener un matrimonio normal.

-Así es más divertido.

-Tokyo ¿estás segura de esto?

-Del todo.

-Muy bien entonces, ya no tienes escapatoria, muñeca.

Depositó un beso inocente en aquellos labios rojos alejando algunos mechones de su pelo con la vista fija en los ojos vivos de la mujer, ella apartó ligeramente la mirada y suspiró.

-Hajime… yo no soy…

-Ya lo sé, te vendieron a un burdel hace cuatro meses, hice que te investigaran ¿recuerdas?- la besó con ternura- me da igual.

-Pero de cara a los demás si importa.

-Si la política no te importa que tampoco te importe esa estupidez. Y si alguien tiene inconvenientes que hable con mi katana.

-Jajajaja realmente no eres tan malo como te pintan hombre psicópata.

-Deja de llamarme así, chiquilla molesta.

-Antipático…- le cogió la nariz con dos de sus dedos sonriendo traviesa- gírate, tengo que cambiarte el vendaje y curarte la herida.

No tuvo más opción que obedecerle, bajó su yukata dejando su torso al descubierto mientras ella buscaba las medicinas y las vendas limpias. Deshizo el vendaje con delicadeza poniendo especial atención al pasar sobre la parte lastimada.

-Te quiero, Tokyo.

Sus ojos verdes se abrieron con sorpresa dejando escapar una lágrima, sus labios formaron una sonrisa.

-Te quiero, Hajime-chan…

Un tic se apoderó de la ceja del lobo ¿Hajime-chan? ¿Pensaba llamarle así en serio? Ya se vengaría cuando recuperara su energía.

Continuará

Escrito el 26 de marzo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 18.- La teoría



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 18.- La teoría

Rin y Misao pasaron horas en aquel jardín japonés tan impresionante, habían dejado de corretear para estirarse un rato en la hierba fresca, el cielo azul y despejado era tan relajante que hasta sueño le estaba dando. Rin se incorporó y la comadreja la miro con curiosidad.

-Vaya… acabo de acordarme de que tengo algo que hacer- Rin se llevó una mano a los labios con inocencia- ¿te importaría volver sola al Aoiya?

-Puedo acompañarte si quieres.

-Prefiero ir yo sola- le sonrió- para compensarte por esto compraré dulces.

-¡Entonces vale! Jejeje- se puso en pie de un salto- Ten cuidado cuando vuelvas.

La comadreja emprendió el camino de vuelta encantada por el buen rato que había pasado con la kunoichi, no se esperaba poder divertirse tanto.

El hombre que las observaba salió de la mansión visiblemente molesto, caminó con decisión, amenazante, hasta la kunoichi que le miraba con superioridad, sonrió con malicia y se puso en pie con total seguridad en si misma.

-¿Por qué la has dejado ir, Rin?

-¿No es evidente? Yo te doy a la mocosa cuando tu me des lo que es mío, no antes- sonrió al hombre- ese era nuestro trato.

-Estúpida puedo mandar a mis hombres a capturarla.

-No lo harás. Es muy simple. Si les mandas a por ella yo me pondré de su lado y en cuanto tenga una oportunidad le corto el cuello- extrajo unos kunai de su obi- la decisión está en tus manos. Sé que muerta no te sirve de nada, así que ella es mi seguro de vida.

-No deberías jugar conmigo, depende de mi que los tuyos sepan ciertos asuntos que preferirías mantener en secreto.

-Y de mi depende la seguridad de la niña.

-Realmente eres un monstruo.

-Mantén tu parte del trato y yo haré lo propio- le lanzó una mirada llena de desprecio- tu no eres mejor que yo.

La kunoichi tomó un camino diferente al que había tomado Misao para regresar a la ciudad, daría un pequeño rodeo para calmarse un poco. Mientras el hombre la observaba alejarse, rió con todas sus fuerzas, si creía que podía jugar con él y salir como si nada estaba muy equivocada, usaría una de sus cartas ocultas para cobrarse esa chulería.

Mientras tanto en el despacho Saito escuchaba atentamente todo lo que Aoshi le contaba, no era mucho pero la información era lo suficientemente preocupante como para apoyar su teoría. Y por primera vez deseaba estar equivocado en sus conclusiones.

-¿Hay más?

-Según Okina eso es todo lo que sabe.

-No la quiero en Kyoto- Saito se tensó de repente- dile que quieres ver los animalillos del bosque, ahogarte en el río, buscarte una novia, aprender a volar… invéntate lo que te de la gana pero sácala de aquí.

-¿Qué me ocultas?

-Sólo es una sospecha.

-Cuéntame esa sospecha.

El lobo suspiró con pereza, no tenía por que explicarle su teoría aún sin confirmar, pero sí comprendía su preocupación, si fuera su Tokyo la que estuviera metida en algo así él exigiría cualquier teoría por absurda que pudiera ser.

-Mi teoría es que la tal Rin participa en algún tipo de encerrona para hacerse con la comadreja o bien para asesinarla, seguramente para obtener el control sobre el Oniwabanshu, imagino que de algún modo se ha asociado con el clan Araki- hizo una larga pausa antes de continuar-. Aquí es donde no logro encajar las piezas, aunque Misao es la Okashira digamos oficial y la que realiza la mayor parte del trabajo, tú sigues actuando bajo el nombre de ‘Okashira del Oniwabanshu’ y en caso que le pidieras que renunciase al título lo haría sin perder un segundo.

-Pero aquel día me buscaban a mi no a Misao.

-Lo más probable es que fuera una maniobra de distracción. Tendré que presionar más a mis lentos colegas- sonrió complacido, presionar a aquellos idiotas era muy divertido- tú vuelve a tu casa, explícaselo al viejo y llévatela bien lejos.

Aoshi se levantó sin mediar palabra, pensativo buscando el modo de sacarla de ese jaleo en el que parecía estar metida. Se maldecía a si mismo por elegir tan mal momento para quedarse sin su estúpida memoria. Desde el primer momento lo único que había querido era recordar a esa mujercita que hacía que sus sentimientos se desbordasen con sólo mirarle, el resto de sus recuerdos no tenían ningún tipo de prioridad, pero ahora... las cosas se habían torcido y debía darle prioridad a todo lo relacionado con Rin, el clan Araki, Ayame y sus crímenes del pasado.

El Aoiya se alzaba majestuoso ante sus ojos, ese era su hogar y quería que continuase siéndolo, pero para eso tenía que salvarla. Entró por la cocina Okon y Omasu trabajaban allí.

-¿Dónde está Misao?

-Creo que fue a comprar con Kaoru-chan y Megumi-san- contestó Okon pasando a su lado.

-¿Y Okina?

-Salió temprano, no creo que tarde en volver.

-Gracias.

Subió a la planta superior, miró a la puerta de una de las habitaciones vacías, si ellos estuvieran allí seguro que le ayudarían a salvar a Misao. Corrió el shoji y se adentró, si mal no recordaba era la del tal Beshimi, el más bajito de sus hombres aquel que estaba especializado en lanzar una especie de dardos. Junto al armario había una pila de cajas de madera, la caligrafía de Misao sobre la madera formando el nombre ‘Beshimi’ seguramente a la espera de obtener el permiso para vaciarla.

Cogió la primera que ponía ‘ropa’, la abrió, estaba vacía cosa que era de suponer. Revolver aquellas cosas quizás le recordase algo. Abrió el armario, estaba lleno de cajones y los cajones llenos de cajas y en las cajas más cajas, en la parte superior había dos estantes, uno con futones y el otro con más cajas ¿qué le pasaba a ese hombre con las cajas? ¿Las coleccionaba o qué? Empezaría con las cajas más grandes estaban llenas de libros sobre venenos sus propiedades y como fabricarlos, tratados de medicina, técnicas secretas… también habían algunos manuscritos, dibujos infantiles...

Los apiló con cuidado dentro de una de las cajas de Misao donde ponía ‘Libros’. Tras un falso fondo encontró kimonos, gis, hakamas y un par de shinobis viejos y desgastados, procedió a empaquetarlos cuidadosamente.

Mientras tanto en la planta inferior la comadreja entraba a la cocina, el camino se le había hecho muy largo al ir sola, estaba cansada, Okon la abordó en la puerta avasallándola con teorías sobre Aoshi y el motivo por el que la buscaba, entre sus divagaciones de cotilla le dijo algo de una boda, niños corriendo por el Aoiya y noches de pasión desenfrenada, no supo comprender si hablaba de ella misma o de alguna otra persona, lo que estaba claro es que necesitaba un descanso. La empujó fuera diciéndole que Aoshi estaba arriba. Vale, necesitaba un descanso y reencontrar sus modales.

Suspiró tristemente y penetró en la residencia, al subir las escaleras oyó ruido proveniente de la habitación de Beshimi ¿quién podría estar allí? Se preparó para sacar sus kunai por si fuera un enemigo y abrió el shoji muy despacio.

-Aoshi-sama- miró las cajas de madera apiladas en el suelo y luego le miró a él extrañada- ¿qué está haciendo?

-Vacío la habitación, alguien podría aprovecharla- empaquetó parte de la ropa en una de las cajas- tarde o temprano había que hacerlo.

-No tiene por que hacerlo usted.

-Toma- le dio una cajita- si me ve con eso Okina se enfadará

-¿Ah? ¿Enfadarse?- la abrió llena de curiosidad- los rasenbyô de Beshimi… no sabía que estaban aquí.

Continuó su búsqueda por el interior del armario había una caja envuelta en una tela ensangrentada, la sacó con mucho cuidado tratando de adivinar su contenido, sabía que era algo importante aunque no sabía que. Miró a Misao en busca de la respuesta mágica que parecía tener siempre.

-La trajo con usted cuando volvió, no sé que hay.

-¿Puedo abrirla?

-¿Ah? Claro que puede, lo trajo usted puede hacer lo que quiera con todo lo que hay en estas habitaciones.

Abrió la caja sin esperar más, eran los diarios de sus hombres y al parecer era su día de suerte por que estaban escritos normal menos algunas partes, quizás fuesen datos de misiones… ¿les importaría a ellos si los leía? Ya escucharía sus reclamos en el más allá.

-Iré a preparar un poco de té.

A solas en aquella habitación abrió uno de los diarios por una página al azar, la caligrafía era cuidada y regular.

Mi preocupación por el Okashira es cada día mayor, cada día que pasamos alejados del Aoiya se vuelve más frío, es peligroso para si mismo que se ciegue por conseguir el titulo del más fuerte para nosotros. En varias ocasiones le hemos propuesto volver unos días o mantener contacto por correo con la gente de allí pero se cierra en banda sólo con mencionarlo. Recuerdo con añoranza aquellos días en los que al volver nos recibía aquella niñita traviesa siempre dispuesta a arrancarle una sonrisa a quien fuese, incluido el jefe. Debe haber crecido mucho.

¿Quién habría escrito eso? Había preocupado a sus hombres, seguro que ahí encontraba muchas de las respuestas que necesitaba sobre su trabajo para Takeda sin tener que preocupar a Misao.

Otra vez esa sensación y el dolor de cabeza…

Flashback

Regresar al Aoiya siempre le provocaba una sensación de impaciencia, a escasos metros le daban ganas de echar a correr y entrar como si su vida dependiera de ello. Aquella vez era diferente, tras seis meses de trabajo en el castillo de Edo el Okashira había solicitado su regreso temporal a Kyoto. Llevaba a su nuevo compañero y esperaba lograr la aceptación de Makimachi.

Al entrar recibieron el saludo cordial y las miradas curiosas de los ninjas residentes.

Unos pequeños bracitos apresaron una de sus piernas, se inclinó para cogerla en brazos y así recuperar un poco de esa humanidad que sentía que desaparecer con cada batalla.

-¡Aoshi-sama!- se abrazó con fuerza al ninja y entonces vio al hombre extraño tras él- Hola…- ladeó la cabecita- ¿quién es?

-Soy Shikijo, pequeña damisela ¿Cuál es tu nombre?

-Makimachi Misao- contestó con una sonrisa de oreja a oreja.

-Que nombre más bonito.

Aoshi observaba la fascinación que sentía la pequeña por Shikijo, era demasiado confiada y demasiado curiosa, sus ojos verdes centelleaban con emoción. Una pequeña sonrisa se dibujo en el rostro del ninja de hielo.

-¡Oye! Que los demás también hemos vuelto, enana- Beshimi se llevó las manos a la cintura, siempre igual, saludaba a Aoshi y los demás como si no existieran- sólo ves lo que te interesa.

-¡Cállate feo!- dijo sacándole la lengua.

-Misao, ya basta.

-¡Síiiiiiiiiiii!

Una impresionante aura hostil proveniente de Okina se acercaba cada vez más hasta ellos. A Misao la recorrió un escalofrío y saltó al suelo para esconderse detrás de Hyottoko, los cinco Onis tuvieron la misma reacción seguirla con la mirada sin comprender que le había picado.

-¡Misao! ¡Basta de juegos, señorita! ¡MISAO!

-No estoy.

-¿Ah no? Si no estás ¿cómo es posible que contestes?- el viejo estaba que se lo llevaba el diablo.

-¡No quiero el kimono!

-¡Kami! No seas tan cabezota.

-¡Aoshi-sama! Okina-san me da miedo- salió corriendo de su “escondite” y corrió para que él la abrazara- ¿a qué da miedo?

Esos ojitos enormes y brillantes mirándole fijamente con esa expresión de niñita indefensa… no era capaz de resistirse a eso.

-La pequeña debe ser la más fuerte del Oniwabanshu- sonrió complacido Shikijo con su conclusión.

-¿Mi-chan por qué?- preguntó con inocencia Hyottoko.

-Por que es capaz de doblegar incluso la voluntad del jefe.

Aoshi enarcó una ceja por la observación del nuevo, antes de que se le ocurriera apuntar algo más que pudiera dañar su fachada de Aoshi ‘hombre de hielo al que todo le resbala’ Shinomori zanjó el tema.

-Okina, acompaña a Shikijo a ver al Okashira, yo me encargo de Misao.

-Claro, toda tuya. Si logras ponerle el kimono te convertirás en mi héroe, muchacho. Sígueme chico- le hizo una seña al nuevo.

-Hannya, Beshimi, Hyottoko tenéis el resto del día libre, haced lo que queráis.

El grupo separó sus caminos en el patio, la pequeña saltó de sus brazos y corrió hasta las piedras del estanque trepando hábilmente a una de ellas.

-¡Quiero ser onimitsu como usted!

-Baja de ahí, puedes caerte.

-¡No me caeré!

-No tienes necesidad de ser una ninja.

-Pero yo quie…- trastabilló al querer moverse y cayó de espaldas al agua- ¡Jolines! ¡Piedra tonta!

-Antes de hacer planes tendremos que arreglar tu equilibrio.

La sacó del agua divertido, con su pequeña yukata chorreando agua, acababa de pescar a una futura kunoichi, ya no le quedaba más remedio que ponerse el kimono si no quería pillar una neumonía.

Fin del flashback

No pudo contener la risa, había sido muy gracioso recordar eso. Misao que regresaba con el té en sus manos le miró alucinada, se estaba riendo, ahora sí podía decir que lo había visto todo en la vida ¡Kami! Si casi se le cae la bandeja de las manos y todo.

-¿Pone algo divertido?

-No, no- trató de contener la risa inútilmente.

-No le veía reír desde… mmm… ni me acuerdo.

Dejó la bandejita muerta de la curiosidad por descubrir el motivo de ese ataque de risa, mira que ella llevaba cuatro larguísimos años intentándolo y él como si oyera llover, y aunque en cierto modo le daba rabia no haberle hecho reír ella era genial oírle. La comadreja no lo sabía pero ella y su caída tonta de niña eran las causantes de semejante milagro.

-Misao, mañana se marchan tus amigos ¿verdad?

-Sí, a media tarde ¿pasa algo?- dijo sirviéndole una humeante taza delante.

-He pensado que tal vez me iría bien ir allí unos días.

-Ya entiendo, vivió allí mucho tiempo- se llevó un dedo a la barbilla- seguro que logra recordar algo, si le pide a Himura y a Kaoru-chan que le alojen unos días lo harán.

-Quiero que vengas conmigo, Misao.

Le miró sorprendida, nunca le pedía que le acompañase, es más cuando se iba de viaje sólo le dejaba una triste nota avisando que volvería en unos días, no había nada en el mundo que desease más que decirle que sí y dejarse llevar, pero tenía que trabajar en el Aoiya en esa época del año Kyoto se llenaba de turistas que visitaban los templos y participaban en las diversas actividades populares, no podía dejarles con todo ese jaleo.

-Lo siento… no puedo ir, ya sabe el restaurante, el hostal...

-Necesito que vengas.

El shoji se abrió, los dos jóvenes se giraron a ver quien era, Okina estaba allí parado con una sonrisa traviesa, su parejita favorita a solas en una habitación con el shoji cerrado ¿estarían haciendo manitas?

-Okon-chan me ha dicho que preguntabas por mi, muchacho.

-Iré… a por más té o pastas o… lo que sea- se levantó con torpeza, cuando su abuelo tenía esa cara le daba miedo por que seguro tramaba algo raro- pues eso… jejeje adiós.

Okina la observó con diversión ¿a qué venían tantos nervios? ¿Les había pillado haciendo algo que no debían?

-Quiero llevármela a Tokyo unos días.

-No puede ser, estamos en la época del año con más trabajo.

-Saito me ha dicho que la saque de Kyoto, cree que su vida corre peligro.

El anciano le miró con preocupación, siendo así todo cambiaba.

-¿Cuándo os vais?

-Mañana con los Himura si logro convencerla, pero no le reveles nuestro destino.

-Por supuesto- asintió a lo evidente- a Misao ya la convenceré yo. Más te vale protegerla, si algo malo le pasa…

-Ya lo sé.

Salió dejando nuevamente solo al ninja para regresar a penas cinco minutos después con sus dos kodachi. Le miró con dolor, le preocupaba el uso que pudiera darle a esas amas, pero sin ellas no podría luchar si fuera necesario.

-Sé que te prohibí las armas, pero…- suspiró- no las uses si no es por una cuestión de vida o muerte.

-Aa.

-Muchacho ¿qué quieres hacer con las cosas de Beshimi-san? Hay mucho espacio en el almacén si quieres guardar sus cosas.

-Un almacén… las guardaré.

-Me alegra ver que al fin lo empiezas a superar.

-Okina, mañana ve a hablar con Saito, que te expliqué bien todo lo que sabe, puede que tú puedas ver algo que yo no.

Asintió antes de salir definitivamente, tenía razón podría ser que algo que dijera Saito pudiera relacionarlo con algo del pasado o interpretarlo por conocer a los implicados, algo que Aoshi no podía hacer. Ahora su única labor era la de convencer a Misao y sobre todo explicarles a los chicos por que iban a tener que hacer todo ese trabajo sin la ayuda de la Okashira, iban a probar su puntería con sus pobres huesos.

Continuará

Vocabulario:

Rasenbyô: son los dardos que usaba Beshimi a modo de arma.

Escrito el 9 de marzo de 2009

viernes, 22 de mayo de 2009

LOBOS Capítulo 02.- Libertad y honor



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

LOBOS

Capítulo 02.- Libertad y honor

Llevaban una semana viviendo juntos y no sabía mucho sobre ella, era habladora pero no daba información sobre si misma, sólo se interesaba por sus gustos personales y eso hasta cierto punto era preocupante ¿a qué tanto interés?

Okita entró en su despacho con una sonrisa resplandeciente y un dossier en sus manos, se sentó frente a él jugueteando con los papeles con una risita traviesa.

-¿Qué?- alzó una ceja Saito.

-¿Te nos has enamorado Hajime-san?- sonrió nervioso.

-¿Tengo pinta de ir por ahí enamorándome como un idiota?

-Bueno, hasta ahora no habías hecho investigar a ninguna mujer- alargó el informe para que él lo cogiera- Kurosaki-san me ha dado esto para ti.

-Es mi criada.

-¿Tienes una criada de clase alta?

-Mmm…- ojeó el informe y sonrió sarcásticamente- así que era eso…

-Hajime-san ¿qué pasa?

-Nada. Cámbiame el turno de esta noche, tengo algo importante que hacer.

-Claro no hay problema pero Hajime-san…

Antes de que pudiera acabar de hablar salió del lugar con un destino claro, su casa. Sabía que la había visto antes y ahora todo estaba claro. El encuentro casual podría no haber sido tan casual al fin y al cabo.

Diez años atrás había hecho unos trabajillos en Aizu y allí se había topado con unos gamberros que molestaban a una niña de ojos verdes, tras acabar con ellos llegaron sus criados muy preocupados por la seguridad de la hija pequeña del daimyô Takagi, y ahora la misma chiquilla de ojos verdes estaba en su casa.

Entró ruidosamente asustando a la mujer que corrió a ver quien entraba de ese modo.

-Saito-san…

-¡Calla! Prepárame la comida y ponte a limpiar todo esto ¿qué demonios has hecho durante todo el día? Está todo que da asco.

-He estado comprando- le miró extrañada por ese modo de hablarle- Mire he encontrado una pastelería donde venden dulces muy baratos y además están deliciosos.

Le entregó una cajita perfectamente envuelta con los dulces dentro, la miró con malicia y dejó caer la caja al suelo.

-Uy, se ha caído.

-…- le empujó molesta- ¿por qué ha hecho eso?

-¿Estás enfadada?

-¡Claro que lo estoy! ¿Por qué lo ha hecho?

-Pensé que así te resultaría más fácil asesinarme.

-¿Có-cómo dice?- tragó saliva nerviosa- está confundido…

-Takagi Tokyo, hija del daimyô Takagi Kojuro de Aizu asesinado hace un año. Dime… ¿qué te han ofrecido a cambio de asesinarme?

-Si le asesinara podría recuperar el honor de mi familia y mi vida volvería a pertenecerme…

Desenvainó su katana y la puso en las manos de la joven que le miró extrañada por esa acción, se sentó dándole la espalda.

-Muy bien, haz lo que tengas que hacer.

Apretó con fuerza la tsuka de la katana, respiró hondo y la dejó a un lado. Caminó hasta donde estaba sentado y apretando con fuerza su puño lo estrelló contra su cabeza.

-¡IDIOTA! ¿¡Cree que voy a matarle por que usted lo diga!?

-¿Entonces qué quieres?- preguntó frotando su dolorida cabeza.

-¡No tenía ninguna intención de matarle, hombre psicópata!- se sentó junto a él- pensé que si me quedaba aquí…

-Creíste que yo te libraría de esos tipos- ella asintió y él suspiró- mañana irás a verles, te seguiré discretamente y ya veremos que hacer.

-Creía que me mataría, pero en cambio me dejó vivir aquí…

-Eso tiene solución, estoy a tiempo de echarte o matarte- empujó su hombro con fuerza haciendo que acabara tirada en el suelo- deja de lamentarte, me sacas de quicio.

-Saito-san…- le abrazó con los ojos llenos de lágrimas- ¿qué puedo hacer para agradecérselo?

-Acércame uno de esos pastelillos Takagi Tokyo.

-¿Ah? Sí…- recogió la caja y la miró horrorizada- ¡Pero si los ha destrozado… ANIMAL!

-Da igual- cogió un pedazo y lo probó- tenías razón están buenos. Oye… ¿no los habrás envenenado?

-¡Ah! ¡Qué ya le he dicho que no quiero matarle!- exclamó pegándole.

El lobo rió divertido, aquella mujer era fascinante, le contradecía y retaba, algo que no se atrevían a hacer ni sus compañeros, tenía más agallas que muchos de los más poderosos guerreros de Japón.

-Tokyo-san, tutéame.

-Saito-san…

-Basta de tonterías, si sigues comportándote como una niña tonta y usando ese tono lastimero te echaré a la calle.

-¡Eres un monstruo sin corazón!

-Qué esperabas de alguien cuyo trabajo es matar a otros.

Tokyo le abrazó y él no rechazó el contacto, pasó uno de sus brazos por los hombros femeninos y permanecieron así durante largo rato en silencio.

-Oye, mi oferta sigue en pie, puedes quedarte a cambio de comida.

-Gracias, prometo que me daré prisa en encontrar un buen lugar.

-No hay prisa.

-De todas maneras no quiero abusar de tu hospitalidad- le sonrió con dulzura- ¿tienes que marcharte de nuevo?- él negó- ¿preparo el baño?

-Si que te ha durado poco el enfado, eres una joven muy extraña.

-¿Sabes qué?- se levantó bruscamente- ¡Te preparas el baño tu solo! ¡Antipático!

Alzó una ceja observando a la mujer adentrarse en la cocina seguro que la habían educado los animales del bosque por que vaya carácter ¿dónde quedaba la educación tradicional para las damas de clase alta? eso sin contar con esa manía de tratarle con tan poco respeto ¡joder! Era del Shinsengumi merecía más respeto, además le había dado un techo bajo el que dormir. En fin, tampoco estaba tan mal todo aquello, al menos podía divertirse.

Tokyo cumplió su amenaza de no prepararle el baño, así que tuvo que hacerlo él mismo y para colmo se le adelantó ella por lo que tuvo que esperar casi una hora para bañarse. Durante la cena lo máximo que hizo fue murmurar cosas extrañas e ignorarle, esa vez la había cabreado de verdad.

A la hora de dormir a diferencia de lo que había creído no extendió los dos futones como venía haciendo los días anteriores, sólo extendió el futón que siempre ocupaba él. Al rato de haberse acostado se sorprendió al sentirla abrazada su espalda pero no se quejó.

Los primeros rayos de sol iluminaron la estancia, abrió sus ojos ámbar pesadamente, los brazos femeninos seguían enredados en su cintura no le había soltado en toda la noche, quizás estuviera asustada. Se liberó con suavidad de su abrazo para no despertarla y se marchó a bañarse antes de desayunar.

Tenía mucho en lo que pensar antes de intervenir en los problemas de esa mujer, las normas del Shinsengumi se mostraban contrarias a meterse en los líos de la gente ajena a su grupo o luchar por rencillas personales, pero no podía dejarlo pasar, si llegaban a descubrirle tenía que trazar un buen plan para no acabar haciéndose el seppuku. Siempre podía decir que les habían atacado a su criada y a él aunque no fuese verdad, en caso de que hubiera miradas indiscretas ya se encargaría de amenazarles para que no hablasen.

No alcanzaba a comprender por qué demonios se estaba metiendo en semejante jaleo sólo por una chiquilla a la que a duras penas conocía, no existía ningún vinculo entre ellos, no eran familia, ni pareja, ni amigos, ni compañeros, ni nada… ni siquiera estaban en el mismo bando político, visto así eso podía ser una única cosa, Okita le había contagiado la estupidez y el sentimentalismo.

Se oyeron unos suaves toquecitos en el shoji ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? El agua empezaba a quedarse fría.

-Saito-san, el desayuno se enfría…

-Ya voy.

Se puso en pie en la tina y salió despacio para secarse y vestirse. Regresó a la habitación/salón, el desayuno estaba sobre la mesita y ella sentada esperándole. Le regaló una sonrisa al verlo sentarse.

Durante largo rato ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra, ni siquiera cuando sus manos se encontraron al tratar de coger la salsa de soja. Finalmente fue ella quien rompió el molesto silencio.

-¿Te apetece soba para comer?

-No vendré a comer, tal vez no vuelva hasta mañana.

-Ah…- murmuró decepcionada- entonces lo podemos dejar para mañana, Saito-san.

-Hajime.

-¿Cómo?

-Llámame Hajime- engulló el resto de su desayuno- vístete cuando acabes, vamos a ver a tus “amigos”.

-¡En seguida estaré lista!

Se arregló a toda velocidad, aunque estaba muy nerviosa por lo que pudiera ocurrirles la verdad era que estaba emocionada al saber que de un modo u otro aquella pesadilla acabaría de una vez por todas.

Juntos trazaron un plan bastante simple, ella iría al lugar donde se reunía con aquellos hombres y él le seguiría desde una distancia prudente para no levantar sospechas, una vez allí él intervendría y lo que pasara después prefirió mantenerlo en secreto para ella. Su experiencia le decía que negociar era inútil así que eso le dejaba una única cosa para hacer, eliminarlos de la faz de la tierra.

La siguió con precaución de que nadie se percatase antes de tiempo de que la seguía. Se dirigían a las afueras de Kyoto, hacia el este. Detuvo sus pasos frente a unas nagaya que se caían a trozos y entró confiando en las palabras de Saito, su vida estaba en sus manos, había perdido la poca cordura que tenía por confiar en las palabras y supuestas buenas intenciones de ese hombre.

La partición central estaba repleta de hombres armados con sus katanas y nada más verla sus expresiones mostraron lujuria, no todos los días tenían la oportunidad de ver a jovencitas tan atractivas a las que no hubiera que pagarles.

-Buenos días- saludó a los hombres del interior un poco intimidada- quiero ver a Mitsuba-san.

-Kosuke-san avisa al jefe que la muñeca quiere verle- dijo un hombre enorme semicubierto por las sombras del lugar al más joven de todos- no querríamos que nuestra valiosa señorita saliera huyendo.

-¡Ishida-sama! Déjenos jugar un poco con ella antes.

-Vamos, vamos- dijo Ishida poniéndose en pie- la estáis asustando, no está aquí para jugar con vosotros- caminó hasta Tokyo que temblaba ligeramente- tranquila muchacha, mientras seas útil no dejaré que te toquen, a menos que… vengas a decirnos que no vas a matar a Saito Hajime- llevó una de sus manos a la barbilla femenina alzando su rostro y acercando el suyo al de la joven la miró siniestramente- por que… ¿no habrás venido a decirnos eso, verdad?

-N-no…- trató de soltarse del agarre del hombre sin éxito- yo sólo… sólo quería decirle q-qué lo haré mañana mismo.

-Muy bien Takagi-san, me alegro que hayas decidido colaborar al fin- el jefe del grupo de bandidos entró acompañado del tal Kosuke- cuando me traigas su cabeza yo te devolveré lo que es tuyo.

Mientras tanto el lobo decidió que ya había esperado el tiempo suficiente para actuar, el hombre que había entrado hacía poco tenía toda la pinta de ser el jefazo de esa panda de idiotas, mira que extorsionar a una cría para que le matase.

Se despojó de su haori del Shinsengumi para evitar ensuciarlo de sangre y levantar sospechas y salió de su escondite haciéndose notar todo lo que pudo, no necesitaba el factor sorpresa con esa panda de inútiles, además de ese modo era más sencillo sacar entera a la muchacha de aquel lugar.

Uno de los bandidos que se encargaba de vigilar el exterior desde la pequeña ventana dejó caer su katana al suelo y palideció al instante.

-¡E-e-es… es él!

Ishida se situó junto al que acababa de dar la voz de alarma y vio con horror como los papeles se intercambiaban, la presa pasaba a ser el cazador y ellos sus presas.

-¡Estúpida! ¡Te ha seguido hasta aquí!

-¿Sí?- puso cara de inocente- Creía que se había ido a trabajar.

-¡MATADLA! ¡Ya no nos sirves para nada!

Los hombres desenvainaron sus katanas lanzándose contra ella que se encogió tratando de escapar de la muerte segura que le esperaba. Cerró los ojos con fuerza, lo único que podía oír eran los acelerados latidos de su propio corazón y durante unas milésimas de segundo que le parecieron horas sólo pudo pensar en aquel hombre que ya la había salvado una vez, lastima que no hubiera tenido más tiempo para conocerle mejor.

Un fuerte sonido metálico seguido de una penetrante voz retumbaron en la nagaya.

-Qué mal educados estáis ¿vuestras madres no os enseñaron a respetar a las damas?

-Ha… Hajime-san…

-Espérame fuera.

-¡Pero…!

-¿Quieres hacer el favor de obedecer por una maldita vez?

Contuvo las ganas de darle una buena patada por echarla de ese modo tan rudo, pero en esas condiciones no era más que un estorbo, su especialidad de lucha era el lanzamiento de sus okobo con una puntería algo dudosa y ahora mismo no iba a serle muy útil. Suspirando amargamente salió de la nagaya.

Cuando la supo fuera del lugar lanzó su ataque, demasiado torpes, sin ningún esfuerzo se deshizo de la mitad de ellos. Observó a los supervivientes asustados y buscando el modo de huir, muy valientes para chantajear a una cría y obligarla a cometer un asesinato, pero ahora que les daba todas las facilidades para que le asesinaran ellos mismos resultaba que le tenían miedo. Rió sarcásticamente.

-No deberíais haberos metido con la chiquilla y menos aún conmigo idiotas descerebrados- les susurró con una mueca siniestra- demostráis no ser nada inteligentes.

-¡No nos mate! ¡Les dejaremos en paz!- exclamó el jefe del grupo.

-A parte de idiotas sois unos cobardes- escupió al suelo-. Ya es tarde para suplicar ratas estúpidas, sólo tenéis una opción. Morir.

Fuera de la nagaya Tokyo daba vueltas y más vueltas como si de una fiera enjaulada se tratase, de vez en cuando se paraba miraba alrededor y golpeteaba el suelo con su pie impacientemente, suspiraba y retomaba su recorrido. Escuchaba con aprensión los sonidos metálicos y los gemidos de dolor provenientes del interior del recinto.

Vio entre los matorrales el inconfundible haori del Shinsengumi lo recogió con sumo cuidado como si fuese a romperse en pedazos por el contacto con su piel, suspiró alzando el gi sobre su cabeza y concentrando toda su rabia lo estampó contra el suelo ¡odiaba esperar! La paciencia no era precisamente una de sus virtudes.

El silencio se apoderó de la zona y ya no sabía si era su propia imaginación o realmente todo estaba en calma. Su mirada verde se fijó en el shoji suplicando por que se abriera y de allí saliera Saito, como si alguien hubiera escuchado su suplica silenciosa el shoji se abrió y el imponente capitán salió con su rostro sereno, ella no pudo contener una amplia sonrisa al verle salir sano y salvo, sus pies se movieron por inercia y corrió hasta él.

-¿Estás bien? ¿Te han herido?- le inspeccionó de arriba abajo- ¡Kami! ¡Hay sangre!

-Déjalo estar, no es mía. Vuelve a casa.

-¡Idiota! ¡Estaba preocupada!- zarandeó al lobo con fuerza- Y ¿cómo te atreves a decirme qué tengo que hacer?

-Ya eres libre Takagi Tokyo- acarició el largo cabello femenino- el honor de tu familia está ahora en tus manos, sobre eso no puedo hacer nada.

-Gracias hombre psicópata.

-De nada chiquilla desquiciada.

Recorrieron gran parte del camino juntos, Tokyo trataba de descubrir lo que había pasado allí dentro encontrandose con el silencio y alguna sonrisa burlona como respuesta, se separaron, ella volvió a casa y él se apresuró a llegar a la base donde ya todos le esperaban, por fortuna como nunca se retrasaba se lo dejaron pasar sin pedirle explicaciones. El mismísimo Kondô Isami estaba frente a ellos, lo que tuvieran que decirles debía ser importante y no se equivocaba.

El tema de Yotsuya se había complicado y los destinados a aquel asunto tenían problemas para mantener la situación bajo control y eso implicaba que movilizarían al menos a una de las divisiones más poderosas y esas eran la primera de Okita Shoji, la segunda de Nakagura Shinpachi y la tercera de Saito Haijme.

Tras deliberar y sopesar los pros y contras del trabajo conjunto que podían realizar los capitanes entre ellos se tomó la decisión de enviar a la primera y la tercera división por la complicidad entre ambos capitanes, formaban un buen equipo. Estarían fuera de dos a tres semanas.

Un escalofrío recorrió la espalda de Saito, Tokyo se iba a cabrear por dejarla plantada sin poder darle explicaciones, sólo tenía una hora para volver recoger algo de ropa y salir de viaje.

Continuará

Vocabulario:

Nagaya: antiguo tipo de vivienda de madera, era un edificio alargado dividido en varios espacios (el tipo de casa donde vive Sanosuke)

Okobo: son las sandalias que se llevan con los kimono, la suela tiene forma de cuña y son altas.

Tsuka: empuñadura de la katana.

Escrito el 5 de marzo de 2009