martes, 26 de mayo de 2009

LOBOS Capítulo 03.- Vida o muerte



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha

LOBOS

Cap 03.- Vida o muerte

Tokyo estaba completamente seria, había un brillo de determinación en sus ojos verdes, un tic en su ceja delataba el estado de ánimo de la muchacha, su cara llena de harina y un cuchillo en la mano derecha. Cerró los ojos respirando hondo.

-¡Estúpidos soba! ¿Creéis que podéis vencerme?- suspiró, se estaba peleando con unos fideos- con lo que me gusta comeros y lo complicado que es haceros…

Juntó con desesperación la masa de fideos por décima vez, la extendió nuevamente y trató de cortarlos dándoles el tamaño correcto ¿por qué se esforzaba tanto? Quizás esa noche tampoco volvería ¿hasta cuando iba a estar fuera? Le había dicho que se iba unas dos o tres semanas y ya había pasado más de un mes, le echaba de menos hasta dormía en su futón por las noches. Cuando volviese le iba a dar una buena patada en el culo por ‘abandonarla’ en aquel cuchitril.

-Maldita sea, Tokyo… cómo has podido enamorarte de un hombre como ese…

Concentrándose en su ardua labor de cortar fideos trató de alejar de su mente, al menos por un rato, al hombre psicópata.

Mientras tanto Saito recorría en silencio las lúgubres calles iluminado de vez en cuando por la mortecina luz de los farolillos. Estaba cansado, tenía ganas de llegar a su casa y comer algo caliente… quizás la mocosa molesta ya se había largado, sería una lástima, no tenía ganas de estar solo ni que decir de cocinar, además su cálido cuerpo le reconfortaba en las noches, empezaba a acostumbrarse a su presencia y a su carácter y bueno, para qué negarlo, la había echado de menos, aunque no comprendía el motivo. Se detuvo frente a la puerta respiró hondo y abrió.

-¡Bienvenido a casa!

-¿Sigues aquí?- pese a su tono molesto se alegraba.

-Saito Hajime eres un idiota.

-¿Por qué dices mi nombre completo Takagi Tokyo?- alzó una ceja.

-Por que me gusta como suena- sonrió.

Acarició su largo cabello y se adentró en su hogar, se alegraba de que continuase allí, seguro que le preparaba algo delicioso.

-Hajime-kun ¿tienes hambre?

-¿Lo dudas? Voy a bañarme.

-Bien, en seguida lo tendré todo listo.

El lobo recogió su yukata y se encerró en el baño, mientras tanto ella entró en la cocina, prepararía esos estúpidos soba aunque fuera lo último que hiciese en su vida. Llevaba más de un mes viviendo con él y al menos para ella era un día especial por que por fin había vuelto.

Dos golpes secos se oyeron al otro lado de la puerta, alguien estaba llamando y parecía impaciente. Dejó de lado lo que hacía y se dirigió a la puerta. Abrió despacio, un hombre alto y moreno con un aspecto algo siniestro le miraba con una mueca macabra.

-¿Qué desea?

-Creo que podrás serme muy útil.

-¿Qué quiere decir?

La puerta del baño cayó al suelo armando un gran estrépito y Saito salió corriendo enfundado en su yukata empapada.

-¡TOKYO CIERRA LA PUERTA!

-¿Por q…?

El hombre moreno aprisionó a la mujer poniéndole su katana en el cuello, sonriendo con malicia.

-Si te mueves le cortaré el cuello. Saito no sabía que tuvieras novia.

-Mátala si quieres, sólo es mi criada.

-¿De verdad?

-Puedes estar seguro- devolvió la siniestra sonrisa entrecerrando su mirada- estaba pensando en matarla yo mismo.

Desenfundó velozmente su katana y se lanzó contra el hombre agarrando con fuerza a Tokyo y empujándola lejos de ellos. Los filos se cruzaron con fuerza obligándoles a retroceder unos pasos, el intruso cayó de espaldas en la calle y Saito aprovechó para salir de la casa para continuar la batalla y mantener a salvo a la joven.

-Ni se te ocurra acercarte ¿me oyes?

-S-sí…

Se mantuvo asomada a la puerta, nunca le había visto luchar pero había escuchado maravillas sobre su estilo de combate y no podía dejar de sentir fascinación por él.

No alcanzaba a ver los rápidos movimientos de Saito pero sí como se defendía el moreno, era extraño, pese a no parar de recibir los fuertes ataques del lobo parecía muy seguro de si mismo como si se supiese vencedor de aquel duelo. La sonrisa del hombre se amplió cuando Saito detuvo temporalmente su ataque, algo no iba bien, había algo muy extraño en aquella actitud tan altiva. Adoptó la posición para realizar el gatotsu y zanjar así esa pelea que tan mala espina empezaba a darle, el hombre en cambio mantuvo la guardia alta a sabiendas de que la guardia media sería más efectiva contra ese ataque.

Se lanzó contra él, destrozándole el brazo izquierdo con su katana, contrariamente a lo que hubiese sido natural no mostró el menor síntoma de dolor, entonces se dio cuenta, ese hombre era un kamikaze bajo los efectos del opio, pero ya era tarde para reaccionar, la katana del moreno atravesó dolorosamente el cuerpo de Saito por la espalda hasta el punto de llegar a atravesarse a si mismo poniendo fin a su propia vida. Los dos cuerpos cayeron al suelo en medio de un gran charco de sangre, se llevó una mano a la altura de sus ojos y la vio temblar ¿acaso ese era su fin? Suspiró con dolor abandonándose a su destino y entonces llegaron a sus oídos los pasos de la mujer.

-¡Oh Kami! ¡Ha… Hajime…!

-Sácame la katana de la espalda…

-N… no pu-puedo…

-¡Tokyo! Hazlo, joder.

Sujetó temblorosa la tsuka, respiró hondo concentrándose en su cometido y tiró con fuerza haciendo que el filo saliese de los cuerpos. Se levantó con dificultad, acarició el rostro de la muchacha dejando un rastro de sangre en su mejilla y tambaleándose entró en la casa cayendo pesadamente sobre el futón a medio extender. Se acercó rápidamente a él olvidando por completo todo lo demás, arrodillándose junto a su dolorido cuerpo.

-¡HAJIME, HAJIME! ¡Aguanta! Voy a buscar un médico.

-No- sujetó su muñeca con fuerza- cúrame tú.

-¡Pero no sé que tengo que hacer!

-Cálmate, yo te indicaré. Primero tienes que limpiar la herida, trae agua caliente, jabón, toallas, hilo, agujas y sake.

Corrió a buscarlo todo, ella no era medico y tenía miedo, mucho miedo. Había visto tratar a enfermos y heridos pero no sabía que hacer. Llevó las cosas a la sala y corrió a por el agua que se estaba calentando con mucho cuidado de no derramarla. Se arrodilló nuevamente junto a él.

-¿Qué tengo que hacer?

-Muy bien… empapa una toalla en el agua y enjabónala- la observó obedecer- bien… ahora tienes que limpiar la herida, del centro hacia fuera, empieza por la espalda…

Asintió y se movió para quedar a sus espaldas, con las manos temblorosas limpió la herida mientras el lobo contenía sus quejas y gruñidos.

-Ahora coge… el sake y… échalo sobre la herida- tragó saliva dolorosamente.

-S-sí…- vertió el liquido alcohólico y él no pudo contener un gruñido- lo… lo siento…

-No seas idiota… tienes… tienes que… co-coser… la…

-Pero… ¿estás…?- se estremeció al ver que sus ojos se habían cerrado- ¡Hajime! ¡No te mueras, maldita sea! Haré lo que quieras… pero… no te…

Empezó a llorar desconsolada, se había desmayado y no sabía que más tenía que hacer. Y entonces la puerta se abrió trayéndole la salvación. Reconoció al instante el uniforme del Shinsengumi.

-¡Hajime! ¡Kami! ¿Qué ha pasado?

Tokyo tiró con fuerza del haori del hombre llenándolo de agua, jabón y sangre y empezó a zarandearle mientras las lágrimas recorrían su rostro.

-¡Sálvele! ¡Tiene que salvarle! ¡Por favor!

-¡Kami! ¡Cálmese! Va romperme la espalda si me sigue zarandeando así- la joven le soltó con cuidado- Debe ser Takagi Tokyo-san, Hajime me ha hablado de usted. Soy Okita Shoji, encan…

-¿¡A QUIÉN LE IMPORTA ESO AHORA!? ¿Qué no ve que está malherido?

-Salga fuera y pídale a Kurosaki-san que traiga a un médico.

-Pero él ha dicho…

-No traerá a un médico cualquiera, traerá al nuestro, avísele.

La muchacha salió en estampida directa a zarandear al tal Kurosaki para que trajese ayuda.

El médico resultó ser un hombre bastante mayor, estuvo largas horas tratando la gravísima herida del lobo y pese a desear darle buenas noticias a la chiquilla que trataba de no llorar y parecer calmada no pudo más que poner una mano sobre su hombro y decirle que no se hiciera muchas ilusiones que ya no podía hacer nada más por él, la muchacha le devolvió una mirada triste y sonrió con melancolía diciéndole que ella sabía que se recuperaría, Okita y el doctor la miraron con tristeza.

Durante aquellos dos días Okita sintió la necesidad de quedarse con ella, si su buen amigo moría no sabía como reaccionaría la muchacha. El olor a té le sacó de sus cavilaciones silenciosas, frente a él había una taza del humeante líquido verde.

-Tokyo-san, gracias por el té está delicioso.

-De nada, Okita-san…

-No tiene de que preocuparse, tiene mejor aspecto, seguro que se recupera.

Ella sólo asintió apretando con fuerza la pequeña bandeja contra su pecho, se mordió el labio tratando de contener las lágrimas que amenazaban con caer sin control nuevamente. Okita se levantó y la envolvió en un abrazo protector, acariciando con ternura su espalda.

-Tokyo-san… ¿tan unida está a él?

-Sí… la verdad es que a mi…

La estrechó con más fuerza sin dejarla terminar, ya sabía como iba a acabar esa frase y no podía decir que eso le tranquilizase ¿qué iba a hacer con ella si Saito no despertaba?

-Tú, deja en paz a mi criada- resonó una voz ronca a sus espaldas.

-¡Hajime-san!

Saito se incorporó quedando sentado en el futón algo mareado por la perdida de sangre y empezó a rebuscar entre su ropa cuando unos delgados brazos se enredaron en su cuerpo.

-Hajime… Hajime…- sollozó la mujer contra su pecho.

-Vamos, vamos, no hagas un drama- palmeó la espalda de la joven- No me queda tabaco, tráeme ¿quieres?

-¡TABACO! ¿¡Qué clase de ser insensible, desalmado e idiota eres!?

-To-Tokyo-san cálmese…- balbuceó Okita dando varios pasos atrás.

-¡No estoy hablando con usted!- agarró con fuerza el cuello de la yukata de Saito- ¡Estaba preocupada por ti y tu me pides tabaco!

Sonrió con malicia sin apartar la mirada de aquellos ojos verdes vidriosos y enrojecidos por el llanto, Okita estaba seguro de que la mataría, aquella mujer tenía un carácter y mal genio equiparables a los de Saito, pobre mujer tan preocupada que había estado para morir ahora…

Pero los temores de Okita no se cumplieron, lo que ocurrió le dejó completamente atónito y planteándose si el té llevaba opio o alguna substancia alucinógena. Saito juntó sus labios con los de la mujer en un beso nada casto y mucho menos inocente.

-Eres una presa deliciosa Takagi Tokyo.

-Y tú un depredador ardiente Saito Hajime.

-¡Eh! Okita ¿piensas quedarte ahí mucho tiempo?

-Ah… de hecho ya me iba… u-un placer conocerla Tokyo-san… a-adiós.

-Adiós Okita-san, vuelva a visitarnos- movió la mano diciéndole adiós con una sonrisa reluciente.

-Mejor que no vuelvas.

Dio una última ojeada a la casucha donde vivía su compañero y sonrió al verle con aquella actitud que nunca creyó llegar a presenciar, salió en silencio.

Devoró sus labios con fiereza ¿qué estaba haciendo? Se había dejado conquistar por esa mujer, ahora entendía lo de “nunca digas nunca” y para ser sincero le encantaba su recién adquirido punto débil infranqueable, quizás le gustaba demasiado para su actual condición física.

-¿Quedan soba?

-¿Mmm? Okita-san se los ha comido casi todos, pero aún quedan para ti.

-Tráeme ¿quieres?

Asintió abandonando esos fuertes brazos siendo retenida por una mano en su muñeca, giró a mirarle sin comprender que ocurría le indicó que se acercase con su mano libre, obedeció llena de curiosidad encontrándose con aquellos finos labios envuelta en un apasionado beso.

Se dirigió a la cocina a preparar los soba, que ya tenía cortados, se apoyó en la pared siendo al fin consciente de lo que acababa de ocurrir, eso implicaba mucho no sólo había mostrado sus propios sentimientos si no que además había obtenido una respuesta positivas, todo sin necesidad de palabras, pero… ¿aquello estaba bien? Sacudió la cabeza apartando aquellos pensamientos tan ridículos y poco apropiados para alguien como ella y se concentró en hacer los mejores soba que hubiese hecho nunca.

Poco después regresó con el tazón humeante y esa vez se la veía nerviosa, sonrió divertido, mucho carácter pero en el fondo necesitaba lo mismo que cualquier mujer, la certeza de que no le mentía y que no iba a aprovecharse de ella, ni de su apellido ni de todo su patrimonio. Tomó el tazón y comió con bastantes ansias su contenido, no sabía si era por la perdida de sangre, por el hambre feroz que tenía o por que demonios, pero aquello estaba buenísimo.

-Cambia el sashimi por los soba en la lista de comidas.

-¿Es que quieres acabar conmigo? No sabes la guerra que me han dado los estúpidos fideos.

-Una chiquilla derrotada por unos fideos- cerró los ojos tratando de imaginar la escena- una visión muy cómica.

-¡Ah! ¡No te rías de mí!

Alzó una ceja dejando el tazón junto al futón y atrapándola entre sus brazos logrando que dejase de moverse para no lastimarle.

-Tokito sabes que no puedo dejar el Shinsengumi ¿verdad?- asintió- estamos en bandos diferentes.

-¿Me estás hablando de política?

-Sí.

-¡Al diablo la política!

-Gane el bando que gane nuestra supervivencia en la nueva época no está garantizada.

-Hajime-chan déjate de tonterías- acarició la mejilla del lobo- desde que asesinaron a mi familia vivo cada día como si fuese el último, me da igual vivir un año que cincuenta mientras esté contigo.

Sin poder evitarlo se sonrojó por las palabras que acababa de dedicarle la muchacha, carraspeó devolviendo la seriedad a su rostro.

-Es peligroso estar conmigo, pueden matarte, secuestrarte… lo que sea para llegar hasta mi.

-Me gusta el peligro ¿no es evidente?

-No podríamos tener un matrimonio normal.

-Así es más divertido.

-Tokyo ¿estás segura de esto?

-Del todo.

-Muy bien entonces, ya no tienes escapatoria, muñeca.

Depositó un beso inocente en aquellos labios rojos alejando algunos mechones de su pelo con la vista fija en los ojos vivos de la mujer, ella apartó ligeramente la mirada y suspiró.

-Hajime… yo no soy…

-Ya lo sé, te vendieron a un burdel hace cuatro meses, hice que te investigaran ¿recuerdas?- la besó con ternura- me da igual.

-Pero de cara a los demás si importa.

-Si la política no te importa que tampoco te importe esa estupidez. Y si alguien tiene inconvenientes que hable con mi katana.

-Jajajaja realmente no eres tan malo como te pintan hombre psicópata.

-Deja de llamarme así, chiquilla molesta.

-Antipático…- le cogió la nariz con dos de sus dedos sonriendo traviesa- gírate, tengo que cambiarte el vendaje y curarte la herida.

No tuvo más opción que obedecerle, bajó su yukata dejando su torso al descubierto mientras ella buscaba las medicinas y las vendas limpias. Deshizo el vendaje con delicadeza poniendo especial atención al pasar sobre la parte lastimada.

-Te quiero, Tokyo.

Sus ojos verdes se abrieron con sorpresa dejando escapar una lágrima, sus labios formaron una sonrisa.

-Te quiero, Hajime-chan…

Un tic se apoderó de la ceja del lobo ¿Hajime-chan? ¿Pensaba llamarle así en serio? Ya se vengaría cuando recuperara su energía.

Continuará

Escrito el 26 de marzo de 2009

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