martes, 29 de diciembre de 2009

ADQST Capítulo 01.- El Reencuentro



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.

Notas previas: Como no sé si alguien ajeno a esta serie va a leer esto quiero aclarar que la casa de Aelita y Franz Hopper se llama originalmente ‘Hermitage’ así que he decidido conservarlo, el nombre en la serie no tiene ninguna connotación religiosa igual que no la tiene en este fic.

ANTES DE QUE SEA TARDE

Por Natsumi Niikura

El reencuentro

Después de que X.A.N.A. fuese derrotado y apagasen el superordenador la vida para los guerreros de Lyoko se había vuelto pacífica. Ya sólo tenían que preocuparse de sus estudios en Kadic. Y con el tiempo sus caminos empezaron a distanciarse.

Yumi regresó a su Kyoto natal con la excusa de completar sus estudios, aunque en realidad se marchó con la esperanza de poder olvidar a Ulrich o tal vez de hacerle reaccionar. Odd fundó un grupo de música y era bastante difícil seguirle la pista con tantas giras eso sin contar con su manía de no revisar su correo electrónico. Aelita y Jérémie por su parte se habían casado y ahora se afanaban en el diseño de un programa informático revolucionario basándose en los datos conseguidos por Franz Hopper. Ulrich se dedicó por completo a las artes marciales y ahora trabajaba como instructor en un prestigioso dojo. En cuanto a William…

Viendo la situación en la que se encontraba la relación entre Yumi y Ulrich decidió que era un buen momento para mover ficha, así que se trasladó a Kyoto donde inevitablemente se topó con ella y claro, hubiese sido idiota de no haber aprovechado la oportunidad de hacerse el perdido en mitad de una ciudad desconocida.

Las luces de la urbe se extendían bajo el avión procedente de Kyoto. Yumi se estiró en su asiento y cerró el libro que leía, tantas horas de vuelo estaban acabando con ella. La voz de una de las azafatas les avisó de que pronto aterrizarían y que debían abrocharse los cinturones.

En el aeropuerto Jérémie, Aelita, Odd, Sissi y Ulrich esperaban el vuelo en el que llegaría su compañera. La chica de pelo rosa estaba muy inquieta, echaba en falta a su buena amiga y con sólo pensar que pronto volvería a estar allí se emocionaba. El resto mantenía la calma menos Sissi que no entendía que estaba haciendo allí si la japonesa y ella siempre se habían llevado mal. Ulrich parecía tranquilo, pero la verdad es que estaba muy nervioso ¿Qué pasaría cuando se reencontrasen? ¿Seguiría siendo su mejor amiga? ¿Aún sería aquella chica que le había robado el corazón?

—¡Mirad! ¿No es esa Yumi? —exclamó de repente Aelita.

—¿Dónde? —dijo Odd poniendo su mano a modo de visera.

Aelita señaló a la izquierda y los ojos de Ulrich siguieron la dirección indicada, cerca de la cinta transportadora donde iban apareciendo progresivamente las maletas, la joven japonesa se acomodaba tras la oreja un mechón rebelde de su ahora larga cabellera.

Había cambiado mucho en aquellos años, su aspecto era más femenino y no sólo por el peinado, su ropa también era más femenina y sensual. El ceñido jersey rojo remarcando sus curvas, unos vaqueros informales y algo rasgados y unas botas sin tacón formaban parte de su nuevo atuendo.

Yumi sonrió al reconocer la cabellera rosa de su amiga y se apresuró a reunirse con sus compañeros, Aelita se adelantó y la abrazó con fuerza.

—Hola chicos, me alegro de volver a veros —dijo sonriéndoles.

Abrazó a todos sus amigos, incluida Sissi, al menos por su parte sus diferencias con ella habían quedado en el pasado.

—Es una lástima que Ulrich no lograse dar con William —dijo de repente Jérémie.

—¿Cómo? —replicó con sorpresa Yumi.

—Sí, Ulrich estuvo llamando durante semanas ¡qué digo semanas! ¡Meses! —Odd movió teatralmente las manos dando énfasis a sus palabras— y nada de nada.

—Pero si William…

—Oye Yumi… ¿traíamos alguna maleta más? —William se detuvo en seco al ver al grupo de amigos del Kadic, ahora comprendía por que había decidido volver tan de repente. Yumi negó con la cabeza a su pregunta y él miró desafiante a Ulrich—. Hola chicos, cuanto tiempo sin vernos.

—Vaya William me alegro de que Yumi te encontrase —Odd palmeó su espalda amistosamente.

—Fue fácil viviendo bajo el mismo techo, tarde o temprano acabaríamos encontrándonos.

“Bajo el mismo techo” esas palabras causaron la sorpresa de todos y algo se removió en el interior de Ulrich. Creía tenerlo superado pero la revelación había caído como un bomba sobre él, siempre tuvo la sospecha de que si le dejaba espacio William se espabilaría para ocupar su lugar, al parecer no se había equivocado.

Odd carraspeó incómodo, el ambiente estaba demasiado tenso.

—Va-vaya Yumi qué colorida vienes.

—Oh… ¿te gusta?

—Disculpa —Sissi se interpuso entre ellos claramente celosa.

Aelita decidió actuar antes de que a alguien le diese por cometer un asesinato, lo más sensato sería no juntar a William y Ulrich ni a Yumi y Sissi en el mismo coche y Odd comprendiendo la expresión de la que una vez fue su prima se encargó de solucionarlo todo.

El paisaje urbano fue dando paso a la villa donde habían pasado media vida. El bosque se extendía majestuoso a las afueras donde se encontraba su destino.

‘Hermitage’ el cártel de la verja les dio la bienvenida, Aelita y Jérémie habían hecho un excelente trabajo de restauración, parecía una casa nueva.

Dentro hicieron reparto de las habitaciones Odd y Sissi compartirían la del fondo del pasillo, Yumi enarcó una ceja con la oferta de compartir cuarto con William, la japonesa se negó, algo que Aelita no comprendió, la instaló entre las habitaciones de Ulrich y William.

Tras desempaquetar todas las cosas las dos chicas se apresuraron a ponerse al día de todo los que les había ocurrido en aquellos dos años en los que no se habían visto. En vista de que la japonesa empezaba a dormirse a causa del jet lag bajaron a la cocina a tomar café. Aelita buscaba el modo de abordar el tema que realmente quería sacar, le preocupaba como pudiera tomárselo, aquello siempre sacaba su lado susceptible. Se armó de valor y se lanzó a satisfacer su curiosidad.

—¿Ya habéis hablado? —la japonesa la miró con cara de no comprender— Ulrich y tú.

Soltó la taza de café y se apoyó en el mármol de la cocina, realmente no comprendía a que se refería su amiga.

—Me refiero a William.

—No sé por que tendría que hablar con Ulrich sobre William —suspiró más incómoda que molesta—. Él no me habla de todos sus amigos.

—Mujer, no es lo mismo…

—Sinceramente, Aelita, no sé a donde quieres llegar.

—No es lo mismo un amigo que un novio.

La morena rió con todas sus ganas tomando de nuevo su humeante taza de café, miró a Aelita divertida.

—Es un malentendido —sonrió—. Me encontré con Will casualmente, estaba perdido en mitad de Kyoto, le propuse compartir piso —la del pelo rosa asintió al comprender la situación—. Y eso es todo.

—¡Eso es genial! Tienes que decírselo a Ulrich.

Yumi negó con la cabeza y se marchó dejando sola a su amiga. ¿Qué les había dado a todos con su amistad con William? ¿Y por qué diablos tenía que darle explicaciones a Ulrich? Si quería saber algo que se lo preguntase ¿acaso se había olvidado de cómo se hablaba? Si era así no tardaría en descubrirlo por que estaba sentado en el sofá con un periódico deportivo entre las manos.

—Ey —dijo el castaño sin alzar la vista.

—Hola ¿algo interesante?

Se dejó caer en el sofá y él la miró sorprendido, al oír los pasos creyó que serían Jérémie u Odd, incluso Sissi o quien demonios fuese, cualquiera menos ella. Su pulso se había acelerado y le costaba pensar con claridad.

—Nada —fue lo único que pudo articular.

—Ah… Ulrich yo…

—¡Ey, Yumi! —William entró en la sala con un móvil en la mano— lleva rato sonando, te lo has olvidado en la habitación.

Miró la pantalla del pequeño aparato negro con sakuras y descolgó al tiempo que se alejaba de los chicos hablando en un japonés perfecto.

—Seguro que es Hajiwara —se sentó donde había estado ella pese a la mirada asesina que le dedicaba el chico—. Tío, estoy muerto de sueño.

Pues lárgate y déjame en paz —pensó Ulrich.

—Está guapa ¿verdad? —no necesitó respuesta, era evidente por como la miraba mientras se acercaba a ellos nuevamente— ¿Ha pasado algo?

—Nada, era Fuuko.

—Genial. Con vuestro permiso me voy a dormir.

—Que descanses Will.

Se acomodó junto a él y cogió el café. El silencio se había instalado entre ellos, era muy incómodo ¿dónde había ido a parar aquella facilidad para sacar tema de conversación?

—¿Qué tal el vuelo? —rompió él el silencio.

—Eterno, pero bastante entretenido.

El silencio volvió.

—¿Cómo…? —hablaron a la vez.

Ambos se miraron y empezaron a reír, al parecer todo empezaba a volver a la normalidad entre ellos.

Continuará

Escrito el 28 de diciembre de 2009

ANTES DE QUE SEA TARDE




Género: Romance, Friendship
Advertencias: Lime, Lemon
Clasificación: Hetero
Categoría: Fanfic
Serie: Code: Lyoko
Pareja: Ulrich x Yumi, Jérémie x Aelita, Odd x Sissi
Año: 2009-20?? Estado: En proceso
Capítulos: ???

Han pasado varios años desde que X.A.N.A. fuese derrotado. Ahora los guerreros de Lyoko se reunen de nuevo, pero ¿será todo tan tranquilo como debiera?


N/A: Code: Lyoko es propiedad de MoonScoop y France 3


Versión en castellano // Versió en català
Listado de capítulos:
02.- Francia // França
04.- X.A.N.A.
07.- Tablas
09.- Derribo
10.- Confesión a oscuras
11.- Fractura
12.- Tierra desconocida
13.- Xanadu
14.- Pedazos
15.- Perdida
16.- Recuerdos I
17.- Recuerdos II
18.- Incertidumbre
19.- Pausa
20.- Seis torres negras
21.- Xanadu II
22.-
23.-
24.-
25.-
26.-
28.-
29.-
30.-

miércoles, 21 de octubre de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 23.- Contradicciones


Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha, yo sólo los he tomado prestados.

Capítulo 23.- Contradicciones

El sol salió puntual como siempre y con ello Aoshi se levantó ya sabía donde vivía el hombre que buscaban, eso contando con que no le hubiese dado por mudarse de los alrededores de un templo a otro. La dejó seguir durmiendo mientras él se aseaba y se aseguraba de conseguir comida para su salida.

En la cocina se encontró con los dos pelirrojos, Kenshin y Kenji le miraron con sus ojos cristalinos.

-Buenos días- sonrió con amabilidad Kenshin- Kenji-chan ve a buscar a mamá.

El pequeño Himura se fue con una enorme sonrisa en busca de su amada madre dejándolos a solas en aquella cocina.

-Siento lo de ayer, Aoshi.

-No sé de que hablas.

-Te incomodamos, por eso te marchaste ¿verdad?- sonrió con amabilidad.

-No, te equivocas- se adentró en la estancia con calma y seguridad- me fue bien hablar con vosotros. Me dolía la cabeza de verdad.

-¿Ya te sientes bien?

-Sí- le miró con firmeza-. Me pasa a veces.

-En ese caso- habló el pelirrojo poniendo el pescado en la plancha- deberías decírselo a Megumi-dono.

-No es necesario, es completamente normal.

-Aoshi… ¿puedo preguntarte algo?- dudó un poco, el Oni se limitó a asentir- ¿Cómo es eso de que Misao-dono te ha rechazado?

-Pues…

Enmudeció dudando en si debía contestar o no. Por otro lado estaba el hecho de que quizás dar una respuesta a algo tan privado pudiese repercutir negativamente en su relación con ella, al fin y al cabo ¿quién le aseguraba que Kenshin no fuese chismorreando?

-Entiendo- sonrió el pelirrojo- no tienes que contestar si no quieres, es sólo que… estoy algo preocupado por vosotros.

-Le he pedido que se case conmigo.

Se giró con los ojos como platos con una expresión de extrañeza e incredulidad que le fue imposible disimular, estaba demasiado sorprendido incluso para hablar. El Oni rodó los ojos por esa reacción sin saber como interpretarlo ¿acaso no podía querer a Misao? ¿No podía pedirle matrimonio?

-Yo quiero a Misao, no como a mi protegida, ni como una ninja, ni como mi Okashira…- murmuró en tono avergonzado- la quiero como la mujer que es- no pudo contener el sonrojo así que le dio la espalda en un pésimo intento por disimular.

-Sí- rió con amabilidad- eso me parecía.

-Vamos a salir- cambió de tema drásticamente- no contéis con nosotros para la comida, puede que tampoco para la cena.

-¿Aquel hombre?- le vio afirmar- ¿quieres que os prepare algo?

-Me harías un gran favor.

Se alejó de la cocina con rumbo a su habitación. Kenshin sonrió complacido con su descubrimiento y con el reconociendo al respecto de sus sentimientos por la ninja, cuando le habló sobre Misao aquella primera vez, en la mansión de Shishio, tuvo la sensación de tocar un punto importante en su corazón, más adelante le había dicho que ella ya no era una niña y nuevamente pareció reaccionar a algo. Algo cuya respuesta parecía haber encontrado de un modo bastante inesperado, pero evidentemente se alegraba por sus buenos amigos.

Reaccionó de repente abriendo los ojos de par en par, en realidad no había contestado su pregunta, seguía sin entender lo del rechazo.

Estiró la mano hacia el shoji y este se deslizó antes de que pudiese tocarlo. Sus ojos azules chocaron con los verdes de su protegida.

-¡Buenos días Aoshi-sa… Aoshi!- le sonrió al tiempo que se colgaba de su cuello- ¿cómo te encuentras? ¿Por qué no me avisaste cuando te sentiste mal?

-Estoy bien, Misao- correspondió a su gesto alzándola ligeramente del suelo y volviendo a meterla en la habitación-. Sólo me dolía la cabeza.

-¿Te sientes con fuerzas para continuar la búsqueda?

Asintió al tiempo que la dejaba en el suelo.

-Hoy iremos…

-No- cortó sin dejarla acabar su frase-. Ya recuerdo donde vive.

-¡Qué bien!- sonrió-. Debo reconocer que su… tu memoria ha sido muy oportuna.

-No eres ningún estorbo- susurró en un tono apenas audible.

La comadreja le miró sin atreverse a preguntar, le había oído pero no sabía a quien iban dirigidas esas palabras o si en realidad no era más que un pensamiento fugado de sus labios, lo que fuera le provocaba una tremenda curiosidad.

-Hoy hará buen día.

-Necesito preguntarte algo- ella asintió- ¿me llegaste a odiar cuando te abandoné?

-Sí, claro que sí- sonrió traviesa observando la sorpresa y la tensión en el rostro de su tutor, no podía evitar buscar esa repentina expresividad en él-. Bien, eso es lo que me gustaría decir.

Misao se encogió de hombros al tiempo que él relajaba su cuerpo.

-No será por que no lo intentase. Cuando se… os marchasteis Okina me explicó que no volveríais más, que nunca más os vería, pero yo no le quise creer por que me habías prometido que nunca me dejarías sola- torció los labios en una mueca de disgusto-, así que me agarré a aquella promesa. Durante semanas esperé pacientemente, por complicado de imaginar que sea, hasta que empecé a asumir que era cierto y entonces puse todo mi empeño en odiaros a todos, Jiya incluido.

Rió divertida como respuesta a algo que seguramente estaba recordando pese a que él no encontraba nada divertido en eso.

-Cuanto más me empeñaba en odiaros peor era, las pesadillas volvieron y no tenía a donde escaparme. A modo de venganza, estúpida y sin sentido, me encerraba en tu armario por que tenía la esperanza de que eso te enfadase y vinieses a reñirme por ello. Al final me rendí, es ridículo luchar contra algo que no puedes vencer, y fue entonces cuando decidí salir a buscaros. Jiya se mostró encantado con eso, prefería que os buscase a que me dedicase a intentar odiaros.

-¿Eso es un no?

La comadreja alzó una ceja, al parecer su respuesta no era clara o él seguía dormido.

-Nunca te he odiado…

-Gracias.

Se encogió de hombros mirándole curiosa.

-Está-s muy extraño esta mañana.

Besó fugazmente su mejilla para dejar que saliese a vestirse, cuanto antes empezasen antes acabarían, tenía sensaciones contradictorias al respecto de aquel hombre.

El recorrido urbano dio paso al camino de montaña rodeado de árboles y maleza. Intentar ayudarla a pasar los diversos obstáculos era inútil, no estaba dispuesta a mostrar ningún tipo de debilidad o flaqueza.

-¿Puedo hacerte un pregunta?- rompió el silencio Misao.

-Adelante.

-¿A qué se debe tanta curiosidad? No me malinterpretes, es que…

-Me desconciertas- admitió-. Cada vez que creo entenderte recuerdo algo que hace que te entienda menos.

Se detuvo frunciendo el ceño y él hizo lo mismo quedando a unos pasos de distancia.

-No deberías estar aquí, tendrías que odiarme o al menos despreciarme- se encogió de hombros retomando el camino-, no soy una buena influencia para ti.

-Como si eso importara- murmuró molesta.

-Sí que importa.

-No, no importa. Es mi vida y hago lo que quiero con ella- cruzó los brazos sobre el pecho alzando la voz al ver que él no se detenía-, soy lo suficientemente mayor para saber que me conviene y que no, y lo mismo se aplica al resto de decisiones que pueda tomar.

-Eso lo sé, pero creo que no piensas con la suficiente objetividad.

La comadreja soltó un bufido y caminó apresurada para llegar hasta él, no se molestó en ocultar su enfado.

-Muy bien, siento no ser objetiva o ser idiota o lo que sea. Pero no creo en las buenas o malas influencias, no soy tan estúpida como para dejarme arrastrar a algo que no quiero.

-¿Quién te ha enseñado a ser tan testaruda?

-Me viene de familia.

El tono de orgullo en su voz le hizo reír entre dientes.

-Genial- le miró con falsa indignación-, he contado algo divertido.

-¿Alguna pregunta más, Misao?

-Sí- contestó frunciendo el ceño de nuevo- ¿tiene miedo? Ah… bueno no sé si miedo sería la palabra correcta.

-Especifica.

-Yo no sé como es eso de no acordarse de nada, pero creo que acabaría volviéndome loca de remate.

-La incerteza está ahí, pero tengo lo que necesito para no volverme loco.

Le tendió la mano al tiempo de pasar sobre unas rocas que se habían desprendido ayudándola a pasarlas sin que su tobillo sufriese innecesariamente, había cedido milagrosamente.

-Si te pidiese que confiases en mí y nos marchásemos lejos ¿vendrías conmigo?

-Jiya se volvería loco si hiciese algo así.

-No pregunto por él.

-Seguramente…

-¿Por qué motivo?- preguntó con seriedad- ¿por confianza? ¿Por obligación? ¿Por…?- dudó sobre el motivo que iba a pronunciar y decidió dejarlo en el aire.

-Por que habría un buen motivo para ello.

-Misao…- entrelazó sus dedos con los de ella- vayámonos a cualquier sitio lejos de aquí.

La demanda del ninja se le hizo muy tentadora, irse lejos, a cualquier sitio. Un sitio donde no estuviese Rin y donde no tener que preocuparse de las apariencias ni de las reuniones, nada de exigencias propias del Oniwabanshu.

-Me encantaría decir que sí- rió-, pero si dejase el trabajo a medias alguien se enfadaría conmigo.

Eso sonaba a algo que haría él, enfadarse por no acabar el trabajo, así que comprendió que se refería a él.

El resto del camino resultó más sencillo de lo que parecía, no hallaron más obstáculos pese a ser un sendero de montaña, algo de agradecer dada la tozudez de la ninja que se comportaba como si no le doliese nada.

Una pequeña cabaña se alzaba entre los árboles y frente a ella un hombre cuidaba del pequeño huerto adyacente. Le reconoció nada más verle, su cabello se había vuelto completamente blanco, sin embargo sus ojos negros continuaban siendo igual que los había recordado. No pudo detener el avance de ella a pesar de su preocupación.

-Disculpe- sonrió al hombre- ¿Es usted Kojima Kento-san?

-¿Okashira?- la muchacha parpadeó curiosa- o debería decir… ¿Okashiras?

-¿Nos conoce?

-Claro que sí, Makimachi-dono.

-Misao- la llamó Aoshi con el vivo recuerdo de ‘matarla o cortarle el brazo’.

-Tranquilo Shinomori-kun…

-Podemos… ¿hablar en otro lugar?- sonrió Misao- tengo algo que…

-Preferiría hablar con él que contigo- dijo con tono amable- no es por que seas una mujer, no me malinterpretes, es sólo que quiero tratar un tema con él antes.

-Ah…

-No te preocupes, que el tema importante lo trataré contigo.

Abrió la boca pero no replicó sólo asintió con la cabeza y les observó adentrarse en la casa con una mirada triste. Resopló enfadándose consigo mismo ¿por qué tenía que sentirse triste? Debería enfadarse y usar al anciano como diana por semejante desplante.

En el interior de la vivienda Aoshi escrutó la pequeña habitación en busca de posibles amenazas, al no encontrar nada se relajó un poco, lo único que le parecía peligroso era el hombre que le daba la espalda con si nada.

Kento se aclaró la garganta.

-¿Es un estorbo?- preguntó de repente- no es una kunoichi de primer nivel, debe hacerte ir demasiado despacio.

-Eso es ridículo.

-¿Ah, si?

El ninja negó con la cabeza ante lo que consideraba una conversación estúpida y fuera de lugar.

-Sólo quiero asegurarme de tus intenciones para con ella. Me da igual lo que pienses en este momento de mi o de mi actitud- contestó sonriente-. No sé de que te acuerdas y de que no, pero la muchacha es de mi familia, además de la Okashira, y eso es lo que me importa. Colaboraré en lo que sea mientras venga de ella, incluso en tus estrategias, pero quiero asegurarme antes de tus intenciones.

-Misao es mi protegida.

-¡Ah no! A mi no me vengas con el cuento de protegidas, aprendices, alumnas ni bailarinas cojas…

El ninja frunció el ceño sin saber que respuesta esperaba escuchar.

-Eres lo suficientemente mayor para hablar con propiedad ¿Eres fiel a la Okashira?

-Por supuesto.

-¿Tienes ansias de poder? O ¿buscas aprovecharte de la buena estima que tenemos de la Okashira? Ambos sabemos que tienes un pasado bastante turbio.

-No.

-Muy bien. Espero que no te ofendas por quedarte al margen- inspiró hondo-, pero sólo voy a hablar con ella, por lo que a mi respecta en estos momentos no puedo considerarte un Oniwabanshu en activo.

Con un ligero empujón le hizo salir de la habitación para regresar al exterior.

Misao jugueteaba con un gatito negro de ojos azul intenso, con un pedacito de comida le adiestraba con una increíble facilidad, a su orden se sentaba o acostaba, le hacía maullar o callarse, el hombre de pelo blanco la miraba con admiración y Aoshi no dejaba de sorprenderse de las cosas curiosas que sabía hacer la comadreja.

-¿Puedes hacerle llevar mensajes?

-Tendría que entrenarle más, pero se podría hacer.

-Muy interesante- sonrió el hombre-. Y ahora tratemos ese tema tan importante, Okashira.

-¡Sí!

Tomó la mano de la ninja y la llevó al interior de la casa ante la fría mirada del Oni, al que ignoró por completo, siempre había sido un hombre complicado.

-Cuéntame, Makimachi.

-Iada Ryusei-san me pidió que le localizase y le entregase esta carta- extrajo cuidadosamente el papel plegado.

-Te pido disculpas por el desplante- dijo desdoblando la carta-, debes saber que antes de hablar contigo necesitaba conocer algo acerca de Shinomori.

-Lo comprendo, no importa.

-Muy mal, jovencita. Debería importarte, eres la Okashira no un shinobi cualquiera, no puedes ni debes permitir que nadie te haga lo que he hecho yo- rió conmovido por su actitud-, tu mandas y los demás tenemos que obedecer, si tienes que hablar con alguien este debe mover la cola como un perrito obediente y seguirte ¿no te han enseñado nada Shinomori y Nenji?

Misao bajó la mirada no le habían enseñado nada de lo necesario el único que había hecho algo parecido era Saito y por interés. Había contado con la ventaja de que Aoshi siempre la acompañaba y estando él todos acataban las órdenes sin rechistar.

-Espera aquí, voy a por papel.

Miró a su alrededor estudiando el lugar, aquella sala se parecía mucho al antiguo despacho de Aoshi lleno de cosas impersonales y de varios estilos diferentes, algo propio de quien quiere confundir a los posibles espías que busquen información personal. La mesita tradicional extremadamente limpia y vacía, lo único que lucía allí eran una pluma y un tintero. Los estantes rebosantes de libros, la mayoría de ellos extranjeros y de varios géneros, desde novelas románticas hasta novelas bélicas. Sin duda eso imposibilitaba la labor de fijar el sexo y la franja de edad del dueño del lugar.

Se puso de pie atraída por los libros y deslizó la yema de sus dedos por los lomos de estos, algunos los conocía, los había leído o visto en el despacho de su tutor y otros desconocidos que no le importaría leer.

-Puedes llevarte los que quieras, mi vista no es tan buena como antes, sería una pena que acabasen en el olvido.

-Gracias pero no puedo aceptarlo.

El anciano suspiró por la prudencia y cordialidad heredadas de su mentor y que sin duda no correspondían al deseo real de la joven, tomó asiento en la mesa y se dispuso a escribir su respuesta al mensaje de su compañero. Mientras escribía la veía de reojo con los libros, sonrió y habló.

-Estante de arriba, quinto libro empezando por la izquierda.

Tensó el brazo como quien ha sido pillada cometiendo una travesura y se apresuró a buscar el que le había dicho. Era un volumen tradicional japonés, cosido con un cordón dorado, las tapas ligeramente más gruesas que las páginas interiores estaban desgastadas. Pasó los dedos sobre las letras escritas con tinta rojo sangre “Crónica del Bakumatsu”, parpadeó sorprendida y ojeó el interior los caracteres bien cuidados y la caligrafía tan regular delataban que el autor era un Oniwabanshu.

-¿No sientes curiosidad por lo que callan para protegerte?- preguntó tras ella extendiéndole la carta.

-Sí, pero…

-Shinomori es Akatsuki Shuichi, apuesto a que a los demás los identificarás con facilidad.

-¿Es…?

-Todo lo que hicieron mientras estuvieron aquí. Te lo regalo, te será útil.

-Gra… gracias.

-Tu también sales- rió emocionado-. Te puse un nombre ideal para alguien como tu.

-¿Ah?

-Kaguya ¿qué mejor que el nombre de una princesa para quién es capaz de aplacar la ira de Shinomori?

El rubor cubrió sus mejillas por la comparación.

-Tienes todo mi apoyo joven Okashira.

Mientras tanto en el dojo Kamiya, Kenshin realizaba su labor preferida, hacer la colada, cuando sintió una presencia conocida cerca de la entrada y antes de que tuviese tiempo de reaccionar las puertas se abrieron bruscamente y los ojos ámbar del visitante se entrecerraron escrutando el lugar con desden.

-Vaya, vaya, vaya, si es ‘battousai el esclavo de la tanuki’.

-Mi torpe alumno haciendo de criada…

-Maestrooooooooooooooooooooooooo…

Con un ágil movimiento propio de un discípulo del Hiten Mitsurugi el pelirrojo se lanzó directo hacia los brazos de su mentor y con un movimiento más ágil aún Hiko se hizo a un lado logrando que la rojiza cabeza de Kenshin se estrellase con fachada de la casa de al lado.

-¿Oro?

-¿Cómo tengo que decirte que no me gusta que me abracen los hombres, patán?

-Yukiko-chan, no te juntes mucho con los de esta casa o te contagiaran la estupidez.

-Sí, papi.

Kaoru se acercó hasta allí al oír las voces en la entrada seguida de cerca de Sanosuke, Yahiko y Kenji que observaron con horror la sonrisa cínica del lobo, algo terrible se les venía encima.

-Kamiya-san- la mujer del lobo avanzó hasta la más joven estrechando sus manos con fuerza- lamento que mi inoportuno marido nos haya traído sin avisarle antes, le ayudaré en todo lo que pueda, puede estar segura.

Los ojos ámbar de la niña brillaron con inocencia observando detenidamente a los extraños amigos de su papá, debían ser muy buenos amigos por que su papá nunca hacía largos viajes si no era cuestión de vida o muerte y claro, no veía a nadie muriéndose.

-Eiji-chan ¡vamos a inspeccionar!

-Yukiko, está no es tu casa, muestra más respeto- la reprendió Tokyo.

-Déjela jugar.

-Los niños a jugar.

-Sí Hajime- asintió Eiji tomando de la mano a sus dos hermanos y alejándolos así de los adultos.

-Battosai, haznos hueco.

-Pero…- Kaoru se estremeció de pies a cabeza, en su casa no había tanto sitio.

-¡Oh! Pero que amable eres, tanuki, gracias por acogernos.

Haciendo caso omiso del aura asesina que rodeaba a la joven morena el lobo dirigió a su esposa al interior del dojo y Hiko, aún en la entrada, se echó a reír por el morro de su compañero e inmediatamente siguió sus pasos.

-¿Por qué tienen que quedarse aquí? Que se quede Hiko-sensei no me importa ¡pero Saito!

-Kaoru…

La puerta volvió a abrirse y Kaoru se giró con una mirada cargada de ira, como se le ocurriera entrar a algún gorrón más lo iba a moler con su shinai. Su ira se desvaneció al ver al imponente ex-Okashira enarcar una ceja.

-¿Dónde… está Misao?

-En el mercado, no tardará en venir.

-¿Habéis encontrado a quien buscabais?

-Aa.

Pasó sin detenerse junto a sus amigos, lo único que quería era encontrar un rincón donde caerse al suelo sin que su orgullo e imagen saliesen mal paradas.

Flashback

Las puertas del Aoiya frente a sus ojos parecían mucho más grandes y gruesas que nunca, el ensordecedor latir desbocado de su corazón le aturdía, no iba a entrar, de hecho no podía hacerlo. Miró a Sanosuke que cargaba con el peso de Kenshin y sintió algo de envidia al saber que ellos serían bien recibidos en aquel lugar que era el único hogar que había conocido. Agachó la cabeza con la intención de marcharse discretamente mientras el resto eran recibidos como héroes, pero su acción se vio interrumpida por unos finos brazos enredados en su cintura, la miró sorprendido, después de todo lo que había hecho y aún le trataba con cariño, temeroso llevó su mano a su cabeza para comprobar que era real.

Tras varios minutos en los que lo único que podía oír eran los sollozos y susurros de Misao, y de tener clavadas las miradas de todos, Okina avanzó hasta él, apartó con ternura a la comadreja y haciendo un gesto a los Onis logró quedarse a solas con él.

-Escúchame atentamente por que no voy a repetirlo- gruñó-. Primero, si Misao en algún momento decide que quiere que te marches del Aoiya te irás sin excusas de ningún tipo, segundo, asumirás tu responsabilidad con el clan y aceptarás el castigo que entre todos decidamos, tercero, aunque ella quiera devolverte el cargo de Okashira no lo aceptarás mientras estés a prueba, cuarto, ayudarás en la reconstrucción del Aoiya, quinto- esbozó una sonrisa sombría, respiró hondo y rió al tiempo que palmeaba su espalda- ¡bienvenido a casa, muchacho, disfruta de la celebración!

-¿Eso es todo?

-Mmm…- lloriqueó- ¡Me duele mucho todo! ¡Eres muy malo Aoshi-chan! Con estas pintas las jovencitas no querrán tomar té conmigo.

-Okina.

-Confié en ti una vez y sé que tomé la decisión correcta, no hagas que me arrepienta de darte otra oportunidad.

***************************************************************

Había alguien allí, una presencia salvaje pero no era ninguna bestia. Extrajo con sigilo un par de shuriken de su gi y los lanzó al punto donde sentía aquella presencia obligando a quien fuese a salir de entre los matorrales.

Sus ojos azules toparon con el aspecto animal de un hombre. Su pelo castaño enmarañado caía enredado hasta su cintura y su barba desmadejada cubría la mitad de su pecho, en sus ojos color miel había un brillo de locura.

Sonrió al reconocer un espíritu luchador como ese, quizás las duras pruebas a las que se había visto sometido le habían otorgado una destreza sin igual. Cruzó los brazos y mirando a un punto lejano en los ojos del hombre, habló.

-Este no es lugar para un luchador extraordinario como tu. Hasta ahora nadie había logrado acercarse tanto a mí sin que le detectase.

Aquel hombre no abrió la boca pero sus ojos habaron por él, tras tanto tiempo alguien le trataba como a una persona y no como a un animal.

-Hay un sitio mejor para ti, el Oniwabanshu te dará lo que necesitas para ser mejor guerrero- extendió su mano invitándole- ven conmigo y no te arrepentirás.

Los ojos del futuro espía del Oni se humedecieron y sin dudarlo siguió a su jefe.

************************************************

¿Por qué no podía apartar los ojos de esa frágil figura?

Desde una roca algo alejada observaba a sus compañeros de Aoiya y a Okina chapotear en el río. Kuro, Omasu y Okina se dedicaban a empapar de arriba abajo a la pobre Okon que trataba de leer sin éxito, por su lado Misao y Shiro competían por ver quien salpicaba más al tirarse desde la rama de un árbol. Sin embargo nada de eso le importaba, sabía que si no lograba pronto despegar sus ojos de su protegida alguien se daría cuenta.

No entendía el motivo, si era algún tipo de atracción enfermiza… Okon y Omasu tenían unas curvas muchísimo más sugerentes y exuberantes que las de Misao, esa reacción debería tenerla con ellas no con su protegida.

Fin del flashback

Miró a su alrededor para comprobar que seguía solo y tras asegurarse de ello estrelló la cabeza contra la pared. Decididamente hubo un tiempo en el que era idiota de remate, inteligente y buen estratega, pero idiota.

Primero ¿cómo podía no saber algo tan simple? ¿Tan solo había estado siempre como para no saber reconocer lo que le ocurría? Segundo ¿atracción enfermiza? No eran familia, el ser su protegida no la convertía en su hermana, hija, prima, sobrina ni nada así, no tenían ningún lazo sanguíneo ¿tan malo era sentir algo así? Le parecía una soberana estupidez. Tercero ¿por qué siempre se recordaba en un rincón observando? ¿Tenía complejo de ermitaño? Vale que no le gustase la gente, las multitudes y ese tipo de cosas, pero Kami, cualquiera diría que era un asesino psicópata acechando a sus victimas apuntando a escondidas todo lo que podría hacer para destruirles. Su actitud sí que era enfermiza.

Unos pasitos doblaron la esquina y tras detenerse dieron la vuelta para volver atrás. Sin moverse un centímetro y con la cabeza apoyada aún en la pared suspiró.

-¿Por qué te vas?- preguntó.

-Lo siento… no quería molestar.

-Es tu casa.

-Sí- contestó secamente-. Pero usted es uno de mis invitados.

-Kamiya-san ¿te incomoda mi presencia?

-No. La de Saito sí- contestó con rudeza, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos.

-¿Saito?

En Kyoto los miembros del Aoiya vivían los días de más trabajo del año y maldecían interiormente a Aoshi por llevarse a Misao a algún lugar indeterminado, había elegido un mal momento para decidir viajar acompañado. Estaban molestos también con Okina ya que cada vez que le preguntaban él se reía como un loco y contaba batallitas del pasado esquivando hábilmente a sus chicos, sin embargo había una que no estaba dispuesta a rendirse o aceptar la majadería del viejo.

Entró silenciosamente en la habitación de Aoshi, se sentó en mitad de esta cerrando los ojos. El característico olor del ninja inundaba la estancia incluso tras días de ausencia, deslizó los dedos por los tablones del suelo buscando una hendidura que le permitiese levantar alguno, tenía la esperanza de encontrar alguna pista de donde encontrarlo, finalmente dio con ello, levantó rápidamente las maderas examinando el espacio.

Rin suspiró decepcionada por lo que veía, allí únicamente estaba la caja vacía donde guardaba el uniforme y un libro occidental sobre armamento y estrategias de combate, algo muy propio de él, pero nada de información útil.

-Mi querido Aoshi, la zorrita te ha nublado la razón, no deberías permitir que interfiera en tu cometido- murmuró-. Nunca podrá complacer a alguien como tu, no es más que una mocosa estúpida y cuando me deshaga de ella ya nada se interpondrá entre tu y yo.

Rió cayendo en la cuenta de la falta de experiencia de la comadreja, puede que él lo hubiese dejado todo bien atado, pero ella seguro que habría cometido algún fallo. Se levantó veloz y haciendo gala de sus dotes de ninja se coló sin ser vista.

La decoración evidenciaba que la habitación pertenecía a una mujer joven, demasiado personal todo. Revisó las estanterías en busca de un diario pero lo encontró sobre el escritorio. Sonrió triunfante mientras lo hojeaba en busca de la última entrada. Su sonrisa de triunfo se congeló en su rostro al prestar atención a lo que ponía, un puñado de palabras inconexas y sin sentido se extendían a lo largo del cuaderno, y al final escrito en grandes letras ponía “ERROR. INTÉNTALO DE NUEVO”.

Continuará

Escrito el 20 de octubre de 2009

lunes, 7 de septiembre de 2009

DAF Capitulo 02.- Descubre lo que quieres


Capítulo 02.- Descubre lo que quieres

Los primeros días pasaron veloces, el ambiente era bueno y el ser una novedad para sus compañeros era más positivo que molesto. La gente tendía a ser más amable de lo necesario, incluidos algunos profesores.

Esas dos primeras semanas descubrió también que algunos la odiaban sin conocerla, el caso más molesto era el de una de las profesoras, una tal María Teresa, le daba la clase de lengua castellana y también la de literatura española. Esa mujer no se esforzaba lo más mínimo en disimular su odio hacia ella. Si bien en un principio se sorprendió, después entendió que había provocado aquello. La profesora era estúpida, pero en el sentido de que no era ni inteligente ni muy culta, además de prepotente y muy poco humilde, se creía siempre en posesión de la verdad. Lástima que ya fuese tarde para remediarlo, tendría que sobrevivir a ella.

Al menos tenía el consuelo de que su profesor de historia era de lo más interesante y siempre se divertía en sus clases.

—¡Berta! —Mayka se incorporó de la silla haciéndole señas— te he guardado sitio.

—Gracias —musitó acomodándose—, creía que no llegaba…

—¿El accidente?

La pelirroja sonrió cansada. A las seis de la mañana había volcado un remolque cargado de grava en mitad de paseo de Gracia y eso había provocado un choque en cadena de hasta 10 coches, debido a eso la mitad de las calles cercanas estaban colapsadas y la policía impedía el paso a todos los que no tuviesen que entrar o salir de sus casas o negocios.

—Sí… la mitad de las calles están cortadas —suspiró apoyando la barbilla en la mesa— he tenido que dar un rodeo y casi me pierdo.

—Necesitas una guía turística —exclamó emocionada.

—Creo que sí —rió divertida.

—Respira tranquila, la de inglés aún no ha llegado, puede que no llegue.

Miró al frente y cerró los ojos respirando hondo, tanto correr para nada… en fin, disfrutaría de una hora libre y conocería un poco más a sus compañeros, o al menos a su nueva amiga.

—Berta ¿puedo preguntarte algo? —asintió devolviéndole la mirada— ¿cómo es que has cambiado de instituto el último año?

—Ah… pues verás, a mi padre le ofrecieron un traslado y mi madre quiso venir aquí por todos los medios, así que no me quedó más remedio que mudarme con ellos —suspiró, su madre era muy caprichosa—. Como mi hermano vino para estudiar medicina aquí, ha sido como una gran reunión familiar de esas de las pelis hollywoodienses…

—Estarás contenta entonces —sonrió.

—No exactamente, si te soy sincera preferiría haberme quedado allí, al menos ya conocía a la gente y los profesores, hubiese sido más cómodo.

Se sorprendió de la facilidad con la que había dicho eso que sabía que no era cierto, había deseado huir de su ciudad cuando todo aquello comenzó, pero sí que era cierto que no querría haber acabado tan lejos, con un cambio de instituto le habría bastado.

—Ya… míralo por el lado bueno —dijo alzando un dedo— ¡Aquí puedes ver el mar!

—Un buen punto de vista, el mar es ideal para borrar todo aquello que te angustia —pronunció una voz masculina, ambas giraron a verle—. Buenos días, la profesora de inglés…

—La sargento Font —exclamó uno de los chicos entre risas.

—¿Así la llamáis? —sonrió con complicidad—. Pues la sargento Font no ha llegado aún, estará en el atasco o haciendo desfilar a los soldados, la cuestión es que os toca soportarme dos horas seguidas.

—Señor Sallà —alzó la mano Mayka.

—Nada de ‘señor Sallà’, llamadme Pau.

—Pau ¿haremos dos horas de historia?

—He pensado que podríamos hacer algo así, pero no temáis no serán dos horas de silla, libro y apuntes.

Sonrió divertido y el murmullo se adueñó de la clase. Les hizo ponerse en pie y seguirle, la puerta de entrada y la verja se abrieron en exclusiva para ellos, los estaba sacando del instituto y no sabían a donde iban. Caminaron a penas diez minutos, se encontraban frente a la catedral gótica de Barcelona, se miraron entre ellos y los murmullos empezaron de nuevo.

—Bien, chicos, estamos en una ciudad llena de historia y no sólo se aprende de los libros, mirad esta maravilla, ha sobrevivido a una infinidad de duras pruebas y se alza orgullosa y majestuosa dispuesta a enseñarnos todo lo que deseemos escuchar.

—Profe, pareces un colgado —dijo con burla un chico moreno que Berta identificó como Marcos, el graciosillo de la clase— los edificios no hablan.

—Quizás es que tu mente está demasiado cerrada para oír —replicó el profesor.

—Eso es una gilipollez —volvió a decir.

—No se refiere a que hable literalmente —dijo Berta— si no que si prestas la suficiente atención y observas con detenimiento puedes hacerte una idea de lo que ha pasado.

—Que aburrido…

—Todo depende de cómo lo mires —sonrió el profesor—. Pasando a otro tema, quiero que observéis los que os rodea, elegid alguna construcción de las que hay por aquí aquella que llame vuestra atención, da igual si es un edificio moderno o arquitectura gótica, incluso uno de esos bancos de piedra…

Hizo una pausa para recrearse con el sentimiento de incertidumbre de las caras de sus alumnos.

—Quiero que me contéis su historia, sin acudir a una biblioteca o a Internet, con quince líneas me basta, lo importante es que aprendáis a mirar con otros ojos. Dentro de una hora y media os quiero a todos aquí.

Los jóvenes se dispersaron por los alrededores con la certeza de que su profesor estaba como una cabra o se había fumado alguna sustancia ilegal. Mayka y Berta miraron a su alrededor en busca de algo que llamase su atención, la mayoría se habían ido a aquello que conocían a la perfección, la catedral. La pelirroja fijó su vista en la calle estrecha a la derecha de la catedral, hizo un gesto a su compañera y se encaminó decidida a investigar lo que allí hubiese.

Se concentró en su labor, al final de la calle veía la plaça de Sant Jaume. Observó las construcciones con detenimiento

—No es una buena idea que vayas sola por esta calle.

—¿Qué…? —su voz se atascó en su garganta.

—¿Ves a aquel grupito de allí? —ella asintió—, pues esperan a que te despistes para llevarse cualquier cosa que lleves encima.

—No sabía que hubiesen carteristas…

—Dónde hay turistas hay carteristas, es ley de vida.

—Creo que no me acostumbraré nunca… —suspiró.

—Gracias por echarme una mano antes.

—No hay de que —sonrió—. Creo que ha sido demasiado poético para sus neuronas…

—Señorita Mas, creo que lleváis toda la razón.

Observó esa sonrisa de niño travieso mientras su corazón martilleaba con fuerza en su pecho, se sonrojó sin saber muy bien si era por su profesor o por sentirse tonta con los desbocados latidos de su corazón.

—Señ… —negó con el dedo ante sus ojos antes de que acabase de hablar—. Ah… Pau, creo que volveré con Mayka, no quiero acabar perdiéndome.

Se hizo a un lado abriéndole paso para volver frente a la catedral.

—¿Qué tipo de historias son tus favoritas? —le preguntó antes de que se alejase más.

—Las de misterio —balbuceó extrañada—, o aquellas que me hagan pensar.

Como respuesta a la pregunta nunca pronunciada el joven profesor se limitó a sonreír y darle un suave toque en el hombro al pasar junto a ella.

Se concretó en ocultar el sonrojo de sus mejillas fingiendo buscar algo a su alrededor y cuando logró controlarse avanzó hasta su amiga. Las dos buscaron algo para su redacción y una vez encontrado se dispusieron a indagar sobre ello.

Aquel día fue de lo más surrealista, tras la extraña clase de historia el resto de asignaturas fueron tan normales que hasta daban miedo, explicaciones, corrección de ejercicios, deberes… incluso el descanso de media mañana fue de lo más normal, lo único destacado fue cuando una profesora, al parecer de biología, tropezó con una mochila derramando el café con leche sobre la pared blanca, su camisa y la cabeza del jefe de estudios, algo que pareció divertir a todo el mundo.

Las chicas hicieron planes para esa misma tarde, la excusa era que al ser nueva en la ciudad, Berta, se perdía y claro, no podían permitir eso. En realidad era una buena oportunidad para salir a divertirse, el motivo era lo de menos.

Hicieron un pequeño tour turístico por las zonas que era imprescindible conocer, como las tiendas de ropa baratas pero con una gran oferta y buen material, los bares donde se estaba tranquilo, los fastfood donde con un café podías pasar la tarde entera y hacer los deberes, la mayoría de esos lugares no hubiese sido capaz de encontrarlos sola, así que se sintió realmente agradecida por todo aquello. La velada acabó con unas crepes de chocolate frente al mar.

En Badalona, Pau esperaba frente a un local de copas, el letrero azul parpadeante empezó a impacientarle. Normalmente tenía una paciencia a prueba de bombas pero ese día en concreto no estaba para aguantar la impuntualidad de su amigo. Suspiró y golpeteó el suelo con el pie, se dejó caer sobre la pared bruscamente. El particular rugido del bólido rojo le hizo sonreír tontamente y recuperar al instante la compostura y el buen humor.

—¿Llevas mucho esperando?

—A penas… —refunfuñó con sarcasmo— sólo hora y media. Empezaba a pensar que no vendrías, Pedro.

El joven castaño de ojos negros emitió una sonora carcajada al tiempo que bajaba del lujoso Ferrari. Cerró la puerta del conductor con suavidad mostrando sus extravagantes bermudas de cuadros verdes y negros y la horrorosa camisa hawaiana que a él tanto le gustaba, para rematar su vestuario lucía unas chancletas amarillas fluorescentes.

—No te quejes, venga entremos.

—Ey, no, lo siento, pero hoy tengo mucha prisa.

—¡No me digas! ¿te ha salido una novia?

Pau suspiró con pesadumbre, si empezaba hablar estaría hasta las tantas rodeado de cervezas.

—Dejémoslo para el sábado.

—Espero que el cotilleo merezca la pena —sonrió lanzándole las llaves a su amigo—. Gracias por el coche a Gina le ha encantado probar esta joyita.

—Ahórrame los detalles —sonrió abriendo la puerta del conductor—. Te llamaré.

Se despidieron con la mano. Durante los siguientes veinte minutos sólo escuchó el rugido del motor, estaba realmente impaciente por llegar a casa y revisar su correspondencia. Se adentró en el parking y aparcó en la plaza 222, aquella que su abuelo había comprado años atrás cuando se sacó el carnet de conducir, aunque por aquel entonces conducía un Honda Civic nada que ver con el ostentoso Ferrari que le había regalado su padre.

Subió en el ascensor hasta la tercera planta y recorrió el pasillo para abrir la puerta blanca de su piso.

—¡Estoy en casa! ¿Jud?

—En la ducha —gritó la voz femenina desde el fondo de la casa—. Ya salgo.

—Oye ¿ha llegado algo para mi?

—Sí, lo he dejado encima de tu cama.

La mujer de larga melena rubia y ojos negros se detuvo a su espalda, cubierta con una toalla roja, sonrió mientras se desenredaba el pelo con los dedos.

—¿Es de la excavación de tu padre?

—Sí, me muero por ponerle las manos encima —sonrió emocionado— la inscripción en arameo será todo un reto.

—Te gustan las mismas cosas que a un viejo de noventa años —suspiró la rubia.

—Todos los viejos de noventa tuvimos veinticinco una vez, jovencita —replicó imitando la voz de un anciano—, ya verás cuando llegues a mi edad.

—Eres un payaso.

—Sólo un alegre juglar —un cojín voló dándole en la cabeza— ¡au! Jajaja.

—¿Sabes ya algo de tu hermano?

—No, supongo que estará por ahí persiguiendo a alguna mujer de cuerpo escultural.

—¿Qué os pasa a todos los Sallà? —frunció el ceño golpeando el hombro del joven—. Sois muy despreocupados ¿y si le ha pasado algo? ¡imagínate! Podría haberse caído por un barranco y estar al borde de la muerte o a lo mejor lo ha secuestrado un comando terrorista, o…

—Si le hubiesen secuestrado a los cinco minutos lo habrían tirado por un barranco —movió la cabeza afirmativamente—. Deja de preocuparte.

La chica soltó un bufido y haciendo un gesto de rendición con la mano se marchó para vestirse.

—Jud, me llame quien me llame diles que no estoy.

—Ya, les diré que estás con tu amante de piedra.

Se encerró en su habitación y se rodeó de libros, papeles y bolígrafos de colores. Abrió el paquete emocionado extrayendo el dossier de documentación con las fotos y datos de la inscripción. Tendría que solicitar un permiso a la universidad para usar sus instalaciones.

Tomó el teléfono móvil con determinación y presionó las teclas, afortunadamente su amigo Víctor le debía más de un favor y sus contactos con el decano le irían como anillo al dedo. Dio cuatro tonos cuando al otro lado de la línea replicó una voz adormilada.

—¿Quién es?

—Buenos días bella durmiente.

—Joder Pau ¿tienes idea de que hora es? —farfulló el joven.

—Sí, exactamente las nueve de la noche —replicó con un deje de humor.

—Tío, para mi es como si fuesen las cuatro de la madrugada, ya lo sabes…

—Sabes que no te llamaría si no fuese importante —rió al escuchar un resoplido al otro lado del teléfono.

—¿De qué se trata?

—¿Te acuerdas de la excavación de mi padre? Me han enviado una inscripción…

Víctor emitió una sonora carcajada llena de emoción, los tiempos en los que se encerraban en el laboratorio del padre de Pau a construir cohetes y robots con piezas de lego empezaban a revivir en su mente.

—¡Genial! ¿Cuándo quieres empezar? —habló tan rápido que casi se atragantó con su propia saliva—. Más te vale que me dejes participar.

—Cuenta con ello, a las seis estaré llamando a la puerta.

Unos cuantos gritos emocionados retumbaron al otro lado antes de cortar la comunicación. Se lo había tomado con más entusiasmo del que se esperaba y se había olvidado por completo de que le había despertado.

Continuará

jueves, 25 de junio de 2009

EL AMOR DUELE... bajo presión



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 16.- … bajo presión

El lobo se acomodó en su butaca con una amplia sonrisa. Encendió un cigarrillo y disfrutó de esa sensación de tenerlo todo bajo su control. La mirada impenetrable del ninja lucía un leve brillo de desesperación, tenía que admitir que tenerle en ese estado frente a él, dejando a un lado su orgullo, le hacía sentirse importante y útil.

-Di algo- murmuró impaciente.

-Qué impaciente te has vuelto. La cuestión es, que tengo que irme a casa- sonrió divertido- así que vuelve mañana.

-¿Te estás vengando de algo?

-Qué va.

-No será qué has estado fanfarroneando de algo que no sabes ¿no?

Saito rió ruidosamente por el tono molesto e impaciente del ninja.

-Piensa lo que quieras. Mañana tráeme al noviete de la comadreja, me muero por conocerlo.

Se detuvo un instante antes de salir y observó a Aoshi temblar conteniendo la rabia. En su estado sería capaz de hacer cualquier estupidez y eso iba totalmente en contra de sus planes, así que optó por dedicarle unas últimas palabras.

-Mira, cubo de hielo, te voy a dar un consejo. No la presiones, dale espacio, ella no tiene la culpa de que tú seas estúpido.

-No lo haré

-No sé si fiarme.

Los dos hombres volvieron a sus respectivas casas, uno más animado que el otro, pero ambos con la certeza que la próxima vez que se reunieran la cosa debería avanzar de un modo positivo según los planes.

El ex-Okashira no se dignó en sentarse con los demás a cenar, no estaba de humor para aparentar normalidad e indiferencia. Sabía que si sentaba empezaría una guerra con una única ‘herida de gravedad’. Ignoró los ruegos y suplicas de la más joven y subió las escaleras sin ocultar su malhumor, lo único que necesitaba era encerrarse en su cuarto y dormir con la esperanza de que la mañana trajese un día mejor.

El sol emitió sus primeros rayos anunciando el alba sin perder tiempo se preparó para su ‘cita’ con la comadreja en el templo, al final con todo el lío de la pedida de mano no había podido pensar con claridad como iba a plantearle el tema, la teoría era muy simple, el problema eran sus palabras estúpidas.

Salió una vez arreglado, se llevaría alguna cosa que comer hasta la hora de la visita de ella. Se detuvo en el patio al verla poner incienso bajo el cerezo, hacía mucho tiempo que no le veía hacer eso ¿habría muerto alguien y no se había enterado?

Enfiló el estrecho camino al templo, meditó sobre como abordar el tema sin meter la pata, cosa en la que había descubierto ser todo un experto, no podía presionarla, debía ser justo con ella y dejarla explicarse y después, de ser necesario, suplicarle hasta que cayese rendida en sus brazos.

Misao llegó puntual con su té y una sonrisa resplandeciente en su rostro y aunque normalmente aquello servía para aliviar cualquier rastro de dolor de su alma aquella vez era muy diferente, aquella sonrisa le estaba partiendo el alma por que sabía que no iba dirigida a él.

-Su té, Aoshi-sama.

-¿Por qué estás tan contenta?

-Por que he tomado una decisión irrevocable- sonrió triunfante.

El Oni se estremeció, las decisiones irrevocables de Misao daban cierto miedo, era testaruda y una vez decidía algo ya no había vuelta atrás, se emperraba hasta que lo conseguía y en esa situación… lo más probable era que él saliese perdiendo, sin embargo, por extraño que fuese, la curiosidad pudo más que su intranquilidad.

-¿Sobre qué?

-Sobre mi futuro, usted me dijo una vez que podía decidir libremente con quien quisiera casarme- afirmó a sus propias palabras- y bueno… creo que ha llegado el momento de comportarme como lo que soy- miró a su tutor con determinación y él supo que sus palabras iban totalmente en serio-. Una adulta- sentenció.

Aoshi enarcó una ceja, sí, era adulta y, sí, siempre había sabido que ella tenía muy claros sus objetivos y lo que quería, eso era algo que se escapaba de su radio de acción. Un brillo de duda apareció en los ojos verdes de ella y en ese instante vio una puerta abierta, quizás aún podría revocar su decisión. Era el momento de moverse.

Llevó una mano a la mejilla de la muchacha y la otra la posó en su nuca acercándola a él, besándola sensualmente en la comisura de los labios.

-¿Piensas casarte con ese idiota?

-A-Aoshi-sama…

Dejó deslizar sus dedos por su cuello mientras la miraba fijamente logrando que se sonrojara.

-Si te casas con él me marcharé y no volverás a verme nunca más.

-Pe-pero…

Aoshi se levantó y se marchó dejando atrás a una extrañada Misao, de verdad que a veces no comprendía a ese hombre.

-Si Sei-chan lo dijo para molestarle…- confesó al silencio del templo.

En el camino que llevaba al bosque de bambú el ninja se golpeaba mentalmente por su estupidez, nuevamente no la había escuchado y encima había hecho justo lo contrario de lo que le había aconsejado Saito.

Deberían cambiarle el apodo “el genio ninja” por el de “el genio metepatas”, sí, ese le pegaba más.

Caminó hasta el mercado en busca del ‘novio’ de la comadreja, como esperaba estaba con su padre en la verdulería, el muchacho trató de huir al verle, pero Aoshi fue más rápido. Con una amabilidad impropia de él le pidió al hombre que le prestase a su hijo para hacer un pequeño encargo, y el hombre aceptó gustoso, siempre era un placer hacer negocios con el Aoiya.

Dirigió al muchacho hacia la comisaría sin mediar palabra con él, por su parte el más joven tampoco pronunció palabra, la adrenalina recorría su cuerpo y su garganta se había secado ante la posibilidad de ser futura comida para los peces.

Al verlos llegar Cho se hizo a un lado por lo que pudiese pasar. Aoshi abrió la puerta del despacho sin tan siquiera llamar, el lobo les recibió con más interés del habitual.

-Señor comisario, yo no he hecho nada malo- dijo alarmado el joven.

-Comisario…- arrastró cada sílaba saboreándola- suena bien…

El ninja empujó al muchacho hacia una de las sillas, no pudo frenarse a tiempo y acabó chocando contra el respaldo, Saito le miró divertido.

-Soy el inspector Fujita Goro. Siéntate cubo de hielo.

-¿Cubo de hielo?- preguntó curioso.

-Mudô Seichiro, tienes un expediente impecable- Saito ignoró la pregunta del joven- ¿a quién le importa eso? Veamos- sacó una copia del cuestionario que le había hecho días atrás al ninja y se lo dio al muchacho-. Contesta a eso.

El chico obedeció pese a no entender nada, sólo sabía que lo más prudente era no cabrear al policía no fuese a acabar en un calabozo ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿quién sabe? Cuantos menos riesgos tomase mejor. Tomó el pincel y contestó rápidamente a todas las preguntas, eran tan fáciles y a la vez desconcertantes ¿por qué le preguntaban cosas sobre Misao? Otro misterio para la colección. Nada más acabar le dio el papel a Saito completamente serio y aguardó paciente el veredicto, el lobo alzó una ceja, encendió un cigarrillo y rió ruidosamente.

-Retírate, cubo de hielo, no tienes nada que hacer contra él.

-“¿De qué va esto…?”

El ninja se limitó a negar con la cabeza aún más frío que de costumbre ¿retirarse? Antes muerto que se retiraba.

-Pobre cubo de hielo, esto te va a doler- sonrió de un modo siniestro inquietando a ambos jóvenes-. Ahora sí que vas a saber en que consiste ser hombre hecho y derecho.

En el Aoiya Misao caminaba arriba y abajo insistentemente por el patio, de vez en cuando se detenía y empezaba a morderse las uñas inquieta, y es que la actitud de su tutor la tenía extremadamente desconcertada. Desde la sala de descanso Shiro la observaba mientras le quitaban la engorrosa escayola del brazo y Omasu que estaba junto a él suspiró poniéndose en pie para detenerla antes de que hiciese un agujero en el suelo.

-¿Por qué estás tan inquieta?

-Omasu-chan… ¿puedo preguntarte algo?

-Adelante.

-El otro día en el Kikaku-ji Sei-chan le dijo a Aoshi-sama que íbamos a casarnos, y después vino aquí para pedirle mi mano a Jiya y a Aoshi-sama… pero sólo lo hizo por molestarle y… antes en el templo me ha dicho que si me casaba con él se marcharía y no volvería a verle más… ¿tú entiendes algo?- frunció el ceño poniendo las manos en su cintura- ¡Kami! Es que no le entiendo ¿por qué se va a ir? No soy su mascota ni nada así…

-Actúa como si estuviese celoso…

-Pero no lo está- contestó en un susurro.

-¿Por qué no le explicas que es todo un malentendido?

La comadreja la miró atormentada y se acuclilló en un gesto de lo más infantil.

-Es que no me escucha…

-Si no te escucha entonces grítale- sentenció la Oni-. Misao, que sea tu tutor no le da derecho a hacer contigo lo que le plazca. Y si quiere algo de ti que te lo diga claramente.

-Pero Aoshi-sama…

Lanzó un suspiro exasperada y se acuclilló junto a ella poniendo una mano sobre su cabeza.

-Pregúntale que quiere de ti o simplemente ignórale y haz lo que te de la gana.

-Hiko-san me dijo lo mismo…

-Amenázale con echarle del Aoiya- intervino Shiro con cara de dolor mientras movía su brazo entumecido-, ya te dijo Okina que si decidías echarle no tendría más remedio de irse.

-¡No puedo hacer eso!- abrió los ojos con espanto.

-Oye tonta, que decirlo no es lo mismo que hacerlo- farfulló molesto-. Mira, tu te acercas y le dices “¡Shinomori-san o me escucha o le echaré del Aoiya a patadas!”

Las dos Onis rodaron los ojos y a la vez barrieron sus piernas dejándole tirado en el suelo como un trapo.

Mientras el patio se sumía en el caos alguien invadía la habitación del ex-Okashira con un puñado de ropa interior de la más jovencita del Oniwabanshu en la mano, su anciana mirada brilló traviesa al tiempo que abría uno de los cajones del escritorio de Aoshi, aquel donde guardaba algunos cuadernos y los utensilios para escribir. Esta vez se aseguraría de que su antiguo jefe viese las maravillosas prendas que lucía su cerecita bañada en chocolate y que él se estaba perdiendo por estar todo el día en el templo.

Okina rió por lo bajo una vez realizada su fechoría y procedió a escabullirse hábilmente sin ser visto.

Continuará

Escrito el 24 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

Mensaje en una botella



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

MENSAJE EN UNA BOTELLA

Por Natsumi Niikura

El mar, el amplio y refrescante mar. Aquella playa inmensa le parecía mucho más grande estando solo. Llevaba dos semanas viajando en busca de uno de sus antiguos aliados, si había algo que odiaba aún más que las multitudes era el viajar solo, por contradictorio que eso fuese.

Se había decidido por tomar un pequeño descanso aprovecharía para reordenar sus ideas y planificar una nueva estrategia de rastreo, Japón era demasiado grande para recorrerlo entero en busca de una persona, tenía que ser más práctico. El asentamiento Oniwabanshu más cercano era el de Wakayama, y eso le quedaba a bastante distancia, podría ir hasta allí y mandar mensajes a todas las bases en busca de alguna pista, eso era lo más sensato.

Se tumbó en el arena y cerró los ojos tendría que haber aceptado que Misao le acompañase, echaba en falta la compañía de su protegida y su optimismo, ese que transformaba el peor de los días en una divertida anécdota.

Después de una corta cabezada involuntaria decidió volver a la pensión en la que se alojaba, descansar y prepararse para el largo recorrido que debería hacer. Al ponerse en pie vio brillar algo que se debatía en el rompeolas, parecía una botella de vidrio. Avanzó y la sacó del agua frunciendo el ceño.

—“Basura…”

Iba a lanzarla al punto de recogida de basura que había cerca pero se detuvo al ver un papel enrollado dentro. La abrió cuidadosamente y extrajo su contenido, desenrolló el papel cuidadosamente. Enarcó una ceja al reconocer la letra de su protegida, era muy dada a hacer ese tipo de cosas, y llevado por la curiosidad se puso a leer.

A quien recoja este mensaje:

Alguien me explicó una vez que el destino une a las personas, tal vez sea cierto, me gusta creer que así es…

Si es cierto tal vez seas el hombre de mi vida, si piensas que estoy loca y esto es una estupidez vuelve a tirarlo al agua jejeje.

Explicaré algo sobre mí: me llamo Makimachi Misao, tengo 17 años, aunque con la suerte que tengo seguro que cuando alguien encuentre esto ya habré cumplido los 90 o estaré a punto de morirme. Trabajo en un hostal-restaurante de Kyoto y aunque tengo que trabajar muchas horas no lo dejaría nunca, todos los trabajadores son como de mi familia, ellos me criaron. La persona a la que más admiro es mi tutor, él me ha enseñado casi todo lo que sé, nunca entenderé por que todos le tienen tanto miedo… bueno, es verdad que parece un ogro gruñón y que siempre está serio y prácticamente hay que amenazarle para que diga seis palabras juntas pero, es un gran hombre y muy bueno. Supongo que en este punto me toca ser sincera, siempre he estado enamorada de él, pero soy consciente de que es una tontería por que él nunca se va a fijar en mí en ese sentido, así que quiero olvidarle, ese es el motivo por el que me he decidido a enviar este mensaje.

El día 7 de cada mes estaré esperando en el templo zen al noreste de la ciudad, llevaré un lazo rojo, asegúrate de traer esta carta.

Atentamente Makimachi Misao.”

Dobló la carta y la guardó en un lugar seguro dentro de su gi, suspirando. Vaya idea más loca había tenido, podría haberla cogido un psicópata cualquiera, alguien con malas intenciones… mejor no seguir pensando en eso.

El transcurso del siguiente mes fue etéreo, o tal vez no le prestó la suficiente atención, esperó paciente a obtener respuesta de alguno de los asentamientos con alguna pista por mínima que esta fuese, finalmente obtuvo respuesta y el resto fue mucho más sencillo de lo que había esperado. En tiempo record dio con el hombre, le expuso la situación y entabló las negociaciones pertinentes. Logró su objetivo con sólo mencionar el nombre de la Okashira que al parecer contaba con una excelente reputación entre los antiguos y nuevos guerreros.

En cuanto hubo acabado su labor regresó hacia Kyoto, aquel era el único lugar donde quería volver, hizo las paradas estrictamente necesarias, todo por acortar al máximo las jornadas de viaje. Tomó todos los caminos de montaña absteniéndose de pasar por grandes ciudades y así evitar entretenerse con nimiedades. La única parada innecesaria que realizó fue para comprar un pequeño detalle a Misao y una caja de dulces para los demás principalmente por que lo que menos le apetecía era escuchar los lloriqueos y reproches de Okina.

Tras un mes al fin veía las puertas del Aoiya y allí también estaba su protegida barriendo la entrada mientras charlaba animadamente con unos clientes habituales, cuando se despidieron de ella él avanzó hasta llegar a su lado.

—¡Aoshi-sama! —lanzó la escoba y abrazó con fuerza a su tutor— ¿cómo le ha ido el viaje? ¿ha encontrado a ese hombre?

—Todo bien —rodeó sus hombros en un abrazo.

—¿Volverá a marcharse?

—En una semana, pero sólo serán dos días.

Acarició su pelo sin dejar de abrazarla hasta que Okina salió corriendo y él la soltó como si quemase.

—¡Se quema la cocina! —vociferó el anciano— ¡Anda Aoshi! ¿ya has vuelto?

—¿¡Cómo que se quema la cocina!? —gritó Misao.

—¿Qué? ¡Ah! ¡se me ha derramado aceite y ahora está ardiendo! —giró hacia el ninja con los ojos llenos de lágrimas— ¡Aoshi! ¡ayúdame a traer aquel bidón de agua!

—¿Es qué te has vuelto loco, Jiya? Trae una manta vieja.

—Pero cerecita…

La comadreja entró corriendo a la cocina sin preocuparse por escuchar lo que su abuelo le decía, el anciano se quedó en la puerta con un dedo alzado sin moverse un centímetro, Aoshi le miró alzando una ceja y en vista de que no iba a moverse durante un buen rato fue a buscar la manta que había pedido su protegida.

El incidente del fuego se resolvió sin más contratiempos, el viejo Okina tuvo que escuchar la reprimenda de todos los Onis por su imprudencia, su falta de atención y la idea loca de echarle agua al aceite ardiendo, un poco más y se quedan sin negocio.

Durante la cena se planteó el modo de hablarle sobre su carta de la botella pero pensó que lo más propio sería seguir las normas establecidas por el mensaje y esperar al día siete, ya era veintitrés de junio, solamente tendría que esperar catorce días, eso le daba la ventaja de ir más tranquilo a ese pequeño viaje de dos días sin preocuparse por la respuesta, positiva o negativa, que tuviese su protegida para él.

Así pues, mientras el resto limpiaban el restaurante se la llevó al patio y le entregó el pequeño paquete envuelto que ella recibió con una sonrisa.

—No tendría que haberse molestado —dijo mientras lo abría— ¡Kami! ¡Me encanta! Muchas gracias Aoshi-sama.

Sacó cuidadosamente el contenido del paquete unos guantes que sabía que su tutor se había tomado la molestia de modificar y transformar de unos normales a unos ideales para ser usados con el uniforme ninja.

—Necesitabas unos.

—Ah… sí, los otros se me rompieron —sonrió mientras se los probaba.

A su mente volvieron las palabras escritas por su protegida “…prácticamente hay que amenazarle para que diga seis palabras juntas…”, ya no tenía sentido tanto secretismo y menos con los suyos.

—Me van como… —se llevó un dedo a la barbilla y miró al cielo— diría que me van como un guante, pero son guantes, así que no sé si sería la mejor expresión para eso…

—Está bien —se frotó la nuca desviando su mirada al suelo—. Debería… ¿haber comprado otra cosa?

—¡No! —hizo un puchero— ¿por qué dice eso? Si me encanta, de verdad.

—Creo que no es muy adecuado para ti.

Misao rió y abrazó la cintura de su tutor que le correspondió con un gesto muy fraternal.

Los días pasaron a un ritmo vertiginoso, la cercanía de su viaje empezaba a incomodarle, no le apetecía volver a marcharse aunque afortunadamente sólo serían dos días. Lo peor sería la ausencia de su protegida.

En el Aoiya Misao ayudaba con los preparativos para el festival de Tanabata, organizar los menús especiales, agenciarse de un bambú pequeño que les cupiese en el restaurante, cortar los papelitos, disponer los pinceles y tinteros…

Mucho trabajo, pero adoraba esa fiesta, además era el día siete, quizás, con un poco de suerte, aparecería alguien que hubiese leído su nota. Si era así seguro que tendrían buena suerte por que Orihime y Hikoboshi ese año sí que se podrían encontrar. No es que ella creyese demasiado en el tema de “el amor de tu vida”, igual que no creía ser capaz de olvidar a Aoshi, para que mentirse a si misma… pero tenía que probarlo no podía seguir toda su vida persiguiendo a su tutor por si algún día le daba por fijarse en ella. Antes se convertiría en una viejecita arrugada que Aoshi la vería.

Con el ajetreo a penas tuvo tiempo para echar en falta a su tutor y cuando le vio entrar por la puerta con su imponente presencia se dio cuenta de que ya habían pasado los dos días que dijo que estaría fuera. Con él allí se preguntaba si podría escabullirse fácilmente para ir al templo, además no había pensado que el templo de su carta era el mismo al que Aoshi iba siempre a meditar. Le entraron unas ganas terribles de darse cabezazos contra una pared hasta perder la consciencia.

El exceso de trabajo, en el que incluso el ex-Okashira participaba, les hizo olvidar todas sus preocupaciones y para cuando quisieron darse cuenta ya era día siete.

Durante Tanabata la comadreja siempre se libraba de trabajar, daba igual si quería ayudar, ninguno de los Onis la dejaba hacerlo. Por su parte el ninja había desaparecido misteriosamente, nadie tenía ni la más remota idea de a donde había ido, ni siquiera había avisado, pero aquello era bastante típico en él.

Misao partió en dirección al templo vestida con una yukata verde pastel, un obi carmín y el lazo rojo del que hablaba en la carta, comprobó que Aoshi no estaba dentro, si hubiese estado allí le habría preguntado qué demonios hacía allí plantada como un árbol. Suspiró y se acomodó en los peldaños más bajos de la escalinata de piedra, al menos esperaría sentada.

Sacó un par de onigiri de su bentô y los devoró, esperar sola era muy aburrido, y cuando se aburría le daba hambre. Suspiró, paseo arriba y abajo, garabateó en el suelo con una ramita seca, se lió a puñetazos contra el aire, dio saltitos, chutó piedras… definitivamente ella no estaba hecha para esperar.

Aoshi la observaba divertido desde lo más alto de un árbol, consideró que ya la había hecho esperar lo suficiente, de seguir así iba a darse cabezazos contra las paredes del templo. Retrocedió unos metros para quedar fuera de su ángulo de visión y después avanzó para llegar a su encuentro. La comadreja al verlo sonrió y su rostro se iluminó.

—Aoshi-sama ¿qué hace aquí?

Se quedó con la mirada fija en ella, ese aspecto tan diferente al de siempre, con su yukata y el lazo rojo que recogía su larga melena en una coleta baja.

—Que pregunta tan tonta —rió—, ha venido a meditar ¿no?

—No. He encontrado esto.

Buscó dentro de su gi, extrajo un papel y se lo extendió para que lo viese claramente.

—Eso es… —enrojeció al reconocer su propia caligrafía.

Se sintió tentada de salir corriendo y esconderse debajo de la primera piedra que encontrase. Aoshi sujetó el papel con determinación y le dio la vuelta, Misao vio sorprendida que por la otra cara estaba la inconfundible letra de su tutor.

—¿Quiere que lo lea?

Asintió y ella tomó temerosa el papel entre sus manos, capaz de haber puesto “eres una idiota y una pervertida, Misao”.

Mi querida Misao,

Es una locura escribir algo así para alguien a quien no conoces y del que ni siquiera sabes si es una persona decente, la gente puede tener malas intenciones y pretender cosas que no serías capaz de imaginar. Aún y así debo reconocer que admiro tu valor, Misao.

Me gustaría creer en el destino del modo en que tú lo haces, aunque no soy capaz de hacerlo. Deseo creer que el destino es el responsable de que tus palabras hayan llegado a mis manos, por que de este modo podría justificar mis propios sentimientos por ti y convencerme de que no soy un depravado.

No soy bueno con las palabras, eso es algo que tú sabes mejor que nadie, pero nunca has necesitado de mis palabras para saber que pienso. Lo lamento, tendré que esforzarme más.

Si aún no es tarde y tus sentimientos no han cambiado ¿le darías una oportunidad a este hombre estúpido?

Te amo.

Shinomori Aoshi.”

Pasó su mirada estupefacta del papel al rostro de su tutor una docena de veces, si no fuese Aoshi el hombre que tenía delante juraría que esas palabras eran una broma, de muy mal gusto todo sea dicho, pero él no bromearía con eso, de hecho era tan serio que seguramente no había bromeado en su vida… pero… no, definitivamente tenía que ser una broma o algún tipo de escarmiento retorcido al más puro estilo shinobi del bakumatsu o algo así. Parpadeó un par de veces y volvió a leer las palabras de su tutor en busca de algún signo extraño que delatase la falsedad de esas letras, pero no encontró nada más que una leve variación en la caligrafía propia de un cambio de estado anímico.

—¡Kami di algo! —exclamó exasperado.

—¿Me está poniendo a prueba? —negó— ¿es algún tipo de broma que no…?

Selló sus labios con un beso impidiéndole continuar con sus preguntas, la sujetó con fuerza por la cintura.

—No estoy bromeando —la miró con intensidad— ¿me darás una oportunidad?

—¿Sólo quiere una? —sonrió divertida.

—¿Cuántas estás dispuesta a darme?

—Tantas como necesite, Aoshi-sama.

—Deja ya el ‘-sama’ y el usted.

Rozó sus labios con los de ella acariciando su espalda, le dio pequeños besos hasta que enredó los brazos alrededor de su cuello, momento en el que se fundieron en un apasionado beso hasta que sus cuerpos clamaron por un poco de oxígeno.

—Supongo que tendré que pedirle tu mano a Okina —arrugó la nariz con desagrado.

—No creo que te obligue a eso.

—Creo que no me dejará acercarme a ti en una temporada.

Se dejó besar y acariciar por el ninja aprovechando ella también para tocar y abrazar al hombre sus sueños.

—Tendré que esperar a que cumplas los noventa.

—¿Ah?

—Era… una broma, por tu mensaje.

—O-oh… creo que… tienes que practicar más.

Tomó su mano entrelazando sus dedos con los de ella y la llevó directa al festival dispuesto a escuchar los reproches o las desvariaciones del viejo Okina.

FIN

Escrito el 23 de junio de 2009

martes, 16 de junio de 2009

Evil Spirit: 01 El precio de una vida



El precio de una vida

El infierno, aquel lugar dominado por los demonios, una gran multitud se aplegaba en la gran plaza a las afueras del territorio. Aquel era un punto neurálgico, allí se llevaban a cabo las ejecuciones de todo tipo de seres, demonios, dioses, brujos, vampiros…

La turba exaltada gritaba exigiendo la ejecución de la niña enjaulada en la plazoleta central, los dioses rodeaban la jaula, sus rostros serios y crueles. La odiaban. Eso lo sabía.

El pánico que sentía al principio se desvaneció rápidamente, no supo comprender por que ahora estaba tan tranquila frente a lo que le vendría, como si todo aquello en realidad le estuviese ocurriendo a otra persona.

En su mente apareció un amplio prado de flores blancas, las más hermosas que había visto nunca. Lágrimas de luna, las llamaban, durante el día eran de un blanco mate en cambio de noche brillaban con intensidad y reflejaban los rayos de las seis lunas.

Adoraba ese lugar, siempre jugaba allí con su madre. Al estar en el área neutral de ambos territorios casi nunca había nadie, era el único espacio al aire libre en el que podían estar. Allí hacía collares y coronas de flores. Podían ser una familia sin necesidad de temer.

La apacibilidad del lugar desapareció con la llegada de la guardia sagrada, formaban parte de las fuerzas de seguridad de los dioses, todos sus miembros eran ángeles. Cuando los reconoció supo que todo había acabado.

Pisotearon las flores, destrozaron el campo y quemaron los adornos florales a pesar de las lágrimas de dolor y rabia que surcaban la cara de la niña.

Desde su pequeña prisión pudo ver a los hombres que la habían llevado a aquella situación. Algo más arriba en uno de los asientos de honor reconoció el impertérrito rostro de su padre y a sus dos hermanas, una de ellas satisfecha con lo que estaba a punto de ocurrirle y la otra horrorizada.

“¡Qué le corten la cabeza!” gritaba la muchedumbre allí reunida. La pequeña temblaba sin acabar de comprender que estaba ocurriendo, por qué todos querían que la matasen ¿qué había hecho que fuese tan terrible para que la condenasen a muerte?

—¡NO! —aulló una voz femenina.

El silencio se apoderó del lugar, ella reconoció al instante el dulce rostro de su madre humedecido por las lágrimas, sabía que no debería estar allí, su padre la había escondido para protegerla, sin embargo allí estaba.

—No le hagáis daño, sólo es una niña —aulló la mujer llorando— ¡No tenéis derecho a matarla!

—Idelfa, gracias por honrarnos con tu visita —una sonrisa siniestra se dibujo en el rostro del anciano que presidía aquella reunión— no querrás perderte lo que le vamos a hacer a esta aberración.

La mujer tembló y miró condescendiente al hombre al que amaba, el gran demonio abrió los ojos horrorizado sabiendo que significaba aquel gesto, quiso impedírselo pero sabía que eso sería inútil. Se apresuró a llegar a su lado, tomó sus frágiles manos con fuerza.

—Cuídala bien… —susurró.

—Lo haré —contestó con un hilo de voz.

—Lucifer… no te vengues —sonrió con lágrimas en los ojos— no servirá de nada.

—No te prometo nada —gruñó.

—Tonto…

Se fundieron en un corto pero significativo beso.

Antes de que pudiese reaccionar ella bajó y en pocos segundos se encontraba en el centro de la plaza liberando a la niña. La abrazó con fuerza y besó sus largos cabellos castaños.

—No es culpa tuya ¿entendido, Aki? — la consoló con su armoniosa voz.

—Mami… —gimoteó—. No quiero que te vayas.

—Tranquila, princesa —esbozó una cálida sonrisa—, todo irá bien.

Los cabellos dorados de la diosa centellearon al ponerse en pie. Sus ojos azules relampaguearon con rabia y puso una mueca sarcástica. Se encaró a su superior y esperó paciente su próximo movimiento.

El viejo extendió su decrépita mano hacia la frente de la mujer de cabellos dorados sonriendo con superioridad, murmuró algo en un tono apenas audible y un haz de luz azul envolvió el cuerpo de Idelfa.

En pocos segundos el cuerpo sin vida de la joven diosa se precipitaba al vacío, Lucifer se lanzó y la atrapó antes de que su cadáver desapareciese en el abismo. La apretó con fuerza contra su pecho y miró con odio y desprecio al viejo que le miraba satisfecho con una sonrisa desagradable.

—¿¡Has visto eso, monstruo!? —rió con crueldad— está muerta por tu culpa —se inclinó arqueando el cuerpo amenazadoramente junto a la jaula donde estuvo encerrada— ¡Tú la has matado! ¡ASESINA! ¡eres un monstruo horrible!

La pequeña gimoteó y se encogió aún más. La embargó una tremenda sensación de vértigo y todo se volvió oscuro.

A partir de ese día todo fue diferente, la frágil burbuja protectora donde su padre la había mantenido oculta y a salvo desapareció. Ya no pudo mantenerla más tiempo escondida y tuvo que dejarla salir al exterior donde todos la rechazarían, y aunque eso era lo que menos deseaba no le quedaba otra opción.

La dejó salir, su primer contacto con el mundo exterior fue cruel y contundente, insultos, golpes, pedradas, ataques mágicos…

Huyó al único lugar en el que se sentía segura, la playa de mar rojo y aspecto austero, la playa de las almas. Tenía la vaga esperanza de encontrar al joven brujo de ojos rojos, pero él nunca llegó.

Se tumbó en la arena húmeda enrojecida por el agua, sintiendo impasible como le golpeaba el gélido oleaje que entumecía su pequeño cuerpo.

¿Era una asesina? ¿era culpable? ¿merecía morir?

No lo comprendía. No sabía cual de sus acciones había desencadenado aquello, qué podría haber hecho que fuese tan terrible.

Se abandonó al dolor de su propio cuerpo y al pesar de su corazón. Cerró los ojos y deseó dormir eternamente.

Pasaron algunos minutos, tal vez horas, puede que incluso días, su cuerpo estaba helado y adormecido, lo único que notó fue una mano caliente y como alguien alzaba su liviano peso, quiso abrir sus ojos, batalló inútilmente contra la pesadez de sus párpados, quería ver quien se la llevaba.

Todo giró vertiginosamente en su cabeza y entonces la totalidad de sus sentidos se evaporaron y su consciencia se desvaneció.

Soñó que alguien le tendía la mano en mitad de un oscuro torbellino, el agua roja que tanto le fascinaba se tornó repentinamente amenazante y empezó a atemorizarle. Aquella mano, grande y cálida, extendida hacia ella le ofrecía la seguridad que necesitaba, alargó su pequeña mano y sujetó con fuerza aquella otra. Su salvador sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos.

Entonces le arrastró a la superficie.

Y la luz la cegó.

Tomó consciencia de que ya no soñaba, la luz que la cegaba era la de una infinidad de velas blancas y rojas que mantenían iluminada una pequeña habitación de madera. Entrecerró los ojos esperando a que se acostumbrasen a la claridad. Estaba cubierta por una gruesa manta de color crema con ribetes de un tono ocre apagado, las paredes vacías eran inquietantes, no había estanterías ni más muebles que la cama en la que estaba, vislumbró una pequeña ventana tapada por una fina cortina de ganchillo de un blanco inmaculado.

Lentamente empezó a tomar consciencia de que aquel lugar le era totalmente desconocido. Se incorporó sintiendo una fuerte punzada de dolor en todos sus músculos, doloridos por el tiempo que estuvo en el agua helada. Ignoró el leve mareo que azotaba su cuerpo y buscó algún indicio de quien pudiera ser el dueño de aquella habitación, pero no halló nada.

Se levantó y caminó hasta la ventana, apartó tímidamente la cortina sin estar muy segura de si debía hacerlo o no. Estaba en una planta baja, frente a sus ojos se extendía un frondoso bosque, el verde follaje se asemejaba al que sabía que caracterizaba a los bosques terrestres en la primavera, era hermoso, pero no conocía aquel sitio o, al menos, no lo recordaba. Escudriñó todo el paisaje que quedaba a su vista, al fondo, bastante lejos de donde ella se encontraba, vio una gran pared rocosa cuyo tono cobrizo destacaba sobre el verde vivo de los árboles. El cielo era de un azul intenso y las nubes adoptaban un tono grisáceo avisando de la próxima lluvia.

Aquello no era territorio de los demonios, de eso estaba segura.

Tambaleándose se dirigió a la puerta de madera maciza, tiró del pasador sin muchas esperanzas de que estuviese abierto, el leve chasquido del simple mecanismo anunció que era libre de salir. Recorrió el lugar con la vista, todo era de madera, aunque en aquella otra habitación, más grande, sí que había muebles, libros, estanterías… buscó de manera inconsciente la presencia de alguien, pero no vio nada.

Suspiró en parte aliviada, hasta que una voz penetrante a su lado la asustó.

—Veo que mi pequeña invitada se ha despertado.

Era un hombre alto, de piel blanca y pelo moreno largo recogido en una coleta baja, sus ojos de color miel enfocados sobre ella. Vestía una larga túnica blanca con un escudo de color azul celeste, identificó al instante aquella vestimenta, era un luz blanca, uno de los enemigos de los demonios. Se estremeció.

—Tranquila. Yo cuidaré de ti —le susurró el hombre.

—Quiero irme con mi papá…

—Pero tu papá ya no quiere saber nada más de ti —susurró con un tono pacífico y dulce—. Se ha creído las mentiras del líder espiritual de los dioses.

—¡No es verdad! —aulló la pequeña.

—Lo siento, es mejor que todos piensen que has muerto. Aquí estarás segura.

Ella alzó la vista negándose a creer las palabras del hombre.

—Me llamo Kashin Tzer, soy un general de las luces blancas.

—Quiero irme a casa…

—Lo lamento, pequeña —sonrió con ternura—, si te dejo volver te matarán.

—Mi papá no puede odiarme —sollozó— él no me mataría.

—El mundo es cruel —sujetó su pequeña manita—. Aquí estarás a salvo ¿de acuerdo?

Asintió pese a no estar completamente segura de si sus palabras eran ciertas o sólo era otro más de aquellos que ansiaban matarla. Pero ¿qué tenía? No tenía ni a donde volver. El vivo recuerdo de cómo la habían golpeado cuando caminaba otorgó la credibilidad necesaria a las palabras de Kashin.

¿Debía creer que su padre la odiaba? Necesitaría alguna prueba de ello para creerlo. ¿Y él? ¿él también la odiaría?

Los días y las semanas fueron pasando veladas, como vistas tras una cortina de gasa. La consciencia de que algo de todo aquello le estuviese ocurriendo a ella era nula. No se sentía protagonista de su propia vida, era como ver algo que le pasaba a otra persona sin que le prestases la debida atención.

La pequeña casa de madera se convirtió en su nuevo hogar, la mayor parte del tiempo lo pasaba sola, Kashin estaba casi siempre trabajando en el subterráneo al que ella tenía el acceso totalmente prohibido.

Aquellos meses que pasaron desde la desaparición de Aknan fueron especialmente complicados en la mansión de Lucifer. Por un lado el gran demonio había ordenado la búsqueda de la niña con la condición de que la entregasen viva y de una pieza, debido a ello la vigilancia férrea se debilitó notoriamente. Muchas eran las falsas informaciones al respecto del paradero de la pequeña, por ello empezó a organizar grupos de rastreo.

En el amplio salón Lucifer miraba por la ventana absorto en sus pensamientos, le acompañaban dos de sus hijas, Véronique, la más mayor, enfundada en un vestido de estilo victoriano rojo con adornos blancos, su largo cabello violeta caía en perfectos bucles enmarcando su rostro de muñeca de porcelana en el que brillaban sus ojos rojo rubí preocupados. Christin sonreía con crueldad, vestida con un pequeño corsé blanco y un ceñido pantalón de cuero negro, su pelo azul celeste caía desgarbado sobre sus hombros y sus ojos rosados se mostraban conformes con la situación actual. Su sonrisa se amplió.

—Gran señor —habló Christin—, deberíais abandonar la búsqueda.

—No considero que sea lo más prudente —contestó con tono violento Véronique—. Es nuestra hermana, una de los nuestros.

—Vamos, Véronique, no seas ridícula —se mofó—, esa cosa es la prueba de un momento de debilidad de nuestro padre… —apartó su cabellera azulada con un gesto altivo— es el estigma de la vergüenza de nuestra estirpe.

—¡Cómo osas…!

—¡Basta! —interrumpió Lucifer—. Callad las dos.

—Sí, señor —contestaron al unísono realizando una leve reverencia.

—Christin, retírate.

La mujer obedeció en contra de su voluntad, dejando a solas a su hermana mayor y su padre. Cuando la gran puerta de madera se cerró con un sordo chasquido Véronique suspiró con un deje de tristeza.

—¿Ha habido suerte con el rastreo?

—No, lo lamento, padre —susurró—. Me temo que no se encuentra en el infierno.

—Lleva a tus hombres a los territorios colindantes, ampliaremos el radio de búsqueda —contestó sin prestar demasiada atención.

—Si nos descubren en territorio enemigo tendremos que justificar nuestra presencia.

—De eso me encargaré yo mismo de ser necesario —gruñó.

—Por supuesto…

—Vér, hazme un favor —por primera vez se alejó de la ventana y la miró directamente— avisa a aquel brujo, quizás él sepa algo.

Véronique asintió y procedió a retirarse.

Lucifer suspiró en soledad.

—“¿Dónde estás? ¿Puedes oírme, Ak?”

Pero su pregunta telepática no obtuvo respuesta.

En Aidara, la esfera exterior donde vivían los brujos, el ajetreo por las maniobras de los aspirantes se había reducido hasta prácticamente desaparecer a pesar del retraso en la elección. Sin embargo no todo estaba tan tranquilo como parecía, se estaba fraguando una sangrienta guerra contra las brujas.

Escrito el 15 de junio de 2009

domingo, 14 de junio de 2009

Evil Spirit: Personajes



EN CONSTRUCCIÓN

Aknan: La hija menor de Lucifer, tachada de monstruo y aberración. De un modo infantil se deja arrastrar a un camino sin retorno, un lugar del que no puede huir sin poner en riesgo su vida y la de aquellos que la aprecian. Posee un poder demasiado grande como para controlarlo sola y eso influye en su relación con otras personas.

Próximamente imágenes de su infancia




Kerhfe: Un joven brujo aspirante a la guardia privada de Lucifer. Sueña con lograr que algún día la relación entre demonios y brujos sea como debería ser. Siente un gran aprecio por Aknan y por ello desea protegerla de todos.


Idelfa: Una joven diosa perteneciente al consejo supremo de los dioses. Posee poderes curativos y una gran destreza física. Es la madre de Aknan. Se enamora de Lucifer cuando le conoce en una reunión en plena disputa por uno de los territorios neutrales.