viernes, 15 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE… Con los viajes extraños II



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 12.- Con los viajes extraños II

Su viaje estaba siendo de lo más surrealista, todo aquello parecía sacado de la mente calenturienta de Okina. Tras un nutritivo desayuno y pensar qué podían hacer para pasar el día, la incombustible Morita Ibuki llegó dispuesta a torturarles un poco más.

-Muy buenos días- les dedicó una reverencia- hoy les llevaré al estanque de los deseos, es un lugar precioso, seguro que a la señorita le fascinará.

-¡Un estanque!- exclamó emocionada.

Si a Misao le hacía ilusión él no podía negarse, asintió a la suplica silenciosa de la comadreja y se pusieron en camino, aquel estanque estaba prácticamente a las afueras tuvieron que caminar durante más de una hora. Las dos muchachas no pararon de hablar durante todo el camino y aunque intentaron que participase en la conversación lo máximo que llegó a hacer fue asentir y decir algún “aa”, el rey de la fiesta, vamos.

Los ojos de la Okashira centellearon frente a aquel lugar, la palabra “fascinar” que había usado Ibuki se quedaba corta, de hecho habría que inventar un término nuevo sólo para ella. La ‘guía turística’ sonrió primera parte de la misión cumplida, ahora sólo faltaba la segunda que prometía ser todo un reto.

-Este lugar también tiene una leyenda detrás- los ninjas la miraron, Aoshi desesperado y Misao deseando que no fuese nada extraño- cuenta la leyenda que hay que besarse si se quiere tener un matrimonio feliz en el futuro, si no el matrimonio estará marcado por la infidelidad y la miseria- hizo un puchero para dar más énfasis a sus palabras.

¡Oh Kami! Eso ya era exagerado ¿qué sería lo siguiente? ¿”Tiene que acostarse con ella para tener futuro”? Miró a la Okashira, que ingenuidad… había vuelto a tragarse esa tontería, sopesó la situación con detenimiento ella quería una vida feliz y le amaba, él la amaba y se moría por besarla… no podía ser tan malo ¿no?

Con su mano levantó el rostro sonrojado de Misao, no iba a echarse atrás, se inclinó sobre ella.

-Cierra los ojos- susurró contra sus labios.

Obedeció a su tutor, su corazón latía tan rápido que parecía querer escapar. Rozó su mejilla con la punta de los dedos y la atrajo con suavidad juntando sus labios con los de ella. No era la primera vez que se besaban pero esa vez no era producto de una travesura de Misao, esa vez había tomado él la iniciativa, con algo de ayuda, por que así lo deseaba. El leve contacto pronto se le hizo insuficiente, acarició los labios de Misao con su lengua haciendo que los entreabriera y se adentró en la profundidades de esa boca que tanto deseaba explorándola con total dedicación, los delgados brazos de la ninja se enredaron en su cuello sin poder evitar ese gesto la pegó aún más a su cuerpo sintiendo que el deseo de poseerla le consumía con ferocidad, la falta de oxigeno le obligó a separarse de ella y con ello recapacito sobre su actitud y la dejó libre.

Ibuki se había alejado abrumada por el espectáculo, según le había dicho Saito lo más probable es que pasaran horas hasta que uno de los dos se decidiese y que cuando lo hicieran más que un beso parecería un choque accidental, eso la había dejado fuera de juego.

Cuando Aoshi la soltó sintió que sus piernas fallaban por lo que se dejó caer sobre el banco de piedra apartando la mirada tan roja que podría competir con un tomate. En el momento en que su cerebro volvió a funcionar cayó en la cuenta, le había besado para tener un matrimonio feliz con su amada Yuri, suspiró sintiendo que su cruel certeza le hacía trizas el corazón, al menos había cumplido uno de sus sueños, besar a su Aoshi-sama y de que manera, lástima de esa sensación de necesitar mucho más que ese beso.

Una vez recuperados de la ‘tradición’ buscaron a Ibuki, pero no había ni rastro de ella, así pues sin más que hacer por allí fueron a un pequeño restaurante a comer y después volvieron al hostal. Se bañaron, esa vez por separado, y después de la deliciosa cena se fueron a la habitación a descansar.

A Misao el futón le parecía repentinamente demasiado pequeño, tenía miedo de rozar a Aoshi y que aquella sensación de necesidad volviera a atraparla, pero él tenía un plan diferente, la apresó en un calido abrazo, cuando volvieran al Aoiya le iba a costar horrores conciliar el sueño sin tenerla a su lado.

-Aoshi-sama…

-Duerme, mi pequeña.

Fácil de decir, pero cómo podía dormir si lo único que deseaba era que volviera a besarla como en el estanque, que hiciera con ella lo que quisiera, lo que fuera pero que la quisiera. Los labios del ex-Okashira se posaron en su frente y aunque deseaba llegar más allá se contuvo imaginando que Okina estaba al lado, así no se le iría la mano, de estar allí realmente ahora mismo tendría un Tong far en el cuello.

Aquella noche Aoshi durmió profundamente, no dormía así desde que era un crío, sin soltar en ningún momento el cuerpecito de Misao, ella en cambio no pudo dormir pero ya que él dormía como un tronco aprovecho para abrazarle con fuerza, acariciar su espalda, su rostro y observarle maravillada toda la noche.

La mañana llegó, Misao dudó durante mucho rato que ropa ponerse, algo nada habitual en ella, dejó a una lado su cómodo hakama y se puso una yukata blanca con flores de cerezo. Cuando bajó empezó su nueva aventura, la aliada de Saito en aquel lugar no iba a tener piedad aunque Misao tuviera unas ojeras que le llegaban al suelo. Los llevó hasta el cauce de un riachuelo, sonrió nerviosa y les encomendó su misión.

-Hoy tendrán que buscar una nueva tablilla, pero esta vez deben ir de la mano, si se sueltan perderán la recompensa.

-¿Por qué siempre tenemos que hacer cosas así?

La pregunta inocente de Misao había dado en el clavo, él se preguntaba lo mismo aunque ya imaginaba de quien era la mano que movía los hilos, Saito Hajime el maldito lobo de Mibu. Ibuki les sonrió con inocencia como si no supiese de lo que hablaban, tenía que salir del paso sin ser descubierta.

-Son los designios de Buda, son nuestras tradiciones.

-Ya entiendo…- pronunció no muy convencida.

-Es ridículo- murmuró Aoshi sin darse cuenta.

Ella le miró con curiosidad, también le parecía raro todo aquello pero quería saber para que servían las tablillas que iban recogiendo, tendría que resignarse a no poder saciar su curiosidad. Por su parte Aoshi no iba a dejar que la comadreja se desilusionara, sabía que le encantaba hacer la cabra y esos juegos de buscar cosas, tenía el consuelo de que nadie en el Aoiya iba a enterarse de nada de eso, así que… ¿por qué no? Se adueñó de la mano de la ninja arrastrándola a la búsqueda de la tablilla perdida.

-Estate atenta.

-¡Sí!

No podía ser tan difícil encontrarla, no había arbustos y los árboles eran demasiado altos para que una persona normal trepara para esconder algo, lo que dejaba como escondites validos las piedras del lecho del riachuelo y las pequeñas áreas de hierba más altas. El ir de la mano y la yukata de Misao entorpecían sus movimientos a pesar de la agilidad de ambos, tenían que ir muy juntos y tanto roce empezaba a volverle loco.

¡Ahí estaba! La vio junto a la piedra más grande del riachuelo, había sido demasiado fácil y debió haberlo pensado antes de llevar a la ninja hasta allí, tendría que haber pensado en las geta, en lo complicado que era caminar por un terreno tan irregular con una yukata y sobre todo en el resbaladizo musgo, lastima que no hubiera pensado ¿resultado? Aoshi en el agua manteniendo en el aire el ligero peso de Misao evitando que se mojase.

-Lo siento mucho Aoshi-sama, tendría que haberme puesto el hakama.

-No te disculpes.

-Pero si no llevase la yukata no se habría…

-Agárrate no vayas a caerte.

Sin soltarse de la mano se abrazó al cuello de Aoshi que se levantó ágilmente del agua sujetándola de la cintura. La llevó hasta la orilla recogiendo la tablilla y con su ligera y preciada carga llegó hasta donde Ibuki les esperaba.

-¿Algo más?- preguntó con una frialdad mayor a la habitual.

-A-ah… n-no, nada ma-más…

Le había cabreado, caerse al riachuelo no le había gustado nada, aunque la comadreja se veía la mar de tranquila en brazos de aquel hombretón ella estaba muerta de miedo parecía dispuesto a hacer cualquier cosa. A pesar de los planes preparados para aquel día decidió dejarles pasar una jornada normal haciendo antes una parada en el hostal para que el ninja pudiera cambiarse la ropa empapada.

Una visita por el barrio comercial donde Misao se encargó de comprar regalos para todos los del Aoiya, Seichiro e incluso para Yuri, Saito y Chô, vaya que había pensado en todos. Se alejó disimuladamente para hacer una compra secreta, había visto algo ideal para su Aoshi-sama y claro no podía dejar que lo viera antes de tiempo. La sonrisa traviesa que tenía al volver delató que escondía algo, pero viniendo de ella seguro que era alguna cosa de la que no debía preocuparse.

Algunos de los trabajadores del hostal pasaron a recoger sus compras para llevárselas. El resto de la tarde los dejaron campar a sus anchas, por lo que Aoshi propuso volver a aquel riachuelo, alejado de tantísima gente, para relajarse y como no podía ser de otra manera accedió encantada. Se tumbaron en la hierba disfrutando de la paz y la tranquilidad de aquel pequeño momento de soledad.

La comadreja se inclinó ligeramente sobre él, mirándole directamente a los ojos.

-Aoshi-sama ¿se lo está pasando bien?

-Aa.

-¡Qué bien! Con tantas cosas extrañas creía que se enfadaría.

Retiró con delicadeza algunos de los mechones rebeldes de Misao y la dejó acomodarse en su pecho donde acabó durmiéndose. Acarició su mejilla con ternura, aquella muchachita tan fascinante, la combinación perfecta de madurez e inocencia, fuerza y fragilidad, independencia y necesidad de ser protegida. La quería tener siempre a su lado costase lo que costase.

Sonrió y sin poder remediarlo hizo una confesión que no llegaría a escuchar al estar dormida.

-Te amo mi pequeña Misao.

Mientras tanto en el barrio comercial de Kyoto Yuri paseaba sonriente buscando a su nuevo amigo.

-¡Nikaido-san! ¿Vienes a comprar verduras?

-En realidad iba al Aoiya pero ya que pasaba por aquí he venido a saludar.

-Jajaja hola pues Nikaido-san.

-Oye ¿quieres venir conmigo?- sonrió ampliamente- te invito a cenar.

-Lo siento, hoy no puedo, pero si quieres te invito mañana a tomar algo.

Acordaron encontrarse al día siguiente para continuar con su confabulación para juntar a los ninjas lentos.

Continuará

Notas de la autora:

Antes que nada, las tradiciones y lugares son totalmente inventados, no dispongo de mucha información sobre Tottori así que he improvisado totalmente pensando en las cosas que podrían gustarle a Misao y las cosas extrañas que podrían desesperar a Aoshi.

Escrito el 14 de marzo de 2009

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