domingo, 10 de mayo de 2009

Evil Spirit: Prólogo- Lluvia



EVIL SPIRIT

Por Natsumi Niikura

Prólogo- Lluvia

Frías gotas de cristal resbalando por su pálida piel, desde aquel día en que sus ojos opacados por el dolor se cruzaron con los de él cálidos y vivos que no podía hacer más que soñar con él.

Sí, a veces se sentía feliz, pero eso no era lo habitual. Su corazón remendado cientos de veces con el placebo de algunas palabras afectuosas pero vacías a la vez. Ella que era un monstruo por todos rechazada, sólo tratada con cariño en la intimidad por su padre, una de sus hermanas y uno de los hombres de confianza de su progenitor que la cuidaba con cariño…

El joven frente a ella sonrió con ternura a la pequeña de mirada melancólica y devastada por años de tortura.

-Mi nombre es Kerhfe- dijo al tiempo que se arrodillaba- dime, pequeña ¿cuál es tu nombre?

-Aknan…- pronunció en un susurro.

-Que nombre más bonito, ven conmigo, si te quedas bajo la lluvia te resfriarás.

-Da igual… quizás así me muera.

Alzó una ceja sorprendido y dolido al oír algo tan terrible viniendo de una niña tan pequeña, la tomó en brazos para llevarla a un pequeño refugio cercano a la costa. Encendió la pequeña chimenea que les proporcionaría el calor necesario para que sus cuerpos dejasen de temblar como si de hojas se tratase.

-¿Quieres comer o beber algo, Aknan?

Mas la pequeña no contestó, el joven de largo cabello verde y ojos rojos la miró con misericordia, sabía perfectamente quien era esa niñita. Aknan, la hija de Lucifer el líder de los demonios, aquella a la que todos denominaban monstruo y aberración, nacida de una relación amorosa con una diosa. Conocía algo de aquella historia pero no era suficiente.

Le gustaba aquella niña, tan dulce y vulnerable, no soportaba ver aquellos ojos tan tristes. En la pequeña cocina sonrió sacando unos pastelitos, sirvió dos vasos de zumo de piña para inmediatamente volver.

-¿Vas a envenenarme?

-¡Claro que no!- rió.

-Eres un brujo, si me matases ascenderías rápido y…- dio un pequeño sorbo al zumo- podrías aliarte con Belcebú o Asmodeo y derrocar a mi padre.

-Veo que eres muy lista, no te preocupes- tomó un par de toallas- no tengo intención de lastimarte.

-Entonces querrás que mi padre te contrate por haberme salvado.

Parpadeó incrédulo. Llevaba un año en el grupo de adiestramiento para ser parte de la guardia de Lucifer y le quedaban a penas tres semanas para graduarse y pasar las duras pruebas. Cualquiera pensaría lo mismo que esa niña, aunque evidentemente esa no era para nada su intención, ni se le había ocurrido.

-¡Oye! Que buena idea, así me ahorro las pruebas.

Aknan le miró indiferente devorando el pastelillo.

-No voy a hacer nada de eso. Te llevaré a casa cuando amaine la tormenta.

-¿Sí? Eres muy raro…

Kerfhe rió. Lo que explicaban por ahí sobre esa niña no se aproximaba lo más mínimo a la realidad, no era ningún monstruo, ni siquiera parecía peligrosa, todo lo contrario, le parecía muy tierna e inocente con una enorme necesidad de ser protegida y querida.

-Y dime ¿qué estabas haciendo tu sola en la playa de las almas?

-Me gusta, nadie se acerca- tomó de nuevo su zumo para beber- ya sabes… les inquieta que el agua sea roja.

Los grandes ojos púrpura de la niña enfocaron el fuego como rememorando algo, dio un hondo suspiro y se puso en pie.

-Si no vuelvo despedirán a Kanh y ya no podré ver más a Iserd.

-Te acompaño- dijo él poniéndose en pie también.

-Puedo transportarme, no hace falta…

-No importa, me quedaré más tranquilo si te acompaño.

La tomó de la mano y juntos se desmaterializaron, reapareciendo al instante en los extensos jardines de la residencia privada de Lucifer, los guardias que temían a la pequeña se apresuraran a eliminar la barrera mágica que protegía la mansión. El joven brujo pensó en retirarse pero ella agarró con fuerza su mano y lo arrastró al interior con paso firme y decidido.

Nunca había estado en aquel lugar y debía admitir que estaba realmente asombrado, el amplio recibidor con una exquisita alfombra las blancas paredes adornadas con fabulosas y tétricas obras pictóricas, el bosque de columnas de mármol y la gran escalera que llevaba a los aposentos de la familia. Sin lugar a dudas aquel era el rincón más elegante y fascinante de todo el infierno.

Una gran puerta de madera a su derecha se abrió dejando emerger la magnificente figura del rey de los demonios, entonces la pequeña le soltó y se lanzó a los brazos de su adorado padre que le correspondió el gesto con un impresionante cariño.

-Papi, me ha dado pastel y zumo- sonrió con amor.

-¿Has vuelto a escaparte?

-Dice que no quiere nada por salvarme, ni quiere aliarse con Belcebú o Asmodeo ¿a qué es raro?

-¿Cuál es tu nombre, muchacho?

-Kerhfe, señor.

-No esperes una recompensa por esto.

-Claro que no, señor, como ya le dije a la señorita esa nunca ha sido mi intención.

-Papi ¿puede Kerhfe quedarse a jugar?

-Estás castigada, jovencita- la bajó al suelo señalando la escalera, ella al entender el gesto subió cabizbaja- en cuanto a ti, no quiero verte por aquí a menos que trabajes para mi.

-Sí… señor.

El gran demonio chasqueó los dedos y dos guardias armados se acercaron a ellos para tomar al muchacho de los brazos y dirigirlo hacia la entrada. No opuso resistencia, dejó que le sacasen. Una vez estuvo nuevamente en el jardín echó una última ojeada a la mansión y finalmente volvió a su hogar.

Al día siguiente acudió a su adiestramiento como de costumbre, aquel no era un día diferente a los demás, les explicaban que hacer en caso de ataque, como prevenir posibles accidentes, aprendían conjuros mágicos de alto nivel. El encargado de adiestrarles, Jorel, era un anciano que había servido a Lucifer y ahora que se había retirado le habían nombrado líder de los brujos y gracias a su gran experiencia se encargaba del adiestramiento de las nuevas generaciones.

Durante el receso del mediodía los jóvenes brujos aspirantes a guardias personales de Lucifer, se dispersaron por el jardín para comer y redefinir sus estrategias. Kerfhe se dirigió a la pequeña área boscosa, esa era la zona más tranquila de aquel lugar. Dejó reposar su cabeza sobre el tronco de un gran árbol de rojas hojas, cerró sus ojos y vació su mente de toda preocupación. Algo crujió junto a él y abrió un ojo curioso viendo el pequeño cuerpo de Aknan cargando un paquete con una leve sonrisa. La pequeña extendió sus brazos entregándoselo.

-¿Para mi?- asintió- gracias.

-Lo he hecho yo.

-Va-vaya…

-¿Qué pasa? Está bueno- miró ofendida al joven- cocino muy bien.

-Perdona, perdona- rió.

-Tienes que prometerme una cosa- dijo la pequeña mirando al cielo- prométeme que lo conseguirás.

-Prometido- sonrió.

Mientras ellos charlaban el anciano Jorel los observaba sonriente. Él había acogido a Kerhfe después de que perdiese a su familia en una batalla contra las luces negras, y Aknan era su debilidad, adoraba a esa niñita a la que habían acusado de atrocidades sin límites cuando lo único de lo que alguien podría culparla era de confiar en todo el mundo. Pensó entonces que si el joven brujo lograba hacerse un hueco entre los hombres de confianza de Lucifer la vida de todos cambiaría a mejor.

Brujos y demonios beneficiándose mutuamente de su alianza, sí, así debería ser siempre.

CONTINUARÁ

Escrito originalmente en noviembre de 2006, reedición 9 de mayo de 2009

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