jueves, 21 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 16.- Acecho



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 16.- Acecho

Aoshi se dirigió al lugar del que le había hablado Okina, una casa en mitad de la montaña más allá del bosque de bambú, al otro lado del río, una casa oculta y alejada de cualquier camino pensada para mantener a salvo a sus habitantes, pero aquello fue lo que marcó la diferencia, en vez de haber sido el refugio perfecto se convirtió en una ratonera letal.

Mientras caminaba le parecía ver a Misao de pequeña correteando entre los árboles de la mano de aquella mujer que estaba presente en sus recuerdos, Ayame, la madre de Misao, era como si la realidad y sus recuerdos se entremezclaran creando una ilusión curiosa. Sentía que el aire le faltaba, como si aquel bosque le estuviera robando su propia vida. Vio el perfil de la casa dibujarse frente a sus ojos, el aire a su alrededor parecía pesar toneladas y sus piernas comenzaron a temblar, aquello era pánico, quizás algún recuerdo reprimido, quizás lo que le había explicado Okina…

Respiró hondo tratando de encontrar la calma, se llenó de valor y entró. Al instante se arrepintió de su decisión.

Las paredes, el suelo e incluso el techo salpicados de sangre, ahora ya seca tras años, todo lleno de cortes, armas aún clavadas por todos lados, trozos de tela manchados… sólo con ver aquel lugar podía hacerse una clara idea de lo que había ocurrido, incluso si el viejo no se lo hubiera explicado. Aquello había sido una masacre.

Se adentró más en el lugar, la cocina completamente destrozada, los shojis de las habitaciones rotos en mitad de corredor…

¿Hasta dónde había visto Misao? ¿Había presenciado todo aquello realmente?

-No tendría que haber venido aquí.

Al pobre Aoshi casi le da un infarto ante su inesperada compañera, tan asustado estaba que se giró con cara de completo terror a mirarle.

-Mi-Misao… me has dado un susto de muerte.

-¿Por qué está aquí?

-Eso debería preguntártelo yo a ti.

-Estaba muy extraño y le he seguido, me he preocupado…

La observó fijamente estaba pálida y temblaba como una hoja, daba la impresión de estar a punto de caer al suelo.

-Misao ¿estás bien?

-Si dijera que sí le estaría mintiendo- caminó hasta la habitación del fondo y se detuvo en el umbral- esta era mi habitación…

Aoshi entró en la habitación de al lado de la de Misao como si ese espacio le estuviera llamando, ella le siguió.

-He estado aquí antes.

-Sí, era su habitación.

-¿Mía?

-Cuando nos vinimos a vivir aquí usted solía venir a visitarnos así que mi madre convirtió este cuarto en una habitación para usted. Dígame ¿por qué ha venido hasta aquí?

-Por nada en concreto, mis pasos me han traído hasta aquí- optó por mentirle.

Misao se abrazó con fuerza a su espalda, en cualquier otra situación hubiera disfrutado con ese contacto pero en ese momento sintiéndola temblar de esa manera, de lo único que tenía ganas era de patearle la cabeza a alguien.

-Vámonos de aquí, por favor…

-Sí.

Eso era lo mejor, regresar a la ciudad y volver cuando se asegurara de que Misao no le siguiera, debería haber estado más atento. Quería preguntarle cientos de cosas pero ese no era el mejor momento para someterla a un interrogatorio. Caminaba despacio, muy despacio algo nada habitual ¿dónde había ido a parar toda aquella energía? Dejó actuar a su instinto que era lo único que aún tenía relación con el antiguo Aoshi, la tomó de la mano con fuerza y se acercó a su oído para susurrarle.

-No temas, yo cuidaré de ti.

La comadreja le sonrió agarrándose con fuerza al brazo de Aoshi, esa frase era la misma que le decía de pequeña y aunque odiase que la tomaran por una niña debía admitir que eso la había hecho sentir de fábula.

Al llegar al Aoiya se escabulló hábilmente para encerrarse en su habitación, según le dijo por que no quería preocupar a los demás con el mal aspecto que presentaba. Se quedó preocupado y aunque su deseo era permanecer junto a ella, le obligó a marcharse diciéndole que Saito quería que revisara la lista de su encargo y no le quedó más remedio que obedecerla.

Se encerró en su cuarto y sacó la nota del lobo, su nueva misión era comprar una joya para una mujer y debía acompañarle Takani Megumi… miró con fastidio la nota recordando que la había mantenido presa cuando estuvo con Takeda, a parte de que esa mujer debía odiarle por eso había que añadir el hecho de que tampoco había hablado con ella, no sabía muy bien como tratarla. Sacó fuerzas de a saber donde y bajó para encararla.

-Takani-san ¿puedo hablar con usted?

El Kenshingumi miraron cargados de curiosidad al ninja, la kitsune sonrió lujuriosamente, el hombre le venía que ni caído del cielo para poner celoso al lento de Sanosuke, además quizás podría aprovechar esa gran oportunidad que acababa de presentarse para iniciar su plan.

-Claro, claro- se apartaron un poco para quedar a solas- Tu dirás Shinomori.

-Necesito ayuda para comprar una joya, es para un encargo de Saito.

-Está bien- miró a Sanosuke- voy a avisarles de que saldremos a comprar.

El ninja asintió y esperó pacientemente a que volviera, sintió como una mirada cargada de odio se clavaba en él, alzó una ceja ante esa sensación tan desagradable y buscó al culpable. Se sorprendió al descubrir que la fuente de esa mirada cargada de rabia y celos era Sanosuke. La mujer volvió y él automáticamente alejó de su mente al castaño.

Salieron con rumbo al área comercial sin esperar más. La incomodidad del ambiente era evidente, Megumi aún se preguntaba si podía confiar en aquel hombre tan frío que en el pasado la mantuvo bajo vigilancia constante por orden de Takeda, cierto era que podría haberle hecho cualquier cosa pero nunca le puso la mano encima y también había evitado que Kanryu abusara de ella. Lo que más la inquietaba era no saber que pasaba por su mente, ese hombre era un gran misterio… y ahí estaba ella acompañándole a comprar una joya por encargo de Saito.

-Aoshi-san ¿sabes para quien es la joya?

-Para una mujer.

-Eso lo imaginaba pero… ¿qué tipo de mujer es?

-Es verdad…- rebuscó en su gi sacando la nota del lobo para entregársela a la mujer- no sé si aquí pondrá algo.

La kitsune cogió la nota con visible curiosidad y tras leerla se echó a reír captando la atención del ninja.

-¡Genial, genial! Creo que por una vez a ese desgraciado se le ha ocurrido algo bueno.

-…

Era un buen momento para poner en marcha su plan “Deshelar al cubo de hielo” fase uno “descubrir que piensa el hombre impasible”

-Es bonita ¿verdad?- el ninja la miró sin comprender- hablo de Misao, nuestra chiquilla se ha convertido en una jovencita hermosa.

-Ha crecido.

-Sí claro…- que respuesta más impersonal- debe tener muchos pretendientes.

-…- aquello había sido un golpe bajo- no lo sé, da igual cuantos tenga al final será ella quien decida con quien casarse.

Vaya, vaya con el ex-Okashira que bien esquivaba el tema el maldito.

-Pero tienes que conocerlo, eres su tutor así que tendrás que darle su mano, llevarla al altar...

-“Llevarla al altar… entregar su mano…”- un aura de derrota rodeo a Aoshi, no había pensado en eso- si es lo que quiere…

-¿Lo harías sin más?

-Esta es la joyería que decía Saito.

Zanjó el tema drásticamente y se apresuró a entrar, pero la mano de Megumi le detuvo.

-El dinero- exigió ella- lo compraré yo sola.

Bufó con desgana y le entrego el dinero, no paraban de dejarle tirado en la calle como un trasto viejo e inútil, la kitsune entró llena de felicidad a la joyería. Él mientras tanto se acercó al pequeño tenderete donde ofrecían té, estaba justo en frente así que en cuanto saliera la vería, se sentó en uno de los bancos e inmediatamente un hombre le sirvió un té de jazmín y unos castella, al parecer allí también le conocían por que era justo lo que iba a pedir.

Casi una hora después la mujer volvió con un paquete y una sonrisa de oreja a oreja y es que su compra era ideal para su destinataria, se sentó junto al ninja y tomó un té con él, trató de sacarle conversación pero falló estrepitosamente y es que seguía dándole vueltas a eso de entregar la mano de Misao y llevarla al altar, definitivamente no quería hacer eso.

Megumi se puso en pie presa del más absoluto aburrimiento por el silencio al que le sometía el ninja y comenzó a caminar de vuelta al Aoiya, al menos allí podía incordiar a las chicas o a Sanosuke, lo que fuera menos seguir con el voto de silencio obligatorio. Cuanto más conocía a ese hombre menos comprendía lo que Misao veía en él, bueno había que reconocer que estaba para comérselo y ese aire misterioso le daba un atractivo impresionante pero Kami… que soso llegaba a ser.

Megumi se quedó en el restaurante con sus amigos y el ninja continuó su camino hasta la comisaría, en la nota de Saito no ponía que debía hacer con la joya le preguntaría y así aprovecharía para ver si había descubierto algo más. Cho le recibió en la entrada y le llevó rápidamente hasta el despacho del lobo que fumaba en su mesa revisando unos documentos, al ver a Aoshi alzó una ceja y echó al escoba. El ninja se sentó frente a él y depositó el paquete sobre la mesa.

-Tu joya- dijo seriamente.

-Perfecto ¿te ha acompañado Takani?

-Sí, lo ha comprado ella.

-Estupendo, ninja amnésico- guardó el paquete en un cajón y sonrió sarcásticamente- imagino que has venido por algo más, así que tú dirás.

-¿Hay algo nuevo?

-Sí, pero no creo que me sirvas para despejar algunas dudas.

-Habla.

-Cómo quieras. ¿Quién es Shinomori Haruna?

-…- el ninja desvió su vista al suelo, el lobo iba a continuar pero entonces Aoshi habló- era mi madre. No es que me acuerde, Misao…- se calló de golpe, había prometido no hablar del libro- Misao me explicó algunas cosas.

-La comadreja empieza a ser muy útil, interesante. Tiraré de ese hilo y ya te diré el que, de momento iré a lo que sé seguro- dio una calada a su cigarro- la tal Rin ha estado en Nagasaki como os dijo y hasta ahí todo está muy bien y apuesto a que es una buena ninja- recogió una carpeta y se la ofreció al ninja- pero que sea una buena ninja no la convierte en una buena persona, me he puesto en contacto con el comisario de Nagasaki él me ha mandado este informe. Esa mujer es sospechosa de una docena de asesinatos sin resolver, en cierto modo no es algo extraño, pero lo raro es que en los cuerpos de las victimas habían escrito “Mitsuoka Ayame” con algún tipo de arma blanca ¿sabes quien es Mitsuoka Ayame?

Aoshi se quedó pensativo, la madre de Misao se llamaba Ayame, eso lo sabía seguro pero no conocía su apellido de soltera o bien si era ella la que pertenecía al clan Makimachi, así que no supo si sería una buena idea contárselo al lobo o no, este habló sacándole de sus cavilaciones.

-Dilo de una vez, lo que sea, puede ser útil.

-La madre de Misao se llamaba Ayame, pero no conozco su apellido.

-Pues encárgate de descubrirlo, vuelve cuando sepas algo- Aoshi asintió y se levantó para marcharse- y Shinomori… no la dejes sola, cuando la comadreja está deprimida es como un aviso del fin del mundo.

-Algún día tendrás que admitir que la aprecias.

El ex-Okashira salió dejando a Saito con la boca abierta. Sin más tiempo que perder volvió al Aoiya con la intención de interrogar al anciano, pero nuevamente le dio esquinazo. Se encerró en su cuarto y meditó un rato, pero en seguida se cansó, cogió el diario de Okashira y tras traducir cuatro palabras lo dejó, suspiró amargamente ¿qué estaba haciendo? El maldito viejo no paraba de esquivarle cuando más le necesitaba, podría preguntarle directamente a Misao pero no era el mejor momento…

Su vista se clavó en el suelo, se arrodilló en el centro de su habitación levantó el tatami y luego algunos tablones, sacó de allí el libro sobre su familia que Misao le había entregado, lo recolocó todo en su lugar y se puso a leer donde lo había dejado.

Según aquel libro sus padres mantenían una estrecha relación con la familia de Misao, pocos meses antes de que él naciera el Oniwabanshu pasaba por una pequeña crisis en la que sus filas se habían reducido, así que tomaron la decisión de educarle como a un soldado privándole de una infancia normal, nada de juegos, nada de amigos, nada de confiar en cosas sin sentido, tenía que ser como un adulto sin serlo, absoluta seriedad y una actitud extremadamente distante y calculadora. Shinomori Kento, su padre, murió en una batalla cuando él tenía dos años, su madre Shinomori Haruna, Nanakase era su apellido de soltera, murió cuando él tenía cinco años en una batalla para proteger el Oniwabanshu de Kyoto. Al quedar huérfano quedó bajo la tutela de… Makimachi Kazuya ¡el abuelo de Misao!

Demasiada información en poco tiempo y más aún teniendo en cuenta que era incapaz de relacionar los detalles con su vida, se decidió a dejar la lectura para el día siguiente, ya era de noche y tenía sueño, pero al final de la página vio un nombre “Mitsuoka Ayame”. Leyó inmediatamente lo que ponía sobre ella.

Mitsuoka Ayame actualmente es la encargada de la educación de Shinomori Aoshi, le adiestra en las disciplinas de Kendo y Kempo. El niño y ella han entablado una relación familiar, podría existir la posibilidad de una adopción en caso de que Makimachi Kazuya lo autorizase.

[…]

El asesinato de Makimachi Kazuya ha relegado la tutoría de Shinomori Aoshi a manos de Kashiwagi Nenji

[…]

A la edad de quince años Shinomori Aoshi pasa a ser el líder del clan Oniwabanshu.

[…]

Shinomori Aoshi es desde el día de hoy el tutor legal de Makimachi Misao, hija de Makimachi Kira y Makimachi Ayame.

Dejó de leer, allí no había más información sobre ella, así pues, la madre de Misao era la mujer cuyo nombre grababan en los cadáveres de Nagasaki, pero ¿por qué? Por la mañana buscaría respuestas o en su defecto más preguntas sin respuesta, lo que fuese, necesitaba aclarar todo aquello.

Guardó de nuevo el libro en su escondite, extendió su futón y se durmió mientras pensaba en lo que había leído.

La noche lo cubría todo, todos los habitantes del Aoiya dormían placidamente hasta que un grito de terror les despertó, era la voz de Misao. El primero en ir a su encuentro fue Aoshi que dormía al lado, abrió el shoji bruscamente y se quedó parado mientras el resto de los Onis llegaban a su encuentro y el Kenshingumi salía de sus habitaciones en la planta inferior. La Okashira no estaba allí, había desaparecido. Okina empezó a llorar desconsolado sobre el hombro de Okon y el resto le consolaban. El ex-Okashira les miró ¿es qué no sabían hacer nada útil? Podrían buscarla… ¡buscarla! Su instinto le hizo moverse hacia el armario y abrirlo. Allí estaba hecha un ovillo temblando.

-Misao…- se le encogió el corazón al verla así, se sentó junto a ella- Calma, sólo era una pesadilla.

-¡Angelito!

Okina avanzó hasta ellos pero se detuvo al ver que se asustaba más, ahora que se paraba a pensar, no la veía esconderse en el armario desde que era una niña y por aquel entonces la única persona que podía acercarse era Aoshi. Megumi que se había acercado hasta allí con el resto del Kenshingumi la observó desde el shoji con notoria preocupación, la comadreja tenía un ataque de pánico.

-Iré a por un tranquilizante…

-No será necesario, Megumi- el anciano salió sigilosamente de la habitación.

-¡Pero Okina-san…!

-Todos a dormir, ya está solucionado- la mujer iba a replicar pero no la dejó continuar- es mi nieta y sé muy bien que ahora estará bien, vuelve a dormir.

Tras unos minutos de confusión obedecieron al aciano aunque no entendían cómo podía quedarse tan tranquilo estando la comadreja visiblemente atemorizada.

En la habitación, ahora cerrada, Aoshi la había cogido en brazos y se había sentado frente a la ventana dejando que la pálida luz de la luna les iluminase, la sintió acomodarse entre sus brazos y abrazarle con fuerza.

-Aquel día, mi padre me dijo que me viniese al Aoiya, pero… no quería venir yo sola por que cuando lo hacía usted se enfadaba mucho conmigo… así que para que no me riñeran me escondí en el armario de mi habitación- alzó sus ojos para mirarle- me quedé dormida, cuando desperté era de noche oía las voces de varias personas, quise salir a ver quienes eran pero tropecé y el ruido les alertó… me asusté y volví a esconderme, pude ver que eran ninjas pero no eran del Oniwabanshu, eran del clan Araki…

-Los del otro día- ella asintió para continuar.

-Mi padre entró a la habitación, les dijo que se habría caído algo al suelo- respiró hondo tomando valor para continuar- entonces… desenvainaron sus armas y le atacaron, cuando vi que le herían salí corriendo del armario, quería ayudarle pero sólo conseguí empeorarlo todo, fue horrible… le asesinaron delante mío. Mi madre entró, me cogió de la mano y tratamos de huir, según corríamos ella me hacía de escudo, la hirieron, cuando llegamos fuera, me ordenó que huyera… sabía que no podría llegar muy lejos por que no era lo suficientemente rápida y por que llovía con intensidad… así que me subí al árbol más alto por que allí no me buscarían, incluso a usted le parecía imposible que supiera trepar.

Aoshi la escuchaba atento, era más o menos lo mismo que le había contado Okina pero sin los detalles macabros. Le acarició el pelo calmándola dándole fuerzas para continuar.

-No tardaron en darle caza, llegó una chica muy joven y mandó a los hombres a buscarme. Estuvo diciendo cosas que no comprendí muy bien, sobre que mi madre era una traidora, que tendría que haberse alejado de alguien, que por su culpa lo había perdido todo… la verdad que no sé a que se refería, pero mi madre parecía muy apenada por ello. La torturó durante horas. Lo único que recuerdo de aquella asesina es que no era del clan Araki pero si era una ninja, empuñaba un tantô lacado en rojo ¿sabe? Hasta esta noche pensé que era roja por la sangre… pero tras la pesadilla lo he visto claro, antes de herir a mi madre la vaina y la empuñadura ya eran rojas. Cuando se cansaron de buscarme se marcharon, comprobé que estaban muertos y entonces salí corriendo hasta que les encontré.

-Eres muy valiente, Misao.

-Mentira, no lo soy, pero gracias- le sonrió- Ya me siento mucho mejor.

-¿Quieres que te traiga algo?

-No… ¿puede quedarse conmigo hasta que me duerma?

La dejó delicadamente en su futón, la arropó y se sentó a su lado sosteniendo su mano, no tardó mucho en dormirse, aún inquieta pero con el paso de las horas se fue relajando. Unos leves toques en el shoji se dejaron oír, se levantó para abrir y así evitar despertarla.

-Omasu-san ¿Ha ocurrido algo?

-Disculpe, es que me he quedado preocupada y…

-Ahora está mejor, duerme.

-Gracias por cuidar de ella- la Oni le sonrió.

-¿Le pasa a menudo?- dijo cerrando la puerta a sus espaldas.

-Bueno… a veces tiene pesadillas, pero es la primera vez que la oigo chillar de esa manera desde hace años… menos mal que usted siempre sabe como cuidar de ella y sobre todo donde encontrarla, nos hubiéramos vuelto locos antes de dar con ella, créame.

-¿Ah si?

-Pues sí… usted siempre da con ella, lo mismo pasa con ella, es capaz de encontrarle donde quiera que sea ¿sabe? El día de su accidente nos avisó a todos de que algo malo le había ocurrido, es increíble ese instinto, tienen una relación muy fuerte. Vamos a empezar con los desayunos, le subiré algo para comer ¿le apetece?

-Sí, gracias.

La kunoichi se alejó por el corredor y él regresó junto a Misao que continuaba durmiendo. Sonrió al pensar en las palabras de Omasu, aquella joven se preocupaba mucho por la Okashira era evidente que las dos mujeres tenían una relación muy familiar, como de hermanas.

Finalmente la comadreja despertó a las 12 de la mañana, justo para la hora de comer, y aunque aquel día tenía turno en el restaurante Kaoru la cubrió. Bostezó y se estiró sin reparar en la persona junto a ella.

-Buenos días, dormilona.

-¡Aoshi-sama!- se incorporó bruscamente- ¿se ha quedado conmigo toda la noche?

-Aa.

-Muchas gracias por cuidar de mí.

Abrazó a Aoshi a modo de agradecimiento, fue a besarle en la mejilla como era habitual pero entonces pensó en lo que le había dicho Megumi ¿por qué no aprovechar? Al fin y al cabo él la había besado en varias ocasiones… ¡qué diablos! Le encantaban los labios de ese hombre, así que sin pensárselo dos veces juntó sus labios con los de él en un breve contacto y se marchó al baño llena de energía y de un humor excelente. Y por su parte el ninja que se había asombrado por el gesto tan repentino lo único que hizo fue sonreír en aquella habitación ahora vacía.

Continuará

Escrito el 16 de febrero de 2009

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