domingo, 3 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE… porque hay que asumir que lo sientes



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

La historia es Aoshi x Misao

Advertencia: al principio del capítulo hay algo de lime.

EL AMOR DUELE…

By Natsumi Niikura

Cap 1.- porque hay que asumir que lo sientes

Aoshi leía en su habitación, era un día lluvioso, el sonido de la lluvia le relajaba era como una melodía mágica y maravillosa que se llevaba las preocupaciones y le purificaba el alma, ese sonido le recordaba a Misao. Afinó el oído para escuchar las voces veladas de dos personas en la habitación de al lado. Se levantó para comprobar a quienes pertenecían las voces, esa era la habitación de la Okashira y ella no estaba allí, tenía una reunión con Saito.

Abrió un poco el shoji lo justo para ver el interior, había dos personas allí, una era una mujer de cabello largo azabache recogido en una… ¿trenza? ¡Era Misao! ¡Y estaba besándose con un hombre!... Saito…

-Mi deliciosa presa- las manos del lobo se deslizaron por la espalda de la chica para desatar su obi- voy a devorarte enterita- entreabrió el gi femenino para deslizar sus manos por la piel oculta.

-Hajime-kun… te amo…- los dedos de Misao acariciaban el marcado rostro de Saito con delicadeza.

-Mira, tenemos compañía- Saito acabó de retirar el gi de la ninja.

-Aoshi-sama ¿nos espía?- le sonrió alegremente.

El ninja no podía creer lo que veían sus ojos, su niña y ese hombre despreciable juntos y encima en una actitud poco apropiada, como si él no estuviera. Quería contestar, gritarles… pero las palabras se negaban a salir de sus labios, estaba horrorizado.

-Querida, él siempre te está mirando- desató las vendas que cubrían el pecho femenino dejándolas deslizarse hasta su regazo- ¿no te habías dado cuenta?

-Él me mira, sí, pero no me ve- arqueó la espalda gimiendo debido a las caricias del lobo.

-¿Ya no le amas?

-No iba a esperarle eternamente, me he cansado de él, además es tan soso… hasta un cadáver es más animado que él.

-¿No te da pena?

La chica rió a modo de respuesta y Saito continuó con sus caricias.

Las palabras de su protegida le infligieron la peor de las heridas que había sufrido nunca, la herida más profunda y dolorosa, ella que siempre le había querido y admirado, que siempre le había dedicado palabras amables y un apoyo infinito, ella que le amaba…

-Aoshi-sama…

El Oni abrió los ojos incorporándose bruscamente, tanto que asustó a la chica, estaba en… ¿el templo?

-¿Se encuentra bien? Se ha dormido mientras meditaba.

La miró como si no fuera de este mundo, acababa de tener una pesadilla horrible. Su Misao nunca podría enamorarse de ese tipo despreciable ¿verdad que no? Por favor… todo menos eso, ese sería el más cruel de los castigos por sus pecados pasados.

-¿Y la reunión con Saito?

-Ni me hable… ese lobo piojoso me ha tenido tres horas esperando en su despacho, para mandarme al cabeza escoba con un papel sucio y arrugado que ponía “Vete a tu casa, niña”- apretó sus puños con fuerza- ¡Qué rabia, qué rabia, qué rabia! Le estrangularía.

Todo estaba bien, la chica seguía odiando al lobo de Mibu, sonrió para sus adentros, pero continuaba inquieto por ese sueño.

-Misao, la próxima vez iré contigo.

-No hace falta que se moleste, puedo apañármelas sola- sonrió por su amable ofrecimiento.

-Igualmente iré.

Después de ese sueño no iba a dejarla a solas con el lobo ni muerto.

-Gracias. Aoshi-sama, está pálido ¿se encuentra bien?

-Aa- el Oni se puso en pie- estaré en el bosque si me necesitas.

-Recuerde que hoy vamos todos a la feria, no se asuste si vuelve y no nos encuentra. Nos vemos esta noche.

La comadreja echó a correr pasando por el lado de Aoshi, él extendió su mano para rozar el larguísimo cabello de la Okashira mas ella no se percató y él, no comprendía porque lo había hecho.

Su plan era pasear un poco para distraerse, pero era mejor entrenar, así descargaría toda esa rabia que había en su interior. Recogió sus kodachi del rincón de la sala donde las había dejado al llegar, no era habitual que las llevara no obstante, ese día lo había hecho. Se apresuró a salir del templo caminando rápidamente hasta el recoveco del bosque donde siempre entrenaba, era su lugar preferido, rodeado de bambú con el sonido del agua de fondo, allí podía relajarse y centrarse por completo en sus ejercicios.

Mientras luchaba contra su enemigo invisible no podía parar de pensar en su sueño ¿él la miraba siempre y no la veía? La observaba vigilando por ella para mantenerla a salvo ¿pero no la veía? ¿Cómo no iba a verla? ¿Cómo demonios no iba a verla? Que grandísima estupidez, él la veía, veía a su Misao, a su pequeña Misao, siempre sonriente y despreocupada ¿qué más debía ver? ¿Por qué había dicho esas palabras sobre él? ¿Le consideraba soso? Él no era ningún soso, era poco hablador, pero las palabras están sobrevaloradas, las cosas se demuestran con acciones no con palabras… las palabras se las lleva el viento… además ¿por qué con Saito? Él siempre la trataba con desprecio y ella le odiaba. Eso no pasaría jamás, él no lo permitiría, si era necesario la encerraría en su habitación de por vida.

Las cañas de bambú caían a su alrededor cortadas limpiamente, todo aquel bosque era testigo de la rabia, la frustración y ¿los celos? del ex-Okashira. Misao era como su hermana pequeña ¿cómo iba a estar celoso? No, claro que no lo estaba, sólo estaba preocupado, nada más que eso. El cubo de hielo había perdido la cordura, debatiendo interiormente cientos de miles de teorías como si en vez de un sueño fuese una realidad confirmada. Suspiró al darse cuenta de lo ridículo que resultaba todo aquello ¿por qué le estaba dando tanta importancia a un sueño estúpido?

Intensificó sus ataques imaginando a Saito como blanco, como lo estaba disfrutando, ojala fuese el Saito auténtico en vez de un bosque de bambú. Su diversión menguó al notar una fuerte punzada en su muslo izquierdo, una esquirla de bambú se le había clavado, afortunadamente no había tocado ningún vaso importante, pero tenía que extraer todas las astillas o la herida se infectaría. Llevaba horas allí y con esa herida no era prudente continuar entrenando, al fin y al cabo sólo se estaba descargando, no estaba en mitad de una batalla a vida o muerte.

Se encaminó calmadamente hacia el Aoiya, imaginaba que ya haría rato que todos habrían salido, por lo que allí no habría nadie. Estaba agotado después de entrenar durante cuatro horas, todo ese ejercicio no le había ayudado a relajarse lo más mínimo, la imagen de Misao en los brazos de Saito seguía golpeándole, sentía una rabia incontrolable, deseaba eliminar al lobo de la faz de la tierra.

Aprovecharía que no había nadie para tomar un largo y relajante baño, seguro que eso le iría bien. Abrió el shoji del baño, la estancia estaba llena de vapor pero no le dio importancia, seguramente Misao se lo había dejado preparado para cuando volviera como hacía siempre, no obstante, aquello no estaba previsto… repentinamente una figura femenina se puso en pie dentro de la tina alarmada por su presencia buscando algo con que taparse.

-¿¡Quién…!? ¡AOSHI-SAMA!- Misao se sumergió bruscamente en el agua avergonzada- ¿Qué… qué hace aquí?

No contestó, retrocedió hasta salir del baño completamente maravillado por lo que acababa de ver, por unos segundos le había parecido tener frente a él a un ángel. Su Misao ya no era una niña… ¡Oh Kami! Su shinobi no hacía justicia a su figura, la sinuosa silueta de su cuerpo que le invitaba recorrerlo con sus manos como si de una obra de arte se tratase.

-Lo siento, creía que tú tampoco estabas. Cuando acabes avísame.

Trató de sonar calmado como siempre, pero no lo consiguió, al parecer la chica estaba demasiado avergonzada para haberlo notado. Miró a todos lados para comprobar que estaba completamente solo. Estaba completamente sonrojado y cierta parte de su cuerpo había decidido tomar vida propia… Se sentó en el suelo, exhausto, tratando de volver a la normalidad.

El shoji se deslizó, Aoshi vio los piececitos desnudos de Misao pararse junto a él, sus rodillas se apoyaron en el suelo, su cuerpo a penas cubierto por una toalla, su larguísimo cabello azabache cayendo por su espalda y sus hombros, sus brillantes y profundos ojos, sus mejillas completamente sonrojadas, sus manos menudas y suaves aproximándose a él, su blanca y pura piel...

-Está herido…

Las manos de Misao se posaron en su muslo comprobando el estado de la herida, apartando delicadamente la tela de la yukata de su pierna. Sus movimientos le provocaban un extraño cosquilleo, un sentimiento ardiente, deseo… ¿pasión?

-No parece grave, cuando acabe de bañarse le curaré- sonrió dulcemente retirando sus manos de la pierna de su tutor.

-Gracias…- acarició con su grande mano el rostro de la Okashira- Misao…

-¡No es nada!- alzó sus brazos triunfante- ¡Para eso estoy aquí!

El ex-Okashira observó atento todos sus gráciles movimientos, era tremendamente expresiva y sus gestos siempre le daban más énfasis, esa era una de las cosas que más le fascinaban de ella. La chica se marchó hacia su habitación atropelladamente, dejando a Aoshi en el suelo fascinado por las sensaciones que había despertado en él, solamente había una explicación…

-La amo…- susurró en el corredor desierto.

Sus palabras rebotaron en su mente. Ahora que lo sabía no iba a entregársela a nadie, Misao era suya, suya y de nadie más. Debía encontrar el modo de conseguirla para siempre, porque no estaba dispuesto a perderla y quedarse solo.

Continuará

Escrito el 28 de diciembre de 2008

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