viernes, 22 de mayo de 2009

LOBOS Capítulo 02.- Libertad y honor



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

LOBOS

Capítulo 02.- Libertad y honor

Llevaban una semana viviendo juntos y no sabía mucho sobre ella, era habladora pero no daba información sobre si misma, sólo se interesaba por sus gustos personales y eso hasta cierto punto era preocupante ¿a qué tanto interés?

Okita entró en su despacho con una sonrisa resplandeciente y un dossier en sus manos, se sentó frente a él jugueteando con los papeles con una risita traviesa.

-¿Qué?- alzó una ceja Saito.

-¿Te nos has enamorado Hajime-san?- sonrió nervioso.

-¿Tengo pinta de ir por ahí enamorándome como un idiota?

-Bueno, hasta ahora no habías hecho investigar a ninguna mujer- alargó el informe para que él lo cogiera- Kurosaki-san me ha dado esto para ti.

-Es mi criada.

-¿Tienes una criada de clase alta?

-Mmm…- ojeó el informe y sonrió sarcásticamente- así que era eso…

-Hajime-san ¿qué pasa?

-Nada. Cámbiame el turno de esta noche, tengo algo importante que hacer.

-Claro no hay problema pero Hajime-san…

Antes de que pudiera acabar de hablar salió del lugar con un destino claro, su casa. Sabía que la había visto antes y ahora todo estaba claro. El encuentro casual podría no haber sido tan casual al fin y al cabo.

Diez años atrás había hecho unos trabajillos en Aizu y allí se había topado con unos gamberros que molestaban a una niña de ojos verdes, tras acabar con ellos llegaron sus criados muy preocupados por la seguridad de la hija pequeña del daimyô Takagi, y ahora la misma chiquilla de ojos verdes estaba en su casa.

Entró ruidosamente asustando a la mujer que corrió a ver quien entraba de ese modo.

-Saito-san…

-¡Calla! Prepárame la comida y ponte a limpiar todo esto ¿qué demonios has hecho durante todo el día? Está todo que da asco.

-He estado comprando- le miró extrañada por ese modo de hablarle- Mire he encontrado una pastelería donde venden dulces muy baratos y además están deliciosos.

Le entregó una cajita perfectamente envuelta con los dulces dentro, la miró con malicia y dejó caer la caja al suelo.

-Uy, se ha caído.

-…- le empujó molesta- ¿por qué ha hecho eso?

-¿Estás enfadada?

-¡Claro que lo estoy! ¿Por qué lo ha hecho?

-Pensé que así te resultaría más fácil asesinarme.

-¿Có-cómo dice?- tragó saliva nerviosa- está confundido…

-Takagi Tokyo, hija del daimyô Takagi Kojuro de Aizu asesinado hace un año. Dime… ¿qué te han ofrecido a cambio de asesinarme?

-Si le asesinara podría recuperar el honor de mi familia y mi vida volvería a pertenecerme…

Desenvainó su katana y la puso en las manos de la joven que le miró extrañada por esa acción, se sentó dándole la espalda.

-Muy bien, haz lo que tengas que hacer.

Apretó con fuerza la tsuka de la katana, respiró hondo y la dejó a un lado. Caminó hasta donde estaba sentado y apretando con fuerza su puño lo estrelló contra su cabeza.

-¡IDIOTA! ¿¡Cree que voy a matarle por que usted lo diga!?

-¿Entonces qué quieres?- preguntó frotando su dolorida cabeza.

-¡No tenía ninguna intención de matarle, hombre psicópata!- se sentó junto a él- pensé que si me quedaba aquí…

-Creíste que yo te libraría de esos tipos- ella asintió y él suspiró- mañana irás a verles, te seguiré discretamente y ya veremos que hacer.

-Creía que me mataría, pero en cambio me dejó vivir aquí…

-Eso tiene solución, estoy a tiempo de echarte o matarte- empujó su hombro con fuerza haciendo que acabara tirada en el suelo- deja de lamentarte, me sacas de quicio.

-Saito-san…- le abrazó con los ojos llenos de lágrimas- ¿qué puedo hacer para agradecérselo?

-Acércame uno de esos pastelillos Takagi Tokyo.

-¿Ah? Sí…- recogió la caja y la miró horrorizada- ¡Pero si los ha destrozado… ANIMAL!

-Da igual- cogió un pedazo y lo probó- tenías razón están buenos. Oye… ¿no los habrás envenenado?

-¡Ah! ¡Qué ya le he dicho que no quiero matarle!- exclamó pegándole.

El lobo rió divertido, aquella mujer era fascinante, le contradecía y retaba, algo que no se atrevían a hacer ni sus compañeros, tenía más agallas que muchos de los más poderosos guerreros de Japón.

-Tokyo-san, tutéame.

-Saito-san…

-Basta de tonterías, si sigues comportándote como una niña tonta y usando ese tono lastimero te echaré a la calle.

-¡Eres un monstruo sin corazón!

-Qué esperabas de alguien cuyo trabajo es matar a otros.

Tokyo le abrazó y él no rechazó el contacto, pasó uno de sus brazos por los hombros femeninos y permanecieron así durante largo rato en silencio.

-Oye, mi oferta sigue en pie, puedes quedarte a cambio de comida.

-Gracias, prometo que me daré prisa en encontrar un buen lugar.

-No hay prisa.

-De todas maneras no quiero abusar de tu hospitalidad- le sonrió con dulzura- ¿tienes que marcharte de nuevo?- él negó- ¿preparo el baño?

-Si que te ha durado poco el enfado, eres una joven muy extraña.

-¿Sabes qué?- se levantó bruscamente- ¡Te preparas el baño tu solo! ¡Antipático!

Alzó una ceja observando a la mujer adentrarse en la cocina seguro que la habían educado los animales del bosque por que vaya carácter ¿dónde quedaba la educación tradicional para las damas de clase alta? eso sin contar con esa manía de tratarle con tan poco respeto ¡joder! Era del Shinsengumi merecía más respeto, además le había dado un techo bajo el que dormir. En fin, tampoco estaba tan mal todo aquello, al menos podía divertirse.

Tokyo cumplió su amenaza de no prepararle el baño, así que tuvo que hacerlo él mismo y para colmo se le adelantó ella por lo que tuvo que esperar casi una hora para bañarse. Durante la cena lo máximo que hizo fue murmurar cosas extrañas e ignorarle, esa vez la había cabreado de verdad.

A la hora de dormir a diferencia de lo que había creído no extendió los dos futones como venía haciendo los días anteriores, sólo extendió el futón que siempre ocupaba él. Al rato de haberse acostado se sorprendió al sentirla abrazada su espalda pero no se quejó.

Los primeros rayos de sol iluminaron la estancia, abrió sus ojos ámbar pesadamente, los brazos femeninos seguían enredados en su cintura no le había soltado en toda la noche, quizás estuviera asustada. Se liberó con suavidad de su abrazo para no despertarla y se marchó a bañarse antes de desayunar.

Tenía mucho en lo que pensar antes de intervenir en los problemas de esa mujer, las normas del Shinsengumi se mostraban contrarias a meterse en los líos de la gente ajena a su grupo o luchar por rencillas personales, pero no podía dejarlo pasar, si llegaban a descubrirle tenía que trazar un buen plan para no acabar haciéndose el seppuku. Siempre podía decir que les habían atacado a su criada y a él aunque no fuese verdad, en caso de que hubiera miradas indiscretas ya se encargaría de amenazarles para que no hablasen.

No alcanzaba a comprender por qué demonios se estaba metiendo en semejante jaleo sólo por una chiquilla a la que a duras penas conocía, no existía ningún vinculo entre ellos, no eran familia, ni pareja, ni amigos, ni compañeros, ni nada… ni siquiera estaban en el mismo bando político, visto así eso podía ser una única cosa, Okita le había contagiado la estupidez y el sentimentalismo.

Se oyeron unos suaves toquecitos en el shoji ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? El agua empezaba a quedarse fría.

-Saito-san, el desayuno se enfría…

-Ya voy.

Se puso en pie en la tina y salió despacio para secarse y vestirse. Regresó a la habitación/salón, el desayuno estaba sobre la mesita y ella sentada esperándole. Le regaló una sonrisa al verlo sentarse.

Durante largo rato ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra, ni siquiera cuando sus manos se encontraron al tratar de coger la salsa de soja. Finalmente fue ella quien rompió el molesto silencio.

-¿Te apetece soba para comer?

-No vendré a comer, tal vez no vuelva hasta mañana.

-Ah…- murmuró decepcionada- entonces lo podemos dejar para mañana, Saito-san.

-Hajime.

-¿Cómo?

-Llámame Hajime- engulló el resto de su desayuno- vístete cuando acabes, vamos a ver a tus “amigos”.

-¡En seguida estaré lista!

Se arregló a toda velocidad, aunque estaba muy nerviosa por lo que pudiera ocurrirles la verdad era que estaba emocionada al saber que de un modo u otro aquella pesadilla acabaría de una vez por todas.

Juntos trazaron un plan bastante simple, ella iría al lugar donde se reunía con aquellos hombres y él le seguiría desde una distancia prudente para no levantar sospechas, una vez allí él intervendría y lo que pasara después prefirió mantenerlo en secreto para ella. Su experiencia le decía que negociar era inútil así que eso le dejaba una única cosa para hacer, eliminarlos de la faz de la tierra.

La siguió con precaución de que nadie se percatase antes de tiempo de que la seguía. Se dirigían a las afueras de Kyoto, hacia el este. Detuvo sus pasos frente a unas nagaya que se caían a trozos y entró confiando en las palabras de Saito, su vida estaba en sus manos, había perdido la poca cordura que tenía por confiar en las palabras y supuestas buenas intenciones de ese hombre.

La partición central estaba repleta de hombres armados con sus katanas y nada más verla sus expresiones mostraron lujuria, no todos los días tenían la oportunidad de ver a jovencitas tan atractivas a las que no hubiera que pagarles.

-Buenos días- saludó a los hombres del interior un poco intimidada- quiero ver a Mitsuba-san.

-Kosuke-san avisa al jefe que la muñeca quiere verle- dijo un hombre enorme semicubierto por las sombras del lugar al más joven de todos- no querríamos que nuestra valiosa señorita saliera huyendo.

-¡Ishida-sama! Déjenos jugar un poco con ella antes.

-Vamos, vamos- dijo Ishida poniéndose en pie- la estáis asustando, no está aquí para jugar con vosotros- caminó hasta Tokyo que temblaba ligeramente- tranquila muchacha, mientras seas útil no dejaré que te toquen, a menos que… vengas a decirnos que no vas a matar a Saito Hajime- llevó una de sus manos a la barbilla femenina alzando su rostro y acercando el suyo al de la joven la miró siniestramente- por que… ¿no habrás venido a decirnos eso, verdad?

-N-no…- trató de soltarse del agarre del hombre sin éxito- yo sólo… sólo quería decirle q-qué lo haré mañana mismo.

-Muy bien Takagi-san, me alegro que hayas decidido colaborar al fin- el jefe del grupo de bandidos entró acompañado del tal Kosuke- cuando me traigas su cabeza yo te devolveré lo que es tuyo.

Mientras tanto el lobo decidió que ya había esperado el tiempo suficiente para actuar, el hombre que había entrado hacía poco tenía toda la pinta de ser el jefazo de esa panda de idiotas, mira que extorsionar a una cría para que le matase.

Se despojó de su haori del Shinsengumi para evitar ensuciarlo de sangre y levantar sospechas y salió de su escondite haciéndose notar todo lo que pudo, no necesitaba el factor sorpresa con esa panda de inútiles, además de ese modo era más sencillo sacar entera a la muchacha de aquel lugar.

Uno de los bandidos que se encargaba de vigilar el exterior desde la pequeña ventana dejó caer su katana al suelo y palideció al instante.

-¡E-e-es… es él!

Ishida se situó junto al que acababa de dar la voz de alarma y vio con horror como los papeles se intercambiaban, la presa pasaba a ser el cazador y ellos sus presas.

-¡Estúpida! ¡Te ha seguido hasta aquí!

-¿Sí?- puso cara de inocente- Creía que se había ido a trabajar.

-¡MATADLA! ¡Ya no nos sirves para nada!

Los hombres desenvainaron sus katanas lanzándose contra ella que se encogió tratando de escapar de la muerte segura que le esperaba. Cerró los ojos con fuerza, lo único que podía oír eran los acelerados latidos de su propio corazón y durante unas milésimas de segundo que le parecieron horas sólo pudo pensar en aquel hombre que ya la había salvado una vez, lastima que no hubiera tenido más tiempo para conocerle mejor.

Un fuerte sonido metálico seguido de una penetrante voz retumbaron en la nagaya.

-Qué mal educados estáis ¿vuestras madres no os enseñaron a respetar a las damas?

-Ha… Hajime-san…

-Espérame fuera.

-¡Pero…!

-¿Quieres hacer el favor de obedecer por una maldita vez?

Contuvo las ganas de darle una buena patada por echarla de ese modo tan rudo, pero en esas condiciones no era más que un estorbo, su especialidad de lucha era el lanzamiento de sus okobo con una puntería algo dudosa y ahora mismo no iba a serle muy útil. Suspirando amargamente salió de la nagaya.

Cuando la supo fuera del lugar lanzó su ataque, demasiado torpes, sin ningún esfuerzo se deshizo de la mitad de ellos. Observó a los supervivientes asustados y buscando el modo de huir, muy valientes para chantajear a una cría y obligarla a cometer un asesinato, pero ahora que les daba todas las facilidades para que le asesinaran ellos mismos resultaba que le tenían miedo. Rió sarcásticamente.

-No deberíais haberos metido con la chiquilla y menos aún conmigo idiotas descerebrados- les susurró con una mueca siniestra- demostráis no ser nada inteligentes.

-¡No nos mate! ¡Les dejaremos en paz!- exclamó el jefe del grupo.

-A parte de idiotas sois unos cobardes- escupió al suelo-. Ya es tarde para suplicar ratas estúpidas, sólo tenéis una opción. Morir.

Fuera de la nagaya Tokyo daba vueltas y más vueltas como si de una fiera enjaulada se tratase, de vez en cuando se paraba miraba alrededor y golpeteaba el suelo con su pie impacientemente, suspiraba y retomaba su recorrido. Escuchaba con aprensión los sonidos metálicos y los gemidos de dolor provenientes del interior del recinto.

Vio entre los matorrales el inconfundible haori del Shinsengumi lo recogió con sumo cuidado como si fuese a romperse en pedazos por el contacto con su piel, suspiró alzando el gi sobre su cabeza y concentrando toda su rabia lo estampó contra el suelo ¡odiaba esperar! La paciencia no era precisamente una de sus virtudes.

El silencio se apoderó de la zona y ya no sabía si era su propia imaginación o realmente todo estaba en calma. Su mirada verde se fijó en el shoji suplicando por que se abriera y de allí saliera Saito, como si alguien hubiera escuchado su suplica silenciosa el shoji se abrió y el imponente capitán salió con su rostro sereno, ella no pudo contener una amplia sonrisa al verle salir sano y salvo, sus pies se movieron por inercia y corrió hasta él.

-¿Estás bien? ¿Te han herido?- le inspeccionó de arriba abajo- ¡Kami! ¡Hay sangre!

-Déjalo estar, no es mía. Vuelve a casa.

-¡Idiota! ¡Estaba preocupada!- zarandeó al lobo con fuerza- Y ¿cómo te atreves a decirme qué tengo que hacer?

-Ya eres libre Takagi Tokyo- acarició el largo cabello femenino- el honor de tu familia está ahora en tus manos, sobre eso no puedo hacer nada.

-Gracias hombre psicópata.

-De nada chiquilla desquiciada.

Recorrieron gran parte del camino juntos, Tokyo trataba de descubrir lo que había pasado allí dentro encontrandose con el silencio y alguna sonrisa burlona como respuesta, se separaron, ella volvió a casa y él se apresuró a llegar a la base donde ya todos le esperaban, por fortuna como nunca se retrasaba se lo dejaron pasar sin pedirle explicaciones. El mismísimo Kondô Isami estaba frente a ellos, lo que tuvieran que decirles debía ser importante y no se equivocaba.

El tema de Yotsuya se había complicado y los destinados a aquel asunto tenían problemas para mantener la situación bajo control y eso implicaba que movilizarían al menos a una de las divisiones más poderosas y esas eran la primera de Okita Shoji, la segunda de Nakagura Shinpachi y la tercera de Saito Haijme.

Tras deliberar y sopesar los pros y contras del trabajo conjunto que podían realizar los capitanes entre ellos se tomó la decisión de enviar a la primera y la tercera división por la complicidad entre ambos capitanes, formaban un buen equipo. Estarían fuera de dos a tres semanas.

Un escalofrío recorrió la espalda de Saito, Tokyo se iba a cabrear por dejarla plantada sin poder darle explicaciones, sólo tenía una hora para volver recoger algo de ropa y salir de viaje.

Continuará

Vocabulario:

Nagaya: antiguo tipo de vivienda de madera, era un edificio alargado dividido en varios espacios (el tipo de casa donde vive Sanosuke)

Okobo: son las sandalias que se llevan con los kimono, la suela tiene forma de cuña y son altas.

Tsuka: empuñadura de la katana.

Escrito el 5 de marzo de 2009

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