jueves, 25 de junio de 2009

EL AMOR DUELE... bajo presión



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 16.- … bajo presión

El lobo se acomodó en su butaca con una amplia sonrisa. Encendió un cigarrillo y disfrutó de esa sensación de tenerlo todo bajo su control. La mirada impenetrable del ninja lucía un leve brillo de desesperación, tenía que admitir que tenerle en ese estado frente a él, dejando a un lado su orgullo, le hacía sentirse importante y útil.

-Di algo- murmuró impaciente.

-Qué impaciente te has vuelto. La cuestión es, que tengo que irme a casa- sonrió divertido- así que vuelve mañana.

-¿Te estás vengando de algo?

-Qué va.

-No será qué has estado fanfarroneando de algo que no sabes ¿no?

Saito rió ruidosamente por el tono molesto e impaciente del ninja.

-Piensa lo que quieras. Mañana tráeme al noviete de la comadreja, me muero por conocerlo.

Se detuvo un instante antes de salir y observó a Aoshi temblar conteniendo la rabia. En su estado sería capaz de hacer cualquier estupidez y eso iba totalmente en contra de sus planes, así que optó por dedicarle unas últimas palabras.

-Mira, cubo de hielo, te voy a dar un consejo. No la presiones, dale espacio, ella no tiene la culpa de que tú seas estúpido.

-No lo haré

-No sé si fiarme.

Los dos hombres volvieron a sus respectivas casas, uno más animado que el otro, pero ambos con la certeza que la próxima vez que se reunieran la cosa debería avanzar de un modo positivo según los planes.

El ex-Okashira no se dignó en sentarse con los demás a cenar, no estaba de humor para aparentar normalidad e indiferencia. Sabía que si sentaba empezaría una guerra con una única ‘herida de gravedad’. Ignoró los ruegos y suplicas de la más joven y subió las escaleras sin ocultar su malhumor, lo único que necesitaba era encerrarse en su cuarto y dormir con la esperanza de que la mañana trajese un día mejor.

El sol emitió sus primeros rayos anunciando el alba sin perder tiempo se preparó para su ‘cita’ con la comadreja en el templo, al final con todo el lío de la pedida de mano no había podido pensar con claridad como iba a plantearle el tema, la teoría era muy simple, el problema eran sus palabras estúpidas.

Salió una vez arreglado, se llevaría alguna cosa que comer hasta la hora de la visita de ella. Se detuvo en el patio al verla poner incienso bajo el cerezo, hacía mucho tiempo que no le veía hacer eso ¿habría muerto alguien y no se había enterado?

Enfiló el estrecho camino al templo, meditó sobre como abordar el tema sin meter la pata, cosa en la que había descubierto ser todo un experto, no podía presionarla, debía ser justo con ella y dejarla explicarse y después, de ser necesario, suplicarle hasta que cayese rendida en sus brazos.

Misao llegó puntual con su té y una sonrisa resplandeciente en su rostro y aunque normalmente aquello servía para aliviar cualquier rastro de dolor de su alma aquella vez era muy diferente, aquella sonrisa le estaba partiendo el alma por que sabía que no iba dirigida a él.

-Su té, Aoshi-sama.

-¿Por qué estás tan contenta?

-Por que he tomado una decisión irrevocable- sonrió triunfante.

El Oni se estremeció, las decisiones irrevocables de Misao daban cierto miedo, era testaruda y una vez decidía algo ya no había vuelta atrás, se emperraba hasta que lo conseguía y en esa situación… lo más probable era que él saliese perdiendo, sin embargo, por extraño que fuese, la curiosidad pudo más que su intranquilidad.

-¿Sobre qué?

-Sobre mi futuro, usted me dijo una vez que podía decidir libremente con quien quisiera casarme- afirmó a sus propias palabras- y bueno… creo que ha llegado el momento de comportarme como lo que soy- miró a su tutor con determinación y él supo que sus palabras iban totalmente en serio-. Una adulta- sentenció.

Aoshi enarcó una ceja, sí, era adulta y, sí, siempre había sabido que ella tenía muy claros sus objetivos y lo que quería, eso era algo que se escapaba de su radio de acción. Un brillo de duda apareció en los ojos verdes de ella y en ese instante vio una puerta abierta, quizás aún podría revocar su decisión. Era el momento de moverse.

Llevó una mano a la mejilla de la muchacha y la otra la posó en su nuca acercándola a él, besándola sensualmente en la comisura de los labios.

-¿Piensas casarte con ese idiota?

-A-Aoshi-sama…

Dejó deslizar sus dedos por su cuello mientras la miraba fijamente logrando que se sonrojara.

-Si te casas con él me marcharé y no volverás a verme nunca más.

-Pe-pero…

Aoshi se levantó y se marchó dejando atrás a una extrañada Misao, de verdad que a veces no comprendía a ese hombre.

-Si Sei-chan lo dijo para molestarle…- confesó al silencio del templo.

En el camino que llevaba al bosque de bambú el ninja se golpeaba mentalmente por su estupidez, nuevamente no la había escuchado y encima había hecho justo lo contrario de lo que le había aconsejado Saito.

Deberían cambiarle el apodo “el genio ninja” por el de “el genio metepatas”, sí, ese le pegaba más.

Caminó hasta el mercado en busca del ‘novio’ de la comadreja, como esperaba estaba con su padre en la verdulería, el muchacho trató de huir al verle, pero Aoshi fue más rápido. Con una amabilidad impropia de él le pidió al hombre que le prestase a su hijo para hacer un pequeño encargo, y el hombre aceptó gustoso, siempre era un placer hacer negocios con el Aoiya.

Dirigió al muchacho hacia la comisaría sin mediar palabra con él, por su parte el más joven tampoco pronunció palabra, la adrenalina recorría su cuerpo y su garganta se había secado ante la posibilidad de ser futura comida para los peces.

Al verlos llegar Cho se hizo a un lado por lo que pudiese pasar. Aoshi abrió la puerta del despacho sin tan siquiera llamar, el lobo les recibió con más interés del habitual.

-Señor comisario, yo no he hecho nada malo- dijo alarmado el joven.

-Comisario…- arrastró cada sílaba saboreándola- suena bien…

El ninja empujó al muchacho hacia una de las sillas, no pudo frenarse a tiempo y acabó chocando contra el respaldo, Saito le miró divertido.

-Soy el inspector Fujita Goro. Siéntate cubo de hielo.

-¿Cubo de hielo?- preguntó curioso.

-Mudô Seichiro, tienes un expediente impecable- Saito ignoró la pregunta del joven- ¿a quién le importa eso? Veamos- sacó una copia del cuestionario que le había hecho días atrás al ninja y se lo dio al muchacho-. Contesta a eso.

El chico obedeció pese a no entender nada, sólo sabía que lo más prudente era no cabrear al policía no fuese a acabar en un calabozo ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿quién sabe? Cuantos menos riesgos tomase mejor. Tomó el pincel y contestó rápidamente a todas las preguntas, eran tan fáciles y a la vez desconcertantes ¿por qué le preguntaban cosas sobre Misao? Otro misterio para la colección. Nada más acabar le dio el papel a Saito completamente serio y aguardó paciente el veredicto, el lobo alzó una ceja, encendió un cigarrillo y rió ruidosamente.

-Retírate, cubo de hielo, no tienes nada que hacer contra él.

-“¿De qué va esto…?”

El ninja se limitó a negar con la cabeza aún más frío que de costumbre ¿retirarse? Antes muerto que se retiraba.

-Pobre cubo de hielo, esto te va a doler- sonrió de un modo siniestro inquietando a ambos jóvenes-. Ahora sí que vas a saber en que consiste ser hombre hecho y derecho.

En el Aoiya Misao caminaba arriba y abajo insistentemente por el patio, de vez en cuando se detenía y empezaba a morderse las uñas inquieta, y es que la actitud de su tutor la tenía extremadamente desconcertada. Desde la sala de descanso Shiro la observaba mientras le quitaban la engorrosa escayola del brazo y Omasu que estaba junto a él suspiró poniéndose en pie para detenerla antes de que hiciese un agujero en el suelo.

-¿Por qué estás tan inquieta?

-Omasu-chan… ¿puedo preguntarte algo?

-Adelante.

-El otro día en el Kikaku-ji Sei-chan le dijo a Aoshi-sama que íbamos a casarnos, y después vino aquí para pedirle mi mano a Jiya y a Aoshi-sama… pero sólo lo hizo por molestarle y… antes en el templo me ha dicho que si me casaba con él se marcharía y no volvería a verle más… ¿tú entiendes algo?- frunció el ceño poniendo las manos en su cintura- ¡Kami! Es que no le entiendo ¿por qué se va a ir? No soy su mascota ni nada así…

-Actúa como si estuviese celoso…

-Pero no lo está- contestó en un susurro.

-¿Por qué no le explicas que es todo un malentendido?

La comadreja la miró atormentada y se acuclilló en un gesto de lo más infantil.

-Es que no me escucha…

-Si no te escucha entonces grítale- sentenció la Oni-. Misao, que sea tu tutor no le da derecho a hacer contigo lo que le plazca. Y si quiere algo de ti que te lo diga claramente.

-Pero Aoshi-sama…

Lanzó un suspiro exasperada y se acuclilló junto a ella poniendo una mano sobre su cabeza.

-Pregúntale que quiere de ti o simplemente ignórale y haz lo que te de la gana.

-Hiko-san me dijo lo mismo…

-Amenázale con echarle del Aoiya- intervino Shiro con cara de dolor mientras movía su brazo entumecido-, ya te dijo Okina que si decidías echarle no tendría más remedio de irse.

-¡No puedo hacer eso!- abrió los ojos con espanto.

-Oye tonta, que decirlo no es lo mismo que hacerlo- farfulló molesto-. Mira, tu te acercas y le dices “¡Shinomori-san o me escucha o le echaré del Aoiya a patadas!”

Las dos Onis rodaron los ojos y a la vez barrieron sus piernas dejándole tirado en el suelo como un trapo.

Mientras el patio se sumía en el caos alguien invadía la habitación del ex-Okashira con un puñado de ropa interior de la más jovencita del Oniwabanshu en la mano, su anciana mirada brilló traviesa al tiempo que abría uno de los cajones del escritorio de Aoshi, aquel donde guardaba algunos cuadernos y los utensilios para escribir. Esta vez se aseguraría de que su antiguo jefe viese las maravillosas prendas que lucía su cerecita bañada en chocolate y que él se estaba perdiendo por estar todo el día en el templo.

Okina rió por lo bajo una vez realizada su fechoría y procedió a escabullirse hábilmente sin ser visto.

Continuará

Escrito el 24 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

Mensaje en una botella



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

MENSAJE EN UNA BOTELLA

Por Natsumi Niikura

El mar, el amplio y refrescante mar. Aquella playa inmensa le parecía mucho más grande estando solo. Llevaba dos semanas viajando en busca de uno de sus antiguos aliados, si había algo que odiaba aún más que las multitudes era el viajar solo, por contradictorio que eso fuese.

Se había decidido por tomar un pequeño descanso aprovecharía para reordenar sus ideas y planificar una nueva estrategia de rastreo, Japón era demasiado grande para recorrerlo entero en busca de una persona, tenía que ser más práctico. El asentamiento Oniwabanshu más cercano era el de Wakayama, y eso le quedaba a bastante distancia, podría ir hasta allí y mandar mensajes a todas las bases en busca de alguna pista, eso era lo más sensato.

Se tumbó en el arena y cerró los ojos tendría que haber aceptado que Misao le acompañase, echaba en falta la compañía de su protegida y su optimismo, ese que transformaba el peor de los días en una divertida anécdota.

Después de una corta cabezada involuntaria decidió volver a la pensión en la que se alojaba, descansar y prepararse para el largo recorrido que debería hacer. Al ponerse en pie vio brillar algo que se debatía en el rompeolas, parecía una botella de vidrio. Avanzó y la sacó del agua frunciendo el ceño.

—“Basura…”

Iba a lanzarla al punto de recogida de basura que había cerca pero se detuvo al ver un papel enrollado dentro. La abrió cuidadosamente y extrajo su contenido, desenrolló el papel cuidadosamente. Enarcó una ceja al reconocer la letra de su protegida, era muy dada a hacer ese tipo de cosas, y llevado por la curiosidad se puso a leer.

A quien recoja este mensaje:

Alguien me explicó una vez que el destino une a las personas, tal vez sea cierto, me gusta creer que así es…

Si es cierto tal vez seas el hombre de mi vida, si piensas que estoy loca y esto es una estupidez vuelve a tirarlo al agua jejeje.

Explicaré algo sobre mí: me llamo Makimachi Misao, tengo 17 años, aunque con la suerte que tengo seguro que cuando alguien encuentre esto ya habré cumplido los 90 o estaré a punto de morirme. Trabajo en un hostal-restaurante de Kyoto y aunque tengo que trabajar muchas horas no lo dejaría nunca, todos los trabajadores son como de mi familia, ellos me criaron. La persona a la que más admiro es mi tutor, él me ha enseñado casi todo lo que sé, nunca entenderé por que todos le tienen tanto miedo… bueno, es verdad que parece un ogro gruñón y que siempre está serio y prácticamente hay que amenazarle para que diga seis palabras juntas pero, es un gran hombre y muy bueno. Supongo que en este punto me toca ser sincera, siempre he estado enamorada de él, pero soy consciente de que es una tontería por que él nunca se va a fijar en mí en ese sentido, así que quiero olvidarle, ese es el motivo por el que me he decidido a enviar este mensaje.

El día 7 de cada mes estaré esperando en el templo zen al noreste de la ciudad, llevaré un lazo rojo, asegúrate de traer esta carta.

Atentamente Makimachi Misao.”

Dobló la carta y la guardó en un lugar seguro dentro de su gi, suspirando. Vaya idea más loca había tenido, podría haberla cogido un psicópata cualquiera, alguien con malas intenciones… mejor no seguir pensando en eso.

El transcurso del siguiente mes fue etéreo, o tal vez no le prestó la suficiente atención, esperó paciente a obtener respuesta de alguno de los asentamientos con alguna pista por mínima que esta fuese, finalmente obtuvo respuesta y el resto fue mucho más sencillo de lo que había esperado. En tiempo record dio con el hombre, le expuso la situación y entabló las negociaciones pertinentes. Logró su objetivo con sólo mencionar el nombre de la Okashira que al parecer contaba con una excelente reputación entre los antiguos y nuevos guerreros.

En cuanto hubo acabado su labor regresó hacia Kyoto, aquel era el único lugar donde quería volver, hizo las paradas estrictamente necesarias, todo por acortar al máximo las jornadas de viaje. Tomó todos los caminos de montaña absteniéndose de pasar por grandes ciudades y así evitar entretenerse con nimiedades. La única parada innecesaria que realizó fue para comprar un pequeño detalle a Misao y una caja de dulces para los demás principalmente por que lo que menos le apetecía era escuchar los lloriqueos y reproches de Okina.

Tras un mes al fin veía las puertas del Aoiya y allí también estaba su protegida barriendo la entrada mientras charlaba animadamente con unos clientes habituales, cuando se despidieron de ella él avanzó hasta llegar a su lado.

—¡Aoshi-sama! —lanzó la escoba y abrazó con fuerza a su tutor— ¿cómo le ha ido el viaje? ¿ha encontrado a ese hombre?

—Todo bien —rodeó sus hombros en un abrazo.

—¿Volverá a marcharse?

—En una semana, pero sólo serán dos días.

Acarició su pelo sin dejar de abrazarla hasta que Okina salió corriendo y él la soltó como si quemase.

—¡Se quema la cocina! —vociferó el anciano— ¡Anda Aoshi! ¿ya has vuelto?

—¿¡Cómo que se quema la cocina!? —gritó Misao.

—¿Qué? ¡Ah! ¡se me ha derramado aceite y ahora está ardiendo! —giró hacia el ninja con los ojos llenos de lágrimas— ¡Aoshi! ¡ayúdame a traer aquel bidón de agua!

—¿Es qué te has vuelto loco, Jiya? Trae una manta vieja.

—Pero cerecita…

La comadreja entró corriendo a la cocina sin preocuparse por escuchar lo que su abuelo le decía, el anciano se quedó en la puerta con un dedo alzado sin moverse un centímetro, Aoshi le miró alzando una ceja y en vista de que no iba a moverse durante un buen rato fue a buscar la manta que había pedido su protegida.

El incidente del fuego se resolvió sin más contratiempos, el viejo Okina tuvo que escuchar la reprimenda de todos los Onis por su imprudencia, su falta de atención y la idea loca de echarle agua al aceite ardiendo, un poco más y se quedan sin negocio.

Durante la cena se planteó el modo de hablarle sobre su carta de la botella pero pensó que lo más propio sería seguir las normas establecidas por el mensaje y esperar al día siete, ya era veintitrés de junio, solamente tendría que esperar catorce días, eso le daba la ventaja de ir más tranquilo a ese pequeño viaje de dos días sin preocuparse por la respuesta, positiva o negativa, que tuviese su protegida para él.

Así pues, mientras el resto limpiaban el restaurante se la llevó al patio y le entregó el pequeño paquete envuelto que ella recibió con una sonrisa.

—No tendría que haberse molestado —dijo mientras lo abría— ¡Kami! ¡Me encanta! Muchas gracias Aoshi-sama.

Sacó cuidadosamente el contenido del paquete unos guantes que sabía que su tutor se había tomado la molestia de modificar y transformar de unos normales a unos ideales para ser usados con el uniforme ninja.

—Necesitabas unos.

—Ah… sí, los otros se me rompieron —sonrió mientras se los probaba.

A su mente volvieron las palabras escritas por su protegida “…prácticamente hay que amenazarle para que diga seis palabras juntas…”, ya no tenía sentido tanto secretismo y menos con los suyos.

—Me van como… —se llevó un dedo a la barbilla y miró al cielo— diría que me van como un guante, pero son guantes, así que no sé si sería la mejor expresión para eso…

—Está bien —se frotó la nuca desviando su mirada al suelo—. Debería… ¿haber comprado otra cosa?

—¡No! —hizo un puchero— ¿por qué dice eso? Si me encanta, de verdad.

—Creo que no es muy adecuado para ti.

Misao rió y abrazó la cintura de su tutor que le correspondió con un gesto muy fraternal.

Los días pasaron a un ritmo vertiginoso, la cercanía de su viaje empezaba a incomodarle, no le apetecía volver a marcharse aunque afortunadamente sólo serían dos días. Lo peor sería la ausencia de su protegida.

En el Aoiya Misao ayudaba con los preparativos para el festival de Tanabata, organizar los menús especiales, agenciarse de un bambú pequeño que les cupiese en el restaurante, cortar los papelitos, disponer los pinceles y tinteros…

Mucho trabajo, pero adoraba esa fiesta, además era el día siete, quizás, con un poco de suerte, aparecería alguien que hubiese leído su nota. Si era así seguro que tendrían buena suerte por que Orihime y Hikoboshi ese año sí que se podrían encontrar. No es que ella creyese demasiado en el tema de “el amor de tu vida”, igual que no creía ser capaz de olvidar a Aoshi, para que mentirse a si misma… pero tenía que probarlo no podía seguir toda su vida persiguiendo a su tutor por si algún día le daba por fijarse en ella. Antes se convertiría en una viejecita arrugada que Aoshi la vería.

Con el ajetreo a penas tuvo tiempo para echar en falta a su tutor y cuando le vio entrar por la puerta con su imponente presencia se dio cuenta de que ya habían pasado los dos días que dijo que estaría fuera. Con él allí se preguntaba si podría escabullirse fácilmente para ir al templo, además no había pensado que el templo de su carta era el mismo al que Aoshi iba siempre a meditar. Le entraron unas ganas terribles de darse cabezazos contra una pared hasta perder la consciencia.

El exceso de trabajo, en el que incluso el ex-Okashira participaba, les hizo olvidar todas sus preocupaciones y para cuando quisieron darse cuenta ya era día siete.

Durante Tanabata la comadreja siempre se libraba de trabajar, daba igual si quería ayudar, ninguno de los Onis la dejaba hacerlo. Por su parte el ninja había desaparecido misteriosamente, nadie tenía ni la más remota idea de a donde había ido, ni siquiera había avisado, pero aquello era bastante típico en él.

Misao partió en dirección al templo vestida con una yukata verde pastel, un obi carmín y el lazo rojo del que hablaba en la carta, comprobó que Aoshi no estaba dentro, si hubiese estado allí le habría preguntado qué demonios hacía allí plantada como un árbol. Suspiró y se acomodó en los peldaños más bajos de la escalinata de piedra, al menos esperaría sentada.

Sacó un par de onigiri de su bentô y los devoró, esperar sola era muy aburrido, y cuando se aburría le daba hambre. Suspiró, paseo arriba y abajo, garabateó en el suelo con una ramita seca, se lió a puñetazos contra el aire, dio saltitos, chutó piedras… definitivamente ella no estaba hecha para esperar.

Aoshi la observaba divertido desde lo más alto de un árbol, consideró que ya la había hecho esperar lo suficiente, de seguir así iba a darse cabezazos contra las paredes del templo. Retrocedió unos metros para quedar fuera de su ángulo de visión y después avanzó para llegar a su encuentro. La comadreja al verlo sonrió y su rostro se iluminó.

—Aoshi-sama ¿qué hace aquí?

Se quedó con la mirada fija en ella, ese aspecto tan diferente al de siempre, con su yukata y el lazo rojo que recogía su larga melena en una coleta baja.

—Que pregunta tan tonta —rió—, ha venido a meditar ¿no?

—No. He encontrado esto.

Buscó dentro de su gi, extrajo un papel y se lo extendió para que lo viese claramente.

—Eso es… —enrojeció al reconocer su propia caligrafía.

Se sintió tentada de salir corriendo y esconderse debajo de la primera piedra que encontrase. Aoshi sujetó el papel con determinación y le dio la vuelta, Misao vio sorprendida que por la otra cara estaba la inconfundible letra de su tutor.

—¿Quiere que lo lea?

Asintió y ella tomó temerosa el papel entre sus manos, capaz de haber puesto “eres una idiota y una pervertida, Misao”.

Mi querida Misao,

Es una locura escribir algo así para alguien a quien no conoces y del que ni siquiera sabes si es una persona decente, la gente puede tener malas intenciones y pretender cosas que no serías capaz de imaginar. Aún y así debo reconocer que admiro tu valor, Misao.

Me gustaría creer en el destino del modo en que tú lo haces, aunque no soy capaz de hacerlo. Deseo creer que el destino es el responsable de que tus palabras hayan llegado a mis manos, por que de este modo podría justificar mis propios sentimientos por ti y convencerme de que no soy un depravado.

No soy bueno con las palabras, eso es algo que tú sabes mejor que nadie, pero nunca has necesitado de mis palabras para saber que pienso. Lo lamento, tendré que esforzarme más.

Si aún no es tarde y tus sentimientos no han cambiado ¿le darías una oportunidad a este hombre estúpido?

Te amo.

Shinomori Aoshi.”

Pasó su mirada estupefacta del papel al rostro de su tutor una docena de veces, si no fuese Aoshi el hombre que tenía delante juraría que esas palabras eran una broma, de muy mal gusto todo sea dicho, pero él no bromearía con eso, de hecho era tan serio que seguramente no había bromeado en su vida… pero… no, definitivamente tenía que ser una broma o algún tipo de escarmiento retorcido al más puro estilo shinobi del bakumatsu o algo así. Parpadeó un par de veces y volvió a leer las palabras de su tutor en busca de algún signo extraño que delatase la falsedad de esas letras, pero no encontró nada más que una leve variación en la caligrafía propia de un cambio de estado anímico.

—¡Kami di algo! —exclamó exasperado.

—¿Me está poniendo a prueba? —negó— ¿es algún tipo de broma que no…?

Selló sus labios con un beso impidiéndole continuar con sus preguntas, la sujetó con fuerza por la cintura.

—No estoy bromeando —la miró con intensidad— ¿me darás una oportunidad?

—¿Sólo quiere una? —sonrió divertida.

—¿Cuántas estás dispuesta a darme?

—Tantas como necesite, Aoshi-sama.

—Deja ya el ‘-sama’ y el usted.

Rozó sus labios con los de ella acariciando su espalda, le dio pequeños besos hasta que enredó los brazos alrededor de su cuello, momento en el que se fundieron en un apasionado beso hasta que sus cuerpos clamaron por un poco de oxígeno.

—Supongo que tendré que pedirle tu mano a Okina —arrugó la nariz con desagrado.

—No creo que te obligue a eso.

—Creo que no me dejará acercarme a ti en una temporada.

Se dejó besar y acariciar por el ninja aprovechando ella también para tocar y abrazar al hombre sus sueños.

—Tendré que esperar a que cumplas los noventa.

—¿Ah?

—Era… una broma, por tu mensaje.

—O-oh… creo que… tienes que practicar más.

Tomó su mano entrelazando sus dedos con los de ella y la llevó directa al festival dispuesto a escuchar los reproches o las desvariaciones del viejo Okina.

FIN

Escrito el 23 de junio de 2009

martes, 16 de junio de 2009

Evil Spirit: 01 El precio de una vida



El precio de una vida

El infierno, aquel lugar dominado por los demonios, una gran multitud se aplegaba en la gran plaza a las afueras del territorio. Aquel era un punto neurálgico, allí se llevaban a cabo las ejecuciones de todo tipo de seres, demonios, dioses, brujos, vampiros…

La turba exaltada gritaba exigiendo la ejecución de la niña enjaulada en la plazoleta central, los dioses rodeaban la jaula, sus rostros serios y crueles. La odiaban. Eso lo sabía.

El pánico que sentía al principio se desvaneció rápidamente, no supo comprender por que ahora estaba tan tranquila frente a lo que le vendría, como si todo aquello en realidad le estuviese ocurriendo a otra persona.

En su mente apareció un amplio prado de flores blancas, las más hermosas que había visto nunca. Lágrimas de luna, las llamaban, durante el día eran de un blanco mate en cambio de noche brillaban con intensidad y reflejaban los rayos de las seis lunas.

Adoraba ese lugar, siempre jugaba allí con su madre. Al estar en el área neutral de ambos territorios casi nunca había nadie, era el único espacio al aire libre en el que podían estar. Allí hacía collares y coronas de flores. Podían ser una familia sin necesidad de temer.

La apacibilidad del lugar desapareció con la llegada de la guardia sagrada, formaban parte de las fuerzas de seguridad de los dioses, todos sus miembros eran ángeles. Cuando los reconoció supo que todo había acabado.

Pisotearon las flores, destrozaron el campo y quemaron los adornos florales a pesar de las lágrimas de dolor y rabia que surcaban la cara de la niña.

Desde su pequeña prisión pudo ver a los hombres que la habían llevado a aquella situación. Algo más arriba en uno de los asientos de honor reconoció el impertérrito rostro de su padre y a sus dos hermanas, una de ellas satisfecha con lo que estaba a punto de ocurrirle y la otra horrorizada.

“¡Qué le corten la cabeza!” gritaba la muchedumbre allí reunida. La pequeña temblaba sin acabar de comprender que estaba ocurriendo, por qué todos querían que la matasen ¿qué había hecho que fuese tan terrible para que la condenasen a muerte?

—¡NO! —aulló una voz femenina.

El silencio se apoderó del lugar, ella reconoció al instante el dulce rostro de su madre humedecido por las lágrimas, sabía que no debería estar allí, su padre la había escondido para protegerla, sin embargo allí estaba.

—No le hagáis daño, sólo es una niña —aulló la mujer llorando— ¡No tenéis derecho a matarla!

—Idelfa, gracias por honrarnos con tu visita —una sonrisa siniestra se dibujo en el rostro del anciano que presidía aquella reunión— no querrás perderte lo que le vamos a hacer a esta aberración.

La mujer tembló y miró condescendiente al hombre al que amaba, el gran demonio abrió los ojos horrorizado sabiendo que significaba aquel gesto, quiso impedírselo pero sabía que eso sería inútil. Se apresuró a llegar a su lado, tomó sus frágiles manos con fuerza.

—Cuídala bien… —susurró.

—Lo haré —contestó con un hilo de voz.

—Lucifer… no te vengues —sonrió con lágrimas en los ojos— no servirá de nada.

—No te prometo nada —gruñó.

—Tonto…

Se fundieron en un corto pero significativo beso.

Antes de que pudiese reaccionar ella bajó y en pocos segundos se encontraba en el centro de la plaza liberando a la niña. La abrazó con fuerza y besó sus largos cabellos castaños.

—No es culpa tuya ¿entendido, Aki? — la consoló con su armoniosa voz.

—Mami… —gimoteó—. No quiero que te vayas.

—Tranquila, princesa —esbozó una cálida sonrisa—, todo irá bien.

Los cabellos dorados de la diosa centellearon al ponerse en pie. Sus ojos azules relampaguearon con rabia y puso una mueca sarcástica. Se encaró a su superior y esperó paciente su próximo movimiento.

El viejo extendió su decrépita mano hacia la frente de la mujer de cabellos dorados sonriendo con superioridad, murmuró algo en un tono apenas audible y un haz de luz azul envolvió el cuerpo de Idelfa.

En pocos segundos el cuerpo sin vida de la joven diosa se precipitaba al vacío, Lucifer se lanzó y la atrapó antes de que su cadáver desapareciese en el abismo. La apretó con fuerza contra su pecho y miró con odio y desprecio al viejo que le miraba satisfecho con una sonrisa desagradable.

—¿¡Has visto eso, monstruo!? —rió con crueldad— está muerta por tu culpa —se inclinó arqueando el cuerpo amenazadoramente junto a la jaula donde estuvo encerrada— ¡Tú la has matado! ¡ASESINA! ¡eres un monstruo horrible!

La pequeña gimoteó y se encogió aún más. La embargó una tremenda sensación de vértigo y todo se volvió oscuro.

A partir de ese día todo fue diferente, la frágil burbuja protectora donde su padre la había mantenido oculta y a salvo desapareció. Ya no pudo mantenerla más tiempo escondida y tuvo que dejarla salir al exterior donde todos la rechazarían, y aunque eso era lo que menos deseaba no le quedaba otra opción.

La dejó salir, su primer contacto con el mundo exterior fue cruel y contundente, insultos, golpes, pedradas, ataques mágicos…

Huyó al único lugar en el que se sentía segura, la playa de mar rojo y aspecto austero, la playa de las almas. Tenía la vaga esperanza de encontrar al joven brujo de ojos rojos, pero él nunca llegó.

Se tumbó en la arena húmeda enrojecida por el agua, sintiendo impasible como le golpeaba el gélido oleaje que entumecía su pequeño cuerpo.

¿Era una asesina? ¿era culpable? ¿merecía morir?

No lo comprendía. No sabía cual de sus acciones había desencadenado aquello, qué podría haber hecho que fuese tan terrible.

Se abandonó al dolor de su propio cuerpo y al pesar de su corazón. Cerró los ojos y deseó dormir eternamente.

Pasaron algunos minutos, tal vez horas, puede que incluso días, su cuerpo estaba helado y adormecido, lo único que notó fue una mano caliente y como alguien alzaba su liviano peso, quiso abrir sus ojos, batalló inútilmente contra la pesadez de sus párpados, quería ver quien se la llevaba.

Todo giró vertiginosamente en su cabeza y entonces la totalidad de sus sentidos se evaporaron y su consciencia se desvaneció.

Soñó que alguien le tendía la mano en mitad de un oscuro torbellino, el agua roja que tanto le fascinaba se tornó repentinamente amenazante y empezó a atemorizarle. Aquella mano, grande y cálida, extendida hacia ella le ofrecía la seguridad que necesitaba, alargó su pequeña mano y sujetó con fuerza aquella otra. Su salvador sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos.

Entonces le arrastró a la superficie.

Y la luz la cegó.

Tomó consciencia de que ya no soñaba, la luz que la cegaba era la de una infinidad de velas blancas y rojas que mantenían iluminada una pequeña habitación de madera. Entrecerró los ojos esperando a que se acostumbrasen a la claridad. Estaba cubierta por una gruesa manta de color crema con ribetes de un tono ocre apagado, las paredes vacías eran inquietantes, no había estanterías ni más muebles que la cama en la que estaba, vislumbró una pequeña ventana tapada por una fina cortina de ganchillo de un blanco inmaculado.

Lentamente empezó a tomar consciencia de que aquel lugar le era totalmente desconocido. Se incorporó sintiendo una fuerte punzada de dolor en todos sus músculos, doloridos por el tiempo que estuvo en el agua helada. Ignoró el leve mareo que azotaba su cuerpo y buscó algún indicio de quien pudiera ser el dueño de aquella habitación, pero no halló nada.

Se levantó y caminó hasta la ventana, apartó tímidamente la cortina sin estar muy segura de si debía hacerlo o no. Estaba en una planta baja, frente a sus ojos se extendía un frondoso bosque, el verde follaje se asemejaba al que sabía que caracterizaba a los bosques terrestres en la primavera, era hermoso, pero no conocía aquel sitio o, al menos, no lo recordaba. Escudriñó todo el paisaje que quedaba a su vista, al fondo, bastante lejos de donde ella se encontraba, vio una gran pared rocosa cuyo tono cobrizo destacaba sobre el verde vivo de los árboles. El cielo era de un azul intenso y las nubes adoptaban un tono grisáceo avisando de la próxima lluvia.

Aquello no era territorio de los demonios, de eso estaba segura.

Tambaleándose se dirigió a la puerta de madera maciza, tiró del pasador sin muchas esperanzas de que estuviese abierto, el leve chasquido del simple mecanismo anunció que era libre de salir. Recorrió el lugar con la vista, todo era de madera, aunque en aquella otra habitación, más grande, sí que había muebles, libros, estanterías… buscó de manera inconsciente la presencia de alguien, pero no vio nada.

Suspiró en parte aliviada, hasta que una voz penetrante a su lado la asustó.

—Veo que mi pequeña invitada se ha despertado.

Era un hombre alto, de piel blanca y pelo moreno largo recogido en una coleta baja, sus ojos de color miel enfocados sobre ella. Vestía una larga túnica blanca con un escudo de color azul celeste, identificó al instante aquella vestimenta, era un luz blanca, uno de los enemigos de los demonios. Se estremeció.

—Tranquila. Yo cuidaré de ti —le susurró el hombre.

—Quiero irme con mi papá…

—Pero tu papá ya no quiere saber nada más de ti —susurró con un tono pacífico y dulce—. Se ha creído las mentiras del líder espiritual de los dioses.

—¡No es verdad! —aulló la pequeña.

—Lo siento, es mejor que todos piensen que has muerto. Aquí estarás segura.

Ella alzó la vista negándose a creer las palabras del hombre.

—Me llamo Kashin Tzer, soy un general de las luces blancas.

—Quiero irme a casa…

—Lo lamento, pequeña —sonrió con ternura—, si te dejo volver te matarán.

—Mi papá no puede odiarme —sollozó— él no me mataría.

—El mundo es cruel —sujetó su pequeña manita—. Aquí estarás a salvo ¿de acuerdo?

Asintió pese a no estar completamente segura de si sus palabras eran ciertas o sólo era otro más de aquellos que ansiaban matarla. Pero ¿qué tenía? No tenía ni a donde volver. El vivo recuerdo de cómo la habían golpeado cuando caminaba otorgó la credibilidad necesaria a las palabras de Kashin.

¿Debía creer que su padre la odiaba? Necesitaría alguna prueba de ello para creerlo. ¿Y él? ¿él también la odiaría?

Los días y las semanas fueron pasando veladas, como vistas tras una cortina de gasa. La consciencia de que algo de todo aquello le estuviese ocurriendo a ella era nula. No se sentía protagonista de su propia vida, era como ver algo que le pasaba a otra persona sin que le prestases la debida atención.

La pequeña casa de madera se convirtió en su nuevo hogar, la mayor parte del tiempo lo pasaba sola, Kashin estaba casi siempre trabajando en el subterráneo al que ella tenía el acceso totalmente prohibido.

Aquellos meses que pasaron desde la desaparición de Aknan fueron especialmente complicados en la mansión de Lucifer. Por un lado el gran demonio había ordenado la búsqueda de la niña con la condición de que la entregasen viva y de una pieza, debido a ello la vigilancia férrea se debilitó notoriamente. Muchas eran las falsas informaciones al respecto del paradero de la pequeña, por ello empezó a organizar grupos de rastreo.

En el amplio salón Lucifer miraba por la ventana absorto en sus pensamientos, le acompañaban dos de sus hijas, Véronique, la más mayor, enfundada en un vestido de estilo victoriano rojo con adornos blancos, su largo cabello violeta caía en perfectos bucles enmarcando su rostro de muñeca de porcelana en el que brillaban sus ojos rojo rubí preocupados. Christin sonreía con crueldad, vestida con un pequeño corsé blanco y un ceñido pantalón de cuero negro, su pelo azul celeste caía desgarbado sobre sus hombros y sus ojos rosados se mostraban conformes con la situación actual. Su sonrisa se amplió.

—Gran señor —habló Christin—, deberíais abandonar la búsqueda.

—No considero que sea lo más prudente —contestó con tono violento Véronique—. Es nuestra hermana, una de los nuestros.

—Vamos, Véronique, no seas ridícula —se mofó—, esa cosa es la prueba de un momento de debilidad de nuestro padre… —apartó su cabellera azulada con un gesto altivo— es el estigma de la vergüenza de nuestra estirpe.

—¡Cómo osas…!

—¡Basta! —interrumpió Lucifer—. Callad las dos.

—Sí, señor —contestaron al unísono realizando una leve reverencia.

—Christin, retírate.

La mujer obedeció en contra de su voluntad, dejando a solas a su hermana mayor y su padre. Cuando la gran puerta de madera se cerró con un sordo chasquido Véronique suspiró con un deje de tristeza.

—¿Ha habido suerte con el rastreo?

—No, lo lamento, padre —susurró—. Me temo que no se encuentra en el infierno.

—Lleva a tus hombres a los territorios colindantes, ampliaremos el radio de búsqueda —contestó sin prestar demasiada atención.

—Si nos descubren en territorio enemigo tendremos que justificar nuestra presencia.

—De eso me encargaré yo mismo de ser necesario —gruñó.

—Por supuesto…

—Vér, hazme un favor —por primera vez se alejó de la ventana y la miró directamente— avisa a aquel brujo, quizás él sepa algo.

Véronique asintió y procedió a retirarse.

Lucifer suspiró en soledad.

—“¿Dónde estás? ¿Puedes oírme, Ak?”

Pero su pregunta telepática no obtuvo respuesta.

En Aidara, la esfera exterior donde vivían los brujos, el ajetreo por las maniobras de los aspirantes se había reducido hasta prácticamente desaparecer a pesar del retraso en la elección. Sin embargo no todo estaba tan tranquilo como parecía, se estaba fraguando una sangrienta guerra contra las brujas.

Escrito el 15 de junio de 2009

domingo, 14 de junio de 2009

Evil Spirit: Personajes



EN CONSTRUCCIÓN

Aknan: La hija menor de Lucifer, tachada de monstruo y aberración. De un modo infantil se deja arrastrar a un camino sin retorno, un lugar del que no puede huir sin poner en riesgo su vida y la de aquellos que la aprecian. Posee un poder demasiado grande como para controlarlo sola y eso influye en su relación con otras personas.

Próximamente imágenes de su infancia




Kerhfe: Un joven brujo aspirante a la guardia privada de Lucifer. Sueña con lograr que algún día la relación entre demonios y brujos sea como debería ser. Siente un gran aprecio por Aknan y por ello desea protegerla de todos.


Idelfa: Una joven diosa perteneciente al consejo supremo de los dioses. Posee poderes curativos y una gran destreza física. Es la madre de Aknan. Se enamora de Lucifer cuando le conoce en una reunión en plena disputa por uno de los territorios neutrales.

lunes, 8 de junio de 2009

DRABBLES Sonríe

SONRÍE

Por Natsumi Niikura

Hubo un tiempo en el que vivir no era nada más que una terrible pesadilla. Todos querían que fueses alguien que no eras. Que si no te vistas así, que si no hagas esto, que si haz aquello, sonríe…

¡Qué demonios! ¿Por qué todos se creen con derecho a gobernar mi vida? Y lo peor era cuando te decían: quiero que seas tú misma. Qué irónico ¿no? No puedo hacer, vestir ni hablar como quiero pero tengo que ser yo misma, y digo yo ¿cómo demonios se hace eso? Si aplastas mi identidad como puedo ser yo misma…

Sinceramente la hipocresía de quien pretende aconsejar “se tú misma” y por otro lado quiere que vivas la vida que ellos desean, me da rabia, mucha rabia. Es cruel, cruel y desagradable.

Quiero una vida, mi propia vida, sin normas ridículas, sin reglas absurdas impuestas por una parte que puede saltárselas y a ti te oprimen, algo mío, algo que me pertenezca, algo que me incite a vivir y me saque del abismo en el que vivo.

No sonrío, y no lo hago por que no tengo ni las ganas ni motivos para sonreír, no quiero sonreír, así que deja de pedirlo. Tampoco quiero camisetas con flores ni de colores vivos, no quiero minifaldas ni zapatos de tacón, sólo quiero ser yo.

No me odio a mi misma, ni tengo complejo alguno, no me falta autoestima, no pido nada imposible…

Sólo quiero una vida.

Y entonces llegas tú, con tu mirada inocente y tu sonrisa traviesa, tu morena cabellera despeinada y tus ojos oscuros.

Sonríes y me tiendes la mano.

Sé lo que dirán, sé lo que pensaran y sé también lo que acarreará mi decisión, pero nada importa.

Te tomo la mano impaciente, esperando que me rescates de mi prisión de cristal, el mundo rosa en el que dicen que vivo.

Mueves los labios y escucho tu armónica voz decirme:

—Sólo sonríe.

Y eso hago, sonrió y esta vez… lo hago de corazón.

Fin

Esto lo escribí a finales de 1998 o principios de 1999 cuando estaba cabreada con el mundo o me había levantado con el pie izquierdo, si os soy sincera no recuerdo por que lo escribí y menos aún quien era el tipo del final, pero si recuerdo lo bien que me sentí tras escribirlo jajajaja. Subiré, algo más alegre, lo prometo. Estoy abierta a todo tipo de críticas.
Reescrito el 7 de junio de 2009

COLECCIÓN DE DRABBLES



DRABBLES

Género: Romance, Drama, Humor
Advertencias: Ninguna
Clasificación: Hetero
Año 1998-1999~2009
Estado: En proceso
Capítulos: ??

Varios drabbles escritos en mis libretas de estudiante, algunos son autobiográficos, otros pura fantasía, otros simple desahogo adolescente jejeje

-->Versión en castellano y en catalán<--

Listado de drabbles:
01.- Sonríe // Somriu

jueves, 4 de junio de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 22.- Comadreja, Mapache y Zorra



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha, yo sólo los he tomado prestados.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 22.- Comadreja, Mapache y Zorra

Aquella mañana era de lo más normal para el Kenshingumi, todo parecía estar en orden, hacía un sol maravilloso y el calorcito a esa hora era muy agradable. Sin embargo aquel idílico inicio del día era muy incomodo para los dos visitantes de Kyoto, ninguno de ellos fue capaz de pegar ojo, ella por lo nervios y él por que su cerebro decidió pasar la noche entera montando y desmontando teorías sobre la respuesta de ella.

El desayuno corrió a cuenta de Kenshin y Megumi, y como era habitual la reunión matutina acabo en risas y bromas, tras ello entrenaron mientras Misao les animaba, aplaudía o abucheaba, Aoshi meditaba o lo intentaba con Kenji jugueteando a su alrededor y Megumi realizaba algunas compras y visitas a sus pacientes.

El ex-Okashira concluyó que ya estaba cansado de la situación incomoda que él mismo había provocado y sabía que lo que estaba a punto de hacer empeoraría aún más la cosa, sin embargo él ya había tomado su decisión y no tenía intención de recular, además estaba convencido de que con o sin memoria nada cambiaría. Esperó pacientemente a que Yahiko y Misao acabasen de discutir para ponerse en movimiento.

-Misao, ven conmigo- la llamó desde la puerta de la habitación esperando a que ella accediese a entrar- sólo será un momento.

Se puso en pie y entró, él cerró el shoji para después sentarse frente a ella.

-Quiero que tengas esto- dijo ofreciéndole la caja que recogió de la mansión de Takeda- no lo recuerdo bien, pero me lo dio alguien muy importante para que se lo entregase a la mujer con la que quisiera casarme.

-N-n-no puedo aceptarlo- movió las manos frenéticamente apartando la mirada completamente ruborizada- yo… no puedo.

-Sabía que dirías eso- sonrió- sin embargo, de un modo u otro te pertenece.

Levantó la vista con curiosidad haciendo que él se sintiese satisfecho, empezaba a anticipar las reacciones de Misao según las palabras que usaba, contaba con la ventaja de esa curiosidad sin límites que la caracterizaba.

-Como ya he dicho no lo recuerdo bien, pero era de tu familia.

-De todos modos… no puedo aceptarlo.

-Entonces- habló con cautela- quiero que me lo guardes hasta que me haya recuperado.

No supo que contestar, guardarlo no era lo mismo que aceptarlo ¿o sí? Si Aoshi se había propuesto volverla loca lo estaba consiguiendo.

-Por favor- susurró.

Cuando ella asintió al fin él abrió la caja sacando de su interior un collar plateado con algunas piedras incrustadas ¡Oh Kami! Aquello debía valer una autentica fortuna ¿había dicho que pertenecía a alguien de su familia? ¿Los Makimachi tenían tanto dinero? ¿Era un botín de guerra? ¿Lo habían robado? Sentía vértigo con tanta pregunta en su cabeza ¿cómo iba a guardar algo así? Ella que era la reina del despiste que perdería la cabeza si no la llevase unida al cuello… era capaz de olvidárselo dentro de una cazuela.

-No muerde- dijo con humor.

-¿Ah? ¿Cómo?

Se acercó con cuidado estirando sus brazos para abrocharle la joya alrededor del cuello, le quedaba perfecta.

Tiró levemente de la solapa de la yukata de Aoshi logrando sorprenderse a si misma, nunca se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba el cariño del ninja hasta que se volvió tan cercano. Ella siempre había predicado a los cuatro vientos lo mucho que le amaba y sin embargo nunca había necesitado ni siquiera un leve roce para sentirse la persona más feliz y afortunada del mundo. Quizás era por que le había abierto las puertas a lo que era el amor entre adultos, o también podría ser que se hubiese vuelto una pervertida por la influencia de Okina.

El leve tirón de su yukata fue como un reclamo. La abrazó con fuerza más por que él lo deseaba que por el gesto en si, pero esta vez no iba a cometer el error de presionarla, únicamente un abrazo de lo más inocente. Ella le correspondió y dejó resbalar sus manos de los omoplatos a la cintura del ninja.

-¿Puedo abusar un poco más de tu confianza?- asintió pese a no estar de acuerdo con lo de “abusar de su confianza”- deja de tratarme de usted y llámame sólo Aoshi.

-No puedo hacer eso.

-Claro que puedes- la separó de él para mirarle fijamente- puedes y debes hacerlo, no quiero ese trato tan lejano viviendo de ti.

-Es un trato de respeto…

-Pues no quiero que me respetes.

No pudo evitar reír.

-¿Te parece divertido?- preguntó con falsa indignación.

-Perdón, es que…

-Misao, tu eres la Okashira, así que soy yo quien te debería tratar con esa formalidad, no al revés.

-Pero…- acortó levemente la distancia entre ellos- está bien… con una condición- sonrió al verle asentir- que cuando se haya recuperado me ayude con mi labor de Okashira.

-Trato hecho.

-¿Y me contará todo lo que se calla?- sonrió complacida.

-Si dejas de tratarme de usted.

-Por supuesto Aoshi-sa… Aoshi.

Sus labios se juntaron en un leve y corto contacto que ninguno de los dos supo deducir quien lo había iniciado, quizás había sido cosa de los dos, quizás había sido él llevado por sus ansias de tenerla. Aoshi apartó aquello de su mente sabiendo que no le llevaría a nada. Se incorporó tendiéndole la mano a la comadreja para ayudarla a ponerse en pie.

Ella no aceptó más ayuda que esa mano para ponerse en pie, al fin y al cabo solamente se había torcido el tobillo no estaba invalida. Antes de salir para reunirse con los demás habló.

-Mañana, seguiremos buscando a Kojima Kento-san.

-No debes forzarte, Misao.

-¡Estoy perfectamente!- sonrió con seguridad- no se… te preocupes por mi.

Que rara se sentía al tratarle de ese modo, era como si fuese otra persona la que hablase por ella, pero Aoshi parecía realmente complacido y tenía una promesa de ayudarle, así que, no tenía ningún motivo para quejarse.

Tomaron asiento en el porche donde el resto charlaba de una batalla pasada, no supo de que iba aquello hasta que pronunciaron el nombre de Yukishiro Enishi, le sonaba aunque no sabía de que. Aprovechó que sus manos quedaban en un ángulo de visión ciego para cubrir la manita de ella con la suya.

Escuchó en silencio pese a la infinidad de cosas que quería preguntar. Oyó su nombre pero al no estar atento obvió aquello hasta que Kenshin le miró sonriente y siguió hablando.

-Si no hubiese sido por Aoshi no nos hubiéramos dado cuenta.

-¿Cuenta de qué?- preguntó de manera inconsciente.

-De que el cadáver de Kaoru era en realidad una muñeca. Gracias a eso os pusisteis a buscarla.

-Es cierto- sonrió Kaoru- si no se hubiese dado cuenta quizás seguiría en manos de Yukishiro-san.

Inclinó ligeramente la cabeza, no lo recordaba, era inútil, pero al menos sabía que había sido de ayuda para sus amigos después de los malos momentos que les dio con Takeda y Shishio.

Megumi volvió de su ronda de visitas por el pueblo, siempre que regresaba a Tokyo ayudaba al doctor Oguni. Miró fugazmente a Sanosuke y resopló adoptando una actitud de lo más altiva que no pasó desapercibida para ninguno de ellos.

-Chicas, venid aquí- llamó la kitsune- Ken, tráenos té.

-¿Qué pasa?- se preocupó Kaoru.

-No preguntes y ven.

Las dos muchachas se miraron cargadas de curiosidad para después obedecer. La kitsune se dio cuenta del leve roce de las manos de los dos ninjas iniciado por Aoshi y sintió la imperiosa necesidad de zarandearla hasta que confesara que era lo que estaba ocurriendo entre ellos.

Las tres se encerraron y esperaron pacientemente hasta que Sanosuke y Yahiko pegaran la oreja al shoji, entonces abrieron y los echaron de un modo nada pacifico con la certeza de que no volverían a intentarlo en, al menos, dos horas.

-¿Somos amigas, verdad?- dijo con la mirada distante.

-¡Claro que sí!- exclamó la comadreja.

-Sí- contestó también Kaoru.

-Sabéis que yo nunca os he pedido nada, ni os he implicado en mi vida, ni os he contado mis problemas, ni…

-¡Que sí, pesada!

-Pues esta vez necesito que me escuchéis.

Las dos amigas asintieron dándole pie a hablar, sonrió satisfecha para volver a hablar.

-Ni se os ocurra interrumpirme ¿me oís?- las dos asintieron más atentas que nunca- el otro día Sanosuke, bueno nos vimos en secreto…

-Eso ya lo sabemos- rió la comadreja.

-¡He dicho sin interrupciones!- carraspeó- lo que no sabéis es lo que pasó. Mirad, la cuestión es que no sé cuando empecé a fijarme en él- suspiró- pero lo que sí sé, es que en el momento de nuestra despedida fue cuando me di cuenta de que le amaba.

-Que bonito- susurró la tanuki.

-Nada de eso, no es bonito- negó con la cabeza- lo sería si Sano no fuese tan idiota…

-Pero Megumi…- replicó la ninja- si no fueseis tan orgullosos os iría mejor.

-Eso da igual…

Las mujeres enmudecieron al oír la llamada de Kenshin en el shoji, la doctora abrió tomando la tetera de las manos del pelirrojo y cerrando de inmediato. Se sentó nuevamente frente a sus amigas con una mirada triste.

-Todo fue muy bien, incluso me sorprendí de que no surgiese su lado estúpido, pero…- suspiró- quiere que me vaya con él a China, Mongolia o donde rayos sea.

-Pero eso es bueno ¿no?- preguntó Kaoru.

-No puedo irme.

-Megumi-chan- la comadreja le cogió las manos con fuerza- ¿tu le amas?- ella asintió- ¿y él a ti?- volvió a asentir- pues entonces sólo tenéis que llegar a un acuerdo. Tiene que irse por la orden de busca y captura ¿verdad?

-Sí, así es.

-Tal vez eso se pueda arreglar- sonrió viendo la incerteza en la cara de sus amigas- seguro que Saito puede hacer algo, con Aoshi-sama lo hizo.

-Dudo que ese tipo quiera colaborar…

-¡Nah! Créeme. Se hace el tipo duro e inaccesible pero en realidad es buena persona… retorcido, insufrible, manipulador, mandón y más cosas… pero buena persona- puso cara de inocencia total- es demasiado orgulloso… - encogió los hombros- para reconocer que nos aprecia.

-No te creo- corearon Kaoru y Megumi.

-¡Qué os digo que sí!

-Si eso que dices es verdad… yo quiero estar con Sano. Al menos…

Dejó la frase a medias, quizás sólo lograse ser su amante, quizás Sanosuke no se atrevería a pedirle matrimonio o a formalizar la relación. Eso era algo que no le importaba, se contentaba con tenerle a su lado y obtener una larga sesión de mimos y caricias siempre que le apeteciera.

-Tu turno, comadreja ¿qué nos ocultas?

-¿Por qué crees que oculto algo?

-Muy bien, lo que digas, sólo dime una cosa…- señaló su pecho- ¿qué es eso de ahí?

Abrió los ojos como platos y se llevó las manos a donde residía el collar encogiéndose ligeramente, vio la sonrisa satisfecha y altiva de la kitsune y supo que le había tendido una trampa y ella había caído de pleno, era imposible que viese el collar por que estaba oculto bajo la solapa de su gi.

-Confiesa de una vez.

-Está bien- suspiró derrotada- ayer tuvimos un accidente, eso ya lo sabéis… es que… bueno- suspiró nuevamente golpeteando el suelo con sus dedos- no sé como tomarlo ni como explicarlo…

-Vamos a ver- volvió a hablar Megumi sirviendo el té que les había llevado Kenshin- ¿dónde te ha acosado esta vez?

-Que falta de delicadeza, Meg…

-No me ha acosado, es que…

-¿Qué te ha tocado?- volvió a cortar la kitsune.

-¡Aaaaaaaaaah! ¡Basta! Habíamos dicho sin interrupciones- hizo un puchero- no me ha tocado nada más que el tobillo, pervertida.

-Entonces dilo ya, que manía de dar vueltas…

-Me ha pedido que me…- tomó aire mientras sus amigas hacían teorías a toda prisa, Megumi pensó que sería sexo, Kaoru pensó en comida- … case con él.

La doctora rió ruidosamente como si le hubiesen contado la cosa más graciosa del mundo.

-Venga, ahora enserio.

-¡Que lo digo enserio, jolines!

-Pero eso es ¡Genial!- gritó Kaoru- le…

-¿Qué le has contestado?- cortó la más mayor- espero que hayas sido inteligente.

-Le he dicho que me pregunte cuando se haya recuperado.

Se dio una palmada en la frente exasperada por la actitud prudente de la ninja y Kaoru bebió té con una gran gota recorriendo su frente.

-No, no has sido inteligente, nada inteligente… no…- suspiró- eres más tonta que Sanosuke.

-¿Y qué se supone que debería haber dicho?- preguntó cruzándose de brazos.

-Obviamente que sí o ¿es que ya no te interesa? ¡Sal ahí fuera y dile que sí!

-¡No puedo hacer eso!

-Da igual, la estupidez no tiene cura.

-No es estupidez- contestó ofendida- sé sincera Megumi ¿tú soportarías saber que el hombre que amas se ha casado contigo por qué en un momento de debilidad te lo pidió y ya no puede echarse atrás? Por que yo no podría vivir sabiendo que Aoshi… sama está conmigo por que he sido tan idiota de aprovecharme de algo así.

-Mira, eso es problema suyo, si es tan patético como para no poder enfrentarse a si mismo y rectificar en caso de que no esté enamorado de ti- la miró acusadora- tu problema, Misao, es que no estás siendo tu misma. No sé a que juegas, pero déjate llevar y sobre todo, quita esa tonta sonrisa.

-¡Megumi!- Kaoru trató de hacerla callar.

-¿Qué? ¿soy la única que tiene ojos en la cara?- sujetó con fuerza la muñeca de la comadreja- no estás contenta, ni animada, ni feliz, deja de hacerte la fuerte, llora, berrea, patalea o lo que sea que necesites hacer, pero no te conviertas en una copia sonriente de Shinomori.

La kunoichi cogió la taza de té con rabia, hasta que sintió los brazos de la doctora rodearla y se abandonó al pesar que sentía.

-Vamos, desahógate. Toda esa tensión no es buena, si no quieres llorar frente a él hazlo con nosotras.

No pudo evitar sollozar entre los brazos de la kitsune, ella tenía razón, tanta tensión y preocupación le estaban pasando factura y a veces tenía la sensación de estar a punto de quebrarse en mil pedazos. Kaoru se unió al protector abrazo, debía admitir que había sabido como llegar al corazón de la comadreja y darle lo que necesitaba.

-Si el cubo de hielo es tonto de remate no es tu culpa- rió Takani- siempre puedes buscarte a otro más guapo y más joven.

-¡Aaaaaaaaaaah bruja! ¡No hay nadie más guapo en todo el mundo que Aoshi-sama! No lo cambiaría por ningún otro hombre.

Las dos rieron mientras la comadreja refunfuñaba con rabia.

-Esa sí es la Misao de siempre jajaja.

-¡Mi turno!- exclamó Kaoru.

-Como si tú tuvieses motivos de queja- la kitsune rodó los ojos exasperada.

-¡Claro que tengo quejas!

-¿Ah sí? Limpia, cocina, hace la compra… ¿Cuál es tu queja? ­­­­

-Lo que pasa es que te mueres de la envidia, Megumi- contestó con superioridad Kaoru- por que soy yo la que se ha casado con Ken.

-Uy sí, mira como rabio- sonrió con sarcasmo.

-Kaoru-chan, dinos… ¿qué te pasa?

-Últimamente Kenshin está muy extraño.

-Estará cansado- apuntó la doctora.

Pero aquello no convenció a Kaoru, que continuó insistiendo sobre lo extraño que estaba su marido. Estaba empeñada en que la esquivaba y empezaba a pensar que tenía una amante más joven y guapa que ella.

Las dos amigas suspiraron algo agobiadas y sobre todo sintiéndose muy culpables. Ellas sabían que le pasaba a Kenshin pero no podían explicárselo o le estropearían la sorpresa a su buen amigo. Sólo podían decirle que estaba completa y absolutamente paranoica.

Mientras tanto en el porche de la entrada los chicos tomaban té y pastas.

-¿Sigues peleado con Takani-san?- preguntó de improviso Aoshi.

-No es asunto tuyo.

-En mi opinión- saboreó su té- lo único que importa es lo que sintáis el uno por el otro.

-¡Qué sabrás tú!

-Tienes razón, no os conozco, o no os recuerdo- cerró los ojos- pero no hay nada más importante en el mundo que las personas a las que quieres.

-¿Y eso me lo dices tu? No eres el más indicado para eso.

-Sano-kun, por favor- intervino el pelirrojo.

-No voy a reprochártelo, no sé que tipo de hombre era, pero sí sé el tipo de hombre que soy ahora- dijo con su habitual calma-. Si conoces los sentimientos de Takani por ti puedes correr el riesgo sin temor a perder.

-La kitsune no es como la comadreja, es capaz de vengarse.

-Misao no tiene nada que ver en esto.

-¡Me pones de los nervios!- golpeó el suelo con fuerza- tu no sabes que es que te rechacen.

-Sí que lo sé. Es doloroso, pero puede ocurrir.

El sentimiento de incertidumbre de Yahiko, Sano y Ken era evidente y sobre todo… lo lamentaban por la comadreja, si se enteraba de que Aoshi había intentado algo con alguna mujer se pondrían de los nervios.

-¿Quién?- preguntó Yahiko.

-Eso… ¿quién?- apoyó Sanosuke- pregúntale tú también Kenshin.

-¿Oro?

Se estaban metiendo demasiado en la vida privada del ninja y sabía que eso no le debía gustar mucho, era muy reservado y seguro que no les contestaría.

-Misao.

¿Habían oído bien? ¿Les había contestado? Y… ¿había dicho Misao?

-¿Misao-dono?

-Aa.

-¿Cu…? ¿Cuándo?

-¿Eso importa?- los vio asentir muertos de la curiosidad. Suspiró-. Ayer.

-¡KAMI! ¡EL MUNDO SE VA A ACABAR!- gritaron al unísono Sano y Yahiko.

-Calmaos- intervino el pelirrojo- ¿no la habrás malinterpretado?

-¿¡Qué le dijiste!?- preguntó el cabeza pollo.

-¿O qué le hiciste?- añadió el más joven.

-Lo siento, me duele la cabeza.

Se levantó para ir a su habitación. No era una excusa, le dolía de verdad, no quería acabar tirado de cualquier manera en el suelo como las otras veces, se acostaría o meditaría, pero estaría encerrado en la habitación.

El futón se le antojó extremadamente tentador, así que simplemente se tumbó y cerró los ojos.

FLASHBACK

La caravana de Oniwabanshu avanzaba por el extrarradio de Edo, la reunión con el clan Iada les había obligado a realizar el largo viaje. En la cabeza y la cola de la expedición iban algunos de los mejores guerreros del clan velando por la seguridad del Okashira, las mujeres y la pequeña nieta del anterior Okashira.

Misao correteaba feliz entre los hombres del Oni, era la primera vez que visitaba Edo y estaba emocionada, viéndola tan animada, Aoshi, se preguntaba donde estaba la tristeza sin fin que debía sentir al haber perdido a su abuelo, la única familia que le quedaba. El temor a que la niña se hundiera fue lo que le hizo llevarla de viaje, temía dejarla sola.

-¡Aoshi-sama!- gritó la pequeña deteniéndose a un lado del camino- ¡Mire cuantas flores!

Beshimi se acercó hasta ella para no dejarla desprotegida cuando Aoshi realizó un movimiento algo brusco lanzando un shuriken a un enemigo oculto en un árbol a sus espaldas, el grupo al completo giró a ver al hombre caer muerto al suelo, inmediatamente miraron el rostro impasible de su Okashira y después a la pequeña que no se había dado cuenta de nada.

-Misao. No te entretengas.

-¡Síiiiiiiiiiii!- contestó corriendo a su lado nuevamente- ¿Cuándo lleguemos podré comer dulces?

-Si te portas bien.

-¡Me portaré muy bien!

Tomó la pequeña manita de su protegida que sonreía de lo más ilusionada con la promesa de poder comer dulces. Escuchó claramente los susurros a sus espaldas, pero no iba a molestarse en decir nada, los chismorreos le resultaban indiferentes.

-Da muy mala imagen que el Okashira mantenga una relación tan estrecha con esa niña- murmuró el más joven de los Onis.

-No es una niña cualquiera- interrumpió Okina- es la protegida del Okashira.

-Si al menos fuese su prometida…- añadió el joven- nos da mala imagen estar todo el día cargando con una mocosa.

-Da mala imagen, da mala imagen- intervino Hyottoko que había esperado a tenerlos a su altura- si tanto te preocupa la imagen no deberías ser ninja.

-Pero no es lo mismo, esa cría nos retrasa y nos convierte en un blanco fácil ¿qué hay de la seguridad?

-La seguridad de Misao es responsabilidad de los que hemos sido designados a esa labor- aclaró Okina- tu preocúpate de hacer lo que te han ordenado.

La conversación fue interrumpida cuando un shinai se estrelló contra la cabeza del muchacho, siguieron con la mirada la longitud del arma de bambú hasta llegar a la culpable de aquello, Misao miraba con reproche al muchacho, ella era una Oni y su oído estaba bien desarrollado por eso les había escuchado sin problemas.

-¿Dónde vas con eso?- rió Hyottoko- si es más grande el shinai que tu.

-¡Yo soy fuerte! Y puedo cuidarme sola- le sacó la lengua al muchacho girando sobre sus talones muy dignamente.

-Vamos- la llamó el Okashira.

La niñita lanzó el shinai para correr junto a él con energías renovadas tras demostrar que podía enfrentarse a un shinobi, aunque este tuviese la guardia baja. Aoshi batalló interiormente contra sus ganas de reír como un loco, el orgullo de aquel shinobi principiante iba a doler durante mucho tiempo.

*********************************************************************************

Un grupito de Onis de nivel más avanzado tenían rodeado a Aoshi, los ignoró por completo cerrando los ojos para meditar, sabía que su nivel era superior al de ellos, en varios sentidos. Los muchachos le increpaban con todo tipo de insultos y alusiones a su familia, no mostró ningún tipo de molestia, ni cuando le llamaron monstruo ni cuando le dijeron que su madre era una puta que había pasado por encima del mismísimo Okashira para meterle en el Oniwabanshu.

Escuchó un boken chocar contra la cabeza de uno de los muchachos y la curiosidad le hizo abrir un ojo. Se sorprendió al ver a Ayame con cara de pocos amigos encarando a los jóvenes.

-¿No tenéis nada mejor que hacer?

-Makimachi-dono… ha empezado él.

-¿Ah si?- preguntó sarcásticamente- Shinomori-kun- sonrió con ternura al chiquillo- acompáñame, el Okashira quiere hablar contigo.

Se levantó y la siguió.

-¿Ya no me llamas Aoshi-chan?

-Jajajaja no te dejaría en muy buen lugar si te llamase así frente a esos idiotas.

-Ayame, deberías estar descansando.

La mujer se arrodilló apresándole en un abrazo.

-¡Qué monoooooooooo! Aoshi-chan se preocupa por miiiii.

Pensó en forcejear para que le soltase pero se decidió por corresponderle.

-¿Cómo está Misao?

-Está bien, ya no tiene fiebre.

-Entonces volvéis a marcharos…- susurró con un deje de tristeza.

-Mañana- besó la mejilla de su amigo- ¿quieres venirte con nosotros? Sabes que puedes venir.

-Tengo trabajo…

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Su mente estaba envuelta en la más absoluta desesperación. La culpa y el odio le devoraban sin piedad. La muerte de sus hombres se repetía una y otra vez en su cabeza y el desprecio hacia Battosai aumentaba, él era el culpable de sus muertes. Él había usurpado el honor del Oniwabanshu con su estúpida sonrisa y sus estúpidas y vanas palabras.

Sentado en el suelo frente a los cuatro monolitos de piedra bajo los cuales descansaban las cabezas de los seguramente eran sus únicos amigos. La soledad allí era máxima, únicamente las bestias se adentraban por aquella parte del bosque.

El Oniwabanshu estaba acabado.

Sí. Así era. No quedaba nadie capaz de continuar con su labor. Los miembros de los diversos asentamientos no eran más que inútiles incapaces de realizar correctamente su trabajo, además la mayoría de ellos habían abandonado para lograr lo que ellos llamaban una vida. Los ninjas eran habitantes de las sombras, ellos no podían tener eso.

¿Una esposa? ¿Una familia? ¿Una pandilla de niños? ¿Amigos? ¿Conocidos? ¿Un estúpido negocio contraproducente?

No. Los que tenían como fin aquello no eran más que unos malditos fracasados. Por eso él nunca abandonaría su vida de shinobi. No necesitaba amigos, una esposa estúpida, mocosos incordiándole constantemente, todas esas cosas no eran más que un enorme estorbo. Si quería sexo no tenía más que buscarse a una prostituta de cualquier distrito del placer, al fin y al cabo para eso existían.

Y ella… Ella no era nada más que otro maldito estorbo en mitad de su camino.

Ignoró la fuerte punzada de dolor en su pecho ante ese pensamiento.

******************************************************************************************

El hombre de cabello rojizo y ojos negros les miraba con desprecio, se puso en pie riendo estruendosamente, le lanzó un wakizashi a Aoshi que lo miró indiferente.

La pequeña Misao dormía placidamente en un rincón de aquella gran sala, agotada del largo viaje, rodeada de aquella aura inocente y pura que siempre desprendía. El pelirrojo se acercó a ella tomando uno de sus pequeños bracitos.

-Mátala, Shinomori- sus crueles ojos negros fijos en el cuerpo de la pequeña- mátala y te daré lo que deseas.

-No- respondió tajante.

-En ese caso le cortaré el brazo y haré sopa con él.

No supo como pero todo su cuerpo se movió instantáneamente y detuvo con el wakizashi la trayectoria de la katana del pelirrojo. El sonido del metal la despertó, sus puros ojos verdes miraron asustados las dos armas frente a ella, con su mano libre sujetó el bajo del pantalón de su tutor mientras batallaba por liberarse del agarre del hombre.

-Sigue durmiendo Misao, no pasa nada.

-Dime, niña ¿tu quieres a este monstruo?

-Aoshi-sama no es un monstruo…- susurró dolida por el adjetivo- yo le quiero mucho…

El hombre sonrió esta vez cargado de cariño, bajó el arma y revolvió el pelo de la niñita que no comprendía nada, aunque no era la única que no entendía de que iba aquello.

-Mi nombre, pequeña damisela, es Kojima Kento. Tu papá era mi sobrino, es decir que soy tu… tío abuelo o algo así. Tu abuela era mi hermana.

-Ah… pues que bien- se sujetó con las dos manitas al pantalón del Okashira-. Aoshi-sama no es un monstruo- el hombre rió ruidosamente.

-Eso ya lo has dicho.

Como movido por un resorte la tomó en brazos alejándola de las manos de el dueño de la casa, no tenía claro si podía fiarse de él o no, lo de matarla y cortarle el brazo parecía decirlo en serio ¿eran familia de verdad? Le daba igual no iba confiar en él.

FIN DEL FLASHBACK

Abrió los ojos con pesadez, de nuevo a su lado estaba Misao. Debía haberla preocupado, tenía que compensarla por permanecer a su lado a pesar de ser tan idiota.

Continuará

Escrito el 26 de mayo de 2009

martes, 2 de junio de 2009

Anuncios: Nuevas versiones



Estoy trabajando en una segunda versión de mis fanfics "Recordándote" y "El amor duele" corrigiendo algunos pequeños fallos que se me habían pasado por alto pese haberlos repasado cientos de veces. Los subiré en formato '.pdf' (una vez haya finalizado las historias) con algunos extras, como minihistorias paralelas, bocetos y una portada, ya que lo hago lo hago bien jajajaja.
Si sois de los que me leéis y encontráis algún tipo de fallo ortográfico o contextual os agradecería que me avisarais.
Saludos.

lunes, 1 de junio de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 21.- Decisión de futuro



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 21.- Decisión de futuro

En Kyoto los pajarillos cantaban alegremente entre los árboles sin preocupaciones mientras una imponente sombra recorría el tortuoso camino en dirección a una pequeña casa. Se oían risas de niños que disfrutaban de las altas temperaturas veraniegas chapoteando en el pequeño arrollo cercano.

Sus ojos azul marino reflejaban la luz del sol y su sonrisa resplandeció al ver a su ‘amigo’ jugar despreocupadamente con aquellos niños. Avanzó con sigilo sin lograr pasar desapercibido para el hombre de ojos dorados que pese a todo le ignoraba por completo.

-No creí vivir lo suficiente para ver al temible Saito jugar con sus cachorros.

-¿Qué te ha hecho bajar de la montaña?- preguntó con sorna- ¿te han echado las bestias?

-En realidad sentía una gran curiosidad por tu plan.

-¿Y para eso has venido a mi casa?- le miró inquisitivamente.

-Papi ¿Quién es el señor de los dientes brillantes?- cuestionó una niña morena con ojos ámbar iguales a los de su padre- ¿viene a jugar?

-Yukiko-chan, vuelve adentro.

La pequeña hizo pucheros pero de nada le sirvió, pateó una piedrecita que había en mitad del camino con todas sus fuerzas y se fue de muy mala gana con sus dos hermanos mayores, que rieron divertidos por la reacción de su hermanita.

-Venga, va, Hajime ¿qué quieres a cambio de mi participación en tu juego?

-¡Ju! Cuéntame que te traes entre manos con la Oni ¿ya te has cansado de vivir con las cabras?

-Jajajajaja- palmeó con fuerza la espalda del lobo- ¡vamos! Tú sabes mejor que nadie que no se puede vivir solo eternamente.

-Muy bien, pero que conste que yo pongo las normas.

-Parecéis un par de mujeres chafarderas con demasiado tiempo libre, Hajime-chan- se oyó la voz lejana de Tokyo

Ambos hombres carraspearon ignorando el comentario de la mujer, se sonrieron con superioridad y estrecharon sus manos sellando su acuerdo, ahora el juego que había iniciado Saito tenía un nuevo colaborador, Hiko Seijuro.

Mientras tanto en Tokyo, los habitantes del dojo Kamiya se repartían las labores domésticas, Kenshin eligió rápidamente su labor favorita, lavar la ropa, Sanosuke y Yahiko que trataba de huir fueron obligados a limpiar el dojo de arriba abajo, Megumi se escabulló hábilmente sacando como excusa al doctor Genzai, a los dos ninjas les encargaron ir de compras y Kaoru se auto asignó la labor de limpiar la casa junto con Kenji. Así pues cada uno se dirigió a sus tareas, algunos más animados que otros.

El dojo estaba realmente cerca del mercado y no tardaron más de diez minutos en llegar, el problema era no conocer la ubicación, ofertas y género de cada tienda, si aquello fuese Kyoto con veinte minutos les bastaría para realizar todas las compras y ahorrar al menos un quince por ciento del presupuesto. El ex-Okashira tomó la mano de la comadreja con decisión, no quería perderla entre la multitud ni mucho menos separarse de ningún modo, además había tomado una decisión en firme sobre ella, lo único que necesitaba era el momento idóneo para poner en marcha su plan.

Dieron una primera vuelta fijándose en todos y cada uno de los puestos, examinando los productos y comparando precios, finalmente Misao sonrió y le guió hasta una carnicería, el dependiente era un hombre de mediana edad que miraba lascivamente las piernas de la comadreja que parecía no darse cuenta, en cambio Aoshi veía claramente las intenciones del vendedor así que optó por vigilarle muy de cerca. Mientras ella examinaba atentamente los productos que ofrecía el hombre, el ninja le lanzaba una mirada asesina, el vendedor se decidió a realizar su primer movimiento, dirigió su callosa mano hacia el trasero de la Okashira con intenciones nada nobles, cuando estaba por lograr su objetivo la gran mano de Aoshi sujetó su muñeca con fuerza empujándole después.

-Esta pieza es perfecta- sonrió la muchacha que no se había dado cuenta de nada- no tiene mucha grasa y es muy fresca, así que…

-Misao, ve a sentarte, yo me encargo de esto.

-¿Ah? ¿Por…?

-Ve, por favor.

Parpadeó incrédula, con lo que odiaba ir a comprar y la mandaba a sentarse para hacerlo él mismo, sin duda debía tener un buen motivo aunque ella no supiera cual podría ser, asintió y se alejó especulando sobre ello, se sentó en el banco de madera frente a la tienda observándole con una sonrisa. Sintió como alguien tomaba asiento a su lado, era una mujer de la edad de Aoshi aproximadamente, con un gran busto su piel blanca que parecía de porcelana, sus ojos negros enigmáticos y sus labios rojos lucía un precioso kimono rojo con estampado floral. Miró de nuevo al ninja, la verdad es que se sentía poca cosa al lado de aquella mujer y no pudo contener un suspiro.

-Es muy guapo ¿verdad?- preguntó repentinamente la mujer.

-¿Có-cómo?

-Sin ropa es más guapo aún- suspiró llevándose una mano al pecho- creo que era samurai, su pecho está cubierto de profundas cicatrices.

-¿Usted le conoce?

-Fue uno de mis primeros clientes, un amante excelente.

La comadreja bajó la mirada, ya sabía que Aoshi había tenido relaciones con mujeres, era evidente por su edad y también por que recordaba a una joven que a veces entraba en su habitación y no salía hasta por la mañana, mientras estaba allí ella dormía con Hannya y tenía terminantemente prohibido acercarse a la habitación del ninja, claro que por aquel entonces creía que jugaban al ajedrez, a go o a shôgi, un juego de esos que tanto les gustaba a los adultos, hasta que creció y entendió que pasaba. Una cosa era saberlo y otra muy diferente tener a una mujer como esa a su lado confirmándole que se había acostado con él.

-Sólo tiene un defecto…- cruzaron sus miradas- no le gusta verte la cara, supongo que prefiere imaginar que eres la mujerzuela de la que esté enamorado- sonrió con ternura a la muchacha petrificada- entre tú y yo, no debe ser muy lista si no le corresponde.

Le observó, estaba comprando felizmente, bueno, todo lo felizmente que podía estar alguien como él, ajeno a lo que decía aquella mujer, lo peor era no poder confirmar todo eso.

-Te recomiendo que no le pongas trabas y te dejes hacer lo que él quiera, créeme te llevará al paraíso.

-Está confundida, yo no soy…

-Llámalo como quieras, pero no te engañes a ti misma.

Acabada su compra caminó hasta las dos mujeres que seguían charlando, se detuvo frente a la comadreja tendiéndole la mano ignorando por completo a la otra mujer. Misao tomó su mano y dirigió una última mirada a la mujer que le sonrió con calidez. Continuaron con sus compras sin más incidentes, aunque en la cabeza de la comadreja no paraban de repetirse las palabras de aquella mujer ¿sería de verdad tan buen amante? Se golpeó mentalmente por pensar en algo así, era una maldita pervertida.

Nada más llegar al dojo Kenji secuestró al ninja y lo llevó al dojo donde estaban los otros hombres, alzó una ceja mientras Sanosuke le lanzaba un cojín para que se sentase. Se sentó intrigado y se sirvió una humeante taza de té dispuesto a escuchar lo que quiera que fuese que planeaban. El pequeño se fue directo a secuestrar a la comadreja para jugar, no le interesaba lo más mínimo las reuniones de mayores.

-Tíos- hablo Sanosuke- tenemos que hacer algo… las chicas planean algo.

-¿Oro?

-La última vez que dijiste eso acabó persiguiéndonos la mitad del cuerpo de policía.

-Yahiko, eso fue culpa nuestra, nos confiamos demasiado.

-¿Algo de qué tipo?- intervino Aoshi.

-Buena pregunta, cubo de hielo- carraspeó- creo que planean cambiarnos por otros- el pelirrojo le miró con espanto- bueno en tu caso, Kenshin, creo que te libras.

-Que alivio- susurró.

-Apostaría a que Tsubame debe empezar a plantearse el hacer caso de los halagos de Yutaro- exclamó señalando a Yahiko- y la comadreja cansada de esperar se dejará arrastrar por la kitsune.

-Ya, no me digas más- le interrumpió el más joven negando con la cabeza- te has peleado con Megumi y nos vas a usar para recuperarla.

-¡Maldito mocoso! ¡Qué sabrás tú!

-Dile lo que quiere escuchar- dijo Aoshi sorbiendo su té- discúlpate con ella por lo que sea que le hayas hecho.

-Muy listo, si supieses tanto no estarías soltero a tu edad y menos teniéndolo tan fácil como lo tienes.

-¡Sanosuke! Aoshi, por favor, no le hagas caso.

El ninja se levantó para marcharse, no sabía a que se refería pero por algún motivo le había cabreado aquel comentario. Decidió no seguir pensando en eso y darle una segunda oportunidad a esa ‘reunión de hombres’ así que tomó asiento nuevamente.

Mantuvieron el dojo ocupado el resto del día, trazaron planes para conquistar a las chicas, aunque en realidad la única finalidad del cabeza pollo era recuperar a la kitsune. Kenshin ponía la sensatez, Yahiko la frescura, Aoshi unos sorprendente buenos consejos y Sanosuke… bueno él sólo le ponía morro.

La mañana despuntaba cuando se despertó, antes de acostarse habían acordado salir temprano en busca del tal Kojima Kento. Misao no tardó en llamar a su puerta con el almuerzo empaquetado y una radiante sonrisa. Acordaron su ruta, ese primer día irían al norte y lentamente descenderían en dirección este bordeando las áreas boscosas en busca de templos ocultos que pudiesen darles alguna pista.

Su larga caminata fue de lo más entretenida, la comadreja le estuvo explicando anécdotas sobre sus viajes por Japón tratando de encontrarles, algunas cosas de lo más inverosímiles y que si no fuese Misao quien las explicaba no se las hubiese creído. También contestó a sus preguntas sobre algunas cosas que había recordado, logrando confirmar que seguramente era el peor tutor de todos los tiempos.

Anduvieron durante horas inspeccionando las casas cercanas a los templos y preguntando por aquel hombre a los que vivían por allí, del hombre no había ni rastro. Empezaban a estar cansados de interrogar a gente así que tomaron la decisión de volver al dojo para cenar y retomar la búsqueda de este a sur al día siguiente.

Deberían haber retrocedido, ambos lo sabían, ese camino era poco seguro, sin embargo ninguno de los dos se pronunció al respecto, continuaron esquivando hábilmente los obstáculos que aparecían a su alrededor, hasta que ocurrió lo inevitable. El terreno cedió bajo sus pies, Misao trató de sostenerle pero pesaba demasiado para ella e irremediablemente cayeron, instintivamente la protegió con su cuerpo evitando que recibiera demasiados golpes. Rodaron colina abajo y después todo se volvió negro.

FLASHBACK

El pequeño Aoshi entrenaba duramente en el patio trasero del Aoiya, la intensa nevada y la enorme cantidad de nieve acumulada entorpecían sus movimientos, desde el otro lado del patio le observaba una hermosa mujer de piel pálida y ojos azules como el cielo. Uno de los mejores guerreros Oniwabanshu se acercó al pequeño.

-Tienes que cambiar el peso del cuerpo de una pierna a la otra con más fluidez, pequeño.

-Okina-san.

-El movimiento debe empezar en la cadera, no en las rodillas- sonrió poniendo las manos en los hombros del niño- así tendrás más base, más estabilidad y cuidarás tus rodillas, si no cuando seas viejo no podrás ni caminar.

-Déjale en paz, Nenji- exclamó la mujer acercándose a ellos- su entrenamiento es cosa mía.

-Haruna, sólo le aconsejaba…

-Pues no lo hagas- tiró con fuerza del brazo de su hijo apartándolo del hombre- no vuelvas a acercarte a él.

-Mamá…

-No repliques y vuelve adentro.

El niño entró en la pequeña sala donde descansaban los cocineros, se sentía apenado, él admiraba a Okina y siempre obtenía excelentes consejos de parte de aquel gran ninja, era incapaz de comprender el motivo por el que su madre se empeñaba en mantenerle tan alejado de él.

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Observaba las carpas del pequeño estanque de la residencia privada de Makimachi Kazuya, empezaba a cansarse de esperar, estaba muy cansado y tenía unas ganas tremendas de llorar, acababan de asesinar a su madre y no sabía que iba a ser de él a partir de ese momento. Sólo era un niño de cinco años incapaz de relacionarse con los demás de un modo natural, en realidad no era nada, psicológicamente no era un niño pero tampoco era un adulto, no era un shinobi su entrenamiento no había sido completado pero tampoco era un principiante, por eso los de su edad no estaban a su altura y los adultos no le querían cerca… Conocía a la perfección la opinión del resto de Onis sobre él, todos le temían y le rechazaban, se sentía tremendamente solo.

Una cálida mano se detuvo en su pequeño hombro ejerciendo una ligera presión, giró para ver al dueño de esa mano. Okina le sonreía con ternura.

-Ven conmigo, muchacho.

-¿Vais a echarme?- preguntó visiblemente afectado.

-Aoshi-kun- la penetrante voz del Okashira frente a ellos le puso en guardia- Nenji-san y yo hemos tomado una decisión sobre tu futuro- dijo mientras se acercaba a ellos- pero también quiero conocer tu opinión- se arrodilló frente a él mirándole con seriedad- a partir de hoy seré tu tutor, si a ti te parece bien.

-S-sí.

-¡Perfecto!- sonrió ampliamente- Nenji-san te entrenará.

-¡Será un honor Okashira!

-Que entusiasmo- rió Okina- Kazuya-kun, creo que lo han cambiado por su gemelo el alegre.

-No te burles del pobre chiquillo Nenji- rió también Makimachi.

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El único sonido que podía oír era el latido de su propio corazón ¿era ese su final? No quería morir todavía, a sus dieciséis años de vida había vivido mucho más que el resto de chicos de su edad, y aunque estaba preparado para ese fin desde que debutó como shinobi ahora deseaba vivir un poco más.

En el fondo de aquella zanja iba perdiendo las esperanzas de ser encontrado por sus compañeros, moriría sin poder verla una vez más, ni siquiera se había despedido de ella. Cerró sus ojos abandonándose a su destino, cuando sintió como alguien le cargaba en la espalda y le sacaba de aquel lugar, por más que lo intentó fue incapaz de abrir los ojos para ver a su salvador.

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La más pequeña del Oni pateaba el aire bajo la atenta mirada del Okashira, Hannya y él habían empezado a enseñarle algo de kenpô, los movimientos más sencillos que ella repetía sin problemas, había tenido que ceder muy a su pesar ya que no paraba de tratar de imitarle y algún día acabaría haciéndose daño, eso sin contar con que siempre acababa atascada en el lugar más inverosímil, como entre un par de rocas o enredada en las ramas de algún árbol.

-Separa más las piernas y no saltes, mantente firme.

-¡Aaaaaah! ¡Es muy difícil!- exclamó poniendo morros.

-Eras tu quien quería aprender, ya puedes dejarlo si tan difícil es.

-¡Eso no!

Una presencia amenazante se acercó a ellos y segundos después un destello azul cruzaba el patio del Aoiya, Aoshi se movió veloz cubriendo con su cuerpo el de su pequeña protegida, en su hombro se hundió dolorosamente un kunai, la miró tratando de no asustarla.

-No te muevas.

-Sí.

-…- suspiró- pero sigue respirando.

-¡Sí!

El ninja vio el cielo abierto con la repentina presencia de Shikijo, no podía luchar contra ocho tipos con la niña colgada de su cuello, se la entregó al Oni de un modo brusco.

-Protégela con tu propia vida- pronunció antes de arrancar el kunai de su hombro- si le pasa algo…

-Sí, sí, ya lo sé.

-¡Te castigará sin postre!- gritó la pequeña emocionada.

-No será sin postre precisamente, enana.

-¿Sin cena?

-Claro, sin cena- dijo con sarcasmo.

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Espiaba a unos yakuza, cuando de repente vio a una hermosa muchachita, una muchachita que le resultaba tremendamente familiar, pensó en intervenir, no sabía donde se estaba metiendo, esa gente era muy peligrosa.

-Disculpen… ¿es este el camino a Tokyo?

-¡Mirad lo que tenemos aquí!- dijo uno y con ello los diez hombres que habían allí la rodearon- ¡Carne fresca! ¿Quieres jugar con nosotros?

-¡Claro que sí!- rió la muchacha.

En cuanto los hombres se lanzaron a por ella se quitó la capa que llevaba revelando el uniforme Oniwabanshu y entonces la reconoció ¡Kami era Misao! Ahora sí tendría que intervenir y después ingeniárselas para despistarla, pero se detuvo en seco al ver a la jovencita patear graciosamente a aquellos desgraciados, los dejó a todos echando una siesta.

-¡Aaaaaaaaah! ¡Rayos! ¿Es que solamente hay pervertidos por aquí?- recogió enfadada su capa- ¡mierda! He vuelto a quedarme sin respuesta.

-“Los dos nos hemos quedado sin respuestas”- pensó alzando una ceja.

-Misao eres realmente idiota… si Aoshi-sama estuviese aquí se decepcionaría mucho.

¿Qué pasaba con él? Lo único que podía pensar era en lo bonita que estaba, seguía siendo una chiquilla pero cómo había crecido ¿y si bajaba? Era su tutor… además la añoraba. No, no, no podía bajar, si lo hacía la implicaría en todos aquellos turbios asuntos. Por fortuna Hannya llegó antes de que cometiese una estupidez.

-¡Diablos! ¿Qué voy a hacer?- se sentó bruscamente sobre una roca- no conozco este camino y me he quedado sin dinero…- sonrió traviesa y registró al hombre que parecía el cabecilla sacando una bolsita de dinero- ¿a qué me prestas dinero? ¿Cómo dices? ¿Qué me lo lleve? ¡Genial! Graciaaaaaaaas.

Los dos Onis observaron perplejos como correteaba felizmente después de robarle el dinero a un yakuza. Hannya miró al Okashira sin saber muy bien como reaccionar.

-Ha crecido mucho- Aoshi le miró de reojo- ¿no se alegra de haberla visto, Aoshi-san?- no contestó, se limitó a mirar el lugar por donde había huido- pronto tendrá edad para casarse, me pregunto qué tipo de hombre elegirá…

-No necesita un marido, necesita modales.

Bajó del árbol molesto, no quería ni pensar en eso, le asqueaba pensar en algún hombre sudoroso recorriendo el cuerpo desnudo de su protegida con sus asquerosas manos indignas. Más le valía a Okina tener cuidado con eso.

FIN DEL FLASHBACK

Abrió los ojos tratando de ubicarse, el terreno había cedido y… ¡habían caído! Intentó incorporarse topando con Misao, sus ojos estaban cerrados, seguramente se había desmayado por el golpe, pero estaba bien la había protegido con su cuerpo.

-Misao, despierta, Misao.

Se removió entre sus brazos frotándose somnolienta uno de sus verdes ojos.

-Misao ¿estás bien?

-Creo que sí…- se incorporó ligeramente- ¿y usted? ¿Está herido?

-No- no pensaba confesar que le dolía el trasero.

-Tenemos que volver o se preocuparan ¡ay, ay! Rayos… creo que me he torcido el tobillo.

-No te muevas.

-Que fastidio…

-Misao… te quiero.

Le miró sorprendida, él nunca le decía ese tipo de cosas, no desde que era una niña y cuando lo hacía era contestando a sus palabras afectuosas. Movió ligeramente su mano para acariciar la negra cabellera de la comadreja, posiblemente su ‘declaración’ no era tan clara, tendría que especificar.

-Te quiero- repitió al abrazarla con fuerza- estoy loco por ti, Misao, te amo tanto que deseo pasar el resto de mi vida a tu lado ¿Quieres… casarte conmigo?

Hundió su rostro en el hombro masculino reteniendo su impulso de gritarle que sí ¡Kami! ¿Cuánto tiempo llevaba queriendo oír eso? ¿Qué podía hacer? Estaba segura de que confundía sus sentimientos, no había otra explicación a ese cambio tan brusco… ¿Dónde demonios estaban Megumi, Sanosuke y Yahiko cuando se les necesitaba? La mano del ninja se detuvo en su espalda dibujando círculos sobre la tela de su shinobi. No sabía que contestar, bueno su respuesta en una situación normal sería gritar un ‘sí’, pero se planteaba el tema de aprovecharse de la situación, tal vez debería hacerlo, el problema era que si le decía que sí y al recuperarse volvía a verle como a una niña se sentiría en la obligación de hacerlo, y eso no podría soportarlo, el que estuviese con ella por obligación era algo que simplemente no podría soportar. Así que debería rechazarle… pero eso tampoco le parecía una buena opción, se sentía terriblemente confusa… tendría que disimular hasta encontrar una buena respuesta.

-¡Ay! Rayos… que daño- dijo sin despegarse de él.

-Déjame ver…- se incorporó consciente de que era una excusa para no contestarle- diría que te has dado un golpe con algo, la cinta está rasgada- soltó con cuidado el listón azul liberando su pierna- diría que no es grave. Sube- dijo arrodillándose de espaldas a ella- te cargaré hasta el dojo.

Obedeció sin atreverse a mirarle directamente, se abrazó a su cuello cuando le sintió ponerse en pie, dejó reposar su frente sobre el hombro de su tutor reuniendo el valor suficiente para dar una buena respuesta.

-Aoshi-sama yo…

-No hay prisa, contéstame cuando te sientas preparada.

Suspiró aliviada agradeciendo a Kami por librarle de aquella presión y agradeciéndoselo a él también con un leve beso en su mejilla. Avanzó por el despeñadero que parecía mucho más seguro que el lugar por donde iban antes y a diferencia de lo habitual era Aoshi quien hablaba y Misao la que escuchaba.

Megumi le hizo una revisión completa al llegar, a parte de una contusión en el tobillo y un par de rasguños no tenía nada más, la vendó cuidadosamente mientras reía imaginándose la situación por la que habían acabado en el fondo de un barranco y preguntándose por que estaba tan roja y calladita, desde luego la vida de la comadreja empezaba a parecerle muy interesante. Cuando hubo acabado con Misao revisó a Aoshi que al igual que ella tenía algún que otro golpe y arañazo sin importancia.

A media noche cuando ya todos dormían o al menos eso suponía, escuchó ruidos en el pequeño porche frente a la habitación y temiendo que pudiese ser un intruso salió sin dudarlo, pero era una falsa alarma, era Misao que miraba las estrellas pensativa.

-¿Qué haces levantada aún?

-No podía dormir…

La miró detenidamente, lo más probable es que el dolor no la dejase dormir. Se sentó junto a ella algo preocupado y al hacerlo ella se levanto de golpe dándole la espalda. Ya tenía una, la mejor que se le había ocurrido, aunque quizás no fuese la respuesta más idónea.

-Lo de antes…- susurró- pregúntemelo cuando se haya recuperado…

La vio entrar a su habitación cojeando ¿cómo interpretaba esa respuesta? ¿Era positivo o negativo? ¿Tenía posibilidades o le había rechazado sutilmente? Quizás era demasiado mayor para ella, o tal vez para ella sólo era su tutor, quizás estuviese enamorada de otro o…

Continuará

Escrito el 26 de abril de 2009