jueves, 14 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 11.- La dama y el criado



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 11.- La dama y el criado

Misao se levantó a regañadientes, le esperaban dos días espantosos junto al lobo de Mibu ¿acaso podía haber algo peor? Su único consuelo era saber que volvería a tiempo para el festival, no sería cortés no acompañar a tus invitados que han venido desde Tokyo expresamente para ello ¿no?

Se aseó y desayunó, todos continuaban durmiendo, era mejor así, prefería que nadie la viera con el modelito que debía haber elegido Saito para ella, seguro que era terrible. Entró de nuevo en su habitación y abrió una de las cajas que Cho le había entregado la noche anterior. Esperaba que hubiera un kimono o una yukata, algo femenino, en cambio había un vestido occidental violeta y un corpiño negro, en ese caso la otra caja… unas botas. Suspiró fastidiada para empezar a cambiarse pensando donde podría ocultar sus armas, le cabría un tanto en el escote, pero ¿y sus kunai? No tenía obi donde meterlos… buscó unas viejas correas de cuero que alguien le había regalado, las usaría a modo de liguero y allí colgaría sus kunai.

Cuando hubo acabado de arreglarse cogió sus botas y salió al corredor, se paró frente a la habitación de Aoshi, estaba un poco preocupada por él, suspiró y pasó de largo. Bajó las escaleras y allí chocó contra algo, una pared, pensó, pero las paredes no te cogen de la mano para que no te caigas ¿no? Miró al frente.

-A-Aoshi-sama ¿le he despertado?

-No, no podía dormir.

La observó de arriba abajo, la ropa le quedaba como un guante, le favorecía más que el furisode. Y pensar que se había vestido así por Saito ¿de verdad iba a quedarse sin hacer nada? ¡Al diablo! Iba a ir le dijeran lo que le dijeran.

-Te acompaño.

-A Saito no le gustará que venga.

-Me da igual si le gusta o no.

Misao sonrió, deseaba que el lobo le dejara quedarse con ella, la verdad es que eso le tranquilizaría, las misiones de Saito siempre acababan con ella al borde de algún precipicio, y es que ese policía psicópata la usaba siempre de señuelo. Se sentó en la entrada para calzarse las botas, bajo la atenta mirada del ninja que observaba detenidamente cada movimiento que realizaba.

Recorrieron el camino a la comisaría tranquilamente, la comadreja le explicaba una infinidad de cosas sobre las misiones de Saito, sus aventuras y desventuras adornándolas con una gran variedad de gestos dándole más énfasis a lo que contaba, él no podía hacer más que sonreír, explicaba las cosas de tal modo que parecían sacadas de una comedia. Se peguntaba si antes disfrutaba de sus historias del mismo modo. La diversión llegó a su fin cuando Saito se presentó ante ellos vestido con un elegante traje occidental.

-Bonito escote, comadreja- la mirada gélida del ninja se clavó en él- no me mires así ¿acaso no piensas lo mismo?

-¡Claro que no! ¡Él no es un pervertido!- le miró buscando la confirmación a lo que decía.

El Lobo tenía razón, pero no podía admitir que uno de los motivos por los que estaba ahí era el seductor aspecto que presentaba la muchacha, así que se limitó a mantenerse en silencio con la vista fija en el policía.

-Imagino que ahora me dirás que tienes intención de venir y no aceptarás un no por respuesta, que no te fías de mi y blablabla- sonrió al ver que había dado en el blanco, invitándoles a entrar al despacho- ya lo había previsto, muy bien. Comadreja, desde ahora eres Tsukiyama Akane, mi querida y flacucha esposa, antes eras una campesina de Mie, tu padre te vendió para pagar sus deudas de juego y yo te compré antes de que te mandaran a cualquier burdel, tu apellido de soltera es Honjo, es fácil ¿no?

-Un milagro, no te has inventado nada retorcido e inverosímil esta vez.

-Quejica. Vayamos con lo interesante, yo soy Tsukiyama Seiji marchante de arte, nacido en Tokyo, me gustan las jovencitas de buen ver, te compré por…- la miró de arriba a abajo- ya me inventaré algo. En cuanto a ti- señaló al ninja sonriéndole sarcásticamente- tú, eres mi tonto criado, en realidad estoy pensando en despedirte, te llamas Nonomiya Daisuke, de Chiva.

Un criado… bueno, mejor eso que quedarse en el Aoiya preocupándose por el bienestar de la comadreja. Saito les miraba con superioridad sabiendo que se había salido con la suya, su plan inicial era dejar al ninja en la pensión carcomiéndose el cerebro pensando en que le iba a hacer a la muchacha, pero si no veía sus reacciones entonces la diversión disminuía, era mejor tenerlo cerca y restregarle por la cara su falso matrimonio con ella, provocarle celos de un modo sutil para ver si le hacía reaccionar.

-¿Dudas, quejas, aplausos?- Misao iba a replicar pero en ese momento la puerta se abrió- Cho, justo el hombre al que quería ver- el rubio resopló- Tokio vendrá aquí este mediodía, llévala al Aoiya y pide que la alojen allí.

-Pídeselo a la comadreja o a Shinomori, los tienes aquí- dejó el paquete que cargaba y los señaló con fastidio- Ahora que me fijo… ¿desde cuando tienes tu ese escote?

Dos kunai estuvieron a punto de impactar en su cuerpo por ese comentario tan fuera de lugar, Saito rió estruendosamente, su estúpido empleado seguía sin saber cuando debía abrir su bocaza.

-Ellos tienen trabajo que hacer, además soy tu jefe y te mando a hacer lo que me da la gana ¿queda claro? Si te mando a tirarte de un puente tú lo haces sin más.

-Qué cruel, pobre Cho…

-Aaaaaaaaaah ¡Miiiiiiiiii-chan!

Cho corrió a abrazar a Misao por apiadarse de él, Aoshi le detuvo bruscamente.

-Si nadie tiene nada más por añadir- le lanzó el paquete al ninja- ponte esto, no puedes ir en yukata.

El lobo sacó a la comadreja y al cabeza de escoba del despacho para que el ninja se cambiase. Una vez solo abrió el paquete dentro había un traje occidental, a diferencia del que lucía Saito este estaba desgastado y se apreciaba la baja calidad del tejido, parecía realmente el uniforme de un criado. Se vistió rápidamente, sólo tuvo un problema… ¿cómo demonios se ataba la corbata? No tenía ni idea de cómo hacerlo. Resignado a recibir bromas al respecto salió con la corbata en la mano.

-No te queda mal, ponte la corbata de una vez y vámonos.

-Yo diría que no sabe como se pone- se burló Cho.

-Pues pónsela tú.

-¿Qué dices? No tengo ni idea de cómo se ata esa cosa infernal, hazlo tú, llevas una, sabrás atarla.

-Eso es cosa de Tokio.

La Okashira suspiró, tanto jaleo para que ninguno de los dos supiera como se ataba, se acercó al ninja cogió la corbata y le hizo agacharse. Se la puso alrededor del cuello y empezó a atarla.

-No se preocupe, de hecho siempre se la pongo yo.

-¿Y a ti quien te ha enseñado a hacer eso?- preguntó Saito sumamente sorprendido.

-Pues la Okashira debe saber de todo, cualquier cosa que pueda ser necesaria o útil.

-Eres una pequeña caja de sorpresas, comadreja- asintieron al comentario de Cho.

Después de una conversación surrealista sobre las cosas tontas pero misteriosamente útiles que sabía hacer Misao, varios insultos y amenazas dirigidas al ex-juppon para que cumpliera el encargo de llevar a Tokio al Aoiya, y del extraño sentimiento de familiaridad que le había dado al ex-Okashira, finalmente el trío maravilla se había puesto en camino, esa vez a diferencia de lo habitual hicieron el recorrido en un elegantísimo carro.

Misao y Saito se pasaron el camino hablando de viejas batallitas entre enfados, pullas, risas, sarcasmos, comentarios cínicos, amenazas, insultos, palabrotas variadísimas y una extrañísima complicidad lobo-comadreja que a Aoshi le puso de los nervios.

El carro se detuvo en la plaza central de Otsu, una marea de curiosos se acercaron al ver el elegante carro deseosos de ver a los ocupantes. El cochero bajo a abrir la puerta, el primero en salir fue Saito que tendió su mano para ayudar a bajar a Misao y por último Aoshi que vio frustrado como el policía sujetaba a la ninja por la cintura con total confianza.

-Amada mía, ya hemos llegado- besó a la comadreja en los labios haciéndoles ver a todos que era suya y que no se acercaran- Daisuke, baja nuestro equipaje.

Si antes se sintió frustrado no fue nada comparado al verle besarla, su sangre hirvió en sus venas, disimulando lo mejor que pudo cumplió la orden del lobo. Cargó las dos bolsas con el equipaje. Desde la ventana de una casa cercana alguien les observaba, no pasó desapercibido para ninguno de los tres, ahí estaban sus objetivos habían llamado su atención tal y como esperaban.

-Seiji ¿dónde nos alojamos?

-Allí en frente- señaló una lujosa pensión- sólo estaremos un par de días y después volveremos a nuestra mansión, en cuanto acabemos nuestros negocios por aquí.

-Tsukiyama-san, llevaré el equipaje dentro- Aoshi se encaminó a la pensión con cara de pocos amigos.

-Gracias Daisuke-san.

-Querida, te he dicho miles de veces que no tienes que tratarle con tanto respeto, solamente es nuestro criado.

Se aseguraron de hablar lo suficientemente alto como para captar la total atención de sus “vigilantes” que cada vez parecían más interesados en conocer los negocios del matrimonio Tsukiyama. Entraron a la pensión de la mano para acomodar sus pertenencias en sus aposentos, unos treinta minutos después se dejaron ver por el centro.

-¡Cuantas tiendas!

-Compra lo que desees, Akane, él lo cargara- señaló al ninja.

Un grupo de personas pasaron corriendo por su lado muy alarmados, Saito les indicó que les siguieran, algo estaba pasando. Había una pelea en mitad de la calle, un tipo con una katana amenazaba a una mujer y a un niño, algunos cuchicheaban, otros gritaban, pero nadie parecía tener intención de intervenir. Misao se echó a temblar, cosa que nadie notó, empalideció y sin pensarlo caminó hasta allí, cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde.

-¡Déjeles en paz!- el hombre se giró a mirarla- ¿No le da vergüenza amenazar a una mujer y a un niño?

-¿Quién te crees que eres, zorra? ¿Quieres que te mate a ti también?- lamió el filo de la katana.

Saito susurró a Aoshi dándole la orden de que alejara a la mujer y al niño de allí y caminó hasta Misao, lo que iba a decir contradecía sus principios pero no le quedaba más remedio, ya lidiaría con ella y su consciencia más tarde.

-Lo siento, disculpe a mi descarada esposa, a veces tengo la sensación de que la criaron los animales salvajes de la montaña. Akane, querida, discúlpate- Saito pegó un tirón del brazo de la joven.

-Disculpe…

Los dos ninja se morían de ganas de torturar a Saito ¿qué la habían criado los animales de la montaña? Él si que era un salvaje ¿cómo podía estar justificando a aquel tipo? La alejó de allí bruscamente esperando a que Aoshi volviera junto a ellos.

-Relájate, me ocuparé de encerrarle personalmente. No te dejes llevar por tus emociones o nos descubrirán.

-Más te vale que lo hagas o la alianza entre la policía y el Oniwabanshu llegará a su fin- susurró amenazante.

-¿Me estás amenazando?- alzó una ceja.

-Lo estoy haciendo- se dio media vuelta para volver a la pensión.

Ambos hombres la miraban alucinados, le había dado un ultimátum al lobo como quien da los buenos días.

-Vaya… he creado un monstruo- al lobo se le cayó el cigarrillo de los labios.

El tiempo que estuvieron en la pensión Misao estuvo esquiva con ambos, Saito la observaba tratando de descubrir que le estaba ocurriendo, había perdido la calma de un modo muy extraño, siempre era impulsiva pero aquello había sido muy exagerado y no era nada divertido, por su lado Aoshi la miraba preocupado, no estaba bien, no había ni rastro de esa alegría que la caracterizaba.

Después de comer pasearon por el pueblo esperando hacer contacto con los traficantes, no tuvieron que esperar mucho, un hombre caminó hasta Saito proponiéndole un negocio. Quedaron en verse esa misma madrugada, el lobo sonrió satisfecho, acababan de morder el anzuelo. Ahora solamente quedaba solucionar el problema de la comadreja, la necesitaba al cien por cien.

Saito trató de hablar varias veces con la muchacha, pero las únicas palabras que le arrancó fueron “ayúdame con la cremallera”, bufó molesto mientras la bajaba en ese momento pudo ver fugazmente unas viejas cicatrices en su espalda, al notar suelta la cremallera Misao se metió en el baño para bañarse y cambiarse.

Cuando hubo acabado el lobo ya estaba en el futón, supuso que dormía, pensó en hacer lo mismo pero la verdad era que se había desvelado así que prefirió dar un pequeño paseo por el jardín de la pensión y pensar un poco. Vio una gran roca cerca de un estanque con carpas, se acomodó allí mirando la luna que en un par de días estaría llena, sin poder remediarlo sus ojos se inundaron.

-¿Qué haces levantada?- Aoshi apareció detrás de ella.

La comadreja se giró a mirarle con los ojos llorosos, el ninja se sentó a su lado.

-¿Qué te pasa? ¿Saito te ha hecho algo?

-No, no me ha hecho nada.

Permanecieron en silencio durante largo rato, la muchacha con la vista clavada en el firmamento y él mirándola a ella, le secó las lágrimas con su mano.

-Lo de esta mañana en el pueblo… cuando era pequeña…- suspiró.

-Calma.

-Me ha recordado a algo de cuando era pequeña… la noche en la que mataron a mi familia, yo estaba en casa, vi todo lo que pasó. E-esa pelea…- el ninja la abrazó.

-Así que ha sido eso- el lobo salió de entre las sombras y encendió un cigarrillo- aunque eres demasiado impulsiva te tomas el trabajo en serio. No lo tirarías todo a la basura por un arrebato.

-Déjame en paz.

-Cumpliré lo que te he prometido, esa basura acabará en uno de mis calabozos y no volverá a ver la luz del sol en su vida. No lo hago por la colaboración del Oniwabanshu.

La chica le miró extrañada, si la alianza con los Onis no era el motivo, entonces no sabía cual podía ser.

-Shinomori, cuida de ella, tengo que salir- Saito se alejó dejándolos a solas.

-Aoshi-sama…

-Shhh no tienes que decir nada.

-Volveré a la habitación, me irá bien dormir- se puso en pie de un salto- ¡Buenas noches!

No le dio tiempo a contestarle, la muchacha salió a toda prisa, la vio desaparecer tras el shoji y a continuación algo de ruido en el interior del cuarto seguido de una maldición, seguramente acababa de darse un golpe, nada de lo que preocuparse. El ninja hizo lo mismo y entró en su habitación, podía oírla moverse al otro lado de la pared, si algo le ocurriese lo oiría.

Pasó largo rato, intuyó que la chica se había dormido ya que el ruido cesó, así que se dio media vuelta para dormir. Se alarmó al oír el shoji de su cuarto abrirse, cuando se giró la vio en la entrada abrazada a su almohada.

-¿Puedo dormir con usted?

-¿La señora Tsukiyama durmiendo con el criado?- ella le miró- no tienes que preguntarlo.

Se hizo a un lado para dejarle hueco, la comadreja se acurrucó entre los brazos del ninja apretando con fuerza el cuello de la yukata. No tardó en quedarse dormida. Se oyeron tres golpecitos en la puerta, se separó cuidadosamente de Misao para no despertarla, acomodándola en el futón. Deslizó el shoji quedando frente a Saito.

-Tenemos que hablar, cierra, no querrás despertarla.

El ninja cerró la habitación y siguió los pasos del Lobo hasta el lugar donde habían encontrado horas antes a Misao.

-No creo que me seas útil en tu estado, pero probaré suerte ¿qué le pasó aquel día? ¿Te acuerdas de algo?

-Lo único que recuerdo es haberla encontrado en el bosque cubierta de sangre.

-Ya, una información muy útil- dijo sarcástico- no me sirves para nada. Entonces tampoco sabrás por que tiene esas cicatrices en la espalda.

-¿Cicatrices en la espalda?- le miró sorprendido.

-Pero que inutilidad. Da igual, ya la interrogaré a ella cuando se calme. Y ahora atiende- le apuntó con el dedo- mañana vamos a espiar bien de cerca a los traficantes, nuestra prioridad es localizar su base de operaciones, procura protegerla si algo ocurre, no quiero que me incordies si se hace daño- se dio media vuelta- Y ahora ve allí y haz feliz a mi amada esposa.

-Saito ¿cuál es el verdadero motivo?

-¿Necesito uno? Ya te dije que me gusta como cocina.

El hombre se marchó sin más, el ninja suspiró resignado, definitivamente no podría descubrir el motivo real, volvió a la habitación donde había dejado a la ninja, se había despertado, se tumbó de nuevo a su lado dejándola acomodarse. No tardaron en entregarse al reparador sueño.

El nuevo día llegó, Aoshi la observó dormir unos instantes, le acarició la mejilla y besó dulcemente sus labios, la zarandeó suavemente, Misao despertó abriendo sus verdes ojos y le dedicó una cálida sonrisa, parecía recuperada.

A media mañana iniciaron su vigilancia, realmente eran traficantes de pacotilla, en menos de una hora habían recopilado una enorme cantidad de datos, incluso el lugar donde se encontraba su base, sin perder más tiempo fueron directos a las afueras de Otsu en dirección sudeste. Llegaron a las puertas de una casucha que prácticamente se caía a trozos, había un gran ajetreo, ocultaban el opio dentro de tallas de madera.

-No son muy discretos que digamos…- la comadreja los miraba incrédula.

-Mejor para nosotros, Shinomori, ves aquel carro- el ninja asintió- incéndialo, la Okashira y yo entraremos, serás nuestra cortina de humo.

-Bien.

-Tenga cuidado.

Separaron sus caminos, Aoshi corrió hasta el carro encendió unas cerillas y las lanzó dentro, el fuego no tardó en prender, inmediatamente un gran número de maleantes corrieron a apagar el incendio, momento que aprovecharon Saito y Misao para colarse dentro sin ser descubiertos.

El ninja les esperó fuera vigilando por si debía intervenir. Cada vez había más hombres tratando de apagar el fuego, había algo allí que prendía de maravilla. Pudo ver movimiento en una de las ventanas, reconoció al instante las dos figuras que abandonaban el lugar, sus compañeros volvían. Aquello había sido rápido, muy rápido.

-Muévete Shinomori, nos largamos de aquí.

-¿Qué pasa?

-Las preguntas después, muévete ya.

-A mi tampoco me lo quiere decir…

El policía les llevó a toda prisa de vuelta a Kyoto, aquello estaba muy lejos de ser una banda de simples traficantes de opio, no era el momento de implicar a la comadreja en algo de lo que iba a salir muy mal parada, el ex-Okashira no iba a serle muy útil, tendría que esperar. Además en el Aoiya estaba el Kenshin gumi con un niño (Kenji), no era buena idea ponerlos en peligro. Tenía la certeza de que no iban a ir muy lejos, así que podía estar tranquilo.

Misao alojó por esa noche al lobo en la habitación donde estaba su esposa. Todas las preguntas tendrían que esperar. Los dos ninjas se dirigieron a sus respectivas habitaciones a descansar, al día siguiente tendrían mucho trabajo.

Continuará

Escrito el 11 de enero de 2009

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