lunes, 18 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE… Con todo en tu contra



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 14.- Con todo en tu contra

El templo, su querido templo silencioso y tranquilo… quizás demasiado silencioso y tranquilo, sin Misao allí contándole todo lo que pasaba por su cabeza y el delicioso té humeante preparado con delicadeza especialmente para él, aquel lugar no era lo mismo.

-No puedo concentrarme…

Se tumbó en el suelo perezosamente, dejó a su mente viajar a algún lugar donde se sintiese mejor, donde evadirse de su autocrítica y reconfortar sus emociones. Emociones, aquellas que había perdido y que sin previo aviso habían vuelto dispuestas a hacerle la vida imposible.

Dio un par de vueltas sobre si mismo tratando de encontrar una pose más cómoda, con un poco de suerte se dormiría y se le haría la hora de ver a Saito, pero nuevamente la suerte no estaba de su parte y recibió una visita de lo más inesperada. El monje, un anciano de la edad de Okina aproximadamente, se personó en el templo algo que no sería extraño de no ser por que a aquel viejecito no le había dado por pisar el maldito templo desde el jurásico, y sin embargo ahora ahí estaba mirándole con solemnidad a punto de soltarle uno de sus discursos infinitos sobre el karma, el destino y las bondades de Buda… ¡el infierno! Sin lugar a dudas…

Cinco larguísimas horas después, cuando empezaba a pensar que moriría de aburrimiento, pudo huir inesperadamente ya que al abuelito le atacó el sueño. En fin, ya sólo faltaba media hora para su visita al lobo, así que mejor pasear, no fuese a resucitar el viejo y ponerse a hablar de nuevo.

Así pues emprendió un rodeo por el bosque de bambú, escuchando a los pajarillos cantar, el viento ulular entre las cañas, el rumor del río a lo lejos, los animalillos correteando en busca de comida, Misao y su amigo riendo… todo de lo más normal… ¿eh? ¡Un momento! ¿Misao y su amigo riendo? ¿En mitad de la nada? Cuando quiso darse cuenta ya estaba a escasos metros de ellos agazapado tras unos matorrales rodeado de ardillas que le miraban muertas de la curiosidad, sin duda alguna debía parecer un psicópata acechando a su próxima victima y para colmo sus molestas compañeras de espionaje eran tan ruidosas que no podía escuchar claramente lo que decían los dos muchachos.

Finalmente tuvo que resignarse a no poder saciar su curiosidad y optó por apresurarse para no llegar tarde a su reunión con el policía no fuera a salirle el lado psicótico y le encargase hacer alguna cosa completamente descabellada. La fachada de la comisaría central de Kyoto se alzaba majestuosa a las afueras del barrio comercial, los policías en la entrada le miraron sin prestar demasiada atención pese a tener una orden de busca y captura sobre el ex-Okashira, era tan habitual verle por allí que todos se preguntaban por que Fujita Goro aún no lo había quitado, todos sospechaban que de un modo u otro estaban asociados.

Se cruzó con Chô al que ignoró por completo, ya sabía donde debía ir y también estaba preparado para cualquier cosa que tuviera preparada para él, así que llamó a la puerta sin dudarlo y en cuanto obtuvo respuesta entró con paso firme y seguro. El policía estaba sentado en su cómoda butaca leyendo un informe titulado ‘Las aventuras del iceberg y la comadreja en Tottori’, esa vez no había pancarta, pero ese informe era altamente sospechoso.

-Bienvenido Shinomori.

-No tengo tiempo, así que ve al grano.

-Muy bien, Ibuki-chan me ha entregado un detallado informe sobre vuestra visita.

Sonrió satisfecho con la marcha de su plan y la sorprendente actitud del ninja que le había relatado su informante, todo había ido mejor de lo que hubiese llegado a pensar, pero tener en sus manos el informe no iba a restarle diversión.

-¿Has cumplido las tradiciones?

-Ya sabes que sí- le lanzó una mirada gélida- podrías haberte inventado algo más normal.

-No me lo agradezcas- sonrió triunfante- la idea fue de Tokyo.

-¿De qué te sirve poner a prueba mi autocontrol?

-Pretendes que crea que ibas a lanzarte encima suyo y tirártela en mitad del campo como si fueseis dos animales salvajes, retozando como dos chiquillos sin importaros las miradas ajenas dando un espectáculo lujurioso, hacerle el amor una y otra vez hasta acabar completamente agotados, en definitiva, dejar de ser estúpido.

-¡Basta!- exclamó sin poder evitar sonrojarse.

-Vaya, nos ha salido tímido el cubo de hielo- añadió en tono burlón- apuesto a que a ella no le hubiese importado.

-Misao no es así.

-No, claro que no, ella no es una mujer adulta y seguro que nunca piensa en el sexo, apuesto a que tampoco va al baño…- alzó una ceja ante la cara de circunstancias del ninja- ¿cuántos años tienes? ¿Dos? Asúmelo, es adulta, piensa en el sexo lo quieras o no y si tu no se lo das acabará buscándolo en otro lado.

-No hables de ella como si fuera una…

-¿Una qué? ¿Una jovencita de dieciocho años?

El lobo rió ruidosamente, hacía tantísimo tiempo que no se divertía tanto con nada que ya hasta le dolía la barriga de reír, su Tokyo se lo pasaría en grande si estuviese allí. Sin embargo Aoshi no se divertía precisamente lo que había dicho era cierto, lo sabía, pero ¡Kami! Que manera de exponerlo, fuera como fuese no iba a dejar que su Misao se buscase a otro hombre.

Mientras tanto a varios metros de la comisaría la comadreja, que acababa de volver de su ‘secuestro’ ponía patas arriba su habitación en busca de una de sus yukatas preferidas, una que le había regalado el ex-Okashira al poco de volver, al principio se había enfadado, por todos era sabida su opinión sobre ese tipo de vestimenta y llegó a pensar que era algún tipo de indirecta sobre su aspecto, pero su enfado se diluyó en el aire una hora después ¡qué demonios! Mensajes ocultos, indirectas y demás cosas perdían toda la importancia frente al hecho de ser un regalo de Aoshi.

Suspiró con amargura, no quedaba ningún sitio por mirar en su habitación, cabe decir que había levantado todo el suelo por si acaso, de la yukata no había ni rastro, salió dispuesta a interrogar al Aoiya entero preguntó a Shiro que le contestó alegremente que no tenía ni la más remota idea del paradero de la pieza de ropa, tras eso buscó a Omasu que tampoco sabía nada, después fue a por Okon que le contestó con otra negativa, seguidamente preguntó a Kuro que dio la misma respuesta pero que le entregó una yukata malva cuya procedencia era todo un misterio, por último fue a buscar a Okina que le contestó con tono burlón que no la había visto pero que seguramente la yukata estaba con el resto de prendas que le habían desaparecido misteriosamente, los ojos verdes de la comadreja brillaron llenos de curiosidad y emoción olvidando por completo que alguien se dedicaba a robarle la ropa.

Su momento de fantasear con un intrépido ladrón de ropa femenina fue interrumpido bruscamente por las campanadas del reloj occidental del despacho de Okina ¡llegaba tarde! Había quedado con Hiko en la tetería donde habían estado días atrás. Corrió a dejar la yukata que le había dado Kuro y velozmente emprendió el camino hasta aquel lugar donde el maestro ya le esperaba de lo más impaciente.

-¡Hiiiiiiiiiiiiiiiko-saaaaaaaaaaaaan!

-Llegas tarde, alumna atontada.

-¡Aaaaaaah! Lo sientoooooooooo…- se disculpó frotándose la nuca- ¡Eh! ¡Yo no soy tu alumna!

-Querida comadreja salvaje ¡HOY! Es el primer día de tu entrenamiento especial, por que mañana mismo vas a conocer a tu futuro marido.

-¿Futuro marido?

-Sí, preciosa- dedicó una sonrisa deslumbrante al tiempo que la apuntaba con el dedo- tu amiguito va a ayudarnos, y después seguramente moriría con crueldad despedazado por los mortales filos de las kodachi del ninja impasible- la Oni se estremeció por el comentario- Tú, mi querida niña inquieta vas a hacer que tu adorado tipo atontado haga gala de sus letales dotes ninjas…

-¡Ni de broma! ¡Vamos! Lo que me faltaba- exclamó golpeteando inquieta el suelo con su pie.

-Lástima que no tengas ni voz ni voto en esto- dijo con tono burlón logrando que la airada mirada que le estaba lanzando la muchacha empezase a intimidarse en cierto sentido- antiguamente las mujeres se casaban con aquellos a los que sus padres elegían… ahora que lo pienso, aún es así- rió más para tranquilizarse a si mismo que por que le hiciese gracia la situación- tu tienes la suerte de que el viejo loco y el psicópata de Shinomori no te entregarían bajo ningún concepto a un deshecho humano.

-¡Pues claro que no! ¿Qué te crees que soy? ¿Una vaca?

La Okashira estaba realmente molesta con el plan extraño del maestro del Hiten Mitsurugi que estalló en carcajadas debido al comentario de la vaca, esa había sido muy divertida a su criterio. Minutos después de librarse del ataque de risa continuó hablando.

-Verás, ternerita, lo que quiero decir es que si le presentas ‘al hombre de tu vida con el que quieres casarte’ y le pones ojitos de cachorrito abandonado le harás moverse.

-Sí, al templo a meditar- interrumpió con tono irónico.

-O al bosque a matar a enemigos invisibles. La cuestión es que reaccionará y lo más probable es que tu amigo muera, pero será por el bien de la humanidad, Buda le acogerá en sus brazos- dijo con una mirada soñadora que Misao jamás creyó posible ver.

-No quiero que Sei-chan muera, además, Aoshi-sama me ve como una niña ¿¡No ves que es ridículo!?- se puso en pie de un brinco- ¡Tu plan tiene un enorme fallo! Para dar celos a alguien este tiene que sentir algo y ese no el caso.

-Tú déjaselo al experto.

Hiko adoptó una pose triunfal completamente seguro de su ‘plan infalible’ mientras ella suspiraba resignándose a las locuras de aquel gran maestro de la esgrima que empezaba a explicarle eso de su entrenamiento especial.

Mientras tanto el Aoiya recibía la visita de Seichiro con una amplia sonrisa, sorprendió a todos al decir que no iba buscando a Misao si no que deseaba hablar con Okina y Aoshi. Yuri y él habían trazado un plan para encelar al ninja, que curiosamente coincidía a la perfección con el de Hiko. Como el ex-Okashira aún no había regresado de su encuentro con Saito, el anciano le invitó a té y trató de descubrir con sus grandes dotes de espía que se traía entre manos el joven, pero todos sus intentos fueron inútiles, ya que el muchacho no tenía la más mínima intención de dejar que ninguno de los miembros de Aoiya intercediera en su plan.

Varias tazas de té después el ninja regresó y tras fulminar al chico con su mirada más fría se dispuso a subir a su habitación y encerrarse, sin embargo Okina le ordenó que se mudase con su ropa más formal, los dos ninjas mantuvieron una conversación silenciosa capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera, el ambiente se había vuelto pesado. Muy a su pesar, finalmente cedió de mala gana, aunque eso era algo que no se notaba, y subió.

Una vez en su cuarto se puso a buscar bastante molesto el hakama más formal que tenía y que no usaba desde a saber cuando, de entre las cajas de madera sobresalía un trozo de tela roja, alzó una ceja ¿tenía alguna pieza de ropa de color rojo? Hubiese jurado que lo único rojo que tenía era un libro. Llevado por la curiosidad, Misao debía haberle contagiado eso, movió las cajas cuidadosamente descubriendo la pieza era ¡una yukata! Pero no una yukata cualquiera, conocía a la perfección a su dueña ¿qué demonios hacía eso allí? Lo peor de todo era que debajo de la yukata había más prendas femeninas, entre ellas ropa interior y todas de la misma persona. Estupendo, no era suficiente con parecer idiota que ahora además iba a quedar como un pervertido.

Dos leves golpes en el papel de arroz le devolvieron la consciencia de lo que le rodeaba, empujó hacia el fondo del armario la ropa femenina y cerró la puerta, agradeciendo al cielo que a la comadreja le diera por llamar a la puerta por primera vez en su vida.

-Adelante.

-Le traigo el té y algo para comer.

-Gracias- la muchacha se sentó frente a él para realizar la ceremonia del té- mañana quiero hablar contigo a solas, en el templo, no pienses en no presentarte, no toleraré ninguna excusa.

Planeado o no aquel comentario sonó más a amenaza que a petición, aquello tan simple había tenido una consecuencia impensable que Makimachi Misao, por primera vez en sus dieciocho años de vida, sintiese auténtico temor a una reunión a solas con su tutor.

Continuará

Escrito el 17 de abril de 2009

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