domingo, 17 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE… Si te roban lo que más quieres



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

Advertencia: este capítulo contiene lime.

EL AMOR DUELE…

Cap 13.- Si te roban lo que más quieres

Aoshi estaba en los baños relajándose, era su último día allí y se sentía bastante complacido con su pequeño avance, pero tenía que hacer algo más. Estiró bien las piernas bajo el agua y se recostó contra la pared de piedra, el poder ver el cielo azul mientras se tomaba un buen baño le parecía maravilloso.

Cerró sus ojos respiró hondo volviendo a abrirlos bruscamente al oír el chapeo del agua a su lado ¿qué hacía ahí Misao? Habían acordado un horario para no coincidir y esa toalla ¿era tan corta la otra vez? Se sentó junto a él y se abrazó con fuerza a su cuerpo petrificado.

-Aoshi-sama no puedo dejar de pensar…- se pegó más a él- … en usted.

-No tendrías que estar aquí.

Ella se incorporó para sentarse en su regazo rodeando con sus piernas la cintura del ninja, depositó sus labios sobre los del ex-Okashira en un beso inocente, con suavidad guió sus manos hasta el pliegue que mantenía sujeta su toalla, la soltó dejando que se deslizase hasta quedar flotando en el agua, recorrió la blanca piel con sus grandes manos. Clavó sus ojos en los de ella antes de devorar sus labios con pasión. Las manos de Misao despojaron al ninja de su toalla, ya no quedaba nada que entorpeciese la visión de sus cuerpos desnudos.

Acarició los firmes pechos de la comadreja deleitándose con el tacto aterciopelado de su piel, dejando resbalar una de sus manos a lo largo de su torso deteniéndose en su ombligo dibujando la circular forma, mientras las manos de ella dibujaban un camino ardiente sobre su espalda y sus labios sobre su cuello le hacían arder de deseo, la pegó bruscamente contra su cuerpo saciando la salvaje necesidad de sentirla junto a él, deslizó impaciente su mano por la espalda femenina.

-Ya no puedes huir- susurró contra su blanco cuello.

El sonido de la madera chocando contra el tatami le hizo abrir los ojos, rayos estaba soñando obscenidades de nuevo, escuchó a una de las trabajadoras disculparse en un susurro con Misao y segundos después el roce del shoji al cerrarse. La ninja se acercó a él, suerte que estaba tumbado de lado y que la yukata era ancha, tenía la respiración agitada, la comadreja ladeó la cabeza mirándole sin entender que le ocurría.

-Le hemos despertado, lo siento.

No podía ni pensar con claridad, ahora tenía más claro que nunca que tanto contenerse no era bueno para su salud mental y que ese viaje le estaba poniendo a prueba más de lo que creía.

-No importa, iré a darme un baño.

Sin esperar nada recogió sus cosas y bajó decidido a alejar aquellas imágenes de su mente, aunque sin duda necesitaría más un baño helado que uno caliente, al menos tenía la certeza de poder apartar durante unos minutos a la ninja de su mente calenturienta o por lo menos aliviar algo la tensión de su cuerpo.

Desnudó su cuerpo cubriéndose solamente con la pequeña toalla que tapaba lo justo, y es que pese a estar solo estaba demasiado acostumbrado a aquella acción. Se sumergió en el líquido caliente con sus ojos cerrados recostado en la rocosa pared. Respiró hondo sintiendo desaparecer la tensión acumulada, se alarmó con el leve chapoteo del agua a su lado, ahí estaba como en su sueño, sentándose delicadamente a su lado, la única diferencia era que no le abrazaba.

-Aoshi-sama no puedo dejar de pensar…- la miró incrédulo ¿su sueño se estaba cumpliendo?- … en que este viaje está siendo muy extraño.

Respiró aliviado, falsa alarma seguía siendo la Misao de siempre, aquella que no se le abalanzaría encima haciendo cosas extrañas para ella. Aún y así era una tortura para sus instintos aquella dulce tentación.

-Eres demasiado confiada.

-¿Por qué lo dice?- se abrazó las rodillas.

-Estás desnuda con un hombre en un lugar en el que si gritases nadie te escucharía- la miró de reojo- no es muy inteligente por tu parte.

-Jajajaja ¿pretende asustarme?- sonrió al ninja- usted no es un hombre cualquiera, no me haría nada.

-No tienes garantías de eso.

Acababa de poner las cartas sobre la mesa, de un modo extraño, acababa de advertirle sobre lo que podría hacerle, ella parpadeó y después rió, la advertencia no tuvo el efecto esperado, no se lo había tomado en serio. Disfrutó de su tortura, sintiendo el roce de su piel, un leve contacto que ponía a prueba su voluntad.

La última tarde que pasaban allí la aprovecharon para pasear sin la presencia de su ‘guía turística’, un poco de libertad de movimientos no les iría nada mal, la ciudad era más hermosa ahora que no tenían tradiciones absurdas que cumplir.

Y así llegó la última noche en la que el calor de su cuerpo y su delicioso aroma a cerezo era lo único que existía para él, la mantenía prisionera en un abrazo protector, velando por su sueño, y ¡qué diablos! Aprovechando esa oportunidad para sentirla bien cerquita y ‘jugando al despiste’ dejar su mano allí donde la espalda pierde su nombre, nadie sospecha de un hombre dormido y a ella parecía no importarle, se había limitado a abrazarle con más fuerza.

La noche dio paso al día y con ello la hora de partir de vuelta a su querida Kyoto, salieron del hostal con sus equipajes, Ibuki les esperaba en la puerta para despedirles con una sonrisa resplandeciente en sus labios y una caja en sus manos.

-Tengan es su recompensa por recoger las tablillas, vuelvan cuando quieran, les alojaremos gratuitamente durante una semana.

-Muchas gracias- la comadreja sonrió encantada.

El elegante carromato que les había llevado hasta allí ahora les llevaba en dirección a la estación. Cuando llegaron el tren ya estaba esperando la entrada de pasajeros con destino Kyoto, tras agradecer al cochero que le llevase subieron en busca de sus asientos en la parte delantera del convoy.

-Aoshi-sama ¿puedo abrirlo?- preguntó sujetando la caja que Ibuki les había entregado- me muero de curiosidad.

El ninja asintió, a decir verdad él también tenía cierta curiosidad, la observó deshacer el nudo del cordel que la mantenía bien cerrada y después abrir la tapa, Misao parpadeó sorprendida con el contenido, había dos yukatas a juego, de esas que usaban los matrimonios y a juzgar por el tamaño las habían hecho a medida para ellos. Ambos desearon poder usarlas en su propia casa algún día.

La vuelta a casa se hizo tan corta que parecía haber pasado tan solo una hora, cargó el equipaje de ambos y la ayudó a bajar del tren, sabiendo que no era necesario, ganándose una de esas sonrisas que tanto le gustaban, desvió su mirada a la gente del andén.

-¡Sei-chan! ¿Qué haces aquí?

-Tu abuelo me dijo que volvías hoy y he venido a buscarte- sonrió abrazando a la comadreja- ¿qué tal un besito de reencuentro?

-¿Qué dices, tonto?- le tapó la boca nerviosa sintiendo la gélida mirada de Aoshi sobre ellos- eres un pervertido…

El muchacho murmuró algo que no se entendió al tener la boca tapada, así que llevada por la curiosidad le destapó los labios esperando que lo repitiese, en cambio lo que hizo fue besar sus labios, agarrar con fuerza su mano y arrastrarla bien lejos de la amenaza del ninja que estaba a punto de asesinarle.

-¡Sei-chan! ¿Qué rayos haces?

-Jajajaja deberías haber visto tu cara y la de Shinomori-san tampoco tenía desperdicio.

-¿A qué viene eso? Pobre Aoshi-sama, ahora tendrá que cargar con todo él solo…

-¡Kami! Misao, pareces tonta, no va a morir por cargar con el equipaje, ni va a perderse por el camino. Tómate un respiro, no te necesita a cada paso que de- sonrió haciendo el signo de la victoria- además ahora te necesito yo, toda esta semana han estado viniendo Shiro y Kuro a comprar, necesitaba ver con urgencia a una hermosa jovencita.

-¿Quieres que te busque una?- ladeó la cabeza- por que yo no soy ninguna casamentera.

-¡Tonta! Estaba hablando de ti, eres mi clienta favorita.

-No se besa a las clientas… imagina si yo fuese por ahí besando a los clientes del Aoiya…

-No creo que eso le gustase a Shinomori-san jajajaja- la comadreja le pateó- entendido, entendido.

Mientras en la estación el ninja se recuperaba de la impresión del ‘beso-secuestro’ ya se la habían vuelto a llevar y él que parecía idiota, cada vez que alguien hacía eso se quedaba petrificado, menos mal que no eran enemigos mortales. Suspiró con amargura para encaminarse al Aoiya, dejaría sus equipajes e iría un rato al templo, su templo, aquel sin tradiciones de darse la mano o dar besos, un templo normal y corriente.

Como de costumbre las miradas de los transeúntes se clavaban en él, por eso odiaba salir a la luz del día por el centro, se apresuró a llegar a su destino. La puerta se abrió bruscamente para su sorpresa siendo apresado por unos brazos fláccidos que le produjeron un escalofrío.

-¡Cerecita mía! Cuanto has tardado- palpó la espalda de su ‘nieta’- ¿has engordado?

-Suéltame de una vez.

Se horrorizó al escuchar ese tono de voz gélido, soltó el musculoso cuerpo del ex-Okashira con espanto ¿cómo podía haber confundido a su niñita con ese espantoso hombre helado? Miró a todos lados en busca de su pequeña pero no había ni rastro, hizo pucheros mirando al ninja.

-¿Dónde está mi caramelito de fresa? Estoy preocupado por ella.

-Con el estúpido de las verduras.

-Si está con Seichiro-kun me quedo más tranquilo- asintió a sus propias palabras- muuuuuuuuuuucho más tranquilo.

-¿Te preocupa que esté conmigo pero te quedas tranquilo si está con ese?

-Es natural, de él puede defenderse, de ti no.

Huyó a donde sabía que él no le seguiría, esas palabras eran su sentencia de muerte, se escabulló hábilmente entre la muchedumbre que realizaba sus compras echando una ojeada al airado hombre, sí esa vez le mataría, mejor aprovechaba para rodearse de chicas lindas ahora que aún podía.

Maldito viejo, él no iba a hacerle nada a Misao, con él estaba segura ¿a qué venía esa estupidez? Entró lanzando una mirada fulminante a los Onis, una advertencia de que no le dirigiesen la palabra o iba a haber guerra. Dejó el equipaje de mala manera en un rincón de su cuarto, si quería sus cosas tendría que ir a buscarlas, así podría interrogarla sobre su amiguito el secuestrador.

-Ojala no hubiésemos vuelto…- susurró.

Salió saltando por el tejado evitando volver a encontrarse con los Onis, le convenía la tranquilidad del templo, quizás si iba, Misao le llevase el té como siempre y todo se solucionase como si nada. Necesitaba fuerzas para enfrentar a Saito esa misma tarde.

Continuará

Escrito el 29 de marzo de 2009

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