martes, 5 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE... cuando ves tus errores



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 3.- cuando ves tus errores

Misao llevaba unos días extraña, pero nadie se atrevió a preguntarle que le había ocurrido y es que, cuando la comadreja estaba seria e ignoraba las bromas podía usarte de diana humana si le preguntabas en mal momento, eso era algo que todos en el Aoiya sabían, todos menos uno que estaba acostumbrado a la eterna Misao tierna, dulce y amable. Aoshi la observaba desde la ventana de su cuarto en la planta superior, la joven descargaba toda su furia contra un pobre maniquí que milagrosamente seguía entero, nunca había entrenado con tan mal genio o al menos él no había sido testigo.

Suspiró algo frustrado, no había vuelto a dirigirle la palabra desde el desplante en el bosque, ni siquiera le llevaba el té al templo, tampoco le apartaba comida como siempre hacía, estaba cansado de la situación, lo mejor sería hablarlo. Él era un hombre parco en palabras y no tenía mucho tacto, mejor practicar antes de hablar. Se plantó frente al espejo que había en su cuarto y que no sabía de donde había salido. Carraspeó y empezó a hablarle a su reflejo.

-Misao, romperás el muñeco- alzó una ceja, era la cosa más estúpida que había dicho nunca, mejor empezar de nuevo- Misao, estás muy extraña ¿te encuentras mal?- eso era peor aún… dicen que a la tercera va la vencida- Misao ¿te ha ocurrido algo malo? Puedes contarme lo que desees…

Bueno eso sonaba mejor, probaría suerte, además Misao era muy habladora, seguro que con eso bastaba para que se lo explicara. Decidido caminó hasta el centro del patio donde se encontraba la Okashira, se detuvo a escasos centímetros de ella encontrándose con uno de los pies de la chica a punto de patearle, la agarró por el tobillo con suavidad.

-Buen golpe.

Ahora era cuando sonreía y se disculpaba… pero eso no ocurrió, aprovechó al máximo la flexibilidad de su cuerpo encadenando un puñetazo que también detuvo, no era un principiante esos ataques eran inútiles contra él, pero la chica consiguió pillarle por sorpresa tirándole al suelo, se sentó en su pecho inmovilizando sus brazos con sus piernas. Okon observaba la escena desde el otro lado del patio, el ex-Okashira no sabía donde se estaba metiendo.

-Excelente estrategia, has mejorado.

-¿Eso es todo lo que tiene que decir?

-¿Qué te ocurre? Estás extraña.

-Nada.

-¿Alguien te ha hecho algo?

-No.

-¿Te sientes mal?

Ocultó sus ojos bajo el flequillo, captando la curiosidad de Aoshi que supuso que ahora vendría la confesión sobre lo que le ocurría, no obstante lo que pasó nunca lo hubiese imaginado. Las lágrimas femeninas empezaron a caer sobre su rostro, la chica se llevó una mano a la cara tratando de contenerlas.

-¡Es un idiota Aoshi-sama!

Se levantó y salió corriendo dejando al ninja atónito en el suelo ¿Qué había sido eso? ¿Qué rayos le había pasado? ¿Era malo preocuparse por ella? De acuerdo, no era habitual que le mostrara su preocupación, pero de ahí a echarse a llorar…

Okon se acercó al atónito ninja que seguía en el suelo, normalmente no pensaría en hacer algo como eso, pero le había dado pena verlo así.

-Aoshi-san, no debería acercarse a ella hasta que se le pase el enfado- el ninja la miró desde el suelo- cuando está de mal humor es completamente impredecible.

-¿Qué le pasa?- preguntó fríamente.

-Creo que está frustrada, no me ha contado nada, tal vez Shiro u Omasu sepan algo.

Se incorporó quedándose sentado. Okon era una mujer, por lo tanto ella sabría algo de romanticismo, además Omasu y ella se pasaban el día leyendo las novelas románticas que traían del extranjero… ¿sería raro pedirle una? ¡Kami! Qué vergüenza, tampoco se atrevería a comprar una… y no sería muy cortés entrar en la habitación de una de ellas y robarles un libro.

-Bien.

¿Bien? Si es que a veces parecía idiota y encima su cuerpo se movía solo hacia la habitación de su protegida, la escuchó llorar tras el shoji, mejor la dejaba desahogarse, pero al parecer su mano tenía un plan diferente, abrió sin llamar.

-Misao.

-¿No le han enseñado a llamar?

-Estás muy extraña, me tienes preocupado.

-¿Ahora le preocupo? No me haga reír.

-¿Te has peleado con tu amigo?

-Él no es el problema, es un hombre maravilloso y cariñoso.

De haberle estado mirando hubiese visto la venita que latía en la sien de Aoshi ¿un hombre? En todo caso un crío y eso de maravilloso lo dudaba mucho, no le parecía más que un niñato tratando de cortejar a su protegida.

-Déjeme en paz- le lanzó la almohada a la cara- está es mi habitación.

-Cuando decidas comportarte como una persona ven a hablar conmigo.

Cerró el shoji de un golpe dejando a una muy airada Misao ¿¡cómo una persona!? Si había alguien allí que no se comportaba como una persona ese era él, siempre encerrado en un templo, más callado que una piedra, más frío que el hielo, a veces cuando le veía meditar tenía la sensación de que se había muerto hasta que le oía respirar, no había visto a nadie estando tan quieto durante tanto tiempo como a él, una piedra que respira, sin duda. Y lo peor de todo era que le amaba tanto que no podía evitar querer lanzarse a sus brazos por muy idiota que fuese.

El ex-Okashira se replanteó la situación, al demonio con su reputación, si uno de esos libros podía darle alguna buena idea tampoco sería tan grave, sí lo sería pero el que no se consuela es por que no quiere. Afortunadamente para él al pasar por la sala de estar vio algunos libros en el suelo, el inconfundible color rosa del lomo le hizo acercarse, tomó entre sus manos el primer libro “Saboreando la pasión” alzó una ceja, vaya título. Lo escondió rápidamente entre sus ropas, ya que se había ahorrado el trago de pedirla no era cuestión de que alguien se enterase. Se encerró en el templo, sabiendo que como Misao no iba a llevarle el té nadie le molestaría y podría leer aquel libro tranquilo.

La historia trataba de una muchacha llamada Edith Smith alegre, vital, llena de energía, habladora… se parecía muchísimo a Misao, estaba enamorada desde que era una niña de uno de los trabajadores de su familia, Michael Kenan, un joven frío, distante, poco hablador y unos años mayor que ella… ese se parecía a él. El padre de la muchacha la mandó a vivir al extranjero una temporada. Cuando ella regresó habían pasado seis años, justo los años que él estuvo fuera, cuando Michael la vio no pudo evitar pensar en lo hermosa que se había vuelto aquella niñita traviesa… ese libro tenía muchas coincidencias con ellos. Michael se empeñaba en apartarse de ella para evitar sentir algo que no debiera por ella, sabía lo mucho que ella le amaba pero se negaba a corresponderla. La hería, la hería profundamente aunque no lo quisiera, la frialdad, los desplantes, el rechazo, el silencio. Pero todo se le torció el día que no pudo seguir ocultando sus sentimientos, desde ese momento no pudo reprimir los celos cada vez que el prometido de la joven, Julian Wolf, se le acercaba.

Se maldijo a si mismo, aquello era lo mismo que hacía él constantemente ¿Misao estaría sufriendo tanto como la del libro? No quería herirla, todo lo hacía por no herirla y resultaba que conseguía todo lo contrario. Además ahora él tampoco podía reprimir lo que sentía y también estaba encelado de aquel tipo, por suerte no era el prometido de la ninja ¿no lo era, verdad? Si lo fuera lo sabría, alguien se lo habría dicho, él aún era su tutor, el que en cierto modo tenía la última palabra, como ese viejo loco le estuviera ocultando algo tan importante se vengaría cruelmente.

Continuó con su lectura, aquel tal Julian era un romántico empedernido, siempre la cubría de cumplidos y piropos haciéndola suspirar, pero Michael no tenía la menor intención de dejarla escapar, decidió que era el momento ideal para sacar el as que guardaba bajo la manga…

Estaba tan centrado en su lectura que no se dio cuenta de la presencia de su protegida hasta que carraspeó a sus espaldas, de un rápido y preciso movimiento escondió el libro en su yukata suplicando por que no se hubiese dado cuenta de lo que leía.

-Jiya me ha obligado a venir para avisarle de que la cena estará en pocos minutos y que quiere que vaya- se cruzó de brazos enfadada- ¿qué piensa hacer?

-Misao, siéntate un momento- se giró para quedar frente a ella.

-Es que aún no me comporto como una persona.

-Por favor, siéntate- se sentó sin ninguna delicadeza- te pido disculpas- su expresión pasó del enfado a la sorpresa- he pagado mi enfado contigo, perdóname.

Aoshi Shinomori disculpándose no pudo evitar sonreír ante algo tan poco común.

-Le perdono con una condición- el ninja alzó una ceja- que cierre los ojos.

Accedió, tampoco tenía nada que perder si así se ganaba el perdón de Misao, la oyó levantarse y acercarse hasta él, sintió el contacto de su cálida mano en su mejilla seguido de un beso en la otra.

-Siento como le he hablado antes…

Volvió a besarle y entonces el contacto se rompió, ya no sentía su cercanía, pero mantuvo los ojos cerrados.

-Dese prisa o Jiya se enfadará.

-Misao…

-¿Mmmm? Está perdonado.

De un movimiento veloz se colocó a su lado para besarle la frente y acariciarle la cabeza despeinándola levemente.

-¿Tienes algo que hacer mañana?

-La verdad es que no, había pensado en ir por la mañana al mercado a ver si Sei-chan quería pasear o tomar té o lo que fuera…

-Entonces no hagas planes- la chica le miró curiosa- acabas de quedar conmigo.

El corazón de la comadreja empezó a latir tan deprisa y tan fuerte que parecía que quería escaparse de su pecho y temía que Aoshi lo oyera. Sin poderlo evitar echó a volar su hiperactiva mente acabando completamente roja por las cosas que estaba imaginando, por su parte el ninja estaba concentrado en su cometido, era hora de sacar su mejor baza en esa guerra igual que su equivalente literario.

Continuará

Escrito el 8 de enero de 2009

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