lunes, 31 de mayo de 2010

ADQST Capítulo 04.- X.A.N.A.




Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
X.A.N.A.

—Según los datos obtenidos durante vuestra, imprudente, incursión en el sector cinco —empezó a explicar Jérémie cerca de las cuatro de la madrugada—, X.A.N.A. se valió del sistema de replikas para asegurarse de que no le eliminábamos del todo.

Hizo callar a Odd nada más ver sus intenciones de hacer preguntas.

—Se aseguró de hacer copias de seguridad por todo el mundo, lo que significa que hay más superordenadores en otras ciudades, incluso en otros países. Será imposible librarse de él. —El pesimismo se adueñó de él—. X.A.N.A. es invencible, no hay duda.

Jérémie suspiró y se puso en pie, buscando una nueva perspectiva algo más optimista.

—La única solución que se me ocurre es destruir todos los superordenadores. Pero eso supondría una gran inversión de tiempo y dinero. El Skidbladnir quedó destruido como recordaréis, así que habría que programar algo similar, y eso lleva tiempo. Aún y así, en caso de que lo logremos, estoy seguro de que X.A.N.A. ha aprendido la lección y habrá encontrado la manera de evitar que nos traslademos de la replika a la ubicación del superordenador. —Se quitó las gafas y se frotó los ojos con desanimo—. Aquí viene la inversión económica, tendríais que viajar en busca de los ordenadores, lo que sería tan costoso que acabaríamos en la ruina antes de lograr nada, eso sin contar con lo improbable que es lograr nada.

—¿Sabes de que estoy seguro yo, Einstein? —preguntó Odd alzando un dedo—. De que piensas demasiado.

—¡Odd! Cómo puedes…

—No, Jérémie, Odd tiene razón —le interrumpió Aelita.

—Sí, Jérémie —continuó Ulrich—. ¿No podéis fabricar un detector o algo por el estilo? Algo como el superescáner.

—Primero, se dice programar. Y segundo, si fuera tan fácil ¡Franz Hopper no estaría perdido en la red! —gritó.

Aelita apretó los puños con fuerza por la mención a su padre.

—¡Bravo Einstein! —gruñó Ulrich—. Veo que no has aprendido delicadeza en los últimos años.

—Lo… lo siento, Aelita.

—No, tienes razón. Pero aunque no sea fácil, estoy segura de que el mensaje de mi padre es algún tipo de pista.

—O es una trampa de X.A.N.A., incluso podría ser que tu padre hubiese perdido la razón. —Jérémie dejó caer los hombros consciente de lo que acababa de decir—. No sabemos si tanto tiempo perdido en el mar digital le ha afectado.

Aelita ahogó un gemido de tristeza, la falta de tacto de su marido siempre acababa hiriéndola. Leyó el mensaje de nuevo en voz alta:

Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper.
X.A.N.A., sector 5.
Torre. Aelita. Mar digital.
Replika, Alaska, laboratorio, reina. Hombres de negro, Anthea, arma, log, Lyoko.
Aelita, Hermitage, libros. Traidor, X.A.N.A., modificar. Suprimir, controlar, transformar, espía.
Azul, rojo, blanco, verde, negro. Torre.


—¿Qué puede querer decir?

—¿Y si con los colores se refiere a las torres? —preguntó Yumi encogiéndose de hombros—. Las normales eran azules, las activadas por X.A.N.A. rojas, las activadas por tu padre blancas y las activadas por Jérémie verdes…

—Sí, podría ser —Ulrich asintió—. Pero ¿qué hay de las negras?

—Ni idea.

—Las activadas por mí en una replika desde otro superordenador —dijo William pillándoles por sorpresa a todos.

—¿Cómo dices? —preguntó Jérémie ajustándose las gafas.

William suspiró con pesadez, el mensaje de Hopper lo cambiaba todo, no podía ocultar su “fantasma” más tiempo.

—Está bien —dijo armándose de valor—. Tengo que explicaros algo. Cuando me recuperasteis de las garras de X.A.N.A. mi memoria sobre él se borró casi por completo. Sin embargo, hace dos años… —Hizo una pequeña pausa—. Cuando tuve aquel accidente ¿te acuerdas, Yumi?

Ella sintió un escalofrío mientras asentía, preferiría no acordarse, pero los recuerdos volvieron a su mente como si estuviese ocurriendo en ese preciso instante:

Eran las cuatro de la tarde y ya llevaba media hora esperando a William en la entrada del centro comercial. Había insistido muchísimo en que le acompañase para comprarse un traje y ahora que ella había aceptado, él no aparecía. Estaba nerviosa, hacía un buen rato que no dejaban de pasar ambulancias y coches de policía con las sirenas encendidas.

Sacó su teléfono móvil y marcó el número de William, cansada ya de esperar. La voz al otro lado de la línea le desconcertó, no era él.

—¿Diga? —contestó una voz masculina algo grave.

—¿Quién es usted? ¿Dónde está William? —inquirió alarmada.

—Al habla el detective Nakamura de la comisaría central de Kyoto. ¿Con quién hablo?

Sintió que el suelo se movía bajo sus pies y tuvo que sentarse en las escaleras de la entrada, pálida como la cera, con sudor frío empapándole la espalda.

—Ishiyama Yumi. Soy amiga de Dunbar William.

—Ishiyama-dono —dijo el hombre procurando sonar menos rudo—, lamento decirle que su amigo ha sufrido un accidente de tráfico. En estos momentos se encuentra en el hospital general de Kyoto y…

Se le cayó el móvil al suelo y el sonido del aparato contra el empedrado de la calle le hizo despertar. Salió corriendo hacia el hospital, que no estaba lejos de allí, encontrándose con varias ambulancias en la entrada de urgencias. Entró a toda prisa esquivando a los familiares histéricos, a los heridos leves… hasta llegar al mostrador en el que había una mujer bajita y con gafas, ahogada entre papeles.

—¿Dónde está Dunbar William? —preguntó tan rápido que se atragantó con su propia saliva.

La mujer paseo su mirada por las hojas de ingresos en busca del nombre mencionado por la joven.

—Está en quirófano, espere en la sala, cuando acaben le avisaré, señorita…

—Ishiyama.

—Ishiyama-san. —Le sonrió con ternura, tratando de infundirle un poco de ánimo—. Avisaré al doctor para que venga a hablar con usted.

Asintió resignada y nerviosa. Con cada hora que pasaba su inquietud crecía hasta llegar a la histeria. Y cuando el médico la llevó a la UCI y le vio lleno de tubos y cables, su estado anímico no mejoró. El diagnóstico la dejó muy preocupada. William estaba en coma y su pronóstico era muy grave.

Ulrich puso una mano sobre su hombro, con mirada preocupada, devolviéndola al mundo real. Se había puesto a temblar y él lo había notado.

—Estuve en coma dos semanas y acabé hecho un desastre. Veinte operaciones, cuatro meses en cuidados intensivos, rehabilitación… —Sonrió tranquilizadoramente al ver la reacción de su amiga—. Mientras, digamos, dormía, soñé con X.A.N.A. y con todo lo que ocurrió. Cuando me desperté mi memoria había regresado, lo recuerdo todo.

—¿Por qué no…?

—¿Te lo dije? —acabó la pregunta de Yumi que asintió—. No quería preocuparte más, ya tenías bastante con hacerme de enfermera veinticuatro horas al día durante un año. Y después, no me vi con valor para contártelo.

—William… —susurró apenada.

—Es muy conmovedor —refunfuñó Jérémie—. ¿¡Cuándo pensabas decírnoslo!? X.A.N.A. nos ha atacado y quién sabe si tú has tenido algo que ver.

Miraron sorprendidos la pataleta de Jérémie, que había perdido los estribos.

—No tengo nada que ver con eso, puedes creerme.

—¡Ja! —espetó amenazante—. ¿Te crees que un “puedes creerme” sirve de algo? —Se acomodó las gafas paseando histérico por delante de sus amigos—. Claro, como lo dices tú, pues ¡Eh! ¿Sabéis qué? ¡Vamos a creerle! ¿Engañarnos? ¿William? Qué estupidez.

Se detuvo frente a él y le golpeó en el pecho con el dedo índice.

—Pues ¿sabes qué, William? ¡No te creo! —le gritó—. Además, te quiero fuera de mi casa.

Presenciaron atónitos la salida de tono de Jérémie, siempre había sido un tanto extremista cuando se ponía nervioso, pero aquello sobrepasaba lo común.

—Olvidas que l’Hermitage es también mi casa. William es mi invitado —dijo Aelita aún sorprendida.

—¡No lo dices en serio! ¿verdad que no?

—No podría hablar más en serio, Jérémie —le gritó—. No seas infantil.

—¡No pienso dormir bajo el mismo techo que ese traidor!

—¡Pues búscate un hotel!

Sissi se despertó con los gritos y viendo lo cabreados que estaban prefirió no decir nada. Odd dio un paso al frente y se aclaró la garganta con la intención de captar la atención de sus amigos, pero no funcionó.

—Creo que todos necesitamos dormir —dijo con calma—. No sigáis diciendo cosas de las que os arrepentiréis por la mañana.

—Por la mañana llamaré a Matthias —dijo William—. Así no tendrás que verme, Jérémie.

Dicho esto se encaminó al ascensor y pulsó el botón. Sus compañeros, mientras tanto, miraban con reproche a Jérémie, que se limitó a cruzarse de brazos y devolverles la mirada.

—Eres muy injusto —dijo Yumi en un tono lúgubre que les puso los pelos de punta a todos.

Tomó el mismo camino de William y el resto la siguió dejando al rubio solo en la fábrica. En el puente, Odd, pasó un brazo por los hombros del moreno en un gesto de camaradería, Aelita rodeó su cintura acompañando su gesto, Sissi le dio un golpecito en el hombro, Yumi le revolvió el pelo y Ulrich le palmeó la espalda de forma amistosa. Nunca hubiesen imaginado que se pondrían de parte de William en vez de la de Jérémie, pero debían reconocer que su amigo se había pasado.

La noche en l’Hermitage fue extraña sin Belpois, pero eso no les quitó el sueño. Estaban agotados. Todos durmieron hasta el mediodía y cuando se levantaron vieron que su amigo no había regresado.

Yumi fue la que más tarde se levantó, se encontró la casa desierta por lo que se tomó un café bien cargado directamente en la cocina. Se puso ropa cómoda y salió al jardín.

Había salido con la intención de tumbarse al sol y leer un rato, pero nada más poner un pie en el jardín supo que no podría concentrarse. Ulrich, con sólo un pantalón corto de color verde oscuro, entrenaba descalzo sobre el césped a la sombra de un frondoso roble.

Él mantenía los ojos cerrados mientras repetía las series de golpes, sonrió al reconocer los pasos que se acercaban a la tumbona.

—Buenos días —saludó divertido sin abrir los ojos—. O debería decir ¿buenas tardes?

—No me quito de encima el jet lag.

—¿Qué hora sería en Japón?

Ella miró los dos relojes que llevaba en la muñeca, uno marcaba la hora francesa: las cuatro y media de la tarde; y el otro, la japonesa: las doce y media.

—Exactamente las doce y media de la noche.

—Eso si que es una diferencia horaria.

—¿Y los demás? No he visto a nadie.

—Aelita ha ido a ver a Jérémie. —Caminó hasta la tumbona donde ella estaba y cogió la toalla para secarse el sudor—. William, Odd y Sissi han ido a comprar.

—Vaya.

—Creo que le ha convencido para quedarse.

Yumi esbozó una media sonrisa y respiró hondo.

—¿Qué pasó? —preguntó con tono neutro mirando al suelo—. Me refiero al accidente de William. Te pusiste muy tensa en la fábrica.

—No… quiero hablar de eso.

—Yumi, yo…

Suspiró enfadado por verse interrumpido por el tono de su teléfono móvil, justo en el momento en que pensaba decir algo importante a la mujer de sus sueños.

—¿Qué quieres Odd? —gruñó. Yumi rió disimuladamente—. Maldita sea ¿es que ninguno de los tres lleva llaves? ¿eh? ¿cuatro? —bufó y se sonrojó hasta las orejas—. ¡Ya voy pesado! —exclamó lanzando el móvil sobre la tumbona—. ¿Y tú de qué te ríes?

—Lo siento —se disculpó entre risas—. Has puesto una cara muy graciosa.

—Genial —replicó con sarcasmo—. Mi cara graciosa y yo nos vamos a abrir la puerta.

Ella le observó alejarse con una sonrisa en los labios, hasta que le perdió de vista. Miró el libro que había dejado olvidado sobre el césped, y que ya no le parecía tan interesante.

Cuando Ulrich regresó de abrir la puerta volvió a situarse bajo el roble, pero esta vez le daba la espalda. Ella optó por no decirle nada e intentar pensar en otra cosa, aunque eso le resultaba realmente difícil. Ulrich había crecido en aquellos años, ahora era algo más alto que ella y su musculatura, tras años dedicados a las artes marciales, estaban más desarrollados. Era aún más atractivo que antes.

—Tienes una buena vista, ¿eh? —Aelita le susurró burlona refiriéndose a Ulrich.

Yumi se sobresaltó, puesto que no la había oído acercarse.

—¿Qué? —preguntó sonrojándose.

—No irás a decirme que lo que miras con tanto interés es ese ficus muerto que plantó Jérémie, ¿no?

—¿Cómo? Quiero decir… no estaba mirando nada —replicó recogiéndose el pelo nerviosa—. Son imaginaciones tuyas.

—Siempre igual. —Suspiró negando con la cabeza—. Creía que con el paso de los años habríais dejado de hacer el tonto, Yumi.

La aludida carraspeó mirando a otro lado.

—¿Cuándo piensas admitir que estás loca por él? —preguntó Aelita bajando la voz.

—Yo no… —empezó.

—Yumi. —La miró con suspicacia—. Somos amigas desde hace diez años, y aunque en los últimos cinco no nos hemos visto demasiado; te conozco. ¿Crees que no me doy cuenta de las miradas que os dedicáis?

—Ulrich y yo sólo somos amigos. —Su voz con un deje de exasperación.

—Ya. Dile eso a quien quiera creérselo.

Dicho eso se levantó para volver a entrar en la casa con una sonrisa satisfecha. Si Yumi se exasperaba era una buena señal.

Se puso en pie para seguirla, no quería que la cosa quedase así, sentía la necesidad de decirle que quisiera creerlo o no, era así, que sólo eran buenos amigos. Aunque bien sabía que le estaría mintiendo. Nada más empezar a caminar una prenda de ropa impactó contra su cabeza, la cogió curiosa y frunció el ceño. Era la toalla de Ulrich.

—¿Huyes como una cobarde? —interrogó en posición desafiante y una sonrisa encantadora.

—Si quieres pelea… —Se encogió de hombros—. Por mí encantada.

Corrieron el uno hacia el otro preparando sus respectivos ataques. Una serie de patadas y maniobras evasivas que se sucedían calculadas al milímetro, conocían a la perfección las habilidades del otro.

Yumi perdió el equilibrio al pisar una piedra oculta entre el césped, Ulrich trató de sujetarla y evitarle el golpe, pero cayó sobre ella de un modo poco elegante. Sus entrecortadas respiraciones chocaban entre sí y un leve sonrojo cubrió sus mejillas.

—Estás empapado —susurró rodeando su sudorosa espalda con los brazos.

—Es que hace mucho calor —le contestó.

—Sí… es cierto.

Se quedaron inmersos uno en la mirada del otro. Ulrich empezó a acercar sus labios a los de ella, a la vez que Yumi cerraba los ojos. Estaban a unos milímetros de besarse.

—¡Alerta X.A.N.A.! —La voz de Odd les llegó desde una de las ventanas del piso superior—. Ulrich, Yumi estéis donde estéis a la fábrica.

Ulrich se puso de pie y la ayudó a incorporarse con brusquedad, como un chiquillo descubierto cometiendo una travesura. Cada uno miraba a un lado diferente, ambos completamente rojos y, también, un poco decepcionados.

En la entrada del pasadizo secreto de l’Hermitage, Aelita y William corrían escaleras abajo para llegar cuanto antes a la fábrica. Odd hablaba con Sissi que le miraba inquisitivamente, no muy contenta con lo que estaba ocurriendo. Tanto tiempo queriendo descubrir el secreto de la pandilla y ahora que lo sabía no paraban de darle largas.

—No te enfades, cielo —le decía sujetándole la mano—. De verdad que te lo explicaré todo bien.

—¿Y eso cuando será? —farfulló ella molesta—. ¿Dentro de cien años?

—En cuanto regrese, te lo juro.

Sissi le miró sin acabar de creerle, pero bien sabía que tenía que confiar en él.

—De acuerdo —replicó—. Al menos déjame ir contigo.

—Si X.A.N.A. lanza un ataque lo hará contra nosotros y contra la fábrica —explicó con el tono dulce y juguetón que siempre usaba con ella, y que tan bien le funcionaba—. Y si estás en la fábrica, podrían hacerte daño.

—Está bien —cedió—. Pero me lo cobraré.

Odd rió, la tomó por la cintura y la besó apasionadamente, mientras ella enredaba los dedos en su pelo, arruinando su extraño y característico peinado.

—Vuelve sano y salvo…

—¡Claro que sí! —Sonrió viendo que sus amigos “desaparecidos” habían llegado hasta ellos—. Hasta luego, bonita.

Bajaron las escaleras rápidamente sin mediar palabra, algo extraño, pero los tres pensando en cosas similares. Salieron al puente, se deslizaron por las cuerdas y tomaron el ascensor hasta la sala del ordenador, en la que Aelita, William y Jérémie hablaban, y por lo que oyeron la conversación había empezado hacía un buen rato.

—Lo siento, William —dijo Jérémie bajando la cabeza—. Me pasé anoche.

—No importa. —Sonrió—. Comprendo como te sentiste, debería habéroslo dicho.

—Sí, es cierto, debiste hacerlo —replicó con tono despectivo.

—¡Jérémie! —Los chicos le reprendieron por su actitud.

Tras una breve ronda de bufidos, suspiros y miradas de todo tipo, los guerreros de Lyoko subieron al ascensor con destino a los escáneres.

—La torre activada está en el sector cinco —dijo Jérémie a través de los altavoces de la sala de escáneres—. Os virtualizaré allí directamente.

Aelita, Odd y William entraron primero, una vez estuvieron en Lyoko, entraron Yumi y Ulrich. Los cinco jóvenes se reunieron en la sala de entrada del sector 5, mientras esta daba vueltas y el corredor comenzaba a abrirse.

—Deberíamos separarnos —dijo Odd—. Hacer un poco de limpieza y buscar el interruptor.

—Genial, voy delante. —William echó a correr—. ¡Superhumo!

—El guaperas siempre quitándonos toda la diversión. —Odd negó con la cabeza.

Ulrich enarcó las cejas y decidió que no estaba dispuesto a dejarlo todo en manos de su rival.

—¡Supersprint! —exclamó para asombro de todos.

—Creo que el interruptor será para nosotros tres. —Aelita trató de contener la risa.

Siguieron a los dos muchachos hasta la sala, donde ya había varios gusanos lanzando sus láseres contra ellos. En esa ocasión la sala parecía estable, los bloques estaban quietos y el techo no se hundía. Estaba todo tan liso y despejado que el botón sólo podía estar en un lugar. Arriba.

—Os quedan veinticinco segundos —les informó Jérémie desde la fábrica.

Aelita desplegó sus alas y voló hacia la parte superior de la sala, en busca de la mejor perspectiva para dar con el interruptor. Lo vio justo sobre la entrada y se apresuró a apretarlo. Nada más hacerlo la sala empezó a temblar y a cambiar, el suelo se abrió, las paredes se movieron haciendo más estrecha la estancia, el techo bajó rápidamente. Los chicos se movieron tratando de ponerse a salvo de las mutaciones del lugar para no quedar desvirtualizados. El bloque sobre el que estaba Yumi cedió repentinamente, William invocó el superhumo y Ulrich el supersprint, ambos con el único objetivo de rescatar a su compañera.

El superhumo fue más veloz que el supersprint, por lo que William la tomó en brazos, caballerosamente.

—Ya estás a salvo, preciosa —le dijo dejándola en el suelo.

Ulrich frunció el ceño e inició el descenso hacia la sala de la torre seguido de cerca por Odd y Aelita.

—No te agobies —le susurró Odd—. El guaperas siempre…

—Cállate —gruñó amenazante—. Lo estás empeorando.

—Es muy raro… —murmuró Aelita.

—Raro no, princesa. Ulrich siempre ha sido un gruñón.

Él contestó a su comentario con una mirada gélida.

—No hablo de eso. Fijaos bien. —Movió los brazos abarcando toda la sala—. ¿Dónde están los monstruos? No hay ni rastro de X.A.N.A.

—Debe haberse dado cuenta de que no tiene nada que hacer contra Odd el magnífico.

—O es una trampa —dijo William nada más llegar hasta donde estaban sus amigos.

—¿Qué hacemos? —Yumi puso una mano sobre la cadera.

—De momento desactiva la torre, Aelita. —La voz de Jérémie resonó desde la fábrica—. Después ya pensaremos en lo que está ocurriendo.

Ella asintió y se lanzó hacia la torre sin dudarlo. Cuando entró la plataforma se iluminó y su cuerpo empezó a ascender hasta el nivel superior, en el que se activó la pantalla. Puso su mano sobre el terminal siendo reconocida:

Aelita.

Code: Lyoko.

—Torre desactivada —anunció.

—Bien, voy a traeros de vuelta. Materializar Yumi, materializar Odd, materializar Ulrich. —Hizo una pausa—. Materializar Aelita, materializar William.

Se apresuraron a reunirse con su compañero, que les esperaba cruzado de brazos.

—¿Cuál era el ataque de X.A.N.A.? —preguntó Aelita.

—No he notado nada raro —le dijo Jérémie—. No parece haber lanzado ningún ataque.

—Esto es muy raro, Einstein.

Todos estuvieron de acuerdo con Odd. Torres activadas sin un ataque, por pequeño que este fuese, era algo fuera de lo común y sin ninguna lógica, y una oposición bastante pobre por parte su enemigo, como mínimo preocupante.

—¿Alguna idea, William?

Miraron a Aelita sorprendidos por su pregunta. Él sólo le sonrió agradecido de que no le odiase como Jérémie.

—Puede que su ataque esté alejado de nosotros y que la torre fuese una excusa para poner algo en marcha.

—¿Por qué? —preguntó ceñudo Jérémie.

—La vuelta al pasado. Si hace algo cerca y causa revuelo sabe que la activaréis —dijo señalando lo obvio—. Si ni ves ni hueles el humo no te percatas del incendio.

—¡Es una locura! —Odd se llevó las manos a la cabeza—. Podría estar destruyendo ciudades y no nos enteraríamos.

—Destruyendo ciudades no —murmuró el joven genio—. Habilitando nuevos superordenadores…
Continuará

lunes, 24 de mayo de 2010

Anuncios: Nuevas historias


Próximamente nuevas historias en las que ya estoy trabajando. Salida prevista para finales de julio principios de agosto.

Fanfics:
La apuesta: X.A.N.A. ataca y a Odd se le ocurre la genial idea de hacer una apuesta con Ulrich ¿besar a Yumi? ¿ser esclavo de Odd? ¡Qué dilema! (Género: Romance, Humor// Advertencias: Ninguna// Clasificación: Hetero// Fiction Rating: +13)

Veinticinco momentos: veinticinco oneshots sobre Ulrich y Yumi (CL). Aquí la lista de palabras del desafío:
01.- Pastelería
02.- Baño
03.- Resfriado
04.- Secreto
05.- Árbol
06.- Naranja
07.- Bomba
08.- Caricia
09.- Arriesgar
10.- Pasado
11.- Nariz
12.- Agua
13.- Excusa
14.- Amigo
15.- Sol
16.- Salado
17.- Enfado
18.- Manzana
19.- Llaves
20.- Hogar
21.- Lluvia
22.- Diario
23.- Elfo
24.- Té
25.- Camisa.
(Género: Romance, Humor, Drama, Aventuras// Advertencias: Lime, Lemon// Clasificación: Hetero// Fiction Rating: +13/+16/+18)
Nota: este es un reto abierto a todo aquel que desee hacerlo. Si decides hacer tu propia versión, me encantaría que dejases un link a tu reto para poder leerlo :)

Hot Chocolate: Un fiesta improvisada en la fábrica, un digno rival, un golpe y un beso (Género: Romance// Advertencias: Ninguna// Clasificación: Hetero// Fiction Rating: +13)

domingo, 2 de mayo de 2010

ADQST Capítulo 03.- Viejos enemigos



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.
Viejos enemigos

El reloj digital de Jérémie marcaba las tres y treinta y seis minutos, la calma reinaba en l’Hermitage, sólo rota temporalmente por los truenos en el exterior. En la entrada, una llave se deslizó en la cerradura y el sordo chasquido del cerrojo resonó en el vacío recibidor.

Ulrich y Yumi entraron empapados, de pies a cabeza y haciendo esfuerzos por no reírse.

La cena había sido un desastre. El camarero, que sin lugar a dudas era la primera vez que cargaba con más de un plato, había lanzado los tortellini de espinacas y salsa de queso sobre los pantalones de Ulrich y, poco después, un botellín de agua sobre ella. La mitad de la gente del pequeño restaurante había acabado con la ropa llena de comida. Durante el trayecto hasta la sala de conciertos les había llovido, ¡y ellos sin paraguas! El grupo era un completo caos, la mejor parte de su actuación era cuando estaban calladitos y a distancia de los instrumentos. En el camino de vuelta, con ataque de risa incluido, el autobús se había estropeado a penas diez metros después de que subieran, la lluvia se había convertido en un diluvio y no habían encontrado un solo taxi en todo el trayecto.

Un potente trueno resonó asustándoles. Había caído cerca, muy cerca. Se asomaron por la puerta, que aún no habían cerrado, y vieron una pequeña columna de humo más allá del bosque, cerca del internado. Ambos supusieron que el humo provenía de un árbol ¿de dónde si no?

Ulrich cerró la puerta y echó la llave. Todo lo que tenían que hacer era darse una buena ducha de agua caliente y dormir.

Aquella mañana el cielo estaba cubierto de nubes negras, ya no llovía, pero el mal tiempo se negaba a abandonar la villa. El aire olía a tierra mojada y hierba húmeda y hacía algo de frío.

Sissi levantó la persiana de la habitación que compartía con Odd, y arrugó la nariz al ver el panorama.

—Qué asco de día —refunfuñó cogiendo las cosas para darse una ducha.

—¿Qué tiene de malo? —preguntó Odd frotándose un ojo aún adormecido— ¿Pensabas hacer algo especial?

—Pensábamos —le corrigió de mal humor—. Vamos a pasar la mañana con mi padre.

Abrió los ojos de par en par despertándose de golpe. No había vuelto a pensar en Jean-Pierre Delmas desde que Sissi y él se fueran a vivir a Sidney y a donde les llevasen las giras del grupo. Se levantó y la siguió hasta el baño, su expresión había pasado del sueño y cansancio a la preocupación en cuestión de segundos.

—Creía que os ibais de compras o algo así.

—Te lo dije antes de venir, Odd —dijo quitándose la ropa—. Las compras son esta tarde.

—Genial —pronunció con sarcasmo—. Será como volver al Kadic.

Sissi gruñó con desagrado y le empujó fuera del baño. Un mal augurio para lo que acabaría ocurriendo durante la mañana.

Y es que el temor de Odd Della Robbia estaba más que fundado. Jean-Pierre Delmas no llevaba muy bien que su adorada hijita Sissi se hubiese enamorado e ido a vivir con el bala perdida de Odd, lo consideraba un buen chico, sí, pero poco adecuado para ella. Al fin y al cabo su historial en el Kadic le daba la razón, malas notas, faltas injustificadas, los secretitos que tenía con sus amigos y también las pullas que le lanzaba a su hija.

Cuando ella estaba presente se esforzaba por disimular, pero en cuanto se alejaba su cara cambiaba radicalmente, hasta tal punto, que al muchacho no le salían ni las bromas más tontas que solía hacer cuando estaba nervioso. Al menos Sissi parecía encantada, no había notado nada raro y su humor era esplendido.

Aquella mañana Odd y Sissi no fueron los únicos que salieron de l’Hermitage. William, que empezaba a incomodarse con “los fantasmas del pasado”, alquiló un coche y condujo durante horas sin rumbo fijo pensando en que podía hacer. Tenía dos grandes problemas; el primero era la escapada de Ulrich y Yumi y su renovada íntima amistad, tan molesta para él; y el segundo, en las últimas horas los recuerdos de X.A.N.A. eran más vivos que nunca, tanto que le parecía seguir bajo su dominio.

—“¿Y ahora qué? —pensaba—. Si les digo lo que me pasa desconfiarán de mí… y eso significaría quedarme a un lado.

Tomó el desvío hacia la estación de servicio que estaba unos metros más adelante, se estaba quedando sin combustible y se le había dormido el trasero. Definitivamente tanto él como el coche necesitaban un descanso. Se detuvo frente a un surtidor y repostó, pagó y aparcó a un lado.

En la estación de servicio había unas pequeñas galerías comerciales, dedicadas, prácticamente en exclusiva, a los turistas y una cafetería. Optó por tomar algo, un café bien cargado y un sándwich no le vendrían nada mal.

Se abstrajo pensando en los problemas que dio a sus compañeros, todo por culpa de su impulsiva forma de ser. Se había emocionado tanto, aquella primera vez en Lyoko, que ignoró por completo las advertencias y peticiones de Jérémie y Aelita, eso había desembocado en el desastre. Les había eliminado en cientos de ocasiones, y, cada una de ellas, le dolía en lo más profundo. Todo fue su culpa.

El tono de su teléfono móvil le sacó de sus pensamientos. Era Yumi. Eso le hizo sonreír y recuperar gran parte de su buen humor.

—No puedes vivir sin mí, ¿eh? —contestó burlón.

—Claro, claro —replicó ella con seriedad—. ¿Dónde te has metido?

—Pues… verás… —Suspiró pensando en que podía decirle—. Quería ir a un sitio, pero… qué más da. Oye, Yumi —dijo cambiando el tono de voz a uno preocupado— ¿ha pasado algo?

—¿Volverás pronto? —preguntó sin contestarle.

—Sí. Pero ¿qué es lo que pasa?

—Quiero que vuelvas. —Su voz se quebró como si llorase.

A William se le heló la sangre, ella nunca le había pedido que volviese aunque le pasase algo, siempre le esperaba, y no era tan vulnerable como para llorar en mitad de una conversación telefónica, así que algo espantoso tenía que ocurrirle.

—¡Yumi! ¿Dónde estás? —exclamó preocupado.

—En l’Hermitage… ven, por favor —suplicó en un hilo de voz.

No necesitó oír nada más. Se puso en pie rápidamente y salió corriendo con el móvil aún en la oreja.

—¿Te has hecho daño? ¿Alguien te ha hecho daño? —chilló sin poder controlar su nerviosismo—. ¿Yumi, Ulrich te ha hecho daño?

—William…

La llamada se cortó en ese instante, miró el aparato incrédulo y se apresuró a marcar su número, pero no tuvo éxito, la operadora le informó de que el móvil estaba apagado o sin cobertura. Maldiciendo se metió en el coche y condujo rozando el límite de velocidad deseando que Yumi estuviese bien.

Cuando llegó a la casa se quedó petrificado al ver en el jardín delantero a Odd, Ulrich y Yumi riendo con unos refrescos en la mano. Abrió la puerta bruscamente y se acercó a ella corriendo.

—Yumi ¿estás bien?

Ella parpadeó mirando fijamente como se arrodillaba a sus pies.

—¿Qué? —Alcanzó a articular perpleja—. Estoy perfectamente, ¿no me ves?

—Pero… ¿y tu llamada? ¡Estabas llorando, me has pedido que volviera!

—William, yo no te he llamado. —Puso una mano sobre la mejilla de su amigo, se le veía tan asustado arrodillado frente a ella—. Diría que alguien te ha gastado una broma de mal gusto.

—Era tu número y tu voz.

Los muchachos se miraron entre ellos, la preocupación de Dunbar no era fingida así que algo extraño estaba ocurriendo.

En el salón Sissi, Aelita y Jérémie tomaban café. La hija del director había insistido mucho en que debía hablar con ellos de algo muy importante, por lo que el matrimonio aceptó. Pero hasta el momento la conversación había girado en torno a los años vividos en el Kadic, y muchas de las cosas que comentaba no les traían muy buenos recuerdos. Aelita se echó a temblar sin causa aparente, Jérémie angustiado puso sus manos sobre sus temblorosos hombros.

—¿Qué te pasa?

—He… he oído un grito espantoso —logró pronunciar.

—Yo no he oído nada…

—Nadie ha gritado —replicó Sissi.

—Nosotros también lo hemos escuchado, Jérémie —dijo Yumi entrando.

Ulrich apareció tras la japonesa seguido de Odd y William. Aelita se relajó un poco al saber que no eran imaginaciones suyas, sentía un gran alivio por ese lado, pero aquel grito había sonado tan desesperado que le horrorizaba.

—¿Insinuáis que Belpois y yo estamos sordos?

—No, yo tampoco lo entiendo, nena. —Odd pasó el brazo por la cintura de su chica.

—Sólo nosotros cinco… —murmuró Yumi sin que nadie lograse escucharle.

La conversación se volvió confusa para ella mientras trataba de atar cabos, tenía que haber un motivo por el que ni Sissi ni Jérémie hubiesen escuchado nada. De sus labios escapó una exclamación al hallar la respuesta, era tan evidente que ni lo había pensado, la atención de todos se había centrado en ella.

—¿Qué pasa? —Ulrich dudaba en si debía acercarse más a ella o permanecer donde estaba.

—Aelita, Odd, William, tú y yo. —William enarcó una ceja por el “tú y yo”—. Los cinco tenemos algo en común.

Se pusieron a pensar, pero todo lo que se les ocurría eran cosas que habían hecho los siete, ir al Kadic, comer en el comedor, las clases con los mismo profesores…

—Lyoko.

—Sissi no ha ido pero Jérémie sí, tu teoría falla. —Le hizo ver Odd.

—No —replicó Aelita—. Jérémie fue, pero a diferencia de nosotros…

—Nunca estuve en el sector cinco —acabó la frase de su mujer.

—¡Alto! ¿Qué es ese Lyoko y lo del sector cinco?

Sissi se sentía perdida, lo de Lyoko le sonaba haberlo leído en el diario de Ulrich aquella vez que se lo había robado, pero lo del sector cinco no sabía por donde tomarlo.

—¿Sector cinco? —Odd trataba de encontrar una explicación que darle—. Hemos dicho….

—Cuando estábamos en el Kadic… —empezó Jérémie, ahora que Odd y Sissi estaban juntos suponía que ella les guardaría el secreto, además en caso de que lo contase era muy poco probable que alguien la creyese— encontré un ordenador en la fábrica abandonada, dentro de él había un mundo virtual con una entidad malvada que…

—Lo que intenta explicar Einstein —intervino Ulrich— es que nosotros cinco viajábamos a ese mundo virtual llamado Lyoko mientras él se encargaba de guardarnos las espaldas usando el ordenador.

—Yo vivía allí hasta que Jérémie encontró el modo de sacarme.

—¡Ja! —Rió irónica—. No hace falta que os inventéis cosas si no me lo queréis explicar.

—Sissi, es la verdad.

Belpois salió de discretamente sin que sus amigos se diesen cuenta. Les dejaría a ellos dar las explicaciones. Tenía algo importante que hacer, subió a su habitación y recuperó su viejo portátil, aquel del que no se separaba en el Kadic, cogió la toma de corriente y bajó de nuevo. Los chicos seguían con la labor de poner en antecedentes a Sissi.

Hizo a un lado a William que le bloqueaba el acceso al enchufe y lo conectó todo para encender el ordenador. Se desesperó, no recordaba que fuese tan lento. Una vez en marcha habló:

—Voy a escanear Lyoko.

—No es por llevarte la contraria, Jérémie —dijo William—, pero si mal no recuerdo apagamos aquel cacharro hace tiempo.

—Si está apagado el programa no responderá. —Se subió las gafas en un acto reflejo rezando interiormente para que todo siguiese desconectado. Pero entonces el portátil emitió un pitido—. ¡Oh, no! —exclamó—. No sé como, pero el superordenador vuelve a estar en funcionamiento… —Se tapó el rostro con las manos—. Y lo peor de todo… hay una torre activada.

—¿¡Qué!? —gritaron al unísono todos menos Sissi.

—Un segundo. Pensemos un poco —dijo Yumi tratando de mantener la mente fría—. Alguien ha debido ponerlo en marcha. Pero de todos modos… si es X.A.N.A. quien ha activado esa torre deberíamos poder volver a apagarle sin problemas. Sin el sistema de replikas no tiene a donde ir, ¿no?

—Tienes razón, en parte. —Respiró hondo procurando ordenar sus ideas—. Tal vez ha activado la torre para volver a poner en funcionamiento el sistema y escapar como la última vez y…

—¡Dejad ya el blablabla! ¡Vamos a luchar! —gritó Odd excitado por la perspectiva de volver a patear a X.A.N.A.

Todos estuvieron de acuerdo con sus palabras y corrieron en dirección a la fábrica a través del pasadizo del cobertizo. La sala se iluminó cuando entraron, todo estaba igual, a excepción de la cantidad de polvo que se había acumulado. Jérémie tomó asiento y empezó a teclear, mientras el resto esperaban órdenes.

—Venga a los escáners —dijo adoptando aquella vieja actitud de genio loco.

Sissi se quedó junto a él y el resto subieron al ascensor que les llevó a la sala de los escáners. La voz de Jérémie resonó en la sala cuando las puertas se cerraron.

—Transmitir Odd. Transmitir William. Transmitir Yumi. Escanear Odd. Escanear William. Escanear Yumi. ¡Virtualización!

Los tres cayeron en la región de los bosques, todo estaba tal cual lo recordaban. X.A.N.A. había recuperado el diseño original de Lyoko. Aelita y Ulrich aterrizaron junto a ellos.

—La torre activada está al norte de vuestra posición —dijo la voz de Jérémie desde ninguna parte.

—Bien. En marcha —dijo Ulrich echando a correr.

Los demás le siguieron. Era genial volver a esta allí.

—Os dejo al cargo de Sissi, voy a ver por que vuelve a estar operativo el superordenador.

Se quitó el auricular de la oreja tendiéndoselo a Sissi.

—¡Pero! ¡yo no tengo ni idea de cómo funciona este trasto! —se quejó.

—Es muy fácil, todo lo que tienes que hacer es vigilar la pantalla —dijo señalando el monitor—. Los triángulos verdes son nuestros amigos, el amarillo Aelita, los rojos los enemigos. En las fichas verás cuantos puntos les quedan.

—¡Espera Jérémie!

Pero él había corrido hacia el ascensor y ya no podía oírle. Se sentó de morros frente a la pantalla y se puso el auricular.

—Ah… ¿hola? —balbuceó con torpeza.

—Te oímos —le contestó Odd.

—No hay triángulos rojos…

—¡No! Sin enemigos es muy aburrido —se quejó.

Aelita rió, su amigo no tenía remedio. William corría detrás de Yumi aún preocupado, había algo que no encajaba. Tenía un mal presentimiento.

—Se os acercan… ¿eh? —dudó—, unas cosas por ahí.

William silbó y puso su pesada espada sobre su hombro.

—Eso ha sido muy específico.

—¡Eh! no te metas con mi chica, guaperas.

—¡Megatanques! —exclamó Aelita.

Odd alzó los brazos y contoneó su cuerpo en uno de sus bailes triunfales con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Juliette! ¡Xantal! ¡Françoise! Gracias por venir a visitarnos.

Los chicos negaron con la cabeza antes de esquivar los disparos de los monstruos de X.A.N.A., Odd apuntó a uno de los megatanques pero falló dándole en el hombro a Yumi.

—¡Ay! —se quejó—. Apunta bien.

—Yumi, te quedan setenta puntos —le informó Sissi.

William se lanzó frontalmente contra un megatanque usando su técnica del superhumo cuando este atacó, emergiendo del suelo a tiempo para destruirlo. Ulrich les hizo señas a las dos chicas para que se hicieran a un lado, con el fin de distraer a los monstruos sin sufrir bajas.

Yumi lanzó uno de sus abanicos y Aelita una bola de energia al tiempo que Ulrich avanzaba.

—¡Triplicar! —exclamó el muchacho—. A ver si te atreves con nosotros, boliche.

—Se os acerca otra cosa —titubeó Sissi.

—Yo me encargo del cangrejo —dijo Yumi al ver al bicho acercarse.

—Buena suerte —desearon al unísono los tres Ulrich.

La nipona esquivó los láseres que lanzaba deslizándose entre sus patas, y lanzó su arma que lo rozó sin llegar a eliminarlo. Estiró su brazo derecho y puso la mano izquierda sobre su sien concentrándose para utilizar la telequinesia. En a penas unos segundos redirigió su abanico dando en el blanco.

—Vaya… —siseó—. Estoy en forma.

Corrió para volver junto a sus amigos. Ulrich venció al megatanque y William cubrió a Aelita del otro, Odd por su parte no hacía más que esquivar, había perdido práctica.

—Ve a la torre —le dijo Ulrich a Aelita—. Nosotros nos encargamos de esto.

Ella asintió y corrió en dirección a la torre con cierta nostalgia, ya casi ni recordaba lo que sentía cuando vivía allí. Entró y las luces de la plataforma se iluminaron, ascendió hasta el nivel superior, en el que apareció una pantalla azulada, puso su mano sobre ella.

“AELITA” marcó la pantalla que parpadeó “CODE:” surgió. Aelita no dudó un segundo e introdujo la clave “LYOKO”.

—Torre desactivada.

Odd derrotó al último megatanque al tiempo que el aura de la torre se volvía azul de nuevo. Aelita salió de inmediato reuniéndose con sus compañeros.

—¿Y ahora qué? —preguntó Ulrich— ¿Volvemos a casa?

—No. Tengo una idea y como Jérémie no está aquí para reñirnos…

Sonrió guiñándoles un ojo.

—Sissi, tienes que enviarnos al sector cinco.

—¡Estáis locos! No sé como hacer nada de eso.

—Introduce los datos que te voy a dar. —La tranquilizó Aelita—. Es muy sencillo.

Aelita empezó a dictarle, en el mundo real Sissi, introducía todos los datos en el superordenador. Finalmente tecleó la clave “Escipión”.

En Lyoko el transportador los llevó hasta el sector cinco. La sala azul, tan familiar, les envolvía. Poco a poco la compuerta empezó a abrirse. Los chicos corrieron hacia el estrecho pasillo en busca del interruptor.

—Sissi —llamó Aelita—. Busca una marca en la pantalla.

—¡Hay una cuenta atrás! —exclamó la morena desde la fábrica— ¡Va muy deprisa!

—Busquémoslo nosotros —dijo Odd.

Miraron alrededor. Había bloques que subían y bajaban, otros que giraban, un desfiladero muy estrecho en las alturas.

—¡Allí! —exclamó Ulrich—. Todo tuyo, Yumi.

La japonesa asintió y con la agilidad que le caracterizaba se abrió camino hasta el estrecho paso. Pero X.A.N.A. no estaba dispuesto a ponérselo fácil. Varias tarántulas cargaron sus láseres, la apuntaban a ella, y en el nivel inferior Ulrich, Odd y William no daban abasto para contenerlos y proteger a su compañera. Lo único que podía hacer era esquivar los ataques y acercarse lo más rápido posible al maldito interruptor.

Aelita gritó haciendo que todos sus compañeros la vieran caer al vacío. Yumi usó la telequinesia para frenar su caída y con suerte ponerla a salvo, era cuestión de tiempo que quedase extenuada o que un gusano le diese.

—¡La tengo! —gritó William sujetando la mano de Aelita—. ¡Venga sigue adelante!

Esquivó como pudo la ráfaga de láseres activando la llave antes de quedar desvirtualizada.

—Yumi…

—¿Qué le ha pasado? —gimió Sissi.

—Nada grave. —Odd disparó varias flechas contra los gusanos—. Ha vuelto a casa.

La joven se mantuvo pendiente de la pantalla, aunque no tenía muy claro lo que ocurría. Cuando su chico volviera tendría que darle muchas explicaciones por su propio bien. Se sobresaltó con el sonido de la puerta al abrirse. Yumi se acercó a ella y le sonrió para tranquilizarla.

—Ya me encargo yo. —La chica asintió y le entregó el auricular—. ¿Me oís? Sustituiré a Sissi.

—Envíanos los vehículos —gritó Ulrich—. Esto se pone feo, si tenemos que esperar nos eliminaran a todos.

—Estarán listos cuando lleguéis. —Empezó a teclear los códigos en el programa de los vehículos—. ¡Odd! ¡Tres tarántulas a tu espalda!

—¡Genial!

Sissi miraba curiosa la pantalla por encima del hombro de Yumi.

—Odd está bien —le informó.

En Lyoko los chicos corrían en dirección a la plataforma exterior donde había un terminal.

—Voy a buscar datos.

—Vale, nosotros nos encargamos de los enemigos —determinó el samurai.

—A… Aelita —llamó ajustándose el auricular—. Ha aparecido un mensaje cifrado en la pantalla ¿qué hago?

—Presiona F5 y dale al enter, el programa se encargará de todo.

—Recibido.

Los chicos competían por ver quien eliminaba a más monstruos sin pensar demasiado en la protección de su compañera, que recibió un disparo en la pierna. William y Ulrich pugnaban por ver quien era más veloz, Odd y Aelita pensaron, divertidos, que sus esfuerzos por impresionar a Yumi no iban a servirles de mucho estando ella en la fábrica.

Cayó el último de sus enemigos, habían limpiado la zona sin llegar a usar los vehículos.

—Ulrich te quedan diez puntos. William a ti cincuenta. —Rodó los ojos al escuchar un “¡Toma ya, tengo más puntos que tú!” de lo más infantil a través del auricular—. Odd cinco y Aelita veinte.

—Sólo unos minutos más, casi tengo los datos que necesitamos.

—Las mantas… —murmuró—. ¿Las veis?

Sugoi! —exclamó William.

Odd y Ulrich cogieron sus respectivos vehículos, William miró con fastidio el aerodeslizador de Yumi, hubiese preferido la moto.

—Tengo que decirle a Jérémie que me programe un transporte molón.

—Ey, que aquí venimos a luchar, no a fardar.

—Para ti es fácil de decir —le dijo a Ulrich esquivando un disparo—. ¡Eh, gatito! Cuidado no te den.

—Preocúpate de ti —replicó matando a una manta—. Sé cuidarme perfectamente —dijo antes de que un láser le alcanzase eliminándole.

—Odd… —murmuró Ulrich—. Vale. Hora de trabajar en equipo.

El moreno asintió, giró ciento ochenta grados para destruir a la manta que les atacaba por la espalda mientras Ulrich iba a por la que venía de frente.

—Yumi, te envío los datos.

En ese momento los dos chicos destruyeron a las mantas completamente compenetrados. Aelita les hizo señas para que volviesen junto a ella.

—¿Has encontrado algo interesante? —le preguntó Ulrich.

—Sí… bueno… —titubeó—. He encontrado algunos datos sobre X.A.N.A. y, me temo, que apagar el superordenador no servirá de nada.

—Alegra esa cara —le aconsejó Ulrich—. De nada sirve preocuparse antes de tiempo, pase lo que pase te ayudaremos.

—Si hay que patear a X.A.N.A. cuenta conmigo —dijo William con algo de rabia—. Tengo cierto asuntillo pendiente con él.

—Gracias, chicos. —Los abrazó con fuerza—. ¿Volvemos a casa?

—De acuerdo. Yo me cargo a William, tú a mi —le indicó a Aelita—, y él a ti ¿entendido?

Los dos chicos asintieron, contaron hasta tres y se desvirtualizaron.

Cuando regresaron a la sala del ordenador encontraron a Odd y Sissi abrazados y a Yumi aún sentada en la butaca.

—No ha estado nada mal —admitió Ulrich.

—¿Nada mal? —inquirió Odd— ¡Ha sido genial!

—Sí, ya, muy bien —refunfuñó Sissi—. Aún espero que me aclaréis de qué va esto.

El programa emitió un pitido, interrumpiendo a Sissi y anunciando que había finalizado su tarea de decodificar el mensaje. Las palabras aparecieron en la pantalla con total claridad:

Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper.
X.A.N.A., sector 5.
Torre. Aelita. Mar digital.
Replika, Alaska, laboratorio, reina. Hombres de negro, Anthea, arma, log, Lyoko.
Aelita, Hermitage, libros. Traidor, X.A.N.A., modificar. Suprimir, controlar, transformar, espía.
Azul, rojo, blanco, verde, negro. Torre.


—Un mensaje de mi padre —susurró con lo ojos llenos de lágrimas—. Mi padre sigue vivo en algún lugar.

—¿Tu padre? —Sissi enarcó una ceja y se cruzó de brazos.

—Es una larga historia —dijo Odd arrastrando las sílabas—. Te lo explico luego.

—¡Es genial, Aelita! —William la abrazó animado, no conocía todos los datos, pero recordaba lo que le había hecho X.A.N.A.

—Sí, es estupendo —apoyó Yumi y Ulrich asintió.

Jérémie subió por la escalerilla de la pared, con sumo cuidado, topando con la celebración de los chicos. Atrapó a Aelita al vuelo, cuando se lanzó a sus brazos exultante de alegría.

—¡Mi padre está vivo! ¡Nos ha enviado un mensaje!

—Qué buena noticia. —Trató de darle un tono jovial a su voz pero no lo logró. Ella aflojó su abrazo y le miró a los ojos, intentando leer en ellos lo que le ocurría. El muchacho suspiró—. Me alegro mucho, de verdad. Es sólo que…

Dio unos pasos atrás separándose de ella.

—¿Has descubierto algo, Jérémie? —preguntó Aelita tomando su mano— ¿Sabes por qué el superordenador vuelve a funcionar?

—Un rayo.

—La tormenta de anoche —sentenció Ulrich.

—Es muy probable, aunque no comprendo como ha pasado.

—¿Un rayo ha entrado por la ventana inexistente, le ha salido una mano y ha activado la palanca del superordenador? —Odd sacó su mejor tono irónico—. Vamos Einstein, eso no pasa ni en las películas.

—Cuando X.A.N.A. escapó hizo una copia de seguridad de si mismo, en algún lugar —explicó—. La potente descarga activó el programa y poseyó a un trabajador de la eléctrica para que activara el superordenador.

—Y… ¿cómo sabes que era de la eléctrica? —William hizo la pregunta que estaba en mente de todos.

—Por que duerme en la sala del superordenador. —Suspiró—. Tenemos que sacarle de ahí antes de que recupere el conocimiento.

—¿Qué vamos a hacer, Einstein? —Ulrich se recargó sobre la pared.

El rubio sonrió cansado paseando su mirada por sus amigos.

—En otra situación… no dudaría en apagarlo —dijo sin delicadeza—. Pero, lo siento… tengo que pediros que me ayudéis de nuevo. Tenemos que rescatar al padre de Aelita.

—Pensaba que no lo pedirías nunca. —Odd rió.

—Sobre eso… Jérémie —dijo Aelita—. Tenemos que hablar.
Continuará

Aclaraciones:
Sugoi:
fantástico, genial.
Lo del diario de Ulrich salió en el capítulo cuatro “Carnet de bord”.
Escrito el 02 de mayo de 2010