viernes, 15 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 12.- Cosas que hacer en una feria



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha, yo sólo los he tomado prestados.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 12.- Cosas que hacer en una feria

Hacía dos horas que se había despertado pero no tenía ninguna prisa por levantarse, nuevamente tenía a Misao entre sus brazos, a media noche le había pedido de nuevo permiso para dormir con él. Ya le había extrañado aquella milagrosa recuperación. Había tenido una infinidad de pesadillas se despertaba llorando muy asustada y cuando eso ocurría la abrazaba, lloraba y temblaba en sueños presa del pánico, ahora en cambio parecía tan tranquila que no quiso despertarla, ni siquiera cuando Omasu entró en estampida por no verla en su cuarto, la mandó a callar muy educadamente y le dio orden de que nadie la molestara.

-Aoshi-sama no… no se vaya…- se abrazó con fuerza al ninja en sueños- no me… deje sola.

-Misao…- susurró en su oído tratando de calmarla- estoy aquí.

-No… ¡no se vaya!

-Misao, Misao- la zarandeó para despertarla- tranquila, solamente era una pesadilla…

Le miró confundida, estaba soñando que Aoshi se marchaba por que no era una buena ninja y le había dicho que no quería volver a verle nunca más, del mismo modo que cuando se reencontró con él tras el enfrentamiento con Okina.

-No voy a marcharme.

-¿Uh?

-Has estado hablando en sueños.

-Lo… lo siento, no le he dejado dormir. No se volverá a repetir jejeje ya soy mayorcita para estar metiéndome en su futón en mitad de la noche como si fuera una niña.

-Puedes venir siempre que quieras.

-E-uh… gracias.

Abrazó a la comadreja, se le veía triste y no sabía muy bien como ayudarla, si al menos recordara que podía hacer para tranquilizarla...

-Aoshi-sama…

-¿Si?

-Gracias, le quiero mucho.

-Yo también te quiero mucho, Misao.

Ella le abrazó con más fuerza, era como volver a la infancia cuando a Aoshi no le importaba reconocer que quería a alguien. La última vez que le había dicho que le quería fue la noche que se marchó y de eso ya habían pasado once años. Había sido una sensación maravillosa y curiosamente esta vez no le entraron ganas de huir por el desconcierto causado. Su vista se clavó en el reloj, sólo eran las nueve aún podría dormir un ratito más…

-¿¡Las… las nueve!?- se incorporó bruscamente- ¡Ay no! ¡Jiya va a matarme!

-¿Qué es lo que pasa?

-Tendría que estar ayudando a los demás a preparar la comida para la feria…

-Antes desayuna.

-Pero me tengo que bañar y todo- hizo pucheros- no tengo ganas de cocinar nada y no me habrán dejado nada hecho…

-Si ese el problema yo te preparo algo.

Aoshi se levantó, prefirió no esperar la respuesta de Misao, estaba convencido de que se negaría, pero no estaba dispuesto a aceptar un “no” por respuesta. Le miró incrédula, su Aoshi estaba realmente irreconocible, pero era una sensación muy agradable, lo malo es que el ninja cocinaba fatal, casi era mejor ayunar…

En la cocina el ninja rebuscaba comida, pero la chica tenía razón no habían dejado ni las migas, que falta de consideración los muy… Sus maldiciones silenciosas fueron interrumpidas por unos toques en la puerta. Abrió de muy mala gana y al instante se arrepintió de haberlo hecho, el diablo en persona estaba en su puerta.

-Buenos días Shinomori ¿tienes algo para mí?

-¿Cómo?- alzó una ceja.

-Mi encargo, ninja amnésico, si te has olvidado tendré que castigarte.

-No me he olvidado, aún no he ido.

-¿Y a que estás esperando?

-Cuando desayunemos- le dio la espalda- Misao tiene que irse a la feria a ayudar.

-¿Ya te ha domesticado? No quiero ni imaginar lo que hará contigo cuando os caséis- dijo Saito apoyándose en la pared- aunque en su caso…

-¿Has venido únicamente a molestar o vienes a darnos explicaciones sobre la huida?

-En todo caso le daría explicaciones a TU jefa- contestó con retintín molesto por recordarle que huyeron- pero no vengo a nada de eso. Tokyo ha insistido en invitaros a unos baños termales, saldremos en dos días, díselo a la niña.

-Tu si que estás domesticado- susurró Aoshi.

Saito sonrió sarcástico había escuchado a la perfección lo que acababa de decir el cubo de hielo, si quería jugar a su juego el ninja tenía todas las de perder, nadie en el mundo puede ganar al lobo de Mibu en su propio juego ni siquiera su queridísima esposa, Tokyo la reina del sarcasmo.

Una hora después, cuando hubieron acabado de arreglarse y de “desayunar” salieron juntos del Aoiya, Aoshi acompañó a Misao hasta la feria pero una vez allí Okina la mandó a buscar a Seijuro, así que los dos ninjas acompañados de Kenshin, Kaoru y Kenji marcharon a casa del maestro del Hiten Mitsurugi.

-Misao-dono… ¿Ha visitado últimamente a Hiko-sensei?

-Mmm… hace una semana o así, pero le visito regularmente, aunque siempre me acaba echando, o me obliga a trabajar para él, o me manda de recadera…

-¿Oro?

-Jajajaja es que está demasiado solo y se aburre, así que me toca las narices a mi- sonrió a Kenshin- no te preocupes, está perfectamente, además…- bajó el tono de voz- tiene un secreto que nunca te imaginarías.

-¿Un secreto?- preguntó Kaoru asombrada- ¿una técnica nueva?

-Nada de eso, nada de eso. Imagino que tarde o temprano lo confesará.

-Confesar qué ¿comadreja?- Hiko salía de su casa en busca de leña para el horno- Vaya, mi estúpido discípulo, su esposa y su miniatura.

-¡Maestrooooooooo!- el pelirrojo corrió a abrazarle pero este se apartó dejándole caer al suelo.

-¿Cómo he de decir que no me gusta que me abracen los hombres?

-Hiko-san, me alegro de volver a verle- saludó Kaoru amablemente.

-Muy buenas Kaoru-dono. Shinomori parte leña, el resto venid dentro conmigo, quiero vuestra opinión sobre algo.

No hubo opción a replicas, Seijuro le entregó el hacha y llevó a los demás adentro. Así que el cubo de hielo hacha en mano se puso a trabajar, seguro que si no lo hacía él acabaría obligando a la kunoichi a hacerlo. Estaban rodeados de gente con mucho morro.

Un buen rato más tarde Misao salió de allí con un paquete enorme en brazos, la parte que debía hacer Seijuro del encargo de Saito. Se moría de ganas de saber que había dentro pero ya se habían encargado de poner una nota de “Ni se te ocurra abrir mi obra de arte, iceberg”. Durante el camino de vuelta al Aoiya la Okashira le confió que lo que había dentro era una vajilla para unos conocidos de Saito y de Hiko que al parecer se casarían pronto. Una vez en casa Aoshi recordó su “compra” lástima que al final no pudiera comprar una yukata para regalarle. Esperó a que la muchacha se cambiase para entregárselo.

-Misao, esto es para ti.

-Pero…

-Es para agradecerte todo lo que haces por mí.

-Si lo hago encantada, no debería haberse molestado- abrió el cofrecito quedando sorprendida- No puedo aceptarlo, debe haberle costado un dineral…

-Eso no importa.

Ella le sonrió, no le dejaría rechazarlo y la verdad es que aquellos adornos que le había regalado le encantaban, así que se limitó a agradecérselo con su característica efusividad. Inmediatamente sustituyó los que llevaba puestos por los que acababa de regalarle.

Sin más que hacer en el Aoiya, Misao y Aoshi, se pusieron en marcha para ir al encuentro de sus amigos que ya debían estar esperándoles. Al llegar al recinto del templo se toparon con Saito y su esposa Tokyo, Misao y ella parecían muy amigas iban hablando felizmente como si solamente existieran ellas dos y su conversación, mientras el lobo las miraba con cara de fastidio. Se reunieron con el Kenshingumi y el maestro Hiko, todos, excepto Hiko, se sorprendieron al conocer a la esposa del lobo, debía ser una auténtica santa para soportar a ese hombre, además era realmente hermosa y muy elegante, nada que ver con lo que habían imaginado.

La feria era impresionante, una gran cantidad de tenderetes se extendían a lo largo del paseo al templo, había unos improvisados asientos a las orillas del río ideales para las parejitas de enamorados que deambulaban por el lugar. Kenji tiraba de Misao arrastrándola de tienda en tienda, deteniéndose en cada caseta de juego para ganar lo que fuera que dieran, los ojos de la comadreja brillaron con intensidad, había un puesto para probar la puntería con los dardos, esa era su especialidad, arrastró con ella a Sanosuke y Yahiko y los tres se pusieron a lanzar dardos, todos consiguieron su premio, Sanosuke un muñeco de cartón que daba bastante miedo, Yahiko un anillo con una piedrecita roja y Misao… ella se había llevado el premio gordo un gigantesco muñeco de peluche traído especialmente del extranjero para la ocasión, sin dudarlo se lo regaló a Kenji, pero era demasiado grande para que lo cargará y se lo encasquetó al pobre Kenshin que para algo era el padre de la criatura.

Pasaron horas recorriendo el lugar, jugueteando, riendo, se lo pasaban fenomenal, incluso Aoshi parecía divertirse. En la zona donde estaban los puestos de comida, incluido el de Aoiya, iba a comenzar un concurso de comida, consistía en ver quien podía comer más, ideal para los pozos sin fondo que eran aquellos tres amigos, Shiro apareció de repente.

-¡Mi-chan!- la muchacha giró a verle- ¿vas a participar?

-¡Ja! ¿Lo dudas? Además empezaba a tener hambre.

-¡El dúo cómico MisaShi ganará!-alzó su puño triunfante.

-¡Yeah!- hizo lo mismo que Shiro- ¿Quién más se apunta?

-¿Crees que podrás ganarme comadreja?- Sanosuke le miró desafiante- niña, he pasado tanta hambre que puedo comer ¡hasta reventar! Me comería todo Kyoto si fuera necesario.

-Además estás muy flacucha, dudo que puedas comer mucho- Hiko avanzó hasta ella- yo participaré, Saito ¿vienes?- el lobo asintió.

-¡Eh! No me subestiméis…

La comadreja se hizo un ovillo en el suelo, la estaban ignorando y la subestimaban por que era delgada, la rodeaba un aura de derrota total, que crueles eran sus amigos.

-¡Ah! ¡Os vais a enterar!- corrió tras ellos para pagar su inscripción.

-¿Creéis que puede ganar?- preguntó Kaoru con una gotita tras su cabeza- Sanosuke es un pozo sin fondo…

-Jajajaja seguro que Misao le gana sin problemas- rió Omasu.

-Cuando se trata de comer no hay quien gane a la Okashira- asintió Okon- aunque…- se llevó las manos a las mejillas suspirando- espero que gane Seijuro-san.

-Yo voto por Mi-chan- sonrió Tokyo- mi Haji-chan no podría vencerla.

¿Haji-chan? La mandíbula de los presentes cayó al suelo, si cualquiera de ellos le llamase así se estarían condenando a muerte, aquella mujer hacía con el Lobo de Mibu lo que le venía en gana y él sólo meneaba la cola como un buen perrito faldero, todo un misterio.

El concurso no tardó mucho en dar comienzo había más de treinta participantes que poco a poco fueron cayendo frente a Sanosuke, Yahiko, Misao, Shiro, Hiko y Saito. Ciertamente todos ellos eran auténticos pozos sin fondo, con el decimosexto bol de arroz cayó Saito, el decimoséptimo fue el fin para Yahiko, con el decimonoveno se retiró Hiko, Shiro se plantó con el vigésimo primero. Ya sólo quedaban la comadreja y el cabeza pollo, la gente les miraba alucinados ¿no les daban de comer en sus casas? El Kenshin gumi, los Onis y los vencidos no entendían donde rayos iba a parar todo lo que devoraban esos dos, con lo flacuchos que estaban…

Y el ganador con veintisiete bols de arroz fue…

-Maldición no puedo comer más…- los ojos de Sanosuke se habían vuelto espirales.

-¡La vencedora es la señorita Makimachi!- anunció el presentador el evento.

-¡YAY! ¡He ganado, he ganado!- un camarero iba a retirarle el bol que le quedaba- ¿quién iba a perder? ¿Eh? ¿Eh?

-Nos ha ganado a todos…- murmuró Hiko.

-Mejor no hablar de eso…- añadió Saito.

-Pero Haji-chan- Tokyo sonrió traviesa- os ha dejado por los suelos, mi maridito derrotado por una muchachita- suspiró abrazando a su hombre- te haces mayor amorcito…

-Tokito… vete al infierno- la mano del lobo se posó en el trasero de su mujer.

Esa mujer no era una santa como todos habían pensado, era el diablo en persona, la mujer ideal para Saito. La comadreja regresó con sus amigos con sus 500 yenes de premio, los vales descuento de las tiendas y la satisfacción de derrotar a esa panda de idiotas que la subestimaban siempre.

-¡Felicidades Mi-chan! Sabía que podrías con ellos- Omasu abrazó a su amiga- Necesito un favor ¿puedes sustituirme? Sólo serán diez minutos.

-Claro ¡no hay problema!- dijo poniéndose el delantal- espero que sea guapo.

-¡Misao!- enrojeció al instante- no seas tonta…

-¿Un chico?- Shiro se cruzó de brazos muy serio- ¡Bah! Seguro que es un idiota.

-Cualquiera diría que estás celoso…

La muchacha entró en el tenderete dispuesta a atender, ignorando la reacción de su amigo. La llegada de la comadreja a la parada hizo que se agolpara aún más gente de la que ya había, observando a aquellos cuatro atender se hacía evidente que estaban acostumbrados a todo aquel ajetreo, a Misao incluso le sobró tiempo para prepararle el té a Aoshi, todo un espectáculo, tanto la forma de servir como la de cocinar, parecía más un espectáculo circense que un puesto de comida.

En la parada de enfrente, la del Shirobeko, Tae, Sae, Tsubame y Yahiko, trataban de atraer a la clientela que les estaban robando los Onis. Aquello había dejado de ser una feria para convertirse en una batalla por la clientela de Kyoto. Cuando Omasu regresó y Misao se marchó con el Kenshingumi a ver el espectáculo pirotécnico todo volvió a la normalidad y la clientela se redujo.

Al otro lado de Kyoto Okina y Rin paseaban, el anciano estaba algo escamado por la forma de actuar de la kunoichi especialmente en lo referente a Misao. Rin nunca había sido de las favoritas de Makimachi, una vez le advirtió de que había que vigilarla, pero siempre pensó que era por el apego que tenía con Aoshi y el evidente odio que sentía por Ayame; por ello ahora se estaba planteando que había tras aquella advertencia en realidad.

-Okina ¿me estás escuchando?

-Perdona ¿qué me decías?

-Que me gustaría reincorporarme como kunoichi del grupo de Kyoto, estoy cansada de Nagasaki- sonrió al anciano- además me gustaría poder estar cerca de Aoshi-kun.

-Comprendo, pero eso debes pedírselo a Misao.

-Se me hace extraño que el Okashira sea una mujer y el que lleve a gente ajena al clan a las reuniones ¿no crees que está fuera de lugar? Eso puede poner en entredicho nuestra reputación.

-Fujita-san y el resto son aliados nuestros, nadie cuestiona las decisiones de mi niña, tiene la confianza de todos.

-Cómo sea, creo que le queda grande el papel de Okashira, debería volver a serlo Aoshi-kun.

Okina sonrió satisfecho la kunoichi estaba yendo a parar precisamente a donde él quería llevarla, al parecer no era tan inteligente como pensaba, ahora solo tenía que hacer las preguntas correctas.

-Yo diría que está muy verde todavía- puso las manos en su cintura.

-Rin-chan, debes confiar en ella. Dime una cosa ¿cómo es que os encontrasteis cerca de Otsu si tú venías de Nagasaki?

-Ah eso…- la kunoichi se puso nerviosa- es que vine en barco y el viaje era hasta Tokyo.

-Ya veo ¿por qué no cogiste el tren? Hubiese sido más cómodo.

-Bueno… verás, lo cierto es que me dan miedo los trenes.

-Misao me ha comentado que Aoshi y tú estáis prometidos, no recuerdo que a él le interesasen ese tipo de cosas.

-Es que era un secreto entre los dos, ya le conoces, es tan tímido- dijo suspirando- lo hubiésemos anunciado a nuestra vuelta del castillo de Edo, pero no pudo ser… espero que lo recuerde pronto.

-En ese caso, deberás esperar a que lo recuerde y a que la Okashira de su consentimiento, Aoshi es un hombre de palabra si se prometió contigo lo cumplirá y ¡juntos celebraremos una gran fiesta!- rió como un majadero.

-Jajaja y le devolveremos al Oniwabanshu ¡todo su esplendor!- abrazó al anciano.

Esa mujer tenía una extraña obsesión con Aoshi y con el Oniwabanshu de su pasado ¿había espacio en esa ambición para su pequeña? No iba a permitir que la hirieran aunque tuviera que pasar por encima del mismísimo Aoshi Shinomori. Eso sí, tenía muchas dudas sobre ese compromiso y haría lo que estuviera en su mano para enterarse de todo, por algo había sido un gran espía.

Continuará

Escrito el 19 de enero de 2009

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