sábado, 31 de julio de 2010

ADQST 06.- Stern e Ishiyama



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
Stern e Ishiyama

Hacía calor. Un calor espantoso teniendo en cuenta que estaban a principios de febrero. X.A.N.A. estaba "muerto", así que no podían culparle de la dichosa ola de calor que elevaba los termómetros hasta los veintiséis grados centígrados.

En alguna parte del campus de la academia Kadic se iniciaba un rumor que pronto se extendería por todo el lugar. A alguien le pareció divertido hacerlo. La noticia corrió como la pólvora. Ulrich Stern y Emilie Leduc salían juntos, y lo mismo ocurría con Yumi Ishiyama y Matthias Burel.

Yumi iba hacia el Kadic junto a su hermano menor, Hiroki, intentando no estrangularle por ser tan cotilla y empeñarse en decirle cosas que la avergonzaban. El calor abrasador no ayudaba precisamente a hacer más llevadera la caminata.

Al atravesar la puerta sintió todas las miradas clavadas en ella. Enarcó las cejas. No soportaba esa sensación. Se metió en el comedor, en busca de sus amigos, estaban en la mesa de siempre, pero parecía que estaban en un funeral.

—¿Qué os pasa chicos?

—¿Has visto el periódico del Kadic? —preguntó Aelita.

—Qué va, acabo de llegar. —Yumi rió—. ¿Por qué? ¿Milly y Tamiya han desvelado algún misterio horrible?

No le contestaron. Ulrich se levantó de morros y pasó por su lado, sin importarle chocar con ella, tampoco se disculpó.

—¿Pero qué le pasa? —gruñó Yumi.

—Digamos que tiene sus motivos —titubeó Jérémie.

Aelita le ofreció el periódico, abierto por una de las páginas centrales, amablemente. Yumi se puso rígida y pensó que no lo había leído bien, pero por más veces que releyó las letras de molde negras nada cambió. ¿Ella y Matthias Burel? Iba a matar a Milly y a Tamiya, y si descubría que Hiroki estaba involucrado, lo mataría también.

Sissi llegó en el preciso instante que una furibunda Yumi salía de la cafetería, miró a la pandilla con detenimiento, tenían la mirada clavada en las bandejas. Odd negó con la cabeza y Sissi se tragó la pregunta, pero le bastó con un vistazo al periódico abierto para comprenderlo todo.

—Yo no he sido —espetó como si fuese un acto reflejo.

Los chicos suspiraron, ya se lo imaginaban.

Yumi caminaba con rabia. Estaba enfadada. Curiosamente no lo estaba con Milly y Tamiya, lo estaba con Ulrich. ¿Por qué siempre acababa dando explicaciones? Lo vio pateando una lata mientras se dirigía al edificio de las habitaciones. Apretó el paso.

—Tenemos que hablar —gruñó al llegar a su altura.

—No hay nada que hablar.

Una vocecita en su cabeza le decía "para. Cierra la boca y escúchala", pero lamentablemente su humor no se lo permitía. Resopló, la encaró y entornó los ojos con el ceño fruncido.

—Tú y yo sólo somos amigos. —Lanzó la dichosa frase que siempre flotaba entre ellos—. Y ahora no quiero verte. Vete, Yumi.

Ella se limitó a enarcar una ceja.

—No seas crío.

Esas palabras tuvieron el mismo efecto que un puñetazo. Ya lo sabía. Era más pequeño, más bajo, más inmaduro y nunca sería lo suficiente para ella.

—¿Tú sales con Emilie? —Pasó un mechón detrás de la oreja.

—No tengo que darte explicaciones.

—No te las estoy pidiendo.

—Me estás preguntando.

Ella suspiró.

—Entre Matthias y yo no hay nada —le dijo—. Es un amigo.

—No te creo. —Apretó los puños.

—¿Qué?

—Te creeré si dejas de verle.

Se arrepintió al instante de lo que acababa de decir, pero estaba tan cabreado que aquello le había salido sin más. Primero William y ahora Matthias. La vio alzar la mano derecha con la clara intención de darle una bofetada, pero volvió a bajarla despacio.

—¿Sabes qué? —dijo en un tono tan tranquilo que no auguraba nada bueno—. Ya he tenido suficiente. Tú y yo sólo somos amigos y eso no te da derecho a decir a quien puedo y a quien no puedo ver.

Yumi dio media vuelta y empezó a caminar en dirección al comedor de la escuela, él quiso detenerla pero supo que acababa de abrirse un abismo infranqueable entre ellos.

Eran dos idiotas, ambos lo sabían. Dos idiotas que se querían. Dos idiotas que fingían ser sólo amigos.

Durante los siguientes meses, casi siempre, la veía con William, con gestos cómplices, abrazos, caricias en la espalda y brazos. Intentó acercarse a ella, pero siempre daba media vuelta y le dejaba con la palabra en la boca.

Priscilla, Anaïs, Maïtena y Caroline contenían la risa cada vez que le veían, eso era algo que había ocurrido siempre, aunque solían hacerlo con Yumi porque les gustaba tomarle el pelo, no con él.
Finalmente optó por seguir los consejos de Jérémie y Aelita y darle espacio, tiempo para que la cosa se enfriara, mas aquello no era algo sencillo. La había visto llorar sobre el hombro de William, sin embargo el resto del tiempo parecía estar perfectamente.

Una llamada telefónica cambió sus planes radicalmente. Su padre estaba en el hospital. Habían atracado el banco donde trabajaba y le habían disparado. Él se marchó a toda prisa, mientras el resto tenían que quedarse en la escuela.

La clase de Yumi había ido a un museo, así que tanto ella como William tenían el móvil apagado. Pese a que Jérémie, Aelita y Odd les estuvieron llamando todo el día y les dejaron cientos de mensajes en el buzón de voz, no obtuvieron respuesta.

Al finalizar las clases se reunieron con Ulrich en el hospital. Se abrazó a Jérémie, a Aelita y a Odd. Yumi no estaba allí, comprobó con dolor.

El sonido de las puertas del ascensor inundó el pasillo. Unos pasos lo siguieron. Y entonces Ulrich pensó que ya no importaba nada más. Se apartó de sus amigos para abrazar a la recién llegada.
Yumi respiraba entrecortadamente y no dudó en estrecharle con fuerza, dejándole llorar sobre su hombro, sin decir nada hasta que Ulrich se hubo calmado.

—He venido en cuanto me he enterado —le dijo— ¿Cómo está?

—Le están operando. —Intentó contener los sollozos—. Gracias por venir.

—Somos amigos, ¿no?

—Sí —confirmó él—. Amigos.

Una relación de amigos era lo último que le apetecía, pero sabía muy bien, que si quería tener algo más con ella debía empezar con recuperar su confianza y amistad.

La operación de Axel Stern duró dieciséis horas. Yumi permaneció junto a Ulrich y su madre en el pasillo de quirófano.

Cuando los médicos salieron a informar no trajeron buenas noticias. Tenía el hígado dañado y no podría sobrevivir sin un transplante, la lista de espera era larga, así que tanto Ulrich como su madre se hicieron las pruebas. Un donante vivo era su única esperanza.

Varias horas más tarde uno de los médicos regresó, les miró con seriedad.

—Ninguno de los dos es compatible, lo lamento.

La señora Stern se dejó caer en la silla llorando desconsolada. Yumi se puso en pie.

—Hágame las pruebas.

El médico le dedicó una mirada inquisitiva.

—Esto no es un juego. No es algo divertido.

—Ya lo sé, no soy una cría —replicó tajante—. Tengo dieciocho años y soy lo suficientemente madura para comprender lo que implica. No voy a echarme atrás.

—Necesitaré un documento que certifique que eres mayor de edad.

Rebuscó rápidamente en su bolso sacando su monedero y una funda de plástico. Se los tendió al doctor.

—Mi documentación y mi pasaporte. ¿Quiere mi carnet de estudiante también?

—Enfermera prepárela para las pruebas.

—No tienes por que hacerlo —murmuró Ulrich.

—Quiero hacerlo —dijo abrazándole.

Siguió a la enfermera que empezó a contarle cosas para calmarla, pero era inútil. No estaba nada nerviosa, y mucho menos asustada. Sabía lo que quería hacer. No era el fin del mundo.

Yumi resultó ser compatible, así que se convirtió en la donante del señor Stern. Ganó una cicatriz, la eterna gratitud de la señora Stern, una postal mensual del señor Stern y, visitas diarias y miles de zumos de frutas de Ulrich. Ninguno de naranja, Yumi odiaba el zumo de naranja envasado.

Algún tiempo después regresó a su rutina. El curso aún no había acabado, por lo que le tocó ponerse al día a marchas forzadas. Sin embargo, como cada año, el final de las clases llegaba, quedaba poco más de mes y medio para que llegase junio. A ella le quedaban dos exámenes y seis días de clase.

Había reunido a Ulrich, a Odd, a Jérémie y a Aelita en la sala de recreo. Tan seria que les había preocupado. Inspiró hondo y habló:

—Tengo que deciros algo importante. —Suspiró melancólica.

—¡No me digas! —exclamó Odd sonriente—. Has suspendido todo y vas a repetir curso, porque no soportas la idea de no verme durante un año entero.

—¿Eh? —Pese al impacto de la conclusión de Odd, se rió—. Si tuviera que repetir curso mi padre me mataría. No es eso —susurró—, el año que viene iré a la universidad. Y no estoy muy segura de que universidad elegir, así que al final he decidido volver a Kyôto.

Fue como si el aire se congelara. Yumi se iba. Los ojos de Aelita se humedecieron y se lanzó a los brazos de su amiga, sintió como si le arrancasen un pedazo del corazón, ya que, sus amigos, se habían convertido en su nueva familia. Jérémie tragó saliva intentando bajar el nudo que se le había formado en la garganta. Ulrich se había quedado petrificado, no podía reaccionar, ni siquiera podía asimilar sus palabras.

Odd, en cambio, se detuvo a observarla, porque aquella era una decisión que no cuadraba. Se mordía el labio inferior y lo supo. Yumi no quería irse a ningún sitio. Entonces miró a Ulrich, allí petrificado sin mover ni un músculo. Se hizo evidente, ella había buscado el modo de hacerle saltar pero había fallado.

—Vendré a veros en vacaciones.

—Tráenos algún regalo, si es de comer mejor.

Yumi se rió de corazón.

—Nunca cambiarás Odd.

Ulrich aguantó el tipo hasta que ella se hubo marchado. Se encerró en la habitación y hundió la cara en la almohada. Quería llorar. Quería gritar. Pero estaba como anestesiado.

No se movió cuando Odd entró armando tanto escándalo, que podría haber despertado a los muertos. Tampoco bajó a cenar, pese a la insistencia de su compañero. No se movió un milímetro durante horas.

Odd volvió a entrar horas más tarde, después de cenar, charlar con sus amigos y hacer manitas con la chica de turno, que en esos días, sorprendentemente, era Sissi Delmas. Resopló mirando la cama de su compañero y el aspecto que este presentaba.

—Vamos, Ulrich —dijo Odd crispado—. Tampoco es como si se fuera a la otra punta del mundo.

—Ahí es justamente a donde se va —gruñó.

—¡Mira…! —gritó. Inspiró hondo apaciguando sus ganas de acabar lo que había empezado a decir—. A donde va hay teléfono, conexión a internet, correos, fax, apuesto hasta que hay un chisme de esos de telegramas.

—No lo entiendes —murmuró enfurruñado.

Odd suspiró y se encogió de hombros.

—Pues no. No lo entiendo —dijo poniéndose serio y dejando a un lado su faceta bromista y despreocupada—. No os entiendo a ninguno de los dos. Si la chica de la que estuviese enamorado desde casi toda la vida, viniese y me dijese, "me vuelvo a mi país" con la cara que ella traía… —Puso los ojos en blanco—. Sinceramente, Ulrich, me la habría llevado a un rincón, y de ser necesario, le hubiese suplicado que se quedase conmigo.

—Eso es muy egoísta.

—Será egoísta, pero no hipócrita. Por si no lo has notado, Yumi no quiere irse.

—Si no quisiera irse, no se iría.

Ulrich se sentó en el borde de la cama con los ojos cerrados. Odd suspiró. Sus amigos eran idiotas. Siempre dejando las cosas en el aire y sin acabar ninguna. Siempre excusas, primero "sólo entrenamos juntos", después la culpa fue de X.A.N.A., más tarde de los exámenes y ahora… a saber que excusa inventarían.

—Dile que la quieres —dijo encogiéndose de hombros—. Eso es lo único que tienes que hacer.
Pero el tiempo pasó y, aunque quería hacerlo, nunca encontraba el momento. El curso de Yumi acababa antes y él estaba en plenos exámenes. Si suspendía su padre le mataría, ya tenía suficiente con no ser capaz de contentarle como para echar más leña al fuego.

Cuando Jérémie y Aelita no podían, Yumi, les ayudaba a Odd y a él a preparar los finales. Ahí estaba el problema. Odd estaba mirándoles desde el otro lado de la mesa.

Finalmente el día que tanto había temido llegó.

El avión de Yumi salía a las doce del mediodía desde el aeropuerto de París. Todos se habían desplazado hasta allí para despedir a su amiga. William fue el primero en esfumarse, tras haberla abrazado largo rato y darle un regalo, que ella no abriría hasta estar sola. Odd con gran teatralidad se había mareado, supuestamente, por lo que Jérémie y Aelita se lo habían llevado a comer algo con urgencia. Fue muy incómodo, no eran precisamente disimulados, aunque se las habían ingeniado para dejarles solos.

Y ahí estaban, el uno frente a la otra mirándose los zapatos.

—Yo… —dijeron a la vez.

Cruzaron sus miradas con las mejillas teñidas de rojo.

—Tú primero —pronunció Ulrich.

—Estaremos en contacto. —Sonrió—. Te echaré de menos.

—Sí, ya, yo a ti también.

—¿Qué ibas a decir?

—Yo… —"te quiero" eso era lo único que tenía que decir. Odd tenía razón—. Espero que te vaya todo muy bien.

Ella le sonrió un poco decepcionada. Y él se golpeó mentalmente por no decir lo que quería.

—Gracias.

La megafonía anunció el vuelo de Yumi. Ambos suspiraron cansinamente. Ulrich dio un paso adelante y la abrazó con fuerza, ella besó su mejilla.

—Tengo que irme —susurró.

—Quédate —lo dijo tan bajo que a penas le escuchó.

—¿Por qué?

Era una buena pregunta.

—Te lo pido.

—¿Para qué?

Esa era mejor aún. ¿Para seguir buscando excusas?, ¿para seguir mintiendo?, ¿para seguir haciéndose daño?. La soltó lentamente, resignado.

—Volveremos a vernos.

Mata ne —dijo él.

Bis nachher —le contestó ella.

Sonrieron con complicidad, esa era una de las cosas que habían compartido. Él le había enseñado algo de alemán y ella a él japonés, lo que se tradujo en muchas horas juntos antes de distanciarse.
Yumi se cargó la bolsa de viaje al hombro con un movimiento rápido y preciso, dio media vuelta, empezando a caminar hacia la puerta de embarque. Si volvía a pedirle que se quedase sabía que no podría negarse, de hecho, deseaba que se lo pidiese.

La azafata del mostrador le sonrió comprensiva. Tomó su tarjeta de embarque guiñándole un ojo y tecleó en su ordenador. Yumi dejó caer su bolsa y volvió sobre sus pasos. Enredó sus brazos alrededor del cuello de Ulrich y le besó en los labios, para después, regresar a la carrera a por su tarjeta de embarque y equipaje.

Ambos lloraron, él rodeado de sus amigos y ella en el asiento del avión. Dolía.

Continuará

Aclaraciones:
Bis nachher / Mata ne: la primera en alemán, la segunda en japonés, ambas se pueden traducir como "hasta luego", "hasta pronto", "nos vemos"

Escrito el 26 de julio de 2010

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