sábado, 6 de febrero de 2010

ADQST Capítulo 02.- Francia



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.

Francia

Aquella mañana es sol resplandecía y en la casa los inquilinos comenzaban su rutina, todos menos uno que llevaba aproximadamente una hora levantado preparando el desayuno.

William abandonó la cocina y entró en el comedor para preparar la mesa, se había acostumbrado a los desayunos japoneses y sabía que se moriría de hambre si rompía la rutina, además dudaba que nadie se quejase por que les hubiese preparado algo para comer.

Poco a poco todos fueron bajando para encontrarse con el banquete matutino, se acomodaron en las sillas. El moreno sirvió a sus amigos prestando una mayor atención a la japonesa, a fin de cuentas debía pensar en sus propios intereses.

—Yumi ¿quieres unos hashi?

La nipona le miró enarcando una ceja ¿a qué venía tanta cordialidad?

—¿A los demás no nos ofreces? —intervino Odd imaginando un plato delicioso.

—Son los palillos —le aclaró ella sabiendo lo que pensaba— no son comestibles. No, gracias, sé comer con tenedor.

Odd empezó a bromear con sus amigos como hiciera mientras estudiaban en el Kadic, Sissi al principio los miraba algo temerosa de intervenir, ella nunca había estado incluida en el grupo durante aquellos años y por norma general todos sus esfuerzos por integrarse se le habían vuelto en contra, pero Aelita y Yumi la hicieron partícipe de su conversación logrando que se relajase al fin.

Un rato después en el jardín de L’Hermitage las chicas hacían planes para el día siguiente, ya que estaban de vacaciones aprovecharían para dedicarle tiempo a actividades amenas. Yumi entró a la casa para buscar unos refrescos con los que aderezar la charla.

Al entrar en la cocina se encontró con el joven castaño que se estaba sirviendo un poco de café.

—¿Café? —Le ofreció con una sonrisa en los labios.

—No, gracias, sólo he venido a por unos refrescos —dijo abriendo la nevera y sacando varias latas—, mantenemos una apasionante charla sobre que podemos hacer por aquí mañana.

—Salida de chicas ¿eh?

—Mmm… algo así. —Sonrió.

La miró intensamente, sus movimientos suaves y fluidos acomodando las latas, vasos y algunos dulces en una bandeja. Había cosas que no habían cambiado.

—Ah… Yumi, esta noche hay un concierto en el centro y… —dudó unos segundos antes de continuar— ¿Te apetece venir? No los conozco pero me han dicho que son buenos…

—Claro, sería genial. —Se mostró entusiasmada con la idea.

—Podemos…

El tono de llamada del móvil de Yumi interrumpió al muchacho, ella suspiró y contestó. Al otro lado de la línea le hablaban en japonés, lo supo por sus respuestas. Removió impaciente el café humeante y dio varios sorbos hasta que ella colgó.

Kuso… —“mierda” masculló.

—¿Qué?

—Lo siento, tendremos que dejarlo para otro día —se excusó guardando el móvil—. Tengo que ir a ver a mi hermano.

Cogió la bandeja para volver fuera pero él puso sus manos sobre las suyas y con cuidado se la quitó.

—Yo se la llevaré y les diré que has tenido que irte.

—Gracias, Ulrich —le besó la mejilla—, eres un cielo.

Pasaron las horas, finalmente la urgentísima llamada de su hermano Hiroki resultó no ser tan importante. Se había peleado con Milly sobre donde debían pasar las vacaciones y su urgencia consistía en quejarse mientras zampaba dorayakis como un poseso. Tras una charla de hermana mayor y de asegurarse de que llamaba a su novia para aclarar las cosas, decidió volver a L’Hermitage, quizás aún estaría a tiempo de ir a ese concierto.

Entró en la casa y tras quitarse la chaqueta se acomodó el suéter azul marino, echó un rápido vistazo por la casa buscando a su amigo, pero no había rastro de él. Odd, que estaba sentado en una de las sillas del comedor hojeando un revista, seguía todos sus movimientos con la mirada, cuando empezaba a creer que su amiga había perdido la razón ésta se acercó y le habló.

—¿Dónde está Ulrich?

—Él no tiene vacaciones —dijo con tono de burla.

—¿El dojo?

Odd le miró sorprendido por la pregunta y asintió.

—¿Puedes darme la dirección? —Sus ojos brillaron de la emoción.

—Cla… claro.

Caminó hasta la mesita donde estaba el teléfono y tomó el pequeño bloc de notas y un bolígrafo. Anotó la dirección despacio pensando detenidamente en el motivo de su petición, si quería hablar con él sólo tenía que esperar dos horas, incluso podría llamarle al móvil. Enarcó las cejas y se giró sonriendo entregándole el papel medio arrugado.

—Qué te lo pases bien.

—Gracias, te debo una.

Yumi cogió de nuevo su chaqueta vaquera, un juego de llaves, con un llavero del que colgaba un muñeco púrpura, que le había dado Aelita y su bolso antes de salir a la calle.

Odd rió con la conclusión a la que había llegado y sintió unas ganas locas de contárselo a Jérémie y a Aelita. Subió a toda prisa las escaleras y llamó insistentemente a la puerta del despacho hasta que le hubieron abierto. Jérémie le miró desde el umbral con cara de fastidio y ella se asomó por encima de su hombro llena de curiosidad.

—¡Noticia bomba! —exclamó apartando a su amigo y entrando— ¡No sabéis lo que acaba de pasar!

—¿Qué? —preguntó ella impaciente.

—Diría que nuestros tortolitos favoritos siguen enamorados ¡Yumi acaba de pedirme la dirección del trabajo de Ulrich!

—Eso es una tontería, Odd —Jérémie negó con la cabeza a las palabras de su amigo—. No prueba nada.

—Tiene su número y él volverá pronto. —Le sonrió a Odd, ella había llegado a la misma conclusión—. Piénsalo Jérémie…

—Tu también, Aelita…

—Vamos Einstein ¡Todo cuadra!

—No, no cuadra —suspiró, quería creer en su teoría pero no podía—, olvidáis que Yumi y William están juntos.

Odd se quedó pensativo, no había caído en eso, su amiga siempre había declarado que el moreno y ella no eran más que amigos, pero con el tiempo aquello parecía haber cambiado. Aún y así estaba bastante seguro de que Yumi seguía enamorada de Ulrich, a parte sabía, más allá de cualquier duda, que su buen amigo no la había olvidado.

Aelita miró significativamente a su marido.

—Sé un secreto —declaró.

—¿Cuál? —preguntaron a la vez los dos chicos.

—Sobre Yumi y William…

Una joven japonesa caminaba sonriente por las calles del centro de la villa, procuraba mantener la calma pero con cada paso que daba tenía más ganas de echar a correr, estaba realmente impaciente. Giró a la derecha para entrar en una pequeña callejuela empedrada.

Dojo de artes marciales Tsuiai”

Comprobó la dirección en el papel arrugado que le había dado Odd y sonrió, estaba en el lugar correcto. Desde que Aelita le contara en aquella carta que Ulrich era sensei de un dojo de artes de marciales que se moría de ganas de ver aquel sitio y a la gente con la que trabajaba.

En un acto reflejo se pasó los dedos por el pelo arreglando su aspecto, después hizo lo mismo con su ropa y finalmente entró.

En el interior del recinto un grupo de chicas adolescentes y alguna mujer de mediana edad repetían con mayor o menor destreza los movimientos marcados por el joven de cabello castaño. Yumi se movió con cuidado por el espacio libre de tatamis hasta situarse al lado de un hombre japonés que, sin duda, era el dueño del local, éste le miró.

¿Habla japonés? —le preguntó el hombre a lo que ella asintió— Soy Itakura Kento, el dueño del dojo.

Ishiyama Yumi

La amiga de Stern —pronunció en un tono cargado de sorpresa—, me han hablado muy bien de usted, Ishiyama-san

Sólo Yumi, por favor, Itakura-san

Sólo si usted me llama Kento. —La muchacha asintió y clavó su mirada en su amigo—. Desde que Stern trabaja aquí tenemos más alumnas que nunca

Yumi sonrió. No podía culparlas, se veía realmente atractivo con esa expresión de concentración, el uniforme del dojo y esa aura de líder, viéndole así incluso ella se apuntaría a sus clases.

¿Le apetece un combate amistoso? —Recordaba las prácticas que le había descrito su empleado— Tengo grandes referencias sobre su técnica de lucha

¿Por qué no? —concedió la chica.

Por aquí.

Le indicó la zona de tatamis a su derecha, ella se descalzó quedándose con unos calcetines con rayitas de colores. Se pusieron uno frente al otro y se saludaron.

Kento lanzó el primer ataque, una patada alta dirigida al hombro de ella que lo esquivó muy hábilmente arqueando su cuerpo hacia atrás hasta apoyar las manos en el suelo, aprovechando el impulso de su movimiento golpeó el pecho de su contrincante que se vio obligado a retroceder. Esbozó una sonrisa de satisfacción.

Kenpo —dijo complacido.

Mi abuelo me enseñó.

El combate continuó dando por finalizada la conversación.

Habían pasado a ser el centro de atención de las alumnas y del propio Ulrich que estaban fascinados por la velocidad de él y la flexibilidad de ella, nunca antes habían visto luchar al dueño y la japonesa era todo un misterio para ellas.

De un rápido movimiento la obligó a retroceder hasta casi tocar la pared con la espalda, estaba acorralada.

—No será tan fácil —murmuró Ulrich al ver la sonrisa victoriosa de su jefe.

Y él tenía razón, cuando el hombre se movió para dar el combate por finalizado ella se agachó y se deslizó hábilmente entre sus piernas quedando a sus espaldas. Apoyó su pie derecho en los riñones de él sujetándole contra la pared que la había acorralado segundos antes.

Eso ha sido… —susurró— ¡Increíble!

Una muchacha pelirroja aplaudió tímidamente y se ruborizó al ver que nadie más lo hacía.

—Eso ha sido todo por hoy —intervino Ulrich—. Hasta el viernes, chicas.

Las alumnas se dispersaron no sin que antes lanzasen miradas, algunas curiosas y otras hostiles, hacia la japonesa. Cuando hubieron entrado en los vestuarios, Kento y Yumi se acercaron hasta donde estaba Ulrich. El maestro japonés le lanzó una toalla blanca con el nombre del dojo bordado con hilo negro.

—Buen trabajo —canturreó sonriente.

—Gracias. Estoy sorprendido —declaró secándose el sudor del cuello con la toalla—, llevo dos años aquí y esta es la primera vez que te veo luchar, Ken.

—Ya sabes… —Movió las manos teatralmente— hay pocos luchadores buenos que practiquen las artes marciales japonesas.

—Que curioso —intervino ella—, el kenpo no es más que una copia del kung fu, así que… en realidad…

—¡Sí, sí! ¡Mirad qué hora es! ¡Es tardísimo!

Ulrich rió disimuladamente, siempre que metía la pata, su jefe, se salía por la tangente con cualquier tontería, y esta vez, era con la hora.

—Os dejo a solas, chicos —dijo Itakura antes de desaparecer por la puerta de la que colgaba el cartel de “prohibido el paso”.

—¿Cómo sabías que trabajo aquí?

—Tengo mis recursos —dijo con suficiencia, él enarcó una ceja robándole una sonrisa—. Odd me dio la dirección.

—Odd… claro.

Se llevó tras la oreja un mechón rebelde y dejó escapar un suspiro de sus labios.

—Yumi…

Sonrió. Alzó su brazo lanzando un golpe hacia su cuello deteniéndose a milímetros de darle.

—Tienes la guardia baja.

Ulrich sonrió con suficiencia, aparatando la mano de ella. Lanzó lejos la toalla que llevaba sobre los hombros, y adoptó una posición defensiva. Ella hizo lo mismo rápidamente.

Pasaron varios minutos en los que ninguno de los dos se movió, finalmente ella lanzó el primer ataque. Trató de hacerle caer barriendo su punto de apoyo, el pie izquierdo, logró evitarlo levantando la pierna en el último segundo. Buscó el modo de golpearle el hombro volviendo su ataque en su contra, pero lo único que logró fue golpear el tatami.

Los ataques se sucedían como pasos de baile de una hipnótica danza. Movimientos dominados por la pasión, ágiles y precisos.

Él encontró el hueco para derribarla, había descuidado la defensa baja, sus piernas estaban expuestas, así que sin dudarlo la atacó. Recibió un contragolpe que le derribó. Lo había olvidado, el punto fuerte de Yumi eran los contraataques. Le había tumbado con una simple patada en las costillas, ni siquiera había ejercido fuerza para hacerlo.

—Aún puedo ganarte —declaró sentándose sobre su pecho—, sigo siendo mejor que tú.

Alzó su brazo derecho llevándolo tras la nuca de ella y con un ligero movimiento de cadera dio la vuelta a la situación dejándola a ella bajo su peso. En esa situación sería tan sencillo eliminar esa distancia de a penas dos centímetros, pero no podía hacerlo, sería traicionar su confianza. Yumi estaba con William, no podía dejar de repetírselo.

—No pesas lo suficiente para inmovilizarme.

—¿Quién ha dicho que quisiera inmovilizarte? —Esbozó una sonrisa traviesa.

—¿Cuál era el plan?

Rió mientras él se incorporaba y la ayudaba.

—¿Estamos a tiempo de ir a ese concierto?

—Me ducho y nos vamos.

Negras nubes de tormenta se cernían sobre la villa. No tardarían mucho en descargar su furia sobre el lugar.

Continuará

Aclaraciones:

Doriyaki: es un dulce japonés, consiste en dos círculos de bizcocho relleno de pasta de judías dulces, es lo que come Doraemon.

Tsuiai: equilibrio.

El sensei es el modo de referirse a un maestro.

En Japón el apellido siempre va antes del nombre, y por norma general se refieren a los demás por el apellido, a excepción de entre familiares o personas a las que se les tenga una gran confianza.

La terminación “-san” es un grado de formalidad, “-san” sería el equivalente a “señor/a”, de menor a mayor formalidad “-chan”, “-kun”, “-san”, “-dono” y “-sama” (actualmente en desuso).


Escrito el de febrero de 2010

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