lunes, 31 de mayo de 2010

ADQST Capítulo 04.- X.A.N.A.




Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
X.A.N.A.

—Según los datos obtenidos durante vuestra, imprudente, incursión en el sector cinco —empezó a explicar Jérémie cerca de las cuatro de la madrugada—, X.A.N.A. se valió del sistema de replikas para asegurarse de que no le eliminábamos del todo.

Hizo callar a Odd nada más ver sus intenciones de hacer preguntas.

—Se aseguró de hacer copias de seguridad por todo el mundo, lo que significa que hay más superordenadores en otras ciudades, incluso en otros países. Será imposible librarse de él. —El pesimismo se adueñó de él—. X.A.N.A. es invencible, no hay duda.

Jérémie suspiró y se puso en pie, buscando una nueva perspectiva algo más optimista.

—La única solución que se me ocurre es destruir todos los superordenadores. Pero eso supondría una gran inversión de tiempo y dinero. El Skidbladnir quedó destruido como recordaréis, así que habría que programar algo similar, y eso lleva tiempo. Aún y así, en caso de que lo logremos, estoy seguro de que X.A.N.A. ha aprendido la lección y habrá encontrado la manera de evitar que nos traslademos de la replika a la ubicación del superordenador. —Se quitó las gafas y se frotó los ojos con desanimo—. Aquí viene la inversión económica, tendríais que viajar en busca de los ordenadores, lo que sería tan costoso que acabaríamos en la ruina antes de lograr nada, eso sin contar con lo improbable que es lograr nada.

—¿Sabes de que estoy seguro yo, Einstein? —preguntó Odd alzando un dedo—. De que piensas demasiado.

—¡Odd! Cómo puedes…

—No, Jérémie, Odd tiene razón —le interrumpió Aelita.

—Sí, Jérémie —continuó Ulrich—. ¿No podéis fabricar un detector o algo por el estilo? Algo como el superescáner.

—Primero, se dice programar. Y segundo, si fuera tan fácil ¡Franz Hopper no estaría perdido en la red! —gritó.

Aelita apretó los puños con fuerza por la mención a su padre.

—¡Bravo Einstein! —gruñó Ulrich—. Veo que no has aprendido delicadeza en los últimos años.

—Lo… lo siento, Aelita.

—No, tienes razón. Pero aunque no sea fácil, estoy segura de que el mensaje de mi padre es algún tipo de pista.

—O es una trampa de X.A.N.A., incluso podría ser que tu padre hubiese perdido la razón. —Jérémie dejó caer los hombros consciente de lo que acababa de decir—. No sabemos si tanto tiempo perdido en el mar digital le ha afectado.

Aelita ahogó un gemido de tristeza, la falta de tacto de su marido siempre acababa hiriéndola. Leyó el mensaje de nuevo en voz alta:

Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper.
X.A.N.A., sector 5.
Torre. Aelita. Mar digital.
Replika, Alaska, laboratorio, reina. Hombres de negro, Anthea, arma, log, Lyoko.
Aelita, Hermitage, libros. Traidor, X.A.N.A., modificar. Suprimir, controlar, transformar, espía.
Azul, rojo, blanco, verde, negro. Torre.


—¿Qué puede querer decir?

—¿Y si con los colores se refiere a las torres? —preguntó Yumi encogiéndose de hombros—. Las normales eran azules, las activadas por X.A.N.A. rojas, las activadas por tu padre blancas y las activadas por Jérémie verdes…

—Sí, podría ser —Ulrich asintió—. Pero ¿qué hay de las negras?

—Ni idea.

—Las activadas por mí en una replika desde otro superordenador —dijo William pillándoles por sorpresa a todos.

—¿Cómo dices? —preguntó Jérémie ajustándose las gafas.

William suspiró con pesadez, el mensaje de Hopper lo cambiaba todo, no podía ocultar su “fantasma” más tiempo.

—Está bien —dijo armándose de valor—. Tengo que explicaros algo. Cuando me recuperasteis de las garras de X.A.N.A. mi memoria sobre él se borró casi por completo. Sin embargo, hace dos años… —Hizo una pequeña pausa—. Cuando tuve aquel accidente ¿te acuerdas, Yumi?

Ella sintió un escalofrío mientras asentía, preferiría no acordarse, pero los recuerdos volvieron a su mente como si estuviese ocurriendo en ese preciso instante:

Eran las cuatro de la tarde y ya llevaba media hora esperando a William en la entrada del centro comercial. Había insistido muchísimo en que le acompañase para comprarse un traje y ahora que ella había aceptado, él no aparecía. Estaba nerviosa, hacía un buen rato que no dejaban de pasar ambulancias y coches de policía con las sirenas encendidas.

Sacó su teléfono móvil y marcó el número de William, cansada ya de esperar. La voz al otro lado de la línea le desconcertó, no era él.

—¿Diga? —contestó una voz masculina algo grave.

—¿Quién es usted? ¿Dónde está William? —inquirió alarmada.

—Al habla el detective Nakamura de la comisaría central de Kyoto. ¿Con quién hablo?

Sintió que el suelo se movía bajo sus pies y tuvo que sentarse en las escaleras de la entrada, pálida como la cera, con sudor frío empapándole la espalda.

—Ishiyama Yumi. Soy amiga de Dunbar William.

—Ishiyama-dono —dijo el hombre procurando sonar menos rudo—, lamento decirle que su amigo ha sufrido un accidente de tráfico. En estos momentos se encuentra en el hospital general de Kyoto y…

Se le cayó el móvil al suelo y el sonido del aparato contra el empedrado de la calle le hizo despertar. Salió corriendo hacia el hospital, que no estaba lejos de allí, encontrándose con varias ambulancias en la entrada de urgencias. Entró a toda prisa esquivando a los familiares histéricos, a los heridos leves… hasta llegar al mostrador en el que había una mujer bajita y con gafas, ahogada entre papeles.

—¿Dónde está Dunbar William? —preguntó tan rápido que se atragantó con su propia saliva.

La mujer paseo su mirada por las hojas de ingresos en busca del nombre mencionado por la joven.

—Está en quirófano, espere en la sala, cuando acaben le avisaré, señorita…

—Ishiyama.

—Ishiyama-san. —Le sonrió con ternura, tratando de infundirle un poco de ánimo—. Avisaré al doctor para que venga a hablar con usted.

Asintió resignada y nerviosa. Con cada hora que pasaba su inquietud crecía hasta llegar a la histeria. Y cuando el médico la llevó a la UCI y le vio lleno de tubos y cables, su estado anímico no mejoró. El diagnóstico la dejó muy preocupada. William estaba en coma y su pronóstico era muy grave.

Ulrich puso una mano sobre su hombro, con mirada preocupada, devolviéndola al mundo real. Se había puesto a temblar y él lo había notado.

—Estuve en coma dos semanas y acabé hecho un desastre. Veinte operaciones, cuatro meses en cuidados intensivos, rehabilitación… —Sonrió tranquilizadoramente al ver la reacción de su amiga—. Mientras, digamos, dormía, soñé con X.A.N.A. y con todo lo que ocurrió. Cuando me desperté mi memoria había regresado, lo recuerdo todo.

—¿Por qué no…?

—¿Te lo dije? —acabó la pregunta de Yumi que asintió—. No quería preocuparte más, ya tenías bastante con hacerme de enfermera veinticuatro horas al día durante un año. Y después, no me vi con valor para contártelo.

—William… —susurró apenada.

—Es muy conmovedor —refunfuñó Jérémie—. ¿¡Cuándo pensabas decírnoslo!? X.A.N.A. nos ha atacado y quién sabe si tú has tenido algo que ver.

Miraron sorprendidos la pataleta de Jérémie, que había perdido los estribos.

—No tengo nada que ver con eso, puedes creerme.

—¡Ja! —espetó amenazante—. ¿Te crees que un “puedes creerme” sirve de algo? —Se acomodó las gafas paseando histérico por delante de sus amigos—. Claro, como lo dices tú, pues ¡Eh! ¿Sabéis qué? ¡Vamos a creerle! ¿Engañarnos? ¿William? Qué estupidez.

Se detuvo frente a él y le golpeó en el pecho con el dedo índice.

—Pues ¿sabes qué, William? ¡No te creo! —le gritó—. Además, te quiero fuera de mi casa.

Presenciaron atónitos la salida de tono de Jérémie, siempre había sido un tanto extremista cuando se ponía nervioso, pero aquello sobrepasaba lo común.

—Olvidas que l’Hermitage es también mi casa. William es mi invitado —dijo Aelita aún sorprendida.

—¡No lo dices en serio! ¿verdad que no?

—No podría hablar más en serio, Jérémie —le gritó—. No seas infantil.

—¡No pienso dormir bajo el mismo techo que ese traidor!

—¡Pues búscate un hotel!

Sissi se despertó con los gritos y viendo lo cabreados que estaban prefirió no decir nada. Odd dio un paso al frente y se aclaró la garganta con la intención de captar la atención de sus amigos, pero no funcionó.

—Creo que todos necesitamos dormir —dijo con calma—. No sigáis diciendo cosas de las que os arrepentiréis por la mañana.

—Por la mañana llamaré a Matthias —dijo William—. Así no tendrás que verme, Jérémie.

Dicho esto se encaminó al ascensor y pulsó el botón. Sus compañeros, mientras tanto, miraban con reproche a Jérémie, que se limitó a cruzarse de brazos y devolverles la mirada.

—Eres muy injusto —dijo Yumi en un tono lúgubre que les puso los pelos de punta a todos.

Tomó el mismo camino de William y el resto la siguió dejando al rubio solo en la fábrica. En el puente, Odd, pasó un brazo por los hombros del moreno en un gesto de camaradería, Aelita rodeó su cintura acompañando su gesto, Sissi le dio un golpecito en el hombro, Yumi le revolvió el pelo y Ulrich le palmeó la espalda de forma amistosa. Nunca hubiesen imaginado que se pondrían de parte de William en vez de la de Jérémie, pero debían reconocer que su amigo se había pasado.

La noche en l’Hermitage fue extraña sin Belpois, pero eso no les quitó el sueño. Estaban agotados. Todos durmieron hasta el mediodía y cuando se levantaron vieron que su amigo no había regresado.

Yumi fue la que más tarde se levantó, se encontró la casa desierta por lo que se tomó un café bien cargado directamente en la cocina. Se puso ropa cómoda y salió al jardín.

Había salido con la intención de tumbarse al sol y leer un rato, pero nada más poner un pie en el jardín supo que no podría concentrarse. Ulrich, con sólo un pantalón corto de color verde oscuro, entrenaba descalzo sobre el césped a la sombra de un frondoso roble.

Él mantenía los ojos cerrados mientras repetía las series de golpes, sonrió al reconocer los pasos que se acercaban a la tumbona.

—Buenos días —saludó divertido sin abrir los ojos—. O debería decir ¿buenas tardes?

—No me quito de encima el jet lag.

—¿Qué hora sería en Japón?

Ella miró los dos relojes que llevaba en la muñeca, uno marcaba la hora francesa: las cuatro y media de la tarde; y el otro, la japonesa: las doce y media.

—Exactamente las doce y media de la noche.

—Eso si que es una diferencia horaria.

—¿Y los demás? No he visto a nadie.

—Aelita ha ido a ver a Jérémie. —Caminó hasta la tumbona donde ella estaba y cogió la toalla para secarse el sudor—. William, Odd y Sissi han ido a comprar.

—Vaya.

—Creo que le ha convencido para quedarse.

Yumi esbozó una media sonrisa y respiró hondo.

—¿Qué pasó? —preguntó con tono neutro mirando al suelo—. Me refiero al accidente de William. Te pusiste muy tensa en la fábrica.

—No… quiero hablar de eso.

—Yumi, yo…

Suspiró enfadado por verse interrumpido por el tono de su teléfono móvil, justo en el momento en que pensaba decir algo importante a la mujer de sus sueños.

—¿Qué quieres Odd? —gruñó. Yumi rió disimuladamente—. Maldita sea ¿es que ninguno de los tres lleva llaves? ¿eh? ¿cuatro? —bufó y se sonrojó hasta las orejas—. ¡Ya voy pesado! —exclamó lanzando el móvil sobre la tumbona—. ¿Y tú de qué te ríes?

—Lo siento —se disculpó entre risas—. Has puesto una cara muy graciosa.

—Genial —replicó con sarcasmo—. Mi cara graciosa y yo nos vamos a abrir la puerta.

Ella le observó alejarse con una sonrisa en los labios, hasta que le perdió de vista. Miró el libro que había dejado olvidado sobre el césped, y que ya no le parecía tan interesante.

Cuando Ulrich regresó de abrir la puerta volvió a situarse bajo el roble, pero esta vez le daba la espalda. Ella optó por no decirle nada e intentar pensar en otra cosa, aunque eso le resultaba realmente difícil. Ulrich había crecido en aquellos años, ahora era algo más alto que ella y su musculatura, tras años dedicados a las artes marciales, estaban más desarrollados. Era aún más atractivo que antes.

—Tienes una buena vista, ¿eh? —Aelita le susurró burlona refiriéndose a Ulrich.

Yumi se sobresaltó, puesto que no la había oído acercarse.

—¿Qué? —preguntó sonrojándose.

—No irás a decirme que lo que miras con tanto interés es ese ficus muerto que plantó Jérémie, ¿no?

—¿Cómo? Quiero decir… no estaba mirando nada —replicó recogiéndose el pelo nerviosa—. Son imaginaciones tuyas.

—Siempre igual. —Suspiró negando con la cabeza—. Creía que con el paso de los años habríais dejado de hacer el tonto, Yumi.

La aludida carraspeó mirando a otro lado.

—¿Cuándo piensas admitir que estás loca por él? —preguntó Aelita bajando la voz.

—Yo no… —empezó.

—Yumi. —La miró con suspicacia—. Somos amigas desde hace diez años, y aunque en los últimos cinco no nos hemos visto demasiado; te conozco. ¿Crees que no me doy cuenta de las miradas que os dedicáis?

—Ulrich y yo sólo somos amigos. —Su voz con un deje de exasperación.

—Ya. Dile eso a quien quiera creérselo.

Dicho eso se levantó para volver a entrar en la casa con una sonrisa satisfecha. Si Yumi se exasperaba era una buena señal.

Se puso en pie para seguirla, no quería que la cosa quedase así, sentía la necesidad de decirle que quisiera creerlo o no, era así, que sólo eran buenos amigos. Aunque bien sabía que le estaría mintiendo. Nada más empezar a caminar una prenda de ropa impactó contra su cabeza, la cogió curiosa y frunció el ceño. Era la toalla de Ulrich.

—¿Huyes como una cobarde? —interrogó en posición desafiante y una sonrisa encantadora.

—Si quieres pelea… —Se encogió de hombros—. Por mí encantada.

Corrieron el uno hacia el otro preparando sus respectivos ataques. Una serie de patadas y maniobras evasivas que se sucedían calculadas al milímetro, conocían a la perfección las habilidades del otro.

Yumi perdió el equilibrio al pisar una piedra oculta entre el césped, Ulrich trató de sujetarla y evitarle el golpe, pero cayó sobre ella de un modo poco elegante. Sus entrecortadas respiraciones chocaban entre sí y un leve sonrojo cubrió sus mejillas.

—Estás empapado —susurró rodeando su sudorosa espalda con los brazos.

—Es que hace mucho calor —le contestó.

—Sí… es cierto.

Se quedaron inmersos uno en la mirada del otro. Ulrich empezó a acercar sus labios a los de ella, a la vez que Yumi cerraba los ojos. Estaban a unos milímetros de besarse.

—¡Alerta X.A.N.A.! —La voz de Odd les llegó desde una de las ventanas del piso superior—. Ulrich, Yumi estéis donde estéis a la fábrica.

Ulrich se puso de pie y la ayudó a incorporarse con brusquedad, como un chiquillo descubierto cometiendo una travesura. Cada uno miraba a un lado diferente, ambos completamente rojos y, también, un poco decepcionados.

En la entrada del pasadizo secreto de l’Hermitage, Aelita y William corrían escaleras abajo para llegar cuanto antes a la fábrica. Odd hablaba con Sissi que le miraba inquisitivamente, no muy contenta con lo que estaba ocurriendo. Tanto tiempo queriendo descubrir el secreto de la pandilla y ahora que lo sabía no paraban de darle largas.

—No te enfades, cielo —le decía sujetándole la mano—. De verdad que te lo explicaré todo bien.

—¿Y eso cuando será? —farfulló ella molesta—. ¿Dentro de cien años?

—En cuanto regrese, te lo juro.

Sissi le miró sin acabar de creerle, pero bien sabía que tenía que confiar en él.

—De acuerdo —replicó—. Al menos déjame ir contigo.

—Si X.A.N.A. lanza un ataque lo hará contra nosotros y contra la fábrica —explicó con el tono dulce y juguetón que siempre usaba con ella, y que tan bien le funcionaba—. Y si estás en la fábrica, podrían hacerte daño.

—Está bien —cedió—. Pero me lo cobraré.

Odd rió, la tomó por la cintura y la besó apasionadamente, mientras ella enredaba los dedos en su pelo, arruinando su extraño y característico peinado.

—Vuelve sano y salvo…

—¡Claro que sí! —Sonrió viendo que sus amigos “desaparecidos” habían llegado hasta ellos—. Hasta luego, bonita.

Bajaron las escaleras rápidamente sin mediar palabra, algo extraño, pero los tres pensando en cosas similares. Salieron al puente, se deslizaron por las cuerdas y tomaron el ascensor hasta la sala del ordenador, en la que Aelita, William y Jérémie hablaban, y por lo que oyeron la conversación había empezado hacía un buen rato.

—Lo siento, William —dijo Jérémie bajando la cabeza—. Me pasé anoche.

—No importa. —Sonrió—. Comprendo como te sentiste, debería habéroslo dicho.

—Sí, es cierto, debiste hacerlo —replicó con tono despectivo.

—¡Jérémie! —Los chicos le reprendieron por su actitud.

Tras una breve ronda de bufidos, suspiros y miradas de todo tipo, los guerreros de Lyoko subieron al ascensor con destino a los escáneres.

—La torre activada está en el sector cinco —dijo Jérémie a través de los altavoces de la sala de escáneres—. Os virtualizaré allí directamente.

Aelita, Odd y William entraron primero, una vez estuvieron en Lyoko, entraron Yumi y Ulrich. Los cinco jóvenes se reunieron en la sala de entrada del sector 5, mientras esta daba vueltas y el corredor comenzaba a abrirse.

—Deberíamos separarnos —dijo Odd—. Hacer un poco de limpieza y buscar el interruptor.

—Genial, voy delante. —William echó a correr—. ¡Superhumo!

—El guaperas siempre quitándonos toda la diversión. —Odd negó con la cabeza.

Ulrich enarcó las cejas y decidió que no estaba dispuesto a dejarlo todo en manos de su rival.

—¡Supersprint! —exclamó para asombro de todos.

—Creo que el interruptor será para nosotros tres. —Aelita trató de contener la risa.

Siguieron a los dos muchachos hasta la sala, donde ya había varios gusanos lanzando sus láseres contra ellos. En esa ocasión la sala parecía estable, los bloques estaban quietos y el techo no se hundía. Estaba todo tan liso y despejado que el botón sólo podía estar en un lugar. Arriba.

—Os quedan veinticinco segundos —les informó Jérémie desde la fábrica.

Aelita desplegó sus alas y voló hacia la parte superior de la sala, en busca de la mejor perspectiva para dar con el interruptor. Lo vio justo sobre la entrada y se apresuró a apretarlo. Nada más hacerlo la sala empezó a temblar y a cambiar, el suelo se abrió, las paredes se movieron haciendo más estrecha la estancia, el techo bajó rápidamente. Los chicos se movieron tratando de ponerse a salvo de las mutaciones del lugar para no quedar desvirtualizados. El bloque sobre el que estaba Yumi cedió repentinamente, William invocó el superhumo y Ulrich el supersprint, ambos con el único objetivo de rescatar a su compañera.

El superhumo fue más veloz que el supersprint, por lo que William la tomó en brazos, caballerosamente.

—Ya estás a salvo, preciosa —le dijo dejándola en el suelo.

Ulrich frunció el ceño e inició el descenso hacia la sala de la torre seguido de cerca por Odd y Aelita.

—No te agobies —le susurró Odd—. El guaperas siempre…

—Cállate —gruñó amenazante—. Lo estás empeorando.

—Es muy raro… —murmuró Aelita.

—Raro no, princesa. Ulrich siempre ha sido un gruñón.

Él contestó a su comentario con una mirada gélida.

—No hablo de eso. Fijaos bien. —Movió los brazos abarcando toda la sala—. ¿Dónde están los monstruos? No hay ni rastro de X.A.N.A.

—Debe haberse dado cuenta de que no tiene nada que hacer contra Odd el magnífico.

—O es una trampa —dijo William nada más llegar hasta donde estaban sus amigos.

—¿Qué hacemos? —Yumi puso una mano sobre la cadera.

—De momento desactiva la torre, Aelita. —La voz de Jérémie resonó desde la fábrica—. Después ya pensaremos en lo que está ocurriendo.

Ella asintió y se lanzó hacia la torre sin dudarlo. Cuando entró la plataforma se iluminó y su cuerpo empezó a ascender hasta el nivel superior, en el que se activó la pantalla. Puso su mano sobre el terminal siendo reconocida:

Aelita.

Code: Lyoko.

—Torre desactivada —anunció.

—Bien, voy a traeros de vuelta. Materializar Yumi, materializar Odd, materializar Ulrich. —Hizo una pausa—. Materializar Aelita, materializar William.

Se apresuraron a reunirse con su compañero, que les esperaba cruzado de brazos.

—¿Cuál era el ataque de X.A.N.A.? —preguntó Aelita.

—No he notado nada raro —le dijo Jérémie—. No parece haber lanzado ningún ataque.

—Esto es muy raro, Einstein.

Todos estuvieron de acuerdo con Odd. Torres activadas sin un ataque, por pequeño que este fuese, era algo fuera de lo común y sin ninguna lógica, y una oposición bastante pobre por parte su enemigo, como mínimo preocupante.

—¿Alguna idea, William?

Miraron a Aelita sorprendidos por su pregunta. Él sólo le sonrió agradecido de que no le odiase como Jérémie.

—Puede que su ataque esté alejado de nosotros y que la torre fuese una excusa para poner algo en marcha.

—¿Por qué? —preguntó ceñudo Jérémie.

—La vuelta al pasado. Si hace algo cerca y causa revuelo sabe que la activaréis —dijo señalando lo obvio—. Si ni ves ni hueles el humo no te percatas del incendio.

—¡Es una locura! —Odd se llevó las manos a la cabeza—. Podría estar destruyendo ciudades y no nos enteraríamos.

—Destruyendo ciudades no —murmuró el joven genio—. Habilitando nuevos superordenadores…
Continuará

2 comentarios:

  1. Holasss!! :) bueno que acabo de descubrir tu blog y aquí llego para dejar un comentario, no digo nada, solo que está muyyy bien y que sigas escribiendo.
    I love CL!! ;P
    PD: qué infantil que soy jeje

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  2. viva code lyoko! sique escribiendo me encantan de verdad tus fics

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