martes, 9 de noviembre de 2010

ADQST 10.- Confesión a oscuras



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Confesión a oscuras

Ulrich estaba en su habitación en L'Hermitage, completamente deprimido, tumbado boca arriba en la cama. Su reproductor de MP3 reproducía una de sus canciones favoritas en un tono excesivamente alto, le molestaba el volumen, pero necesitaba aislarse.

Yumi le tenía miedo. No le había dejado acercarse a menos de tres metros.

Si lo que había dicho William era cierto, entonces X.A.N.A. había conseguido su objetivo. Nada mejor que el miedo para separar a dos personas.

Dos habitaciones más allá William miraba fijamente a Yumi sentada en un rincón, con la cara enterrada entre las rodillas y los brazos alrededor de las piernas. Llevaba horas sin mover un músculo, se le daba de fábula eso de jugar a las estatuas que respiran. Suspiró.

—Yumi… —susurró— ¿vas a pasarte el resto de la eternidad ahí?

—¿Te molesta? —replicó.

—Bueno, un poco, sí.

Ella alzó la cabeza y le miró con los ojos enrojecidos y el ceño fruncido. William sonrió, al menos sabía que aún podía moverse.

—Disculpe usted, señor Dunbar, sacaré mi molesto trasero de su reino de unicornios rosas y hadas pechugonas.

El chico rió, esa sí que era su amiga. Se levantó de la cama y se sentó a su lado, la rodeó con el brazo y le revolvió el pelo con una enérgica caricia.

—Puedes traer tu bonito trasero a mi reino siempre que quieras —dijo siguiéndole el juego—. Pero me temo que no es aquí donde deberías estar.

»Dudo que vaya a comerte, a no ser que se lo pidas.

—Idiota, pervertido —exclamó lanzando un puñetazo al aire.

—Eh. Si me necesitas grita, correré a salvarte montado en un pony multicolor.

Le propinó un suave empujón que la tumbó en el suelo entre risas.

—Eres un payaso… —murmuró poniéndose en pie.

Arregló su ropa, una camiseta azul ancha y larga hasta la mitad de sus muslos, se pasó los dedos por su larga y lacia melena para peinarse y echó un vistazo a su amigo sentado en el suelo.

—Lo digo en serio, si me necesitas llámame.

—Sí, papá.

—Yumi… —Ella se detuvo en el dintel de la puerta y le miró intensamente—. Buena suerte.

Le sonrió antes de cerrar la puerta. William apoyó la frente sobre su rodilla flexionada, poner buena cara y animar a la chica de sus sueños para que se lance a los brazos de otro era tan agotador como deprimente.

—Yo siempre te estaré esperando, Yumi —susurró en la habitación vacía.

Había salido al pasillo tan decidida que se había sentido increíblemente bien, pero ahora que estaba frente a aquella puerta se le había ido toda la fuerza y la decisión. ¿Qué iba a decirle? Y ¿por qué demonios iba a verle con esa pinta? Sacudió la cabeza. Pensar de pie y a oscuras era estúpido e improductivo.

Golpeó la puerta con los nudillos y esperó jugueteando con la costura de su camiseta. Ulrich no respondió. Volvió a llamar, esta vez con más fuerza, él siguió sin responder. Pegó la oreja a la puerta, se oía música, así que dedujo que no debía escucharle.

Abrió con lentitud y asomó la cabeza, su melena azabache cayó con gracia sobre su hombro. Esbozó una sonrisa, estaba estirado en la cama con los ojos cerrados, el ceño fruncido, los auriculares del reproductor de MP3 puestos, de ellos procedía la música que había oído. Se preguntó como era posible que no se quedase sordo. La habitación estaba casi a oscuras, sólo iluminada por una de esas lucecitas de noche para que los niños no tuviesen miedo de la oscuridad. Había una en cada cuarto.

Cerró la puerta tras de si y se acercó a la cama, estaba nerviosa, pero no pensaba dejarse vencer por un miedo ridículo.

Ulrich sintió una mano en su hombro y se sobresaltó, se incorporó y vio que la persona que le había tocado se apartaba de un modo especial, como esquivando un golpe de karate. Se quitó los auriculares de las orejas tirando del cable.

—Lo siento… he llamado pero no me oías.

—Yumi.

Se movió para dejarle espacio suficiente donde sentarse, ella mostró una sonrisa tensa acomodándose a su lado.

—¿Estás bien?

—Sí —contestó con voz suave—. ¿Podemos hablar?

Ulrich asintió.

—Tú dirás.

—Pues… —susurró pasando un mechón de pelo detrás de la oreja—. No sé muy bien por donde empezar.

Yumi retomó la labor de juguetear con la costura de su camiseta azul. Ulrich la observó notando ciertas diferencias entre Yumi-X.A.N.A. y la real. En especial con los gestos.

—¿Qué te ha pasado en la mano? —le preguntó girándose para verle.

—Nada grave —contestó—. Me he dado un golpe tonto.

Era mentira, por supuesto. Se lo había hecho cuando le dio aquel puñetazo al escáner. Había acabado teniendo que ir al médico cuando se le habían hinchado los nudillos, era una simple fisura. Lo suficientemente pequeña para no requerir escayola pero lo bastante importante para que le vendasen la mano.

Tomó la mano herida de él entre las suyas con extrema suavidad y le dio un beso en los nudillos. A Ulrich le ardían las mejillas y agradeció la oscuridad que les rodeaba.

—He soñado contigo —dijo al fin—. Pero no eras tú.

—¿Por eso estabas asustada?

—Lo siento. Sabía que no eras tú, pero…

—No tienes que disculparte —susurró sujetándole la barbilla con delicadeza.

Yumi se tensó y él la soltó al instante, aún no se le había pasado. Se sintió fatal por no haberse dado cuenta antes de asustarla.

—Ulrich ¿puedo…? —Alargó el brazo hasta poder acariciarle la mejilla con los dedos temblorosos—. ¿Puedo dormir contigo?

—No serás un polimorfo de X.A.N.A. ¿verdad? —preguntó alzando las cejas.

—No —contestó riendo—. Soy la Yumi original.

Podía haber caído una vez en la trampa, pero esa risa era inimitable. Se dio cuenta de lo tenso que estaba por aquella petición, le sudaban las manos y el corazón la palpitaba a toda velocidad. Temió decir algo y descubrir que tenía la voz chillona, así que se tumbó, lo más pegado que pudo a la pared, y apartó la sábana y la manta dejándole espacio para tumbarse.

Ella se tendió a su lado, a penas los separaba un palmo, sin embargo era como si entre ellos hubiese un grueso muro de ladrillos. La oyó suspirar en la oscuridad.

—¿Qué? —la pregunta escapó de sus labios sin que pudiera contenerla. Había sonado como un reproche pero ella se rió.

—Siento molestarte… —susurró—, no debería haber venido.

—Hazme un favor —replicó rascándose la frente—. Deja de disculparte. Si no quisiera que estuvieras aquí te hubiese pedido que te marcharas.

Yumi se removió entre las sábanas. «Genial ¿por qué eres tan arisco?» se preguntó a si mismo.

—No es verdad, eres demasiado bueno para echarme.

—Tonta —susurró.

—El falso tú… —dijo apoyando su nívea mano sobre el pecho de él, rompiendo el muro invisible—. Al principio no me preocupaba, creí que podría encargarme, supongo que me equivoqué.

—¿Te ha hecho daño?

—No.

La respuesta fue tan seca que creyó que se iba a echar a llorar, pero ella dejó escapar el aire de sus pulmones y emitió una risita ahogada.

—Me ha asustado, sería una estupidez negarlo. Me ha acorralado y no veía la forma de librarme de él.

—Si pregunto qué demonios pretendía voy a cabrearme, ¿verdad?

—Seguro que sí —dijo acercándose un poco más a él—. Quería sonsacarme información sobre nosotros y… sobre lo que siento por ti —finalizó en un susurro.

Se le aceleró el pulso. Se dio cuenta de que le estaba abrazando y de que ya no estaba pegado a la pared, no recordaba haberse movido, aunque era evidente que lo había hecho.

«Ahora o nunca» dijo para si.

—¿Y qué es lo que sientes por mí? —Yumi se rió—. No le veo la gracia.

—No serás un polimorfo de X.A.N.A., ¿no? —le devolvió la pregunta.

—Eres muy graciosa.

Acurrucada contra su cuerpo cambió de tema con habilidad. El leed verde del despertador marcaba la una y media, las palabras de Yumi empezaban a perder definición. Ulrich pensó que era un buen momento para zanjar la charla y dormir.

Puso la mano sobre su mejilla y le dio un beso en la comisura de los labios, si ella lo hacía por qué no iba a hacerlo él. Yumi se movió lentamente y giró un poco la cara, lo justo para que aquel "inocente" beso se desviase de su trayectoria original. A penas un leve roce que le obligó a poner a trabajar su mente en evocar imágenes poco atractivas. Ulrich pensó con todas sus energías en su jefe en bañador, tuvo que desviar todas sus energías para contener el escalofrío que le recorrió la espalda.

—Duerme —le susurró al oído—. Yo cuido de ti.

—Eres todo un caballero.

Tenía voz adormilada y su cuerpo estaba relajado, estaba más dormida que despierta, seguramente por la mañana no se acordaría de la mitad de la conversación.

—Te quiero, Ulrich.

—Ya lo sé, yo también te quiero a ti —le susurró completamente rojo—. «Aunque no de la misma manera.»

Cuando consiguió volver a respirar con normalidad ella ya se había dormido. Probó a hacer lo mismo, pero pasó la noche en blanco, observándola dormir, respirar tranquila…

Desde que la conoció, cuando tenía trece años, que supo lo que quería. Exactamente eso. Tenerla a su lado de aquella manera. Pero tenía que ser realista, William estaba dos puertas más allá y seguro que tendría ganas de matarle si se enteraba.

No logró dormir en toda la noche por más que lo intentó. Vio los primeros rayos de sol filtrarse por las rendijas de la persiana, algo después los primeros pájaros empezaron a piar animadamente. Yumi le abrazó con más fuerza antes de abrir los ojos lentamente y sonreírle.

—Buenos días —susurró.

—Buenas —contestó mecánicamente acomodándole un mechón moreno tras la oreja—. ¿Has dormido bien?

Hai

—Necesito preguntarte algo.

—Un interrogatorio de buena mañana —pronunció adormilada pero dispuesta a contestar—. Adelante, Stern.

—¿Cómo estabas tan segura de que no era yo?

—Es evidente. —Le sonrió—. X.A.N.A. no se sonroja. Y sus emociones son frías. Imita fatal.

Era la segunda vez que oía lo de que imitaba mal, pero pensando en lo que acababa de decir Yumi… tenía razón, los falsos sentimientos de X.A.N.A. eran exagerados y fríos, le faltaban los detalles.

Jérémie analizaba los datos que le había llevado Sissi, el pendrive fucsia estaba conectado en una de las salidas USB. Sólo le había pedido los horarios de los profesores, sin embargo todo aquel material tenía algo interesante.

En aquellos años el director era un tal Robert Banks, así que el señor Delmas no iba a ser de gran ayuda.

Ahora se encontraba inmerso en la relación de alumnos, quizás hubiese algo interesante allí. Se valía de un programa diseñado por él mismo que analizaba fragmentos de texto en busca de patrones, algo que le llevase a Hopper. Sabía por propia experiencia que un alumno podía llevarse bien con un profesor y participar en algún proyecto con él.

Una mente brillante como la de Franz seguro que había inspirado a algún alumno, no había duda.

La figura de Hopper le fascinaba pero seguramente, de no ser por Aelita, no se habría preocupado en buscarle. Tenía ciertas dudas sobre él. No estaba seguro de que el mensaje que les había llegado fuese actual, existía la posibilidad de que lo mandase cuando poseyó a Sissi o antes de sacrificarse para cargar el virus múltiple. También era posible que, de seguir con vida, hubiese perdido la razón, quién podría imaginar lo que debía de haber soportado aquel tiempo.

Valía la pena intentarlo, si eso hacía feliz a Aelita…

En el jardín trasero, Odd mantenía a Sissi envuelta en un cálido abrazo, le había costado horas sacarle que le pasaba. Era terca y orgullosa.

Aquel maldito Hervé Pichon, que le hubiese estado fastidiando a él durante los últimos años en el Kadic le daba igual, que hubiese hecho correr rumores no le importaba. Pero que se hubiese atrevido a acorralar a Sissi y darle un buen susto, por ahí no pasaba. Si supiese que no iba a seguirle ningún mosquito, iría al Kadic a decirle un par de cositas.

—Odd, si haces alguna cosa estúpida te mato.

—La ira de la reina Sissi Delmas caerá sobre mí —dijo riendo.

—Hablo en serio.

Odd suspiró.

—Ya lo sé.

La furia de Sissi le daba bastante más miedo que X.A.N.A. y su nuevo juego de manipular mentes.

—¿Qué me escondes? —preguntó acomodándose un mechón moreno detrás de la oreja—. No estás así por Hervé.

—Nada importante.

—¿Es por lo que le ha pasado a Ishiyama?

La miró sorprendido, no creía que se hubiese dado cuenta de que había pasado algo y Yumi evitaba a Ulrich. A él ya se le había pasado, y Yumi no le preocupaba demasiado, era fuerte y estaba más que convencido de que no había caído en la trampa, quien le preocupaba era Ulrich.

—¿Ha sido ese X.A.N.A.?

—Ah… sí, pero no es nada.

Sissi alzó el rostro y besó a Odd en el cuello, antes de que tuviese tiempo se reaccionar estaba tumbada en el césped con Odd sobre ella.

—Prométeme que si tienes que ir al Kadic lo harás con uno de nosotros.

—Pesado —refunfuñó asintiendo.

—Buena chica.

—Y ahora —dijo Sissi tapándole la boca evitando así que le besara—. Sé un buen chico y explícame qué te ha hecho a ti.

—¿Fof ce mmenvas ce mexo…? —Sissi le destapó la boca. No estaba entendiendo ni una palabra—. ¿Algo?

La mirada estupefacta de ella le hizo reír, rodó por el suelo hasta acabar boca arriba sobre el césped con ella a su lado.

—¿Por qué piensas que me han hecho algo?

—Tu reacción al llegar aquí.

—Te lo contaré cuando hablemos con los demás —determinó tajante—. No me apetece contarlo dos veces, pero te haré un pequeño avance. —La miró fijamente esperando que no se cabrease—. Nuestro amigo X.A.N.A. ha aprendido a manipular mentes.

Continuará

Aclaraciones:

Hai: Sí.
Mosquito: en la jerga periodística es un modo de llamar a los paparazzi (en España).

Escrito el 9 de noviembre de 2010

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