miércoles, 5 de enero de 2011

ADQST 11.- Fractura



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Fractura

Aelita miraba fijamente a sus amigos, Odd y Yumi habían insistido mucho en que tenían que hablar. El problema era que lo único que hacían era mirar el suelo fijamente. Empezaba a ponerse nerviosa.

Yumi suspiró y se puso de pie pillándole por sorpresa.

—Esto es ridículo —musitó clavando su mirada en William—. Odd y yo hemos estado hablando y hemos llegado a la misma conclusión.

—Sí —replicó Odd levantándose también—. Cuando la piraña nos disparó pasó algo muy raro.

—¿Culpáis a William? —preguntó Jérémie ya que ambos tenían la vista clavada en él.

—No —contestó Yumi en tono ofendido—. X.A.N.A. está jugando con nosotros. Nos enseña cosas que no son reales pero tienen un…

—Aspecto bastante real —continuó Odd—. Casi parece que esté pasando de verdad.

William dio un respingo en el sofá al comprender la conclusión a la que habían llegado.

—Y se vale de lo que sacó de mí, ¿verdad? —inquirió.

—Eso pensamos —dijeron a la vez.

—Alto, no entiendo nada —bufó Ulrich.

—Si una parte de X.A.N.A. quedó en William cuando le controló —siseó Aelita—, cabe pensar que una de William quedó en X.A.N.A.

Jérémie se subió las gafas que habían resbalado hasta la punta de su nariz con aire pensativo y dejó escapar el aire de sus pulmones. Se irguió en su asiento.

—Creo que en cierto modo nos enseña lo que queremos ver o lo que X.A.N.A. cree que queremos ver y que haría que le contásemos lo que quiera —continuó Yumi.

—Siento no estar de acuerdo —interrumpió Odd—. Yo no quería ver nada de eso.

Yumi le sonrió retadoramente.

—No he acabado. También usa lo que intuye que puede hacernos daño para tantear el terreno. Nos roba información de algún modo.

—Retiro lo dicho…

—La llamada era de X.A.N.A. —susurró William.

—¿Qué… llamada? —preguntó Aelita.

—El día en que X.A.N.A. activó la primera torre, recibí una llamada de Yumi. —Apretó los puños, debería haberse dado cuenta antes—. Lloraba y me pedía que regresara. Yumi nunca haría eso. —Le sonrió.

—Aunque lo que decís sea cierto, no veo que gana X.A.N.A. con ello.

Jérémie mantenía los brazos cruzados sobre el pecho y la espalda recta, había expresado su opinión en voz alta sin la esperanza de lograr una respuesta, sin embargo la obtuvo, él mismo se la dio.

—Para parecerse a nosotros —murmuró palideciendo.

Se acabó el escudarse en que X.A.N.A. no entendía de emociones, que sólo se movía por la lógica, iba a ser más complicado darse cuenta del engaño.

—No es infalible. Aunque sea inteligente hay cosas que no sabe imitar.

—Deberías ver lo mal que te imita, princesa —dijo Odd guiñándole un ojo.

Jérémie bufó, necesitaba más información.

—¿Qué habéis visto?

Odd se dejó caer en el sofá con los labios fruncidos en una mueca de desagrado. Miró a su amigo que definitivamente necesitaba aprender a ser más delicado y a ponerse en la situación de los demás. Decidió empezar él, tal vez así cuando acabase, Jérémie, ya no tendría ganas de oír nada más.

Era desagradable explicarlo y exponerse a las miradas de los suyos. Aelita que le miraba entre incómoda y estupefacta por lo que había hecho X.A.N.A. valiéndose de su imagen. Sissi y Ulrich habían intercambiado miradas y se habían sonrojado por la escenita, después ella ofendida había estado a punto de ponerse a gritar improperios contra el endemoniado virus, y Ulrich había pasado a analizar con interés una miga de pan sobre la mesa. La cara de Yumi dejaba en evidencia lo que estaba pensando, eso le hizo sonreír, estaba celosa.

—Supongo que tu historia será similar —dijo Jérémie a Yumi.

—Sí.

—Entonces podemos ahorrárnosla, ¿no? —intervino Odd con la esperanza de que su amigo captase lo problemático que sería que lo contase—. No va a aportar nada que no…

—Déjalo Odd. Quiero contarlo.

—No hace falta, Yumi —apoyó Jérémie.

La chica soltó un bufido y se acomodó en el sofá, cruzó los brazos sobre el pecho. William sonrió, si se le había metido en la cabeza explicarlo lo haría, dijesen lo que le dijesen.

—Dejadlo ya. No voy a romperme en pedacitos por explicar algo que sé al cien por cien que es falso —dijo exasperada—. Al próximo que me venga con tonterías le doy.

Sólo recibió un asentimiento general y una sonora carcajada de William a modo de respuesta.

—Fue raro. Estaba sola en el gimnasio del Kadic esperando a Jim para la clase, pero no apareció. En su lugar vino Ulrich. —Él la miró de reojo esperando la parte en la que la cosa se torcería—. Lo extraño es que, en teoría, aún estábamos estudiando allí.

—¿Erais adultos? —interrumpió Sissi.

—Sí, por eso digo que es extraño. Supongo que sacó la imagen del último recuerdo que tengo de ti con un kimono, porque ibas con el uniforme del dojo. —Suspiró—. La cuestión es que a pesar de lo raro que es, si lo analizas, no ocurría nada fuera de lógica.

»Hasta que empezó a hacer preguntas, sobre Aelita y Jérémie, sobre Sissi, Odd y Delmas… —Frunció el ceño y se miró las manos enlazadas sobre las rodillas—. Y después sobre mí misma.

—¿Sobre ti? —inquirió Jérémie.

—Sí. Quería saber qué es lo que siento por Ulrich.

—¿Y qué es lo que sientes? ¿Cuál fue tu respuesta?

Ulrich miró a Odd pensando en que, si no se lo había dicho a él a solas, no lo diría delante de todos.

—No le contesté, por supuesto —replicó ignorando la primera pregunta deliberadamente—. Supongo que no le gustó, porque entonces me atacó. Ya me había dado cuenta de que no era él, pero si me quedaba alguna duda eso la disipó. —Le miró con una sonrisa—. Porque el verdadero Ulrich jamás haría algo así.

—¿Te pegó? —interrogó nuevamente Odd.

—Sí, me acorraló contra la pared y…

Ulrich se puso en pie sobresaltándolos a todos, con la cara enrojecida por la rabia la miró.

—No quiero oírlo —farfulló.

Abandonando el salón enfurecido pensó en que Yumi tenía razón, se había cabreado con sólo imaginar lo que venía a continuación. Lo de Sissi le había mosqueado, pero aquello… si pudiera estrangularía a X.A.N.A.

Se dejó caer bruscamente sobre una de las tumbonas del jardín, tuvo que frotarse la rabadilla por el molesto dolor que él mismo se había ocasionado, al estrellar su trasero contra el plástico desnudo.

«Nota mental: la próxima vez asegúrate de que hay un cojín» pensó frustrado.

Si X.A.N.A. no hubiese reaparecido… se había puesto eufórico al volver al pisar Lyoko, retomar aquella antigua aventura le encantó, pero el que pudiesen manipularles ya no le gustaba ni una pizca.

Tenía muchos planes para aquella reunión. Había planeado recuperar el tiempo perdido con Yumi, por eso no se había molestado en tratar de localizar a William, el rival siempre sobraba en la ecuación. El día del aeropuerto ya se habían ido al traste todos sus planes, Yumi y William estaban juntos, a pesar de eso, mantuvo la esperanza de reconquistarla. Pero con X.A.N.A. sobrevolando en círculos sobre sus cabezas, como un buitre hambriento, se le cortaba de raíz cualquier esperanza.

Él siempre había creído que estaban hechos el uno para el otro, se entendían, se complementaban, luchaban con una compenetración impresionante. Resopló.

—¿Más tranquilo?

—¿Ya habéis acabado? —preguntó en tono calmo pese al susto que le había pegado.

Yumi asintió con una sutil sonrisa sentándose a su lado.

—Jérémie está con sus teorías. No sé si llegará a alguna conclusión o no.

—¿Crees que X.A.N.A. quiere parecerse a nosotros?

—No es una idea tan descabellada —musitó sin mirarle—. Aunque creo que sólo busca información para separarnos.

—Lo siento.

Ella le miró enarcando las cejas.

—¿El qué?

—Lo de X.A.N.A. —replicó.

Yumi sólo emitió una risita divertida. Recordó que él mismo le había impedido disculparse por lo de X.A.N.A. y ahora se ponía a hacerlo él. Ulrich esbozó una de sus encantadoras sonrisas capaces de fundir el mismísimo Polo Sur.

La brisa fresca se movía entre ellos alborotándoles el pelo.

—Dijiste que cuando se te cayó el techo encima soñaste conmigo. —Le miró analizando su reacción, estaba tenso—. ¿Sería cosa de X.A.N.A.?

—No lo sé.

Tenía bastante claro que sí que lo había sido, pero el decírselo implicaba contarlo todo y admitir que había caído aunque fuese temporalmente. Cerró los ojos con la espalda curvada y los antebrazos descansando sobre sus piernas.

Supo que le mentía pero no dijo nada, ya hablaría.

Ulrich miró su reloj bufando se le habían ido las horas volando.

—Tengo que irme a trabajar.

—Si me das cinco minutos voy contigo.

—¿Quieres tomar clases de defensa personal? —preguntó con tono liviano buscando aliviar el tenso ambiente creado por el recuerdo de X.A.N.A.—. ¿Quién es el malo malísimo al que quieres asustar?

Yumi sólo le sonrió girando sobre sí misma para regresar a la casa.

—Si tú eres el profe…

La esperó en la entrada con la mochila de deporte cargada al hombro, la chaqueta abotonada hasta arriba y la bufanda fina enroscada en su cuello. Apareció con unas tupidas medias negras, un vestido corto de color azul marino, botas con cordones y hebillas y una cazadora gruesa de piel sintética negra que imitaba a una antigua y desgastada.

Subieron al atiborrado autobús que llevaba al centro, sujetos ambos a la misma barra de color amarillo ella pegada a la barra y él pegado a su espalda. Ulrich sonrió seguro de que cualquier tío que se hubiese atrevido a arrimarse tanto a ella habría recibido, como mínimo, un pisotón.

Bajaron, respirando hondo un par de veces una vez en la acera y rieron. Si llegan a quedarse allí cinco minutos más les hubieran aplastado.

—Necesitas un coche. —Rió Yumi.

—En realidad no —contestó—. Mi casa está al lado del dojo.

Los ojos de Yumi resplandecieron y necesito hacer un esfuerzo para no formular la pregunta que le rondaba la mente.

—Pero tengo coche, está en el taller.

—¿Qué le ha pasado?

—Se lo presté a Théo… —dijo con amargura como si eso fuese explicación suficiente.

—Qué mal.

Ulrich le abrió la puerta acristalada del dojo invitándola a entrar. Kento se giró hasta ver quien había entrado y les sonrió.

—Que bien acompañado vienes hoy.

—Hola —saludaron a la vez.

—Voy a cambiarme antes de que lleguen las chicas.

El japonés sonrió burlonamente poniendo su manaza sobre el hombro de Yumi, ejerciendo una ligera presión.

—Sólo me atrae a mujeres…

—¿Qué quieres decir?

—Que desde que trabaja aquí sólo tengo alumnas, ni un alumno. Mujeres que quieren aprender autodefensa… —Enmudeció a media frase y pasó a mirarla con interés—. ¿Quieres trabajar para mí y traer de vuelta a mis alumnos viriles?

Yumi rió mientras las alumnas de Ulrich iban entrando y le buscaban ávidas con la mirada, convirtiendo el local en un suspiro emocionado al verlo aparecer con el kimono. Enarcó una ceja.

Kento la llevó hasta la zona de tatamis libre y se sentaron en el suelo observando interesados la clase de Ulrich. Él era diestro y poderoso luchando, sin embargo analizando a las alumnas se dio cuenta de que no les interesaba lo más mínimo como retorcerle el brazo a su atacante; se ofrecían voluntarias para acabar revolcadas por el suelo con Ulrich enseñándoles como inmovilizar a alguien. En definitiva lo único que buscaban era carnaza a la que hincarle el diente.

—Ya entiendo —farfulló molesta apoyando la barbilla sobre la palma de su mano—. No se lo toman en serio.

—En serio sí que se lo toman… pero no la clase.

—Eso es…

—Pero se lo toman en serio —finiquitó con una carcajada.

Yumi bufó y maldijo entre dientes. Giró la cara, ya no quería verlas más. Kento esbozó una sonrisa burlona dirigida a Ulrich.

—Te invito a tomar algo, Yumi-chan —dijo en su perfecto japonés.

—Pero… —titubeó ella— ¿Y Ulrich?

—Qué se espabile, ya tiene edad para volar solito.

»Aquí al lado hay un local que te encantará.

—De acuerdo…

Se despidió de Ulrich moviendo la mano y siguió a Kento dos calles más allá del dojo hasta una tetería de aspecto japonés.

—Es todo de importación —susurró cuando ella miró a los dependientes, dos franceses muy simpáticos—. Te sentirás como en casa, ya lo verás.

—¡Hola Ken-Ken! —exclamó la dependienta rubia de pelo corto y rebelde—. ¿Genmaicha y castella?

—Claro, ¿qué quieres, Yumi-chan?

—Lo mismo.

—Tráenos también un par de wagashi, por favor.

—En seguida.

Con gran conocimiento del lugar, Kento, la dirigió hasta una mesita en un rincón acristalado, con una hermosa vista del río. Su sitio favorito de todo el local. Se sentaron en el suelo de rodillas mientras el sol se filtraba por los cristales bañando sus pieles. La muchacha rubia les dejó el pedido sobre la mesa y se alejó.

La tetera de barro humeaba en el centro de la mesa.

—No sabes lo mucho que echo de menos tener a alguien con quien conversar en japonés —declaró Kento sonriente—. Espero que tardes mucho tiempo en marcharte.

—No sé cuándo regresaré.

—¿Y tu trabajo?

—Puedo trabajar desde aquí.

Él le pasó uno de los platos con un pastelillo castella y después otro con un wagashi. Le sonrió curioso.

—¿A qué te dedicas?

—Soy diseñadora.

La miró sorprendido tomando la tetera caliente entre las manos y haciendo girar su contenido delicadamente. Dispuso los vasos de barro entre ellos y vertió el contenido lentamente. La infusión amarilla desprendió su aroma a té y arroz tostado en una intensa voluta de vapor ardiente.

—¿Diseñadora? —preguntó acercándole uno de los vasos.

—De ropa y complementos.

—Fascinante.

Yumi le sonrió haciendo girar el vaso sobre su palma tres veces antes de dar un sorbo.

—Vaya —exclamó sorprendida—. Es cierto, es como estar en casa.

—Te lo dije. Espera a probar los dulces.

—Dejemos los rodeos —dijo Yumi clavándole la mirada—. No me has invitado a tomar algo porque eches en falta hablar japonés. ¿Qué quieres de verdad?

—De acuerdo, tú ganas.

Dio un largo trago a su humeante genmaicha y apoyó los codos sobre la mesa, cruzando las manos frente a su cara.

—Disculpa que sea tan directo, Yumi-chan. No logro entenderte. —Ella enarcó una ceja—. ¿Sois amigos? ¿Sois pareja? ¿Qué es lo que sois?

—No creo que eso sea asunto tuyo —atajó molesta llevándose un trozo de castella a la boca.

—En otras circunstancias no me metería. Te voy a contar algo, aunque no debería hacerlo.

»El día en que Ulrich entró en mi dojo por primera vez, lo hizo como alumno y estaba hecho polvo. Se mostraba arisco y alicaído. —Alzó las manos para evitar así que ella hablase—. Ya sé que el que sea arisco no es tan raro. Descargaba su frustración contra todos sus oponentes, a veces incluso sobrepasaba el límite.

»Traté cientos de veces descubrir que le ocurría sin éxito. No fue hasta que empezó a trabajar para mí, un año después, que me lo explicó. —Se frotó la frente como si recordar aquello le provocase un espantoso dolor de cabeza—. Se había enamorado de su mejor amiga, había metido la pata varias veces y al final ella había regresado a su país.

Yumi se removió en el suelo y él sonrió satisfecho de que hubiese entendido a dónde quería llegar.

—Durante estos dos años ha tenido sus más y sus menos. Intenté que llamase a esa chica que no podía sacarse de la cabeza pero no hubo manera, es muy terco. Y de repente… un día viene como si le hubiese tocado la lotería, con una sonrisa deslumbrante, porque ella iba a volver.

»Habría que ser idiota para no darse cuenta de que esa chica eres tú.

»No me malinterpretes —susurró—, no te recrimino nada. No conozco la situación ni espero que me la expliques. Es sólo qué me pregunto dónde está el problema. No te conozco demasiado, Yumi-chan, pero sé que tú estás enamorada de él. Ya te lo dije, algún día se cansará y buscará a otra que esté más dispuesta que tú.

—No es tan simple —musitó agachando la cara.

—¿No lo es?

—Con querer a alguien no basta.

Kento tomó una de sus manos y la acarició.

—Díselo, Yumi-chan. Sea lo que sea tendrá solución y él estará encantado de ayudarte.

»Así lo único que consigues es haceros daño a los dos.

—Ken…

El tono de su móvil se alzó desde su bolso, retiró la mano de entre las de él y contestó.

—Dime Aelita.

—X.A.N.A. ha lanzado un ataque.

—Vale, voy para allá —contestó y tras colgar miró a Kento—. Lo siento, tengo que irme.

—No me ofenderé. —Le dedicó una sonrisa afable y juguetona—. Cuídate, Yumi-chan.

Ella le hizo una rápida reverencia antes de salir corriendo en dirección a la fábrica. Cuando hubo salido, Kento, extrajo su teléfono móvil y marcó un número extranjero.

—Soy yo —dijo apurando su genmaicha—. El plan sigue adelante, todo va sobre ruedas. —Escuchó la voz satisfecha de su interlocutora y no pudo más que sonreír. Quería a aquella mujer de un modo especial—. Sí, no te preocupes, yo me encargo de todo.

Cogió una cajita de cartón de la barra para guardar los pastelillos y después dejó un billete de diez euros sobre la mesa, recogió sus cosas y se puso la chaqueta antes de salir para regresar a su caldeado dojo.

La puerta del ascensor de la fábrica se abrió dejando salir a Yumi; William y Aelita ya le esperaban frente a los escáneres, recibió sonrisas de bienvenida.

—¿Y Ulrich? —preguntó Jérémie por los altavoces—. Creía que estabais juntos.

—Estaba en mitad de una clase, no podía escaparse.

—De acuerdo. Entrad, os virtualizaré.

Obedecieron sin mediar palabra. Las puertas correderas de las columnas doradas se cerraron, la blanquecina luz del interior les iluminaba desde abajo. Un chorro de aire caliente les envolvió al tiempo que la voz de Jérémie resonaba nítida.

—Transmitir William, transmitir Aelita, transmitir Yumi. Escanear William, escanear Aelita, escanear Yumi. Virtualización.

El sector del desierto les acogió con su asfixiante y monótono paisaje de falsa arena sin dunas. Tres tarántulas les dieron la bienvenida con sus baterías de láseres, Aelita corrió hacia a un lado, William usó el superhumo y Yumi se apartó haciendo acrobacias.

—¡Oh, no! —exclamó desde la fábrica.

—¿Buenas noticias? —preguntó con sarcasmo William emergiendo del suelo.

—Tened cuidado —pronunció Jérémie—. Si os desvirtualizan no estoy seguro de poder recuperaros.

—Estupendo.

—Hay un virus en el superordenador. Tardaré un rato en solucionarlo.

—Vale —contestaron a la vez las chicas.

Aelita corrió hacia las rocas más cercanas seguida de cerca por Yumi y una de las tarántulas. Rodearon la roca más grande, cada una hacia un lado, y atacaron a la vez a la desdichada criatura que estalló.

William eliminó a las otras dos con la onda expansiva creada por su espadón.

—Demasiado fácil —farfulló mirando alrededor.

—Se os acerca un enjambre de avispones y… el clon de Ulrich.

—¡Chicas! —exclamó William—. Encargaos de los avispones.

—Ten cuidado —le dijo Aelita cuando se cruzaron.

Corrió tan rápido como pudo y se lanzó con todas sus fuerzas contra aquella creación de X.A.N.A. derribándole y rodando por el suelo. El falso Ulrich rió como un montón de engranajes oxidados.

—¿Eso es todo, William? —se burló—. Esperaba más de ti, viejo amigo.

—Cállate X.A.N.A.

Desenvainó las dos wakizashi con precisión dándole en el brazo a William, un chisporroteo azul brotó de la herida para desaparecer después.

—Has perdido veinte puntos —le avisó Jérémie.

—Ya sólo quedan ochenta. —Sonrió aquel Ulrich—. Veamos cuánto aguantarás.

William gruñó impotente, tendría que esquivarle hasta que el virus del superordenador desapareciese.

Ulrich atacaba, William esquivaba y cada vez que lo hacía era más complicado, empezaba a prever sus movimientos. Decidió probar suerte atacando directamente, valiéndose de la violencia de los espadazos del castaño.

El primer contraataque de William le pilló por sorpresa recibiendo un certero impacto en la pierna izquierda, Ulrich hizo una mueca de desagrado viendo aquel chisporroteo azul surgir de su miembro herido.

Entonces simplemente sonrió y se lanzó nuevamente al ataque de un modo feroz y totalmente imprevisible.

Mientras tanto, Aelita, lanzaba bolas de energía a los avispones al tiempo que Yumi la cubría de los disparos usando sus abanicos. Era más sencillo de aquel modo, crear una distracción para destruirlos, aunque fuera uno a uno.

Yumi lanzó uno de sus abanicos aprovechando que tres avispones se habían alineado, las criaturas de X.A.N.A. estallaron al unísono.

—No os relajéis. Vienen las cucarachas.

—Así no vamos a llegar nunca a la torre —gimió Aelita.

—Tendréis que abriros camino —determinó Jérémie.

La nipona miró a las cinco cucarachas que correteaban hacia a ellas y después a los dos chicos que batallaban a espadazo limpio. Suspiró.

—Ve a la torre, Aelita —dijo echando a correr.

El acoso al que le estaba sometiendo aquel Ulrich era asfixiante, por más que tratase de alcanzarle con su espada, él, siempre le esquivaba usando alguna técnica de artes marciales. El abanico de Yumi voló entre los dos.

—¡Tú! Copia barata, no te metas con mi amigo.

El Ulrich oscuro soltó un gruñido animal y se lanzó contra ella que, aprovechando su flexibilidad, se escabullo hábilmente entre sus piernas golpeándole con todas sus fuerzas en los riñones.

—Ve a ayudar a Aelita, yo me ocupo de él.

William asintió e invocando el superhumo se alejó de ellos.

El clon esbozó una sonrisa siniestra y se lamió los labios con una mueca espeluznante. Yumi dio un paso atrás, no intimidada pero sí violentada. Tal vez se habían equivocado y X.A.N.A. no estaba aprendiendo a imitarles, porque aquello se salía por completo de lógica.

—Si querías quedarte a solas conmigo, sólo tenías que pedirlo —dijo con su voz inhumana.

—Los plagios no me van.

—Es una lástima, te lo haría pasar muy bien.

Agitó las wakizashi violentamente frente a ella obligándola a retroceder haciendo cabriolas. Quería llevarla hacia las rocas y acorralarla, procuró alejarse de ellas lanzando sus afilados abanicos que no llegaron a tocarle. Saltó hacia adelante impulsándose con las manos pasando por encima de él y corrió. Le oyó invocar el supersprint, todo lo que alcanzó a ver fue la estela anaranjada de su cuerpo antes de detenerse frente a ella.

Ya no podía recular. Se lanzó contra ella sujetándola por el cuello y rodando por el suelo como un tigre cazando a su indefensa presa. Se revolvió en el suelo sabiendo que era inútil hacerlo estaba inmovilizada bajo el peso del cuerpo de Ulrich y totalmente a su merced. Un fallo de principiante estúpida. Se revolvió de nuevo logrando solamente quedar en una posición aún más comprometida y vulnerable, él simplemente rió.

—Si no quieres divertirte tendré que eliminarte —le susurró al oído.

Se estremeció.

La alzó por el cuello. Yumi se retorció y pataleó, trató de golpearle pero no lo logró. Arañó su antebrazo sin dejar marca alguna en la falsa piel, logrando, solamente, que su siniestra sonrisa se ampliase mientras caminaba con paso firme y seguro. Aquella cosa que pretendía ser Ulrich le daba escalofríos, y no porque la mantuviese sujeta por el cuello amenazando con lanzarla al vacío. Había algo en él…

Él abrió la mano. Ella estiró la suya tratando de agarrarle el brazo. Fue inútil.

La miraba caer desde el borde de la plataforma con una sonrisa satisfecha.

«Y así es como se acaba…» pensó X.A.N.A. observando la escena.

—¡Yumi! —chilló William saltando al vacío para alcanzarla—. ¡Superhumo!

Del mar digital se elevó un fuerte estallido acompañado de una columna de luz cegadora.

Continuará

Aclaraciones:

Castella: bizcocho japonés hecho a base de azúcar, harina, huevo y sirope de almidón. Actualmente es una especialidad de Nagasaki, se introdujo desde Portugal por mercaderes en el siglo XVI. Su nombre procede del portugués pão de Castela.
Genmaicha: té verde mezclado con arroz integral tostado. En la antigüedad lo consumían los pobres, ya que rellenaban el té con arroz para reducir su precio. La infusión es de un color amarillo claro.
Girar tres veces el vaso: es una costumbre de la ceremonia del té japonesa, en la que el que va a beber voltea tres veces el vaso de té hasta dejar de cara a quien tiene en frente el entramado del vaso de cerámica o barro; a los niños se le hace practicar con un vaso con un dibujo (un conejo, un oso…) para que aprendan a realizar el movimiento sin necesidad de mirar el vaso al girarlo. La mayoría de amantes del té realizan este gesto sin darse cuenta.
Wagashi: dulce tradicional japonés que acostumbra a servirse con el té. Está elaborado con mochi (pasta de arroz glutinoso), azuki (pasta de judías anko endulzada) y fruta. Se introdujo desde occidente durante la Restauración Meiji.
Hay muchos tipos de wagashi, los más conocidos son los dango, dorayaki, daifuku y seiôbo.
Wakizashi: o shôtô, es una espada corta de entre 30 y 60 centímetros. Su filo es más delgado que el de la katana y es usada comúnmente como espada de defensa. Antiguamente los samurai la llevaban junto a su katana, el conjunto era conocido como daishô (la larga y la corta).

Escrito el 05 de enero de 2011

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