sábado, 7 de diciembre de 2013

ADQST 21.- Xanadu II




Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3

 Xanadu II

Buen trabajo, chicos —dijo Jérémie en cuanto las puertas del ascensor se abrieron—. Ahora que tenemos los códigos es cuestión de tiempo que podamos movernos con libertad por Xanadu.

La voz siniestra ha dicho que ya podemos ir sin problemas —replicó Odd.

Ya sé qué ha dicho, pero tengo que hacer unos ajustes y revisar toda la información nueva.

Jérémie ¿quién era?

El joven miró el rostro amable de su esposa, cerró los ojos incapaz de sostenerle la mirada.

Lo cierto es que no tengo ni la más remota idea.

Para sus compañeros fue como lanzarles un cubo de agua helada por la cabeza en plena ventisca. Jérémie había esperado gritos, pero al parecer les había sorprendido demasiado para reaccionar de aquel modo.

Genial —gruñó Ulrich—. Nos has puesto en manos de vete a saber quién con a saber qué intenciones. Estupendo. Genial. Fantástico. Un diez para ti.

Pero ha sido muy divertido.

Odd —rebufó desesperado Ulrich—. ¿Cómo puede parecerte divertido?

A mi modo de ver eso le da más emoción, luchas épicas, siempre al filo del abismo, con el olor del peligro al acecho... —canturreó acompañando sus palabras con poses peliculeras—. ¡Es g-e-n-i-a-l! Excepto la parte del mareo y las náuseas al volver de Xanadu, eso no mola nada.

—No tienes remedio —rió Aelita.

—Primero tenemos que escribir un programa para poder detectar los monstruos de Xanadu —dijo Jérémie—. Sin un programa eficiente que pueda manteneros a salvo prefiero no correr el riesgo, creo que la advertencia sobre las heridas que nos ha hecho la “voz siniestra” iba en serio.

»No quiero que exista la posibilidad de que muráis por culpa de una negligencia mía. Puede que si todavía estuviésemos en Kadic pensara diferente, puede que sea porque ya no somos críos, pero no quiero arriesgarme.

»Pensadlo bien, chicos. ¿Vosotros queréis arriesgaros a morir pudiendo esperar un poco más y viajar seguros?

Algunos carraspearon, otros miraron el suelo o bien se balancearon nerviosos.

—Cuando tienes razón, la tienes —concedió Odd un poco frustrado, a él el peligro siempre le había motivado más que a cualquier otro.

—Podemos aprovechar parte del que usamos en Lyoko —Aelita se sentó en el brazo de la silla y tocó algunas teclas—. Si reescribimos las partes correctas debería funcionar tan bien como si estuviera hecho exclusivamente para Xanadu.

—Sí, en teoría, sí. Pero quiero asegurarme, tengo que hacer varías pruebas.

—Bien. Y en cuanto tengamos ese detector de monstruos ¿qué? —William cruzado de brazos miró significativamente a Jérémie y Aelita—. Iremos de Lyoko a Xanadu, de Xanadu a Lyoko, pero ¿con que propósito?

—¿Qué te enrollas? —replicó Ulrich con el ceño fruncido.

—Tengo la sensación de que esto ha dejado de ir de nosotros contra X.A.N.A., los guerreros de Lyoko contra el virus malvado que quiere cargarse el mundo. Y no es que me desagrade del todo la idea de vivir aventuras estúpidas como si volviera a tener quince años y mi máxima preocupación fuese acumular estupideces de las que avergonzarme al llegar a los treinta.

»El motivo de Aelita lo conozco, yo en su lugar también querría respuestas, querría encontrar a mis padres, querría no perder la esperanza. Pero ¿y vosotros? ¿qué os mueve a hacer lo que hacéis? Porque no es sólo ayudar a vuestra amiga, sed sinceros.

—¿Y tú qué? —le soltó Ulrich malhumorado.

—Yumi, ese es mi motivo —bufó molesto pero con sinceridad—. ¿Y vosotros?

Silencio. Nadie habló, ninguna respuesta a pesar de que todos tenían motivos diferentes a ayudarla.

«Sería egoísta decirlo» pensó Jérémie al que el superordenador siempre había fascinado. Él quería saberlo todo sobre aquella genialidad informática, siempre lo había querido, pero nunca lo había dicho. Tomó la mano de Aelita sintiéndose en parte culpable.

El motor del ascensor se quejó, demasiado viejo y descuidado para mantenerse en forma. La puerta se abrió atrapándolos a todos con cara de desconcierto por las palabras de William.

¿Qué hacéis aquí?

Sissi y Yumi les barrieron con la mirada, parecía que habían interrumpido algo.

—Tenemos que hablar.

»Sissi y yo hemos estado trabajando con el diario mientras esperábamos a que volvierais y hemos descubierto algo. Habla de unos fragmentos y unos códigos ocultos en los sectores de Lyoko, códigos para Xanadu.

—¿Qué clase de códigos? —preguntó Aelita.

—Ni idea —replicó Yumi.

—Podrían ser los que he introducido en la torre submarina.

—¿Habéis introducido códigos en la torre submarina?

Jérémie suspiró, así no iban a ningún lado. Lo mejor que podía hacer era explicarles a Yumi y a Sissi lo que había ocurrido mientras estaban en L'Hermitage para evitar las interrupciones y las preguntas innecesarias. El joven se aclaró la garganta y procedió a contarles absolutamente todo lo que había pasado incluyendo la parte de Μνημοσύνη y sus mensajes y sus esperanzas de que fuera un aliado.

Nadie se pronunció sobre ello.

—Vale —dijo masticando las sílabas—. No sé si esos códigos de las torres activadas son los mismos de los que hablan aquí. —Yumi sacó el diario de dentro de su bolso y lo agitó suavemente—. Pero no me parece demasiado probable.

—Cuéntanoslo todo —pidió Aelita con impaciencia.

—En realidad no sé muy bien cómo explicarlo —admitió—. Dice que se ocultaron fragmentos en los cinco sectores y que se necesitan unos códigos para unirlos. Esos códigos no están en el diario, al menos eso parece; si lo estuvieran sería demasiado fácil supongo.

—Creemos que están en Lyoko —añadió Sissi que empezaba a sentirse, definitivamente, parte del grupo.

—Quizá con cada fragmento haya un código o quizá haya que buscar un código para llegar hasta el fragmento.

—¿Como una gincana virtual? —inquirió Odd con emoción.

—Supongo.

Yumi les contó todo lo que había sacado hasta ese momento del diario y las conclusiones a las que había llegado así como las teorías que habían elaborado Sissi y ella de camino a la fábrica. Cuando acabó de hablar Jérémie tomó la palabra.

—Creo que los códigos que hemos introducido no tienen nada que ver con los que menciona el diario.

»Así que si no es una trampa tal vez deberíamos investigarlo.

—Deberíamos, no, tenemos que hacerlo —exclamó Aelita—. Si es verdad, quizá consigamos más...

«Datos para salvar a tu padre» pensó Jérémie, no hacía falta que acabara la frase, Aelita todavía pensaba que algún daría con la manera de sacar a Franz Hopper de Lyoko o de dónde demonios estuviera.

—Creo que debería ir a Lyoko a echar un vistazo —soltó Yumi.

—No puedes ir tú sola —protestó William—, puede ser peligroso.

—X.A.N.A. podría atacar, necesitarás a alguien que te cubra las espaldas —soltó Ulrich a quien la idea no le hacía la menor gracia.

Está bien, puedo ir sola. Vosotros no podéis volver hasta dentro de unas veinticuatro horas.

Podemos esperar a mañana.

Yumi suspiró exasperada.

—Jérémie, creo que alguien nos está guiando hasta algo. Algo que nosotros solos jamás podríamos encontrar —soltó Yumi con seriedad—. Es cierto que puede no ser de vital importancia, pero alguien me dijo una vez que las cosas hay que hacerlas cuando se te presentan y que ignorarlas puede volverse en tu contra.

—De acuerdo, pero al más mínimo problema te traigo de vuelta.

Yumi asintió con determinación, eso era mejor que el quedarse allí plantada discutiendo si era buena idea ir o no.

—Yo... puedo ir con ella.

La voz de Sissi se abrió paso entre el grupo de amigos provocando la sorpresa colectiva. La acaban de sacar de Xanadu hacía nada y había estado aterrorizada y ahora quería ir a Lyoko como si nada.

—¡No! ¡Ni hablar! —contestó Jérémie sobresaltado.

—¡Venga ya! —se quejó—. Acabáis de decir que no es una buena idea que vaya sola.

—Pero, tú... tú no. No tienes ni idea de lo que hay qué hacer ni de cómo funciona nada —prosiguió el joven rubio—, por no hablar de que no sabemos qué ha hecho X.A.N.A. contigo si es que ha hecho algo y...

—A mí me vale.

Jérémie se tapó la cara con la mano exasperado, lo que le faltaba, que Yumi y Sissi de golpe y porrazo se hicieran amigas y se pusieran de acuerdo para desesperarle todavía más, ¿es que había perdido la razón todo el mundo?

—¡Ay Dios mío! ¡Me la han cambiado por su gemela blanda! —exclamó Odd con aquel tono de teatro suyo—. ¡X.A.N.A eres horrible, horriiiible!

Sissi suspiró y pegó un firme tirón de la oreja de Odd que empezó a quejarse con una ráfaga de “ay, ay, ay” que se continuó pese a que ya le había soltado.

—Quiero ayudar —declaró—. Quiero poder hacer algo más que buscar una dichosa lista de ex-alumnos.

—Haced lo que queráis —refunfuñó Jérémie sabiéndose derrotado.

—¿Estás segura, nena?

—Segurísima.

—Espero que no sea un “segurísima” como el de aquella vez que te compraste unas botas supercaras que estabas “segurísima” que te pondrías un montón y acumulan polvo desde el primer día en el zapatero de casa.

»O un “segurísima” como el de cuando tomaste aquel atajo para ir a la montaña y estabas “segurísima” de que no te habías perdido y acabamos dando tal rodeo que cambiamos de estado y todo.

»O “segurísima” como cuando...

—Segurísima —interrumpió abruptamente—. Como el de estoy “segurísima” de que me estás poniendo de los nervios.

—Vaaale, si es ese tipo de “seguríaaau”

Sissi le había interrumpido con un puñetazo en el brazo, no le había dado tan fuerte como para hacerle daño pero se sintió satisfecha con el quejido.

—Vamos —musitó Yumi que se aguantaba las ganas de reír.

Las dos chicas se abrieron paso entre el resto de sus compañeros y se metieron en el ascensor con rumbo a  la sala de los escáneres.

—Relajaos, si pasa algo raro las sacaré de allí —declaró iniciando el programa de virtualización.

Una placa de hielo fue lo primero que vio Yumi al virtualizarse, suspendida en el aire, tensó los músculos de sus piernas mientras a su lado el cuerpo de Sissi empezaba a materializarse. La japonesa aterrizó con suavidad gracias a la experiencia, pero su compañera cayó de culo.

Yumi se tragó las ganas de reír por el aspecto de Sissi que se frotaba el trasero después del aterrizaje forzoso mientras refunfuñaba.

—¿Hacia adónde vamos? —preguntó la nipona.

—La idea a sido tuya —replicó Jérémie.

Ambas intercambiaron miradas.

—Yo siempre escondía las cosas en sitios que llamaran la atención —dijo Sissi.

—Yo también lo hacía.

—Aquello llama bastante la atención, ¿no?

Sissi señalaba una de las varías cascadas que poblaban el sector del hielo, la más grande de todas ellas, aquella que bajaba por tres lados a la vez.

—Y seguramente es el punto más significativo de este sector.

—Admito que tiene sentido —dijo Jérémie desde la fábrica—. La cuestión es ¿cómo vais a reconocer la pieza o el código?

—No sea aguafiestas —soltó Odd con voz lejana—. Tú déjalas hacer.

«Un rótulo luminoso estaría bien» pensó Sissi, pero ya sabía que no iba a ser tan sencillo.

—No hay monstruos a la vista, todo parece muy tranquilo —les comentó el joven rubio—, si aparece algo os avisaré.

—Oído.

Echaron a correr por la plataforma helada, saltando sobre los pequeños pedazos de hielo que flotaban sobre la falsa agua de Lyoko. Sissi se quedaba atrás con demasiada frecuencia, la falta de práctica hacía que sus pasos y sus acciones fuesen inseguras y lentas, su compañera reprimió las ganas de gritarle que se diera prisa y dejase de hacer de abuela reumática, se recordó a sí misma que a ella también le había costado lo suyo aprender a moverse como una persona normal. Sissi no había tenido tiempo de practicar, no se había entrenado, era su primera vez, segunda si contaba con el control de X.A.N.A.

—No vas a caerte —optó por decirle—, no tengas miedo, no vas a resbalarte.

Sissi le dedicó una sonrisa que pretendía ser confiada y relajada pero sólo logró esbozar una mueca nerviosa.

Cuando llegaron al pie de la imponente cascada contuvieron el aliento un instante. Parecía bastante normal, si dejabas a un lado que era un escenario virtual.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Sissi.

—Ni idea.

Bip. Bip. Bip.

La muñeca de ambas muchachas dejó escapar aquel sonido similar a la alarma de un despertador, con igual gesto de desconcierto se miraron el pequeño dibujo en relieve que había dibujado sobre sus muñecas.

—¡Ah! —exclamó Jérémie—. El dispositivo que os ha instalado está pitando, pero ¿qué...?

Sissi movió el brazo y el pitio cambio su ritmo, primero se hizo más lento al apartarlo de la cascada en cambio al acercarlo se aceleró ligeramente.

—Parece un detector de metales.

—¿Habrá detectado el fragmento o el código?

Yumi alzó el brazo por encima de su cabeza y el bip bip volvió a acelerarse.

«Sea lo que sea está ahí arriba» pensó inquieta.

—Jérémie los...

—Vehículos. Os los estoy enviando.

—Tened cuidado —la voz de Ulrich sonó muy cerca del micrófono.

—Lo tendremos —contestó Yumi subiendo de un salto a su vehículo, después miró a Sissi—. Tú espérame aquí, puede que pongamos nervioso a X.A.N.A. si realmente hay algo ahí arriba, necesitaré que me cubras.

Yumi se acercó y examinó la cascada mientras aquel pitido aceleraba más y más hasta convertirse en un chillido histérico, tras ella se apreciaba una abertura pero era demasiado estrecha, no podía pasar.

Waldo salió del mar digital burlando el sistema de detección de Jérémie. La esfera luminosa en la que se había convertido su cuerpo se ocultó tras uno de los grandes bloques de hielo. A diferencia de los chicos él no necesitaba tener el campo de visión libre de obstáculos para saber lo que estaba ocurriendo, siempre había agradecido aquella habilidad extra con la que le había premiado su creación.

«Anthea te estás metiendo demasiado en esto» pensó. Siempre había sido testaruda, cuando quería algo no había quien la hiciera cambiar de opinión por más que él lo intentara no conseguiría que diera un paso atrás hacia la zona segura.

Lo peor era saber que era consciente del peligro que corría y que le importaba una mierda.

Waldo observó a las dos chicas al pie del gran glacial con la cascada preferida de Anthea. En cuanto las vio allí plantadas supo que darían con la primera pieza, la más fácil de conseguir. Estaba allí por Aelita, debería encontrarla su hija, pero en aquellas circunstancias imaginaba que no podía quejarse en absoluto.

Se concentró al máximo cuando los dispositivos que les había otorgado su esposa empezaron a pitar. Era el momento de utilizar aquella otra habilidad regalada por su superordenador.

Una malla invisible se extendió alrededor del glacial atrapando a las dos chicas en su interior. Eso las mantendría a salvo, como mínimo hasta que a él se le acabaran las fuerzas y tuviese que hacer mutis y volver por dónde había venido antes de que en la fábrica le detectasen.

Una de las dos chicas, la que había combatido en Lyoko desde el principio, subió a uno de los dos vehículos y se elevó tras pedirle a la otra que le cubriera las espaldas.

El pitido del dispositivo brincaba nervioso al acercarse más y más a aquel pedazo que tanto se habían esforzado en ocultar Anthea y él.

«Sólo un poco más» se dijo el viejo profesor.

Jethro descolgó su teléfono móvil por satélite y presionó el número uno de su agenda, al otro lado contestaron al primer tono como había esperado, aquel viejo rastrero jamás se despegada de su estúpido teléfono.

—Todo igual —pronunció con calma y apatía.

—Joder. Eres tan inútil como el resto de los tuyos —gruñó una voz añeja y cascada al otro lado de la línea—. Tenía bastante confianza en ti.

—Señor, no es algo fácil de conseguir. —Se miró al espejo y se sacó la lengua—. Pero estoy tras ello. Estoy seguro de que pronto daré con ello.

El hombre al otro lado cacareó una risa.

—No querría tener que deshacerme de ti. Eres tan jodidamente optimista, me caes bien maldita sea.

—Señor, sólo necesito algo más de tiempo.

—Tienes tres días.

Le colgó con tal estruendo que Jethro tuvo que apartarse el teléfono de la oreja.

«Tres días» era muy poco tiempo. Tres días era mejor que nada.

Tres días más de vida.

Tres días.

Jethro soltó una carcajada apoyando la frente contra el espejo.

«Tres. Jodidos. Días.»

Continuará

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