viernes, 17 de enero de 2014

ABC...P.- Boig per tu

 

Meitantei Conan y todos sus personajes son propiedad de Aoyama Gosho.
A la terra humida escric:
"Nena estic boig per tu".
Em passo els dies esperant la nit.
Com et puc estimar
Si de mi estàs tan lluny
Servil i acabat,
Boig per tu.
En la tierra húmeda escribo:
"Nena estoy loco por ti".
Me paso los días esperando la noche.
Como te puedo amar
Si estás tan lejos de mí
Servil y acabado,
Loco por ti.
~Boig per tu / Loco por ti~
Hattori Heiji vagaba por las lúgubres calles de Osaka. Un apagón les había sumido en las tinieblas a media tarde y no parecía que la cosa fuese a solucionarse rápidamente. Normalmente no le habría importado pasar unas horas a oscuras, con el paso de los años se había acostumbrado a aquellos apagones inesperados causados por la enorme cantidad de aparatos de aire acondicionado funcionando a pleno rendimiento, la gente ya no abría las ventanas para refrescarse, le daban a un botón y a consumir electricidad despreocupadamente. Si no fuese por Kazuha le daría igual, de no ser por ella estaría sentado en el porche de su casa gozando de las estrellas que brillaban con fuerza.
Esa noche no podría ver a Kazuha y todo por culpa del estúpido apagón.
Kazuha se había marchado a Tokyô, había encontrado trabajo en una cadena de televisión, hacía, básicamente, de recadera hasta que uno de los jefazos se fijó en ella y decidió sacarle todo el partido que podía dar. De chica de los recados había pasado a ser una de las caras más populares de un programa de sucesos sin resolver. Kazuha daba voz magistralmente a todas aquellas personas olvidadas, desaparecidas, asesinadas, lo hacía de tal manera que lograba que la gente se involucrara y llamase para dar pistas años después del suceso. Había eclipsado al presentador Morita Ichitaka y eso que era el más famoso de todo Japón.
Heiji la veía cada noche, de lunes a viernes en directo y en las reposiciones de los fines de semana; estaba tan fascinado como el resto de sus telespectadores. Siempre había sentido algo por Kazuha, especial, bonito, cálido y suave, pero lo había sepultado bajo años y capas de «Kazuha es mi amiga», «terreno vedado», «sólo es mi amiga». Sin embargo un día se sorprendió garabateando su nombre en el margen de las anotaciones de un caso y con ello llegó el momento de dejar de mentirse a sí mismo.
Kazuha no era su amiga, al menos no desde que cumpliera los catorce y empezara a fijarse en los cambios que la edad iba realizando en su figura. Fue su amiga hasta que empezó a no soportar que otro se acercara a ella «no me deja concentrarme» había sido la nueva capa bajo la que esconder lo que sentía. Y ahora que lo sabía y admitía, Kazuha, estaba demasiado lejos para decírselo.
Se detuvo ante la casa de los padres de ella y sonrió, allí había forjado la mitad de sus recuerdos, recuerdos llenos de ella que, ahora, dolían demasiado.
¿Cómo se podía ser tan estúpido? Llevaba un año preguntándoselo constantemente. Se había mentido tanto a sí mismo que ya no se sentía a la altura de Kazuha, ella había sido sincera, torpe, pero sincera y él, engañándose le había dicho que no sentía lo mismo.
Hundió las manos en los bolsillos y se encaminó hacia su casa, aquella casa en la que Kazuha había dejado un pedazo suyo en la decoración. Todos aquellos objetos pequeños que acumulaban polvo como si fueran un imán para la suciedad eran lo que le mantenían flote, el recuerdo de ella en cada rincón recordándole lo idiota que era.
Los perros ladraban en la oscuridad de la noche y acompañaban sus pasos al enfilar su calle. Metió la llave en la cerradura y entró dándole al interruptor de la luz de manera automática, negó con la cabeza maldiciendo aquel gesto reflejo.
Con el dedo aún sobre el interruptor se preguntó qué demonios pensaba hacer quedarse en casa a oscuras y dormir quizás… no tenía ningún caso abierto ni ningún cliente en la agenda. Las últimas semanas se las había pasado asesorando a la policía, ayudando a los hombres de Toyama Ginshiro a atrapar a un ladrón que se colaba en las casas y las vaciaba en tiempo récord, ahora que ya lo tenían no tenía en qué ocupar el tiempo.
Volvió a darle al interruptor desconectando la luz por volvía la electricidad aquella misma noche y tomó su chaqueta de motorista. Salió de nuevo a la calle y cerró la puerta. Mientras se ponía la chaqueta se dirigió al garaje. Se subió a su moto y arrancó. Estaba huyendo de Osaka y de sus recuerdos. Huía sin rumbo perdido en un sinfín de excusas para no pensar en ella.
º º º
La noche anterior tras acabar el programa había tenido que aceptar la enésima invitación de su compañero Ichitaka para ir a tomar algo. No soportaba a aquel pedante, pero era lo suficientemente lista como para darse cuenta de que acabaría teniendo problemas si no cedía, era el mimado del canal y, para su desgracia, se había fijado en ella.
Y al parecer aquello no había hecho más que empezar. Desde que había entrado en el plató que no dejaba de mirarla y empezaba a sacarla de quicio, si no tuviera que guardar las formas le haría una llave de aikido y acabaría con aquello de una vez por todas.
Respiró hondo y se tragó las ganas de partirle la cara.
«Sólo son cuatro horas, concéntrate Kazuha» se dijo a sí misma, pero eso no le consoló. Cuatro horas eran demasiadas horas. Era una adulta, tenía que dejarse de tonterías y dedicarse a un trabajo que le gustaba. Ya encontraría el modo de deshacerse de él.
Se puso seria y se aseguró de hacer su trabajo tan bien como lo hacía cada día, allí sólo importaban todas aquellas víctimas, darles la oportunidad de descansar en paz.
Vídeo. Invitado. Suposiciones. Pausa publicitaria. Teorías. Intercambio de ideas. Vídeo. Pausa publicitaria. Invitado. Teorías. Opiniones…
Kazuha suspiró aprovechando la publicidad. Si Heiji estuviera allí seguro que resolvería todos aquellos casos en un santiamén, pero no estaba. La maquilladora le retocó el maquillaje con movimientos estudiados.
Le pareció oír gritos en el pasillo, aguzó el oído pero no escuchó nada más.
—Quince segundos —avisó el regidor.
Se arregló la ropa y bebió un poco de agua. Volvió a oír voces, así que no se lo había imaginado.
Estaban en directo de nuevo, no había tiempo para pensar en ello. Tenían que presentar un caso nuevo. Un asesinato. Morita Ichitaka hablaba con el forense del caso vía telefónica, datos científicos, posibles armas del crimen…
Ella empezó a explicar todos los datos que tenían, con voz clara, pensando que seguramente sería el caso más difícil de resolver de todos los que había presentado. Los testigos se contradecían los unos a los otros, había pocas pruebas y se había creado toda una leyenda urbana alrededor de aquel crimen.
Kazuha continuó leyendo las palabras que aparecían en el prompter intentando ignorar el jaleo que empezaba a llegar con demasiada claridad a sus oídos ¿es que no sabían que en un plató de televisión había que guardar silencio? Estaban en directo, no podrían cortar y volver a empezar como si nada hubiese pasado.
—A continuación les ofreceremos una reconstrucción de los hechos basada en lo que los testigos explicaron a la policía el día en que Ueno-san fue asesinado —dijo y esbozó una sonrisa recta mientras esperaba a que el vídeo entrase.
El regidor le hizo una señal con la mano avisándola de que ya no estaba en pantalla. Kazuha se levantó igual que hizo el presentador, Morita Ichitaka, tratando de descubrir qué demonios estaba ocurriendo. El vocerío sonaba tan fuerte que seguro que lo captarían los micrófonos y llegaría a los telespectadores.
Detrás de uno de los técnicos asomó una gorra que reconoció al instante, trató de convencerse a sí misma que se lo estaba imaginando, pero él gritó su nombre y el plató entero se giró para mirarla.
—¡Ey Kazuha!
—Treinta segundos —informó el regidor, el vídeo se estaba acabando.
Kazuha y Morita volvieron a sentarse, mientras Heiji se deshacía de los de seguridad y se plantaba junto al prompter. Ella le hizo un gesto con la mano a uno de los gorilas indicándole que le dejase estar justo cuando el regidor mostraba cuatro dedos marcando el tiempo que quedaba.
—Esperamos que puedan facilitarnos algún dato nuevo —pronunció Morita—, el caso de Ueno-san lleva abierto desde hace doce años. Cualquier detalle por pequeño que sea puede ser de gran ayuda.
Kazuha miraba fijamente a Heiji que hacía lo mismo con ella. El plató estaba lleno de silencio, Heiji señaló la pantalla en la que el nombre de ella mostraba que era su turno, Kazuha se aclaró la garganta como si su silencio se debiera a una repentina carraspera y no a su sorprendente invitado.
Leyó, concentrada, todas aquellas frases y palabras, con fuerza, con vehemencia, con convicción. Mientras tanto Heiji la observaba fascinado.
Morita Ichitaka les miraba a ambos y entonces tuvo una idea.
—Señores, tenemos un invitado —dijo animado el presentador que al fin lo había reconocido y olía el éxito que tendría si lo hacía entrar en directo—, el famoso detective de Osaka Hattori Heiji, por favor, venga a sentarse con nosotros Hattori-san.
Heiji y Kazuha le miraron con idénticas expresiones de estupefacción, pero el detective se rehízo rápido y avanzó saludando a las cámaras, se sentó junto a ella.
—Buenas noches a todos —saludó agarrando a Kazuha por la cintura, acercándola a él y hablando directamente en su micrófono. La idea de los fans de Kazuha furiosos le hizo sonreír—. No esperaba que me hiciera salir Morita-san.
—Por favor pónganle un micro a nuestro invitado —pidió con cierta impaciencia y molestia.
Al instante uno de los técnicos de sonido se encargó de colocarle el micrófono y la petaca, raudo como el viento se fue tal como llegó.
—Hattori-san, ha venido a darnos su asesoramiento en alguno de los caso que hemos expuesto, si es así le agradecería que nos deslumbrase con sus deducciones.
—En realidad no he venido hasta aquí por eso —contestó resuelto ajustándose la gorra— pero ya que me pide opinión. Hace una semana hablaron del asesinato de Fujieda Masako.
«Ya empieza, lo ha resuelto» pensó Kazuha sin despegar la vista de él con una sonrisa melancólica.
—El asesino la estuvo esperando durante horas y la apuñaló más de cuarenta veces —recordó Morita a su audiencia—. ¿Sabe quién la mató?
—Su asesino no quería matarla, buscaba algo por eso su ropa estaba mal colocada, algo pequeño. Si hubiese sido su monedero, teléfono u cualquier otro objeto de un tamaño "de bolsillo" le habría bastado con vaciar el bolso y palparle los bolsillos.
»No, lo que buscaba era algo pequeño, como una tarjeta de memoria. Por eso se vio en la obligación de revolver su ropa. Debió preguntarle y ella, seguramente, le diría dónde lo llevaba pero no estaba ahí, así que llevado por la rabia acabó matándola.
Morita se quedó pasmado, no sabía si era un genio o un completo estúpido.
—Kazuha-chan —pronunció Heiji, la aludida le miró sorprendida—. ¿Te acuerdas de cuándo vinimos a Tokyô a visitar a Ran-san?
—¿Eh? ¿Q-qué tiene eso que ver con el caso?
—Perdiste la tarjeta de memoria de reserva de la cámara de fotos.
—¡Es verdad! —exclamó ella olvidándose de que estaban en directo—. Creí que tendría que comprar una nueva y me dio mucha rabia.
—Pero la encontramos —soltó Heiji, a lo que ella asintió.
—Se había colado por un agujerito que se había hecho en el forro del… ¡bolso!
—Lo que buscaba el asesino estaba dónde ella le dijo, sólo que como le pasó a Kazuha, se había metido entre la tela del forro y la exterior. Como era verano y no llevaba chaqueta, hay un único sitio donde pueda estar. Dentro del bolso de Fujieda-san.
—¿Y su asesino? —preguntó Morita, esta vez, fascinado por la deducción—. ¿Sabe quién fue?
—Evidentemente, pero no creo que decirlo en directo sea una buena idea, seguro que se da a la fuga si nos está viendo.
Morita reaccionó con exagerada turbación al caer en la cuenta de que lo que decía era cierto.
«Idiota» pensaron Heiji y Kazuha observándole.
—¡Vaya, vaya! Cuánta razón, Hattori-san —rió tontamente el hombre—. Por lo que ha dicho parece que Kazuha-san y usted ya se conocían.
—Nuestros padres son amigos —soltó ella con un punto de molestia en la voz—. Ambos son policías y trabajan juntos desde hace muchos años.
—Y nosotros nos esposamos una vez jugando.
Heiji sintió la mirada asesina de Kazuha, si seguía vivo era gracias a las cámaras que les enfocaban.
—Éramos amigos —finiquitó ella.
Aquel "éramos" fue con un puñetazo de hielo, no es que esperase que tras un año las cosas no hubiesen cambiado, pero no esperaba ese "éramos amigos".
—Y me clavó una flecha en la mano.
—Ya veo, ya veo.
—Ayer hice noche en Yokkaichi y no podía dormir. —Kazuha parpadeó sorprendida sin entender nada—. Estuve garabateando cosas, qué podría haber hecho, qué querría haber hecho, cómo debería haber actuado…y sólo llegué a una conclusión que soy tonto.
—Ha-Hattori-san ¿eso qué tiene que ver con nuestro programa?
—Al final sólo escribí una cosa con sentido —continuó moviendo una mano mandando a callar a Morita—. Y aunque estás totalmente fuera de mi alcance esto —declaró desdoblando un pedazo de papel y mostrándoselo con las mejillas rojas—, es todo lo que sé.
Kazuha, estoy loco por ti.
Le arrebató el papel con la cara encendida y se puso en pie como un muelle.
—¡Heiji, idiota! —gritó.
—¡¿Por qué me llamas idiota, tonta?! —replicó levantándose también—. ¡Encima que he venido desde Osaka sólo para decirte esto!
—¡Pues podrías haberte ahorrado el viaje!
—¡Que antipática!
—¡¿Antipática?! ¡Eres un…!
—¡Oye que estaba intentando declararme!
Kazuha le pellizcó la mejilla fulminándole con la mirada.
—Esto es un programa en directo… —se quejó Morita Ichitaka desde su butaca.
Heiji sonrió travieso como si acabase de ocurrírsele la idea más estupenda del universo. Kazuha dio un paso atrás, aquella sonrisa no presagiaba nada bueno cosa que afirmó el brazo que le rodeó la cintura y la pegó a él.
En Osaka los Hattori y los Toyama se habían reunido aquella tarde para hablar y cenar. Las mujeres se habían quedado en el comedor charlando animadamente de sus cosas mientras que Ginshiro y Heizo se habían instalado frente al televisor aprovechando que aquella noche no se había ido la luz y pusieron el programa de Kazuha.
Ginshiro estaba muy orgulloso de que su hija tuviese aquel trabajo y a Heizo le gustaba poder ver a aquella chiquilla que para él era de su familia. A ambos les encantaba verla.
Cuando Heiji apareció en pantalla los dos hombres supieron que iba a liarse una buena.
«Ya empiezan» pensaron los dos hombres cuando empezaron a llamarse "idiota" y a gritarse, ¿no pensaban madurar nunca esos dos? ¿O admitir lo que sentían sin dar el espectáculo?
—Están en plena forma —siseó Ginshiro abochornado a lo que Heizo asintió.
Cuando Heiji pasó el brazo por la cintura de Kazuha y la pegó a él Heizo casi saltó del sofá «ni se te ocurra hacerlo, Heiji» pensó, pero a su hijo le dio igual estar delante de las cámaras, la vergüenza que pudiera causarle a Kazuha y a toda su familia.
Heiji se puso la visera de la gorra en la nuca y le plantó un beso en los labios a Kazuha que se quedó petrificada.
—Estoy loco por ti, Kazuha —dijo Heiji a través de la televisión.
Heizo y Ginshiro se taparon la cara con las manos en un gesto idéntico de vergüenza.
—Creo que tendremos que hablar de esto, Heizo.
Pero Heizo no contestó, iba a matar a Heiji por dar el espectáculo de esa manera en pleno prime time.
Fin

Os dejo la letra traducida:
En la tierra húmeda escribo: / "Nena estoy loco por ti". / Me paso los días esperando la noche. / Como te puedo amar / si estás tan lejos de mí / servil y acabado, / loco por ti.
Sé muy bien que desde este bar / no puedo llegar donde estás tú, / pero dentro de mi copa veo / reflejada tu luz, me la beberé; / servil y acabado, / loco por ti.
Cuando no estés por la mañana / las lágrimas se perderán / entre la lluvia que caerá hoy. / Me quedaré atrapado / ebrio de esta luz / servil y acabado, / loco por ti.
Sé muy bien que desde este bar / no puedo llegar donde estás tú, / pero dentro de mi copa veo / reflejada tu luz, me la beberé; / servil y acabado, / loco por ti, / servil y acabado, / loco por ti.

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