
 
 
Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha, yo sólo los he tomado prestados.
Capítulo 24.- Descanso
La mansión en apariencia desierta se fue llenando de shinobis a su paso, todos blandían sus armas apuntándola a ella. La kunoichi dejó escapar una sonora carcajada nada intimidada por los ninjas.
—Hermoso comité de bienvenida.
—¿Qué te trae por aquí? ¿Ya la has encontrado?
—Aún no.
—Lárgate –-replicó el hombre— aquí no eres bienvenida.
—¿Podemos matarla, jefe?
—Retiraos —gruñó el líder de la cuadrilla.
Los shinobis desaparecieron del mismo modo en que aparecieron dejando el lugar prácticamente desierto.
—Ya
 sabes que daré con ella —declaró Rin—. Tenemos un trato y quiero una 
garantía de que no me apuñalarás por la espalda cuando la tengas.
»Ambos somos unos traidores, así que no me fío de ti más de los que me fío de un enemigo cualquiera.
—Fuiste tú la que llamó a mi puerta, Rin. Pero tienes razón en una cosa, yo tampoco me fío de ti.
Rin cruzó los brazos y se recostó contra la pared.
—Ahora que tenemos claro que no nos fiamos el uno de la otra, quiero una garantía.
Él
 le lanzó una tablilla de mala gana, Rin la analizó con curiosidad dando
 con una pequeña hendidura en la base, introdujo la uña logrando que se 
abriera en dos revelando un finísimo papel de arroz escrito.
—Esa es tu garantía —replicó él.
La
 joven ninja sonrió cargada de confianza. Datos secretos que la 
relacionaban con los Araki, podía organizarlo de modo en que si le 
ocurría algo aquello llegase a manos de Aoshi para que buscase venganza.
 Podía usarlo para su propio beneficio. Quizás aquel hombre no fuese tan
 inteligente como ella había imaginado, ahora tenía a los Araki en su 
mano y estaba dispuesta a cerrar el puño y a aplastarlos en cuanto 
tuviese lo que quería.
—Una última cosa —dijo en actitud confiada—. ¿Qué vas a hacer con la niña?
—No es asunto tuyo.
Rin se encogió de hombros y abandonó el lugar.
El
 dojo Kamiya se había sumido en el caos. Los niños jugaban a gritos por 
todos lados. Saitô, Hiko y Tokyô estaban sentados en el suelo con aire 
misterioso. Aoshi que había seguido discretamente a Kaoru se topó 
frontalmente con el trío recién llegado.
—Cubo de hielo —saludó Saitô—. Cuanto tiempo.
Aoshi se tragó un "y una mierda cuanto tiempo" y les dedicó su mejor cara de póker.
—No esperaba encontraros aquí.
—Bueno, ha surgido así —pronunció Hiko chasqueando los dedos—. De repente. Ya sabes. ¡Puf! Como una tormenta de verano.
Kaoru suspiró a su lado con pesar.
—No hay sitio suficiente en el dojo para todos —musitó—. Lo lamento pero...
—El cubo de hielo y la comadreja pueden dormir juntos —soltó el miburo—.
 Supongo que Battôsai y tu compartís futón. La kitsune y el cabeza de 
pollo seguro que pueden compartir espacio sin matarse. Y por último, los
 críos pueden dormir todos juntos. —Encendió un cigarrillo y alzó dos 
dedos—. Eso deja dos habitaciones libres.
La tanuki fue a 
protestar pero tenía razón. Sanosuke y Megumi seguramente no estarían de
 acuerdo pero ella no se veía con fuerzas para rebatir al lobo.
—¿Y si alguien se niega? —inquirió el ninja.
Saitô rió ruidosamente.
—¿Quién? ¿La comadreja? No lo creo —contestó.
—Cielito —susurró Tokyô—, creo que se refiere a Sanosuke-kun y Megumi-chan.
—Si él no quiere siempre puede volver a su cochambrosa nagaya y ella tiene una bonita casa a la que regresar.
—¡Estoy en casa! —la voz de Misao llenó el dojo.
—La que faltaba.
La
 comadreja corrió hasta donde estaban su amiga y su amado viendo de 
golpe a Saitô y compañía. Se llevó las manos al pelo recogiéndolo en un 
torpe intento de esconder su cambio de imagen. Hiko rió al tiempo que 
ella renunciaba a ocultar semejante tontería.
—¿Cambio de look, comadreja? —preguntó divertido el maestro.
—No esperaba que la hicieses cambiar de imagen para complacerte, cubo de hielo.
—¡Saitô! —exclamó la joven ninja—. ¿Qué rayos haces aquí?
—Hay
 veces en la vida de un hombre en que necesitas hacer cosas estúpidas 
—murmuró el lobo encendiendo un cigarrillo—. Cosas estúpidas como 
recorrer un montón de kilómetros para venir a un dojo con sólo dos 
alumnos. Cosas estúpidas como estar aquí hablando contigo en vez de 
estar haciendo cosas interesantes con mi mujer.
—¿Quieres decir que chocheas como Jiya?
Tokyô,
 Hiko y Kaoru estallaron en una carcajada mientras Saitô gruñía y Aoshi 
luchaba contra la risa que le bullía en la garganta.
—Comadreja, 
si estuviésemos en el Bakumatsu habrías firmado tu sentencia de muerte, 
pero como soy la fuerza de la ley... te mandaré a cuidar niños.
—¿¡Por qué!?
—Te lo diré con sólo cuatro palabras: tu amado entre rejas.
Misao farfulló una retahíla de palabras mal sonantes mientras se dirigía a buscar a los hijos del lobo que jugaban con Kenji.
La
 tarde avanzó entre los planes de Saitô y Hiko, la discusión del 
Kenshingumi sobre el cambio de alojamiento, Megumi demasiado orgullosa 
como para ceder a compartir cuarto con el idiota de Sanosuke frustró 
parte de la diversión para el lobo. Finalmente Sanosuke optó por volver,
 muy de mala gana, a la nagaya donde se había estado alojando durante tantos años.
Tras
 una cena tensa cada uno fue a su habitación a descansar para recuperar 
las energías perdidas durante aquel día que se les había antojado tan 
largo.
Megumi daba vueltas y más vueltas en el futón maldiciendo a
 su orgullo por dejar perder esa oportunidad de pasar la noche con 
Sanosuke. Yahiko y Eiji contándole cuentos a Yukiko y Kenji que estaban 
demasiado emocionados con tanta gente por allí rondado.
Misao dormía plácidamente mientra Aoshi soñaba:
Una
 noche más oía abrirse el shoji de Misao y una vez más sus pasitos la 
llevaban a la habitación de Hannya. Se levantó curioso, no entendía por 
que noche tras noche hacía aquello. Caminó con cuidado y abrió la puerta
 examinando el interior del cuarto de su compañero, la encontró hecha un
 ovillo bajó la manta de su futón en mitad de la estancia. 
—¿Te encuentras mal?
Se removió incómoda pero no dio señales de querer contestar. 
—¿Qué te ocurre? —insistió.
—No es nada —susurró con la voz llorosa.
Ignoró
 por completo la negación de la jovencita y se sentó junto a ella 
acariciando su brazo por encima de la manta del futón, no comprendía por
 que estaba allí en vez de haber acudido a él y entonces se dio cuenta.
Cuando
 él se había ido no era más que una niña pequeña, ahora, aunque seguía 
siendo una niña, había crecido y la confianza que hubo entre ellos se 
había desgastado mucho, demasiado para su gusto.
Se puso 
en cuclillas y con cuidado la cogió en brazos aún cubierta con la manta y
 la llevó a su habitación donde la tumbó en su futón arropándola bien.
—Gracias.
—Hannya no va a volver.
—Lo sé… —replicó con tristeza.
Claro que lo sabía, que estúpido de su parte.
—¿Qué ocurre? Por la mañana parecías contenta.
—Duele... —gimió.
º º º
—Si bajas la guardia te matarán.
—Estoy cansado —murmuró mirando a su madre.
—¿Y qué harás en mitad de una guerra?, ¿levantar los brazos y decir "estoy cansado, no me ataquéis"?
—Pero no estamos en guerra…
Haruna
 atacó despiadadamente a su hijo. Le propinó una fuerte patada en las 
costillas haciendo que su pequeño cuerpo impactase contra una de las 
columnas del porche. Se quedó tumbado, aturdido, en mitad de la nieve, 
le pitaban los oídos y su vista se nublaba. Cerró los ojos, empezaba a 
marearse y ver borroso no le ayudaba precisamente.
De pronto escuchó la familiar voz de Okina a su lado, el leve crujido de la nieve al agacharse junto a él le alivió.
—¡Kami! ¡Haruna! ¿¡es que has perdido la razón!? no es más que un chiquillo.
—Tiene edad suficiente para romperse las costillas entrenando —sentenció.
—Eres
 su madre —le recriminó en un tono agresivo que él no había oído nunca—.
 ¿Cómo puedes tratarle así? Se supone que tienes que procurar por su 
bienestar no acortarle la jodida vida.
º º º
El guerreo de cabello blanco golpeó a Kenshin lanzándolo al mar.
—Primero
 la altura y ahora la velocidad, no es que esté inhibiendo ataques 
concretos, —el humeante cigarrillo danzaba al ritmo de las palabras del 
lobo de Mibu—, sino que está anulando la disciplina entera del Hiten 
Mitsurugi-ryû.
—La paciencia tiene un límite —gruño Sanosuke golpeando su puño—. Megumi, no queda más remedio. Ven a curarme.
»No
 pensaba inmiscuirme en esta batalla, pero visto lo visto del resto me 
encargaré yo —continuó con seriedad—. No puedo permitir que muera así 
como así.
—Aoshi-sama —dijo Misao con la voz llorosa—. Yo tampoco quiero dejar que Himura muera...
Por supuesto conocía los sentimientos de su pupila por el pelirrojo.
—Tienes razón.
º º º
El
 hombre frente a él sostenía dos espadas cortas. En su frente estaban 
tatuados los kanjis de Suzaku, sonreía con seguridad, sin duda se creía 
vencedor antes de empezar a combatir.
—Yo Suzaku —declaró— soy el que mejor imita las técnicas enemigas de los cuatro mellizos.
»Así que te atacaré con tus propias técnicas ¡Hasta que caigas muerto!
Imitaba
 con gran facilidad todas sus técnicas, sin vacilar un instante. Veía en
 su rostro la total confianza en sus posibilidades. De fondo oía a Misao
 hablar con Kenshin, sabía que empezaba a inquietarse.
Ejecutó su ataque más letal 'Kaiten Kenbu Rokuren' con igual resultado, le había devuelto la técnica.
—Eso
 de ahora parecía tu técnica definitiva. —Rió—. Ni siquiera te has 
inmutado cuando me viste copiarla. Veo que ya lo has digerido... 
—fanfarroneó— puedo de volverte con igual intensidad y habilidad las 
técnicas que me lanzas 'por primera vez' ¡Lo que constituye la prueba de
 que mis técnicas son ligeramente más veloces que las tuyas!
Continuó
 con su discurso largo rato, aunque él no le tomaba en cuenta, ya sabía 
que tenía que hacer. Su confianza desmedida era lo que marcaría su 
derrota. Lanzó las dos kodachis al suelo, la sonrisa de su rival se 
amplió.
—¡Esto ya está! —clamó—. Así me gusta... el 
momento del golpe de gracia, no hay nada más interesante que observar la
 expresión de aquel que muere víctima de su propia técnica: cada cual 
tiene la suya. Es lo que más engancha de la "lucha".
Suzaku aceleró su ataque realizando los pasos del 'Kaiten Kenbu Rokuren'.
—¡Déjame ver el gesto en el que se retorcerá tu rost...! ¿Ooogh?
El pie de Aoshi impactó en el rostro de Suzaku.
—¿Kenpô? —inquirió con rabia y sorpresa.
—Me
 impresiona tu habilidad copiadora —dijo Aoshi con calma—. Pero el 
Oniwabanshû está forjado sobre unos cimientos de trescientos años de 
historia marcial que no se desmoronarán ante un truco tan burdo.
»Por
 mucho que perfecciones una copia, seguirá siendo una copia. Resulta 
harto sencillo desbaratar tu habilidad si cuentas con un poder singular 
forjado a base de crear nuevas técnicas y dominar distintas disciplinas.
—¡Desgraciado! ¡Me has cogido desprevenido! ¡Eso es todo! —gruñó Suzaku—. ¡Tus puños nada podrán hacer frente a mis espadas!
El
 ninja detuvo el avance de la hoja de la espada corta con la mano 
desnuda sorprendiendo aún más a su rival. El 'Kaiten Kenbu' era una 
técnica de espada bastante simple con muchos puntos débiles, Aoshi los 
conocía a la perfección. Aquel estilo de lucha estaba pensado para 
complementarse con la velocidad y el kenpô.
—Es mi 
esgrima y la conozco al dedillo —declaró el ninja quebrando la hoja de 
la espada—. Tranquilo... si fueras un proscrito no dudaría en darte tu 
merecido, pero eres un simple necio borracho del placer de luchar. El 
esfuerzo de matarte no vale la pena.
La lucha acabó con Suzaku mordiendo el polvo y Misao gritando emocionada por la victoria.
º º º
Abrió
 los ojos y escuchó la respiración profunda y tranquila de Misao junto a
 él ¿se lo había imaginado? No. Había alguien al otro lado del shoji, una presencia perturbadora, fuerte y amenazante. Recogió el pequeño tantô de entre la ropa de ella y lo aseguró en el obi de su yukata antes de salir. Respiró aliviado al ver a Saito en vez de a cualquier ninja psicópata de los Araki.
—Tenemos que hablar.
—¿Por…?
—Vuelve
 ahí dentro y trae el mapa de la comadreja —interrumpió más serio que 
nunca— ¿a qué esperas? ¿a que venga el mapa y te muerda el culo?
El
 ninja frunció el entrecejo antes de darse la vuelta para buscar el 
dichoso plano. Minutos después regresó, el lobo se lo arrebató con 
brusquedad y se puso a buscar como un loco.
—Estupendo. —Golpeteó con satisfacción el plano—. Dentro de dos días vais a hacer un viajecito a Urawa.
—¿Por qué? —le miró acusadoramente.
—Primero
 a ningún ninja con dos dedos de frente se le ocurriría esconderse en un
 lugar tan transitado, segundo no hay asentamientos Oniwaban-shû cerca.
—No pregunto eso.
Saitô
 puso los ojos en blanco, ya sabía que no era eso lo que quería saber, 
desde luego ese empezaba a ser el Shinomori de siempre.
—Pensando en la comadreja eso es lo mejor.
—Eso no es una explicación.
—Tenía
 entendido que tenías amnesia —pronunció sarcástico—, pero al parecer me
 han informado mal y resulta que es que te has vuelto idiota.
El lobo encendió un cigarrillo y exhaló una larga bocanada de humo.
—Parece
 mentira que sea yo quien tenga que decirte esto —farfulló con humor—. 
La comadreja sabe defenderse y es bastante resuelta en muchas cosas, 
pero en manos de cualquier guerrero experimentado no es más que una 
hormiga en mitad del camino.
—Misao no tiene que luchar.
—Pero lo hará —rió—. Es terca como una mula, basta que le digas que se quede quieta para que se meta de cabeza en una guerra.
—No dejaré que…
—Lo hará y la matarán.
El ninja se alisó una arruga, que al parecer sólo él veía, en la yukata, Saitô lo interpretó como una pregunta silenciosa.
—Lo hará por que te quiere, aunque lo haría por cualquier idiota necesitado.
Saitô tiró la colilla al suelo y la aplastó.
—Hazlo.
Aoshi
 permaneció en pie en el corredor desierto, calvó la mirada en el cielo 
sin luna. Urawa. Negó con la cabeza y regresó a la habitación.
Se metió en el futón intentando no despertarla pero ella se removió antes de que él pudiese acabar de tumbarse.
—¿Ha pasado algo? —Se incorporó frotándose un ojo somnolienta.
—Sigue durmiendo— replicó acomodándose a su lado en el futón.
—Saitô… ¿tiene alguna misión suicida?
Le acarició el pelo, mientras ella volvía a acurrucarse. La apretó contra su pecho, la protegería, ese era su deber.
—Misao, duerme.
—Sé que me ocultas algo —musitó.
—No es nada.
Misao suspiró resignada a no obtener ninguna respuesta.
—Misao, querría ir a Urawa unos días —susurró—. Lo lamento, te pedí que viniéramos y ahora te pido que nos marchemos.
Ella
 se incorporó ligeramente para mirarle a los ojos. Los ojos del ninja 
habían perdido aquella falta de expresividad del pasado y le suplicaban 
en silencio que accediese.
—No pasa nada, iremos a Urawa si es lo que quiere-s.
Continuará
Aclaraciones:
Los recuerdos de la lucha contra Suzaku están tomados del capítulo 240: Contra los Sixing —Aoshi contra Suzaku— (Kanzenban 21 Ediciones
 Glénat España, S.L.) y los de la batalla de Kenshin contra Enishi del 
capítulo 247: El pulso nervioso de la locura (Kanzenban 22 © Ediciones Glénat España S.L.).Nagaya: es un tipo de casa alargada dividida en varias secciones.
Urawa: durante la era Edo el pueblo servía de lugar de descanso en el camino de Nakasendo que conectaba Edo (Tokyo) con Heian Kyô (Kyoto). En 1871 Urawa se convirtió en la capital de la prefectura de Saitama (la unión de las prefecturas de Iwatsuki, Oshi y Urawa). La ciudad de Urawa en 2001 se fusionó con las ciudades de Ômiya y Yono para formar la nueva ciudad de Saitama.
Urawa: durante la era Edo el pueblo servía de lugar de descanso en el camino de Nakasendo que conectaba Edo (Tokyo) con Heian Kyô (Kyoto). En 1871 Urawa se convirtió en la capital de la prefectura de Saitama (la unión de las prefecturas de Iwatsuki, Oshi y Urawa). La ciudad de Urawa en 2001 se fusionó con las ciudades de Ômiya y Yono para formar la nueva ciudad de Saitama.
 
 




 
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