viernes, 27 de mayo de 2011

25M XII.- Agua


Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

XII.- Agua

«Es el sonido de las olas» pensó Ulrich adormilado intentando hacer memoria.

Las últimas horas regresaron perezosas a su mente evocando la imagen de un aeropuerto, el aviso de megafonía que anunciaba un vuelo intercontinental, la mujer sonriente que comprobaba los billetes y pasaportes, el asiento de clase turista, la falta de espacio para estirar las piernas, los cacahuetes rancios que ofrecían...

La intensa luz del sol teñía de naranja la cara interna de sus párpados.

«Así que es de día» se dijo a sí mismo. No estaba seguro de si ese dato arrojaba algo de luz a por qué podía oír el rumor de las olas.

Se había subido al avión, hasta ahí no tenía dudas pero ¿se había bajado? No lo recordaba, como tampoco recordaba hacia adónde había volado. Luchó por abrir los ojos pero no logró despegar los párpados. Una sombra se interpuso entre él y la luminiscencia del sol.

—Si sigues durmiendo ahí acabarás quemándote.

Era la voz de una mujer, pero era la de una mujer conocida. Sí. Por supuesto. La conocía a la perfección.

"Estoy despierto" quiso decir pero sólo logró articular un gruñido sin sentido alguno. Yumi rió.

—Sí, ya veo que estás muy despierto.

Las comisuras de los labios de Ulrich se curvaron en una sonrisa, si había alguien capaz de entender aquel ruido sin sentido esa era Yumi. Volvió a intentar abrir los ojos sin que estos le hicieran el menor caso. Estaba molido como nunca antes los había estado.

—Te dije que tendrías que haberte quedado a dormir todo el día, el jet lag es difícil de llevar.

¿Jet lag? Definitivamente había tomado un vuelo intercontinental. Oyó a Yumi suspirar.

—Iré a buscarte café con hielo ¿o prefieres una cola?

Ulrich emitió otro gruñido sin sentido que quería significar "lo que quieras". Los granos de arena se deslizaron provocando un sonido sordo cuando Yumi se movió y se alejó de él.

«Estamos en una playa» muy bien, hasta ahí había llegado su conocimiento de lo que le rodeaba. Pensó en que él estaba en París, pero Yumi no, ella se había marchado de Francia hacía dos años para poder estudiar algo de nombre complicado que implicaba aplicarse mucho.

Japón.

Ahora se acordaba. Yumi había vuelto a Japón para estudiar tres años en un seminario complementario de la carrera que había iniciado en París. Ella tenía vacaciones y él se había pedido unos días libres en el trabajo para poder verla porque la echaba tanto de menos que incluso le costaba conciliar el sueño.

Tras lo que le pareció una eternidad volvió a oír el sordo siseo de los granos de arena desplazándose bajo los pies de Yumi, notó como se sentaba a su lado.

—No te veo con muchos ánimos para tomártelo. —Yumi suspiró—. Se te está poniendo la espalda roja, al menos date la vuelta.

Pasó un buen rato durante el que intentó girarse como le había pedido ella, pero no le respondía el cuerpo. Sintió las manos frías de Yumi en la espalda y un escalofrío le recorrió de pies a cabeza, algunas gotitas cayeron sobre su piel, supuso que procedían del pelo de ella. Yumi le empujó hacia a un lado con determinación hasta lograr darle la vuelta. Afortunadamente para la espalda de él la toalla era enorme, así que se libró de una buena quemadura por el calor excesivo del arena. Ahora el sol le golpeaba los párpados cerrados con insistencia.

Escuchó a Yumi volver a moverse, apartarse y volverse a acercar, clavar algo en la arena y segundos después la sombra de un objeto que difuminaba la luz del sol que caía sobre su cara. Supo que era una sombrilla cuando ella volvió a sentarse a su lado. Se preguntó si Yumi le estaría mirando y, en caso de que lo estuviese haciendo, cómo lo estaría haciendo. ¿Estaría enfadada, preocupada, triste, molesta...? ¿Se estaría mordiendo el labio, frunciendo el ceño o ambas cosas a la vez?

—Te dejo aquí la lata, procura tomártela mientras aún esté fría. Los refrescos con cafeína calientes son el peor invento.

Ulrich murmuro algo parecido a un "vale" antes de escuchar a Yumi zambullirse en el mar y después lo único que pudo hacer fue soñar. Soñó que Yumi volvía a Francia con él, que volvían a verse a diario, que volvían a compartir cama, casa y vida, que todo volvía a ser como antes. Lo que él consideraba un sueño fantástico.

Los granos de arena se movieron violentamente saltando por todas partes y resonando como si fuese una avalancha, Ulrich trató de abrir los ojos para ver quién corría hacia él armando semejante follón, como había ocurrido antes no pudo despegarlos.

Una buena cantidad de agua helada le cayó encima. Durante un segundo estuvo seguro de que iba a darle un infarto por el susto. Se había incorporado tan de golpe que hasta se había mareado. Apoyó una mano en la toalla, ahora empapada, y la otra en su frente con los ojos entreabiertos mientras el mundo oscilaba vertiginosamente.

De repente recordó que él no era el único que había ido a visitar a Yumi aquellos días, aunque sí que había sido el último en llegar.

Cuando todo dejó de moverse vio a Odd cubo en mano y una sonrisa de oreja a oreja, sin un atisbo de culpabilidad en su cara. Ulrich hubiese querido estrangularle.

—Empezabas a humear —dijo en su defensa.

En el mar Aelita, William y Jérémie reían, Yumi se había quedado en el límite entre el arena seca y la mojada con el brazo estirado de haber intentado detener a Odd.

—Al menos ya estás despierto —continuó el rubio bajando el cubo—. Para dormir podrías haberte quedado en la casa.

—Empieza a correr —gruñó Ulrich y se puso de pie chorreando agua, el mundo ya no oscilaba, ahora sólo le quedaba el cabreo.

Odd dejó caer el cubo, la sonrisa se le borró de la cara sin dejar rastro alguno, tragó saliva. Y huyó.

Yumi suspiró y esbozó una media sonrisa cuando sus dos amigos empezaron a jugar al pilla-pilla. Dio media vuelta y volvió a meterse en las frías aguas oceánicas de la costa de Tokyo. Le había costado acostumbrarse a la vida en Tokyo casi tanto como le costó en su día adaptarse a la vida en Francia, claro que en el país galo había tenido un buen aliciente para hacerlo.

Cuando oyó a Odd protestar a lo lejos a voz en grito supo que Ulrich había logrado vengarse satisfactoriamente de la bromita del cubo de agua, pero no se giró para ver que le había hecho.

Dejó que pasara el tiempo mientras conversaba con Aelita, nadaba o se reía viendo como William trataba de despojar a Jérémie de sus gafas. La tarde empezó a caer y con ello los ánimos fueron decayendo. La casa de Yumi quedaba a cinco minutos caminando desde la playa, Odd, derrotado por la venganza de Ulrich arrastró a sus compañeros hasta el apartamento de su amiga.

Ulrich para ese entonces ya estaba completamente despierto y Yumi se quedó para pasar un rato con él ahora que no dormía como una marmota bajo el sol. Ulrich comprobó que el agua del océano estaba mucho más fría que la del mar, reprimió las ganas de regresar a la toalla mientras, ella, divertida observaba como se metía en el agua salada.

—Está congelada —protestó antes de llegar hasta donde estaba ella, ya no hacía pie.

—No es verdad. —Rió—. Eso es porque te has quemado y la notas más fría de lo que está en realidad.

Pasó un brazo alrededor de su cintura y sonrió. La había echado mucho de menos.

—¿En qué nos quedamos en el aeropuerto de París?

Yumi le devolvió la sonrisa, le acarició el cuello, el vello de la nuca y después puso las manos sobre sus hombros. Acercó sus labios a los de él.

—No me acuerdo mucho —susurró en todo de broma.

—Deja que te refresque la memoria —contestó él.

Pero Yumi tenía un plan diferente a ese, hizo presión sobre los hombros de él y le zambulló con energía. Cuando Ulrich regresó a la superficie la encontró riendo, él sonrió de manera retadora.

—Esto es la guerra —declaró Ulrich intentando devolverle la jugarreta.

Ulrich recordó una cosa de su infancia, jugar en el agua le encantaba.

Fin

Escrito el 26 de mayo de 2011

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