jueves, 14 de febrero de 2013

ADQST 20.- Seis torres negras



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3
Seis torres negras
La fábrica estaba desierta, si habían esperado encontrar algún cangrejo o cualquier otro monstruo de X.A.N.A. se habían equivocado. Todo permanecía en una calma demasiado densa. Jérémie, Aelita, Odd, Ulrich y William permanecieron inmóviles en el vestíbulo de la vieja fábrica esperando una sorpresa desagradable que no llegó.
Aelita presionó el botón de llamada del ascensor y el viejo mecanismo protestó al abrir la puerta, los chicos se adentraron en él, Jérémie se apeó en la sala del mando y el resto descendió hasta la sala de los escáners.
—Odd, William vosotros primero —resonó la voz de Jérémie en la sala.
—¿Estás bien, Ulrich? —preguntó Aelita cuando las puertas de las cabinas se cerraron—. Te veo extraño.
—Sí, es sólo que...
—Entrad chicos, es vuestro turno.
Ulrich se encogió de hombros y entró en el escáner.
La plataforma del sector del desierto les dio la bienvenida, últimamente la visitaban con demasiada frecuencia.
—¿Ideas? —inquirió William cruzado de brazos.
—Creo que puedo usar los Nadskids, pero es muy arriesgado.
—Pero el Skid no está operativo —replicó Aelita.
—Bueno... no, el Skid no, pero programar algo pequeño como los Nadskids es sencillo —aventuró Jérémie—. En el superordenador deben conservarse datos suficientes como para poder recuperarlos, aunque no estén al cien por cien, sólo los necesitamos el tiempo justo para llegar a la torre.
—Y una vez delante de la torre ¿qué? —prosiguió Aelita—. Los Nadskids son demasiado grandes para el interior de la torre, no podremos entrar con ellos como lo hacíamos con los vehículos. Y de conseguirlo seguramente chocaríamos contra la pared interna de la torre.
Jérémie arrugó el entrecejo.
—Bla, bla, bla...
—¡Odd! —protestaron Aelita y Jérémie al unísono.
—Yo sólo sé que tenemos que ir a Xanalandia porque hay una torre activada o lo que sea y estamos aquí parados sin hacer nada.
L'Hermitage permanecía en calma, las dos viejas enemigas sentadas en puntas diferentes de la sala de estar, ambas con la mirada perdida.
—¿Crees que estarán bien? — musitó Sissi rompiendo el silencio.
—Seguro que sí.
—Estás nerviosa.
Yumi alzó la mirada para encontrarse con los ojos de Sissi.
—Un poco. —Sonrió intentando relajarse—. Estar aquí y no saber que pasa en la fábrica me altera un poco.
—¿Por qué?
—Supongo que prefiero estar allí y ayudar en lo que pueda que estar aquí...
—Haciéndome de niñera.
—No quería decir eso —susurró con una sonrisa amable—. Me refiero a que estar aquí de brazos cruzados es exasperante.
Sissi se echó hacia adelante en la silla y se apartó el pelo del hombro con aquel ademán tan suyo. Yumi esbozó una sonrisa.
—Ya te sientes mejor, ¿eh?
—Sí. ¿Y sabes qué? Que sí que podemos hacer algo útil. Aún no has acabado con ese diario, ¿no?
El portátil tintineó sobresaltando a Anthea. Un sobre parpadeaba en la esquina inferior derecha de la pantalla del ordenador, el sistema de mensajería instantánea que había instalado para cuando Waldo y ella trabajaban separados. La mente de Anthea dibujó la imagen de Waldo enfadado reprochándole que se arriesgase tanto. Inspiró hondo y lo abrió. No era de Waldo.
Jérémie Belpois: ¿Quién eres?
Anthea se sonrió.
Μνημοσύνη: Alguien que quiere ayudar.
Jérémie Belpois: ¿Eres Franz Hopper?
Μνημοσύνη: No necesitas saber mi nombre. No, por ahora.
Jérémie Belpois: ¿Por qué nos ayudas?
Anthea abrió la aplicación que controlaba las cámaras de seguridad de la vieja fábrica y enfocó al joven rubio con el ceño fruncido.
Μνημοσύνη: ¿Necesito un motivo?
Observó como la expresión de él se convertía en la más absoluta sorpresa al leer esa respuesta. Le vio estirar los dedos sobre el teclado para retirarlos un instante después y apoyarlos sobre las teclas, buscando qué decir. El pecho del muchacho se llenó de aire que dejó escapar poco a poco con los ojos cerrados. Tecleó.
Jérémie Belpois: Ayúdanos. Ayúdame a proteger a Aelita. Si estás aquí debe importarte, aunque sea un poco.
Μνημοσύνη: Me preocupa el superordenador.
Jérémie sintió una punzada de decepción, no había esperado esa respuesta. Se frotó la frente y pensó que el motivo daba lo mismo si eso servía para ayudar a Aelita.
«Mierda. Te estás fiando de alguien a quien no conoces de nada» se reprochó a si mismo. ¿Era una buena idea? ¿Que sabía del tal Μνημοσύνη? Absolutamente nada. Podía ser un amigo, podría ser un enemigo, podría ser la CIA, podría ser tantas cosas.
Μνημοσύνη: Ya es tarde para echarse atrás.
Los ojos de Jérémie se abrieron como platos ante el último mensaje. Ya estaba, lo había fastidiado todo. Quiso contestar pero el superordenador dejó de responder a sus órdenes y observó como el intruso se movía por la pantalla. Tres desplegables que no había visto en la vida surgieron del menú de inicio del sistema.
Μνημοσύνη: No hagas nada por recuperar el control o tus amigos no saldrán con vida.
Jérémie asintió en silencio más para obligarse a no hacer nada que por cualquier otro motivo. Si intentase recuperar el control no sabría qué hacer con todas aquellas aplicaciones y ventanas. Su primera intuición sobre el superordenador había sido acertada, era mucho más de lo que él había creído en un principio.
«Entiendo que lo quisieran como arma» se dijo a sí mismo. «Sé porqué Franz Hopper no quería que cayera en malas manos.»
—¿Jérémie?
La voz de Aelita le sacó de sus pensamientos.
—Di-dime.
—¿No cargas los Nadskids?
Él se ajustó el micrófono y se irguió en la butaca.
—No puedo —se sinceró.
—¿Cómo que no puedes? —preguntó William.
—No tengo el control del sistema.
—¿El ataque de...?
—No, Odd. No es ningún ataque —declaró Jérémie—. Tened un poco de paciencia.
Μνημοσύνη: Necesito datos de la torre submarina. Que el americano salte al mar digital.
—Esto... William ¿puedes entrar en la torre submarina?
—De acuerdo —accedió encogiéndose de hombros. Cerró los ojos—. Superhumo.
La espesa voluta de humo negro en la que se había convertido el cuerpo de William descendió serpenteando desde la plataforma hasta el mar sumergiéndose y desapareciendo tras una leve explosión, el quejido del mar digital cuando alguien caía en él. Aelita se estremeció a pesar de saber que a William no le afectaba, aquel estallido le traía el recuerdo lejano de su padre.
Jérémie vio desaparecer la señal de su compañero, como había pasado hacía unas horas. Se echó hacia adelante en la silla y tecleó inútilmente tratando de enviar un mensaje.
Una nueva ventana se abrió en la parte inferior de la pantalla, la imagen de William surgió ante sus ojos como si le viera a través de las cámaras de seguridad y un leve crepitar seguido de dos pitidos cortos surgieron del auricular.
Μνημοσύνη: Pídele que no salga de la torre y que haga todo lo que yo te diga.
«¿Pedírselo? No creo que pueda oírme...»
—Esto... ¿William? ¿Puedes oírme?
Él miró a todos lados en el interior de la torre, se rascó la nuca, cruzó los brazos tratando de tapar el símbolo de X.A.N.A. que brillaba en su pecho.
—Te oigo, Jérémie.
—No salgas de la torre, necesito que accedas al terminal que hay en la planta superior.
—¿Hay una planta superior? —preguntó mirando a la oscuridad que reinaba en la parte alta de aquella torre— ¿Estás seguro?
—Sí, creo que sí, es lo que me muestra el superordenador.
—De acuerdo.
William cerró los ojos y se concentró, su cuerpo comenzó a ascender lentamente envuelto en un resplandor rojo. Jérémie se horrorizó al percatarse de que la ropa de William era la misma que llevaba cuando estaba bajo el control de su enemigo y sobre todo al ver el símbolo brillando pálidamente sobre su pecho.
«¿A quién estoy ayudando?»
Los pies de William tocaron la plataforma y entonces abrió los ojos. Avanzó con paso firme y colocó la mano sobre el terminal cuando éste surgió de la nada.
—¿Qué tengo qué buscar?
—William ¿X.A.N.A...?
—No me controla —contestó de manera automática—. Puedes estar tranquilo.
—Tu aspecto.
William suspiró y cerró el puño con fuerza. Jérémie le estaba viendo. Aquello volvería a complicarle las cosas. Volverían a desconfiar de él.
—Ya —espetó—. ¿Sabes? No sé por qué tengo estas pintas, la primera vez que estuve en esta torre no las tenía, puede que sea esto lo que hace que el mar digital no me afecte, puede que sea una broma de mal gusto de X.A.N.A., puede que sea demasiado optimista. Pero Jérémie, no me está controlando, soy dueño de mis actos y quiero que esto, sea lo que sea, salga bien.
»Puede que tú no lo comprendas. Yo no estoy aquí por Aelita, ni por vosotros, no estoy aquí para salvar el mundo. Estoy aquí porque quiero a Yumi y si aguantando las malas caras, las pullas de Ulrich, los susurros a mi espalda, los desplantes y demás puedo mantenerla a salvo simplemente lo haré.
»He saltado al mar digital por vosotros y lo seguiré haciendo, pero estoy cansado. Si no confías en mí dilo ahora y ahórrame tiempo.
Jérémie se revolvió en su silla.
—No, no es eso. Es que me pone un poco nervioso que tengas ese aspecto. Ahora no puedo explicártelo, pero te lo explicaré, ¿vale?
—De acuerdo —concedió con un bufido.
—Vale, necesito que accedas al sistema de red de las torres del sector... —hizo un pausa demasiado larga para el gusto de William que enarcó una ceja—. Del sector ¿cinco? Pero sólo hay una torre en el sector cinco...
—Jérémie ¿sabes lo que estás haciendo?
«No, creo que no lo sé.»
—Eh, sí, claro que sí —mintió esperando que Μνημοσύνη supiese lo que hacía y no fuese nada perjudicial—. Accede al sistema por favor.
—Vale.
Yumi y Sissi sentadas una al lado de la otra tan cerca que parecía mentira. Si Odd hubiese estado allí habría temido que se sacasen los ojos.
La japonesa sostenía el diario entre las manos y Sissi armada con su agenda y un bolígrafo iba apuntando cosas. Sobre la mesita dos latas de refresco de cola, uno normal y otro light, y un bol repleto de patatas completaban los pertrechos de las dos chicas.
—Apunta —pidió Yumi—. Aquí habla de un secreto oculto en cada sector.
Sissi asintió y presionó la punta del boli contra la hoja que marcaba el cuatro de diciembre.
—Repartir entre los cinco sectores los fragmentos es una medida de seguridad más —leyó Yumi—. Para volverlos a unir se necesitan unos códigos especiales, códigos de vital importancia...
—¿Qué pasa? —preguntó Sissi al ver que Yumi no continuaba leyendo.
—No parece que los códigos aparezcan el diario... supongo que sería demasiado fácil —dijo encogiéndose de hombros. Había pecado de optimista. Volvió la vista a las páginas y prosiguió—. Estos códigos jamás deben caer en malas manos, porque sería desastroso.
»El fin de esta medida de seguridad es impedir el acceso a ¡Xanadu! —exclamó sobresaltando a su compañera—. ¡Los códigos, los fragmentos, son para Xanadu! ¡Tengo que llamar a Jérémie!
Yumi tomó su teléfono móvil y marcó el número pero no hubo suerte, salía la voz de la operadora diciendo que estaba apagado, probó con los demás obteniendo el mismo resultado. Todos los móviles apagados, aquello era extraño, demasiado extraño, jamás los llevaban a Lyoko así que Jérémie debía tenerlos todos, jamás los apagaban.
—Tengo que ir a la fábrica.
—Voy contigo. —Sissi apretó la agenda contra el pecho—. No me pidas que me quede, no quiero quedarme aquí sola.
La japonesa tomó su bolso y metió dentro el diario.
—De acuerdo, vamos.
En Lyoko Odd, Aelita y Ulrich habían optado por tomar asiento, hacía un buen rato que William había saltado al mar digital y Jérémie no contestaba. Estar allí plantados y no ver ningún monstruo era tremendamente aburrido.
—Ni que sea una cucaracha —suplicó Odd al cielo falso del sector del desierto por enésima vez—. Ya no pido un megatanque ni un bloque, una simple y estúpida cucaracha...
—Relájate Odd —pidió Aelita.
—Tanto relax me está...
La boca de Odd se abría y cerraba sin que ningún sonido saliese de ella, Ulrich y Aelita le miraban con caras de preocupación, el chico gato alzó el dedo índice y señaló detrás de ellos. Se giraron y, como su amigo, se quedaron estupefactos.
La torre que tenían justo detrás estaba envuelta por un aura negra.
—¡Jérémie! —chilló Aelita, pero no obtuvo ninguna respuesta—. ¡Dios mío! ¿Qué hacemos?
En la sala de mando del superordenador el más joven del equipo miraba horrorizado el plano de Lyoko. Las órdenes que le había ido dando a William habían activado cinco torres, una en cada sector.
William introdujo el último código que había obtenido y la torre submarina se activó también. La plataforma se tambaleó bajo sus pies, si no supiera que era imposible creería que era un terremoto. Todo se sacudía de tal manera que acabó cayendo al suelo, aprovechó la circunstancia para hacer aquello que había aprendido en Japón, tumbarse boca abajo y esperar a que pasase.
Su mirada se fijó en los números que brillaban en las paredes virtuales de la torre, no se movían, permanecían inmóviles.
—¿Qué está pasando? —preguntó inquieto.
—La torre. Está saliendo del mar digital.
La enorme construcción se elevaba lentamente desde las profundidades sobre un amasijo de cables negros y retorcidos, más gruesos y siniestros que los que cruzaban Lyoko. La torre detuvo su ascenso cuando estuvo al mismo nivel que la plataforma, su aura negra provocó un escalofrío a los tres chicos que la miraban.
—Tenéis que entrar —pronunció Jérémie pausadamente.
Aelita hizo aparecer un estrecho corredor para hacerla accesible para sus compañeros. Odd iba en cabeza con paso firme y Ulrich cerrando la comitiva, Aelita caminaba entre ellos era la distribución que les permitía protegerla de un modo más eficaz.
La plataforma les recibió con su blanquecino resplandor, William saltó desde la parte superior aterrizando junto a ellos con brusquedad.
—No preguntéis —gruñó tapándose el pecho—. No sé por qué ni cómo, así que dejadlo.
—Podemos ir a Xanadu desde aquí ¿no? —Aelita se asomó por el margen—. ¿Funciona como las demás torres de paso?
—Sí, sólo hay que saltar —pronunció lanzándose al vacío.
Los demás chicos le siguieron hasta a aquel paisaje hermoso y siniestro. El gran número de torres ponía los pelos de punta y entre ellas una rodeada por un aura roja.
La torre activada.
—No puedo enviaros los vehículos, tendréis que ir a pie —la voz de Jérémie se coló en sus oídos más clara de lo que era en Lyoko.
—Pues andando —soltó Ulrich.
Todo estaba en calma, no se veía ni un solo monstruo así que fueron avanzando lentamente entre la mullida hierba. Se hacía extraño recibir las sensaciones al instante como en el mundo real, pero pasados unos minutos ya se había adaptado.
—¿Hay algo en la pantalla?
—Nada, lo único que veo son las torres.
—¿Así que aquí tampoco hay monstruos? —protestó Odd.
—Están las cosas aquellas que persiguieron a Yumi —le dijo William—. Puede que les dé por perseguirte a ti también.
—Espero que no... —musitó Aelita.
Avanzaron esquivando los pequeños obstáculos del terreno, las piedrecitas se desprendían bajo sus pies en su ascenso por la escarpada ladera.
El sonido de algo lejano les alertó, un sonido metálico y descompasado.
«Un xilófono aporreado» pensó Ulrich recordando la descripción de los monstruos que había encontrado Yumi.
—Creo que tendrás tu cita con los amigos de Yumi.
—No veo nada en la pantalla —espetó Jérémie.
—Da igual —soltó Odd sonriente y animado—. Ya nos las apañaremos.
Aelita puso los ojos en blanco, era mencionar a los monstruos y Odd se emocionaba como un crío con un juguete nuevo. Ella no tenía tiempo para jugar con los monstruos, tenía que llegar a la torre y desactivarla.
—Te acompaño —siseó William a su lado ganándose una sonrisa.
—Odd y yo nos encargamos de...
—Los gaseosos. —Sacudió los dedos en el aire en un intento infantil de sonar terrorífico.
—Es el nombre más estúpido que se te ha ocurrido nunca —farfulló Ulrich desenfundado su katana.
Tenían aquel agobiante sonido prácticamente encima. Aelita desplegó sus alas y William se fundió en el superhumo, tenían que darse prisa y aquel era el modo más rápido y seguro de llegar a su destino.
—¿Cómo nos los cargamos?
Odd se encogió de hombros.
—¡Disparando a saco! ¡Banzai!
Una lluvia de flechas láser salieron de los guantes de gato atravesando a los monstruos sin causar daño, bufó molesto. Ulrich lo probó con su katana obteniendo el mismo resultado, sablazo, retroceder, sablazo, retroceder. Intercambiaron miradas y echaron a correr.
—¿Alguna idea genial más? —inquirió el samurai.
—Ataque lateral con pinza.
Ulrich giró bruscamente yendo directo hacia los monstruos, se deslizó sobre su trasero alzando las piernas para propulsar a Odd. Aquella vieja estrategia siempre funcionaba. Odd disparó sus flechas nuevamente, tampoco funcionaron. No podía detenerse, iba a chocar contra esas cosas.
«Con un poco de suerte los atravesaré»
Pero se equivocó. Se estrelló dolorosamente contra una pared invisible.
—¿Pero qué haces Jérémie? —protestó frotándose la nariz—. Si vas a levantar una pared avisa primero...
—No he sido yo.
Aelita y William permanecían de pie frente a la torre, ella le había tomado la mano con fuerza. Ver la torre de cerca la había dejado sin aliento, era enorme.
—Entremos juntos —pidió—. No sé qué tengo que hacer ahora.
William accedió llevándola con él al interior, el símbolo de X.A.N.A. dibujándose a su paso. Sólo quedaba ir hasta la parte alta de la torre para desactivarla. Aelita le sonrió asintiendo, lo harían juntos, dos mentes trabajando juntas eran mejor que una sola.
Cerraron los ojos y empezaron a ascender pero cuando estaban prácticamente en la parte superior cayeron al vacío.
William abrió los ojos, ya no estaban dentro de la torre, vio a Ulrich y a Odd bajo ellos. Invocó el superhumo amortiguando la caída.
La katana de Ulrich sobre el cuello de William. El fantasma de X.A.N.A. planeando sobre sus cabeza.
—¿Qué demonios haces? —gruñó el alemán.
—Evitar que Aelita se desvirtualice.
Ella posó su mano sobre la de Ulrich haciéndole bajar el arma.
—Estábamos en la torre y de repente hemos caído sobre vosotros —explicó con voz suave—. No entiendo qué ha pasado.
Anthea sonrió al mensaje que acababa de aparecer en su pantalla:
X.A.N.A. restauración completa.
«Misión cumplida» se dijo, pero todavía no había acabado, desplegó un último programa. Ya no podía hacer nada más por su hija y sus amigos, al menos no desde allí. Desactivó la torre que les había atraído hasta Xanadu. Se ajustó el auricular con micrófono y entonces habló.
—Escuchadme atentamente y no hagáis preguntas estúpidas. —Su voz ahora profunda y distorsionada se metió en los oídos de los chicos—. Estáis en Xanadu y a partir de ahora podréis venir hasta aquí utilizando los dispositivos que tenéis en la muñeca, me he encargado de instalarlo en los avatares que no están presentes.
»Xanadu no tiene nada que ver con Lyoko.
—Voz siniestra, ¿quién eres? —preguntó Odd provocando un suspiro distorsionado.
—He dicho que no hicierais preguntas estúpidas. No tengo tiempo para tonterías.
»El daño recibido en Xanadu puede convertirse en heridas físicas así que yo de vosotros iría con cuidado y no bajaría la guardia. Hay más enemigos de los que pensáis, el programa puente entre Lyoko y Xanadu no los detecta.
»Tendréis que hacer uno vosotros, eso es todo.
—¿Cómo que eso es todo? —lanzó la pregunta al aire Odd—. Eeeo voz siniestra.
—Déjalo Odd, sea quien sea ya no está —afirmó Jérémie—. Vuelvo a tener el control sobre el superordenador, voy a traeros de vuelta.
Continuará

1 comentario:

  1. Vooooooooz siniestraaaaaa, di tu nombre que Aelita se pondrá feliiiiiiiiiiiz (8) Que canción más mala xDDDD
    ¿Por qué ayudar a X.A.N.A.? Si es el malo lo correcto es "dejarle morir" pero al ser una super creación chachi guay no sé yo... D:
    Un capítulo fantástico, cada vez me gusta más el fic ^^

    Besos!

    PD: Yo hubiera pedido que me pellizcasen hasta que doliese para creerme que Sissi y Yumi están juntas sin matarse xDD

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