Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3
Seis torres negras
La fábrica estaba desierta, si habían esperado encontrar algún
cangrejo
o cualquier otro monstruo de X.A.N.A. se habían equivocado. Todo
permanecía en una calma demasiado densa. Jérémie, Aelita, Odd, Ulrich y
William permanecieron inmóviles en el vestíbulo de la vieja fábrica
esperando una sorpresa desagradable que no llegó.
Aelita presionó
el botón de llamada del ascensor y el viejo mecanismo protestó al abrir
la puerta, los chicos se adentraron en él, Jérémie se apeó en la sala
del mando y el resto descendió hasta la sala de los escáners.
—Odd, William vosotros primero —resonó la voz de Jérémie en la sala.
—¿Estás bien, Ulrich? —preguntó Aelita cuando las puertas de las cabinas se cerraron—. Te veo extraño.
—Sí, es sólo que...
—Entrad chicos, es vuestro turno.
Ulrich se encogió de hombros y entró en el escáner.
La plataforma del sector del desierto les dio la bienvenida, últimamente la visitaban con demasiada frecuencia.
—¿Ideas? —inquirió William cruzado de brazos.
—Creo que puedo usar los Nadskids, pero es muy arriesgado.
—Pero el Skid no está operativo —replicó Aelita.
—Bueno...
no, el Skid no, pero programar algo pequeño como los Nadskids es
sencillo —aventuró Jérémie—. En el superordenador deben conservarse
datos suficientes como para poder recuperarlos, aunque no estén al cien
por cien, sólo los necesitamos el tiempo justo para llegar a la torre.
—Y
una vez delante de la torre ¿qué? —prosiguió Aelita—. Los Nadskids son
demasiado grandes para el interior de la torre, no podremos entrar con
ellos como lo hacíamos con los vehículos. Y de conseguirlo seguramente
chocaríamos contra la pared interna de la torre.
Jérémie arrugó el entrecejo.
—Bla, bla, bla...
—¡Odd! —protestaron Aelita y Jérémie al unísono.
—Yo sólo sé que tenemos que ir a
Xanalandia porque hay una torre activada o lo que sea y estamos aquí parados sin hacer nada.
L'
Hermitage permanecía en calma, las dos viejas enemigas sentadas en puntas diferentes de la sala de estar, ambas con la mirada perdida.
—¿Crees que estarán bien? — musitó Sissi rompiendo el silencio.
—Seguro que sí.
—Estás nerviosa.
Yumi alzó la mirada para encontrarse con los ojos de Sissi.
—Un poco. —Sonrió intentando relajarse—. Estar aquí y no saber que pasa en la fábrica me altera un poco.
—¿Por qué?
—Supongo que prefiero estar allí y ayudar en lo que pueda que estar aquí...
—Haciéndome de niñera.
—No quería decir eso —susurró con una sonrisa amable—. Me refiero a que estar aquí de brazos cruzados es exasperante.
Sissi se echó hacia adelante en la silla y se apartó el pelo del hombro con aquel ademán tan suyo. Yumi esbozó una sonrisa.
—Ya te sientes mejor, ¿eh?
—Sí. ¿Y sabes qué? Que sí que podemos hacer algo útil. Aún no has acabado con ese diario, ¿no?
El
portátil tintineó sobresaltando a Anthea. Un sobre parpadeaba en la
esquina inferior derecha de la pantalla del ordenador, el sistema de
mensajería instantánea que había instalado para cuando Waldo y ella
trabajaban separados. La mente de Anthea dibujó la imagen de Waldo
enfadado reprochándole que se arriesgase tanto. Inspiró hondo y lo
abrió. No era de Waldo.
Jérémie Belpois: ¿Quién eres?
Anthea se sonrió.
Μνημοσύνη: Alguien que quiere ayudar.
Jérémie Belpois: ¿Eres Franz Hopper?
Μνημοσύνη: No necesitas saber mi nombre. No, por ahora.
Jérémie Belpois: ¿Por qué nos ayudas?
Anthea
abrió la aplicación que controlaba las cámaras de seguridad de la vieja
fábrica y enfocó al joven rubio con el ceño fruncido.
Μνημοσύνη: ¿Necesito un motivo?
Observó
como la expresión de él se convertía en la más absoluta sorpresa al
leer esa respuesta. Le vio estirar los dedos sobre el teclado para
retirarlos un instante después y apoyarlos sobre las teclas, buscando
qué decir. El pecho del muchacho se llenó de aire que dejó escapar poco a
poco con los ojos cerrados. Tecleó.
Jérémie Belpois: Ayúdanos. Ayúdame a proteger a Aelita. Si estás aquí debe importarte, aunque sea un poco.
Μνημοσύνη: Me preocupa el superordenador.
Jérémie
sintió una punzada de decepción, no había esperado esa respuesta. Se
frotó la frente y pensó que el motivo daba lo mismo si eso servía para
ayudar a Aelita.
«Mierda. Te estás fiando de alguien a quien no
conoces de nada» se reprochó a si mismo. ¿Era una buena idea? ¿Que sabía
del tal Μνημοσύνη? Absolutamente nada. Podía ser un amigo, podría ser
un enemigo, podría ser la CIA, podría ser tantas cosas.
Μνημοσύνη: Ya es tarde para echarse atrás.
Los
ojos de Jérémie se abrieron como platos ante el último mensaje. Ya
estaba, lo había fastidiado todo. Quiso contestar pero el superordenador
dejó de responder a sus órdenes y observó como el intruso se movía por
la pantalla. Tres desplegables que no había visto en la vida surgieron
del menú de inicio del sistema.
Μνημοσύνη: No hagas nada por recuperar el control o tus amigos no saldrán con vida.
Jérémie
asintió en silencio más para obligarse a no hacer nada que por
cualquier otro motivo. Si intentase recuperar el control no sabría qué
hacer con todas aquellas aplicaciones y ventanas. Su primera intuición
sobre el superordenador había sido acertada, era mucho más de lo que él
había creído en un principio.
«Entiendo que lo quisieran como arma» se dijo a sí mismo. «Sé porqué Franz Hopper no quería que cayera en malas manos.»
—¿Jérémie?
La voz de Aelita le sacó de sus pensamientos.
—Di-dime.
—¿No cargas los Nadskids?
Él se ajustó el micrófono y se irguió en la butaca.
—No puedo —se sinceró.
—¿Cómo que no puedes? —preguntó William.
—No tengo el control del sistema.
—¿El ataque de...?
—No, Odd. No es ningún ataque —declaró Jérémie—. Tened un poco de paciencia.
Μνημοσύνη: Necesito datos de la torre submarina. Que el americano salte al mar digital.
—Esto... William ¿puedes entrar en la torre submarina?
—De acuerdo —accedió encogiéndose de hombros. Cerró los ojos—.
Superhumo.
La
espesa voluta de humo negro en la que se había convertido el cuerpo de
William descendió serpenteando desde la plataforma hasta el mar
sumergiéndose y desapareciendo tras una leve explosión, el quejido del
mar digital cuando alguien caía en él. Aelita se estremeció a pesar de
saber que a William no le afectaba, aquel estallido le traía el recuerdo
lejano de su padre.
Jérémie vio desaparecer la señal de su
compañero, como había pasado hacía unas horas. Se echó hacia adelante en
la silla y tecleó inútilmente tratando de enviar un mensaje.
Una
nueva ventana se abrió en la parte inferior de la pantalla, la imagen de
William surgió ante sus ojos como si le viera a través de las cámaras
de seguridad y un leve crepitar seguido de dos pitidos cortos surgieron
del auricular.
Μνημοσύνη: Pídele que no salga de la torre y que haga todo lo que yo te diga.
«¿Pedírselo? No creo que pueda oírme...»
—Esto... ¿William? ¿Puedes oírme?
Él
miró a todos lados en el interior de la torre, se rascó la nuca, cruzó
los brazos tratando de tapar el símbolo de X.A.N.A. que brillaba en su
pecho.
—Te oigo, Jérémie.
—No salgas de la torre, necesito que accedas al terminal que hay en la planta superior.
—¿Hay una planta superior? —preguntó mirando a la oscuridad que reinaba en la parte alta de aquella torre— ¿Estás seguro?
—Sí, creo que sí, es lo que me muestra el superordenador.
—De acuerdo.
William
cerró los ojos y se concentró, su cuerpo comenzó a ascender lentamente
envuelto en un resplandor rojo. Jérémie se horrorizó al percatarse de
que la ropa de William era la misma que llevaba cuando estaba bajo el
control de su enemigo y sobre todo al ver el símbolo brillando
pálidamente sobre su pecho.
«¿A quién estoy ayudando?»
Los
pies de William tocaron la plataforma y entonces abrió los ojos. Avanzó
con paso firme y colocó la mano sobre el terminal cuando éste surgió de
la nada.
—¿Qué tengo qué buscar?
—William ¿X.A.N.A...?
—No me controla —contestó de manera automática—. Puedes estar tranquilo.
—Tu aspecto.
William
suspiró y cerró el puño con fuerza. Jérémie le estaba viendo. Aquello
volvería a complicarle las cosas. Volverían a desconfiar de él.
—Ya
—espetó—. ¿Sabes? No sé por qué tengo estas pintas, la primera vez que
estuve en esta torre no las tenía, puede que sea esto lo que hace que el
mar digital no me afecte, puede que sea una broma de mal gusto de
X.A.N.A., puede que sea demasiado optimista. Pero Jérémie, no me está
controlando, soy dueño de mis actos y quiero que esto, sea lo que sea,
salga bien.
»Puede que tú no lo comprendas. Yo no estoy aquí por
Aelita, ni por vosotros, no estoy aquí para salvar el mundo. Estoy aquí
porque quiero a Yumi y si aguantando las malas caras, las pullas de
Ulrich, los susurros a mi espalda, los desplantes y demás puedo
mantenerla a salvo simplemente lo haré.
»He saltado al mar digital
por vosotros y lo seguiré haciendo, pero estoy cansado. Si no confías
en mí dilo ahora y ahórrame tiempo.
Jérémie se revolvió en su silla.
—No,
no es eso. Es que me pone un poco nervioso que tengas ese aspecto.
Ahora no puedo explicártelo, pero te lo explicaré, ¿vale?
—De acuerdo —concedió con un bufido.
—Vale,
necesito que accedas al sistema de red de las torres del sector...
—hizo un pausa demasiado larga para el gusto de William que enarcó una
ceja—. Del sector ¿cinco? Pero sólo hay una torre en el sector cinco...
—Jérémie ¿sabes lo que estás haciendo?
«No, creo que no lo sé.»
—Eh,
sí, claro que sí —mintió esperando que Μνημοσύνη supiese lo que hacía y
no fuese nada perjudicial—. Accede al sistema por favor.
—Vale.
Yumi
y Sissi sentadas una al lado de la otra tan cerca que parecía mentira.
Si Odd hubiese estado allí habría temido que se sacasen los ojos.
La
japonesa sostenía el diario entre las manos y Sissi armada con su
agenda y un bolígrafo iba apuntando cosas. Sobre la mesita dos latas de
refresco de cola, uno normal y otro light, y un bol repleto de patatas
completaban los pertrechos de las dos chicas.
—Apunta —pidió Yumi—. Aquí habla de un secreto oculto en cada sector.
Sissi asintió y presionó la punta del boli contra la hoja que marcaba el cuatro de diciembre.
—Repartir
entre los cinco sectores los fragmentos es una medida de seguridad más
—leyó Yumi—. Para volverlos a unir se necesitan unos códigos especiales,
códigos de vital importancia...
—¿Qué pasa? —preguntó Sissi al ver que Yumi no continuaba leyendo.
—No
parece que los códigos aparezcan el diario... supongo que sería
demasiado fácil —dijo encogiéndose de hombros. Había pecado de
optimista. Volvió la vista a las páginas y prosiguió—. Estos códigos
jamás deben caer en malas manos, porque sería desastroso.
»El fin
de esta medida de seguridad es impedir el acceso a ¡Xanadu! —exclamó
sobresaltando a su compañera—. ¡Los códigos, los fragmentos, son para
Xanadu! ¡Tengo que llamar a Jérémie!
Yumi tomó su teléfono móvil y
marcó el número pero no hubo suerte, salía la voz de la operadora
diciendo que estaba apagado, probó con los demás obteniendo el mismo
resultado. Todos los móviles apagados, aquello era extraño, demasiado
extraño, jamás los llevaban a Lyoko así que Jérémie debía tenerlos
todos, jamás los apagaban.
—Tengo que ir a la fábrica.
—Voy contigo. —Sissi apretó la agenda contra el pecho—. No me pidas que me quede, no quiero quedarme aquí sola.
La japonesa tomó su bolso y metió dentro el diario.
—De acuerdo, vamos.
En
Lyoko Odd, Aelita y Ulrich habían optado por tomar asiento, hacía un
buen rato que William había saltado al mar digital y Jérémie no
contestaba. Estar allí plantados y no ver ningún monstruo era
tremendamente aburrido.
—Ni que sea una
cucaracha —suplicó Odd al cielo falso del sector del desierto por enésima vez—. Ya no pido un
megatanque ni un
bloque, una simple y estúpida
cucaracha...
—Relájate Odd —pidió Aelita.
—Tanto relax me está...
La
boca de Odd se abría y cerraba sin que ningún sonido saliese de ella,
Ulrich y Aelita le miraban con caras de preocupación, el chico gato alzó
el dedo índice y señaló detrás de ellos. Se giraron y, como su amigo,
se quedaron estupefactos.
La torre que tenían justo detrás estaba envuelta por un aura negra.
—¡Jérémie! —chilló Aelita, pero no obtuvo ninguna respuesta—. ¡Dios mío! ¿Qué hacemos?
En
la sala de mando del superordenador el más joven del equipo miraba
horrorizado el plano de Lyoko. Las órdenes que le había ido dando a
William habían activado cinco torres, una en cada sector.
William
introdujo el último código que había obtenido y la torre submarina se
activó también. La plataforma se tambaleó bajo sus pies, si no supiera
que era imposible creería que era un terremoto. Todo se sacudía de tal
manera que acabó cayendo al suelo, aprovechó la circunstancia para hacer
aquello que había aprendido en Japón, tumbarse boca abajo y esperar a
que pasase.
Su mirada se fijó en los números que brillaban en las paredes virtuales de la torre, no se movían, permanecían inmóviles.
—¿Qué está pasando? —preguntó inquieto.
—La torre. Está saliendo del mar digital.
La
enorme construcción se elevaba lentamente desde las profundidades sobre
un amasijo de cables negros y retorcidos, más gruesos y siniestros que
los que cruzaban Lyoko. La torre detuvo su ascenso cuando estuvo al
mismo nivel que la plataforma, su aura negra provocó un escalofrío a los
tres chicos que la miraban.
—Tenéis que entrar —pronunció Jérémie pausadamente.
Aelita
hizo aparecer un estrecho corredor para hacerla accesible para sus
compañeros. Odd iba en cabeza con paso firme y Ulrich cerrando la
comitiva, Aelita caminaba entre ellos era la distribución que les
permitía protegerla de un modo más eficaz.
La plataforma les
recibió con su blanquecino resplandor, William saltó desde la parte
superior aterrizando junto a ellos con brusquedad.
—No preguntéis —gruñó tapándose el pecho—. No sé por qué ni cómo, así que dejadlo.
—Podemos ir a Xanadu desde aquí ¿no? —Aelita se asomó por el margen—. ¿Funciona como las demás torres de paso?
—Sí, sólo hay que saltar —pronunció lanzándose al vacío.
Los
demás chicos le siguieron hasta a aquel paisaje hermoso y siniestro. El
gran número de torres ponía los pelos de punta y entre ellas una
rodeada por un aura roja.
La torre activada.
—No puedo
enviaros los vehículos, tendréis que ir a pie —la voz de Jérémie se coló
en sus oídos más clara de lo que era en Lyoko.
—Pues andando —soltó Ulrich.
Todo
estaba en calma, no se veía ni un solo monstruo así que fueron
avanzando lentamente entre la mullida hierba. Se hacía extraño recibir
las sensaciones al instante como en el mundo real, pero pasados unos
minutos ya se había adaptado.
—¿Hay algo en la pantalla?
—Nada, lo único que veo son las torres.
—¿Así que aquí tampoco hay monstruos? —protestó Odd.
—Están las cosas aquellas que persiguieron a Yumi —le dijo William—. Puede que les dé por perseguirte a ti también.
—Espero que no... —musitó Aelita.
Avanzaron
esquivando los pequeños obstáculos del terreno, las piedrecitas se
desprendían bajo sus pies en su ascenso por la escarpada ladera.
El sonido de algo lejano les alertó, un sonido metálico y descompasado.
«Un xilófono aporreado» pensó Ulrich recordando la descripción de los monstruos que había encontrado Yumi.
—Creo que tendrás tu cita con los amigos de Yumi.
—No veo nada en la pantalla —espetó Jérémie.
—Da igual —soltó Odd sonriente y animado—. Ya nos las apañaremos.
Aelita
puso los ojos en blanco, era mencionar a los monstruos y Odd se
emocionaba como un crío con un juguete nuevo. Ella no tenía tiempo para
jugar con los monstruos, tenía que llegar a la torre y desactivarla.
—Te acompaño —siseó William a su lado ganándose una sonrisa.
—Odd y yo nos encargamos de...
—Los gaseosos. —Sacudió los dedos en el aire en un intento infantil de sonar terrorífico.
—Es el nombre más estúpido que se te ha ocurrido nunca —farfulló Ulrich desenfundado su
katana.
Tenían aquel agobiante sonido prácticamente encima. Aelita desplegó sus alas y William se fundió en el
superhumo, tenían que darse prisa y aquel era el modo más rápido y seguro de llegar a su destino.
—¿Cómo nos los cargamos?
Odd se encogió de hombros.
—¡Disparando a saco! ¡
Banzai!
Una
lluvia de flechas láser salieron de los guantes de gato atravesando a
los monstruos sin causar daño, bufó molesto. Ulrich lo probó con su
katana obteniendo el mismo resultado, sablazo, retroceder, sablazo, retroceder. Intercambiaron miradas y echaron a correr.
—¿Alguna idea genial más? —inquirió el samurai.
—Ataque lateral con pinza.
Ulrich
giró bruscamente yendo directo hacia los monstruos, se deslizó sobre su
trasero alzando las piernas para propulsar a Odd. Aquella vieja
estrategia siempre funcionaba. Odd disparó sus flechas nuevamente,
tampoco funcionaron. No podía detenerse, iba a chocar contra esas cosas.
«Con un poco de suerte los atravesaré»
Pero se equivocó. Se estrelló dolorosamente contra una pared invisible.
—¿Pero qué haces Jérémie? —protestó frotándose la nariz—. Si vas a levantar una pared avisa primero...
—No he sido yo.
Aelita
y William permanecían de pie frente a la torre, ella le había tomado la
mano con fuerza. Ver la torre de cerca la había dejado sin aliento, era
enorme.
—Entremos juntos —pidió—. No sé qué tengo que hacer ahora.
William
accedió llevándola con él al interior, el símbolo de X.A.N.A.
dibujándose a su paso. Sólo quedaba ir hasta la parte alta de la torre
para desactivarla. Aelita le sonrió asintiendo, lo harían juntos, dos
mentes trabajando juntas eran mejor que una sola.
Cerraron los ojos y empezaron a ascender pero cuando estaban prácticamente en la parte superior cayeron al vacío.
William abrió los ojos, ya no estaban dentro de la torre, vio a Ulrich y a Odd bajo ellos. Invocó el
superhumo amortiguando la caída.
La
katana de Ulrich sobre el cuello de William. El fantasma de X.A.N.A. planeando sobre sus cabeza.
—¿Qué demonios haces? —gruñó el alemán.
—Evitar que Aelita se desvirtualice.
Ella posó su mano sobre la de Ulrich haciéndole bajar el arma.
—Estábamos en la torre y de repente hemos caído sobre vosotros —explicó con voz suave—. No entiendo qué ha pasado.
Anthea sonrió al mensaje que acababa de aparecer en su pantalla:
X.A.N.A. restauración completa.
«Misión
cumplida» se dijo, pero todavía no había acabado, desplegó un último
programa. Ya no podía hacer nada más por su hija y sus amigos, al menos
no desde allí. Desactivó la torre que les había atraído hasta Xanadu. Se
ajustó el auricular con micrófono y entonces habló.
—Escuchadme
atentamente y no hagáis preguntas estúpidas. —Su voz ahora profunda y
distorsionada se metió en los oídos de los chicos—. Estáis en Xanadu y a
partir de ahora podréis venir hasta aquí utilizando los dispositivos
que tenéis en la muñeca, me he encargado de instalarlo en los avatares
que no están presentes.
»Xanadu no tiene nada que ver con Lyoko.
—Voz siniestra, ¿quién eres? —preguntó Odd provocando un suspiro distorsionado.
—He dicho que no hicierais preguntas estúpidas. No tengo tiempo para tonterías.
»El
daño recibido en Xanadu puede convertirse en heridas físicas así que yo
de vosotros iría con cuidado y no bajaría la guardia. Hay más enemigos
de los que pensáis, el programa puente entre Lyoko y Xanadu no los
detecta.
»Tendréis que hacer uno vosotros, eso es todo.
—¿Cómo que eso es todo? —lanzó la pregunta al aire Odd—. Eeeo voz siniestra.
—Déjalo
Odd, sea quien sea ya no está —afirmó Jérémie—. Vuelvo a tener el
control sobre el superordenador, voy a traeros de vuelta.
Continuará