sábado, 11 de diciembre de 2010

25M XXIV.- Té



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Advertencia: este shot contiene lemon, por lo que el rating es +18. Click para XXIV.- Té: verisón 2 para leerlo sin lemon, son más o menos iguales, sólo cambia la parte del lemon, por eso la versión light es más corta. No voy a controlar quién lee qué, pero mi obligación es poner esta advertencia al principio.

XXIV.- Té

Estaba frente a la verja de la casa de Yumi con la mochila a la espalda y el pulso acelerado. No paraba de repetirse que estaba allí sólo para estudiar, que el que los padres de Yumi y su hermano no estuviesen no cambiaba nada. Le estaba haciendo un favor enorme prestándole un sitio silencioso en el que estudiar y echándole, de paso, una mano con la historia.

Tragó saliva y se cargó de valor. La valla metálica se abrió con un ligero chirrido, recorrió con aplomo la corta distancia hasta las escaleras de piedra y las subió de dos en dos. Sabía que ella había dejado el portón abierto pero tocó el timbre para no sobresaltarla, apareció con una sonrisa de oreja a oreja y las mejillas sonrojadas.

—Pasa.

—Gracias.

Se sentó en el peldaño del recibidor y se quitó las deportivas. Una de las normas de la casa de Yumi era que los zapatos se quedaban en la entrada. Ella le dio unas zapatillas acolchadas la mar de cómodas,

—¿Quieres tomar algo?

—Un refresco.

—Vale —replicó sonriente—. Como si estuvieras en tu casa.

Yumi se adentró en la cocina para buscar un par de refrescos y algunas cosas para picar. No había pegado ojo en toda la noche pensando en aquel encuentro para estudiar. Era fácil ser sólo amigos con gente delante, pero a solas era más complicado. Aún y así le había invitado muy consciente de lo que hacía.

No era que esperase que, en unas horas, los tres años de «sólo amigos» se esfumasen en el aire. Nada había cambiado para ellos, ella seguía estando loca por él y, según Odd, a él le pasaba lo mismo.

Cuando le pidió que sólo fuesen amigos no imaginaba que la cosa se alargaría tanto, aquello únicamente debería haber durado mientras X.A.N.A. siguiese en activo, una vez eliminado… quizás era culpa suya, tal vez debería haberle explicado aquel detalle.

Agitó la cabeza buscando alejar todo aquello de su mente, de nada servía en ese momento. Abrió la puerta del frigorífico y extrajo dos latas de refresco de cereza, a él le encantaba y a ella, bueno, no era de sus favoritos. Tomó una par de bolsas de patatas fritas de la despensa, lo colocó todo en una bandejita de bambú y la llevó hasta el salón donde a sus libros se habían unido los de Ulrich.

—Parece un campo de batalla —dijo con una risita Yumi.

—¿Qué bando crees que ganará? —preguntó en tono jocoso.

—Esperemos que el de las buenas notas.

Se sonrieron mutuamente. Yumi se sentó con las piernas cruzadas frente a él y dispuso el contenido de la bandeja en el centro de la mesa. Concentrados en los libros, procuraban no pensar en quien tenían delante, de vez en cuando sus manos se rozaban al buscar algo que llevarse a la boca, entonces intercambiaban miradas con las mejillas sonrojadas.

—¿Qué estudias? —musitó Ulrich aburrido de tres horas de libro.

—Biología, ¿y tú?

—La revolución rusa.

Yumi le miró con una sonrisa.

—Qué emocionante.

—Yumi ¿puedo preguntarte algo?

—Dispara.

Abrió la boca para preguntar pero no logró articular palabra. Iba a preguntarle si le quería, un disparate que no venía a cuento. Soltó un suspiro, necesitaba una pregunta coherente pronto.

—Necesito buscar algo en internet. ¿No tenías un ordenador por aquí?

—Está en mi cuarto, pero podemos desmontarlo y bajarlo aquí si lo prefieres.

—No hace falta.

Subieron las escaleras hasta el piso superior, Yumi abrió su habitación y él entró detrás de ella. Pusieron en marcha el moderno Macintosh, miró a Yumi con el ceño fruncido, estaba todo en japonés y no entendía palabra, para más inri alguien había cambiado todo los iconos por muñequitos de manga, así que eso no le servía para orientarse.

—Este Hiroki… —musitó exasperada— no sé cómo decirle que deje de toquetearlo todo. Espera. —Pasó los brazos por sus hombros y se pegó a su espalda para tomar el ratón—. Veamos… internet, ¿no?

Ulrich simplemente asintió incapaz de pronunciar palabra, había pasado a mirar con interés la mano de ella para evitar que se diese cuenta del rubor de sus mejillas.

—Aquí está… cómo se ponía en francés… ¡Ah, sí! ¡Listo!

Sonrió triunfante y se apartó de él muy despacio, dejando que sus manos resbalasen por sus hombros.

—Voy a por mis libros, ¿te subo algo, Ulrich?

—Aah… la libreta —pronunció titubeante.

—Vale.

Cuando Yumi salió se permitió volver a respirar.

«Sólo sois amigos» se repitió tan poco convencido como de costumbre. «Has venido a estudiar» era la idea inicial, pero ahora tampoco le convencía. Empezaba a pensar que en realidad lo único que había querido desde un principio era estar a solas con ella, sin nadie que les interrumpiera, sin Odd tomándoles el pelo, sin Sissi…

Cuando regresó, ella, le dio el cuaderno y después se acomodó en la cama con su libro de biología. Podía verla de reojo, sin demasiado esfuerzo, tomaba notas en un taco de folios perforados encuadernados en una carpeta de anillas negra. De nuevo se preguntó por qué se había matriculado en la universidad anexa al Kadic, con sus notas podría haber ido a la mejor facultad de toda Francia. Aunque él estaba encantado, así podía seguir viéndola a diario, como si nada hubiese cambiado.

Ulrich suspiró, la revolución rusa le producía el mismo sopor que una clase de física. Definitivamente no estaba hecho para estudiar.

—¿Todo bien? —le preguntó ella incorporándose un poco.

—Sí. Oye… ¿puedo usar tu impresora?

—Claro, no tienes que pedirlo.

«Como si estuvieras en tu casa» se repitió, eso le había dicho y así se lo estaba demostrando. Yumi era como la familia que nunca había tenido, incluso los Ishiyama le trataban como a uno más de la familia.

Imprimió un artículo sobre Lenin que acababa de leer un poco por encima y le había parecido interesante, para disimular.

—Necesito un descanso —dijo Yumi tumbándose en la cama—. Mis neuronas están a punto de suicidarse.

—Me apunto, no soporto más rato este rollo.

Ella rió abiertamente levantándose.

—¿Quieres un té?

Tenía los músculos entumecidos y se estiró en la silla a la vez que le daba una respuesta afirmativa.

Ulrich se sentó en la cama a esperarla, allí todo olía a ella. Si fuese capaz de decirle lo que sentía… las palabras se le trababan. Se daba una rabia a si mismo…

Yumi regresó con el servicio de té entre sus manos, lo dejó sobre el escritorio a la espera de que la infusión estuviera lista. Se sentó con él y charlaron animadamente de las últimas aventuras de Odd el magnífico. Se le hacía cuesta arriba no pasar tanto tiempo como antes con sus amigos aunque intentaba que no se le notase.

Sirvió el té en dos vasos de barro de lo más japo que dejaron frente a ellos a sus pies. Té sin azúcar, leche o miel, al estilo tradicional. El móvil de ella sonó, sólo hablaba en japonés con su familia y amigos del pasado, así que, supuso que serían sus padres.

Regresó a su lado, tropezó con algo y perdió el equilibrio, él se puso en pie rápidamente y la sujetó con fuerza para que no se cayese al suelo, aunque estaba seguro de que no habría necesitado ayuda para mantenerse en pie. Se le aceleró el pulso, la abrazó e impulsivamente la besó, viéndose obligado a dar un paso atrás para mantener la verticalidad. Su pie chocó contra uno de los vasos de té.

El té caliente empapaba el tatami, había volcado el vaso de barro en su impetuoso gesto. Quiso recogerlo pero su cuerpo no respondía a su voluntad, los brazos de ella, rodeando sus hombros, tampoco ayudaban.

Su inocente y pueril beso iba subiendo de intensidad con una velocidad vertiginosa escapando a su control. Las manos de Ulrich tantearon el camino de su espalda sobre el fino vestido negro, temiendo propasarse, porque lo último que quería era violentarla.

Le hizo unas tímidas carantoñas, bastante infantiles, ambos eran ya adultos, pero la inseguridad seguía ahí. En teoría sólo eran amigos y eso era algo que los amigos no hacían, la verdad es que para él no era una simple amiga, nunca lo había sido.

La mano de Yumi se deslizó por su torso, deteniéndose en el margen de la camiseta de él, tiró de ella con suavidad sin romper el contacto entre sus pieles, llegó el punto en el que no pudo continuar retirándola, en ese momento, él, con determinación, se deshizo de la prenda lanzándola a la otra punta de la habitación hecha un ovillo. Dedicaron un instante a mirarse él uno a la otra analizando si debían continuar o no. Ella tomó la delantera y retomó la labor de besarle mientras se deshacía de su propio vestido.

A Ulrich le sorprendió la sinuosidad de las curvas de Yumi, sus músculos largos y bien formados le invitaban a recorrerlos una y otra vez con los dedos. Acarició los flancos de su cintura con suavidad y continuó con su espalda, demasiado preocupado de meter la pata y hacerla enfadar, porque, seguramente, si se pasaba ella no querría volver a hablarle jamás.

Ella, en cambio, se movía libremente. Le amaba y estaba segura de que, fuera lo que fuera lo que les deparase el futuro, quería estar con él, recorrer cualquier camino con él a su lado. Sentía, con total claridad, como él dudaba en si debía continuar o no, así que llevó su mano a la espalda, tomó la suya y la hizo resbalar por su cintura. Poco a poco le dirigió hasta uno de sus pechos cubierto aún por el sostén. Ulrich dio un ligero respingo de la sorpresa y ella no pudo evitar soltar una risita.

—No voy a echarme atrás —le susurró—. Mi cuerpo y mi alma te pertenecen a ti.

La rotundidad y profundidad de las palabras de Yumi fueron como una cura milagrosa para todas sus preocupaciones.

—Te quiero, Ulrich —continuó.

—Y yo te quiero a ti.

Las comisuras de sus labios se curvaron en la sonrisa más amplia que jamás había adornado su cara. Acarició su melena azabache para besarla después.

Buscó a tientas, con una mano, el cierre del sujetador a su espalda y con una inusitada habilidad lo desabrochó al primer intento. La prenda se aflojó y se deslizó ligeramente de su posición original, uno de los tirantes corrió hombro abajo librando su busto de la prisión de tela. La pieza cayó entre ellos con el sutil movimiento de brazos que ella había realizado.

Delineó, vacilante, la sinuosa forma de sus senos con la yema de sus dedos. Los cubrió con las palmas de sus manos y los masajeó con delicadeza. Las manos de ella se cerraron con fuerza sobre sus pantalones, sobrepasada por la intensidad de la sensación que le provocaba. Las movió despacio hasta dar con el botón y la cremallera del pantalón, a penas rozó la tela de su bóxer al hacerlo, provocando que él la apretara con fuerza contra su pecho emitiendo un ronco gemido. De la sorpresa, Yumi, retiró las manos y dudó unos segundos mientras él, con la respiración agitada, le mordía el cuello cuidadosamente.

Se relajó y recorrió su espalda rozándola con las uñas, hasta llegar de nuevo al pantalón de él. Metió los pulgares en los bolsillos delanteros y con un ligero tirón los bajó lo suficiente para que, él mismo, acabase de quitárselos moviendo las piernas.

Ulrich se mantuvo en equilibrio sobre un pie y después sobre el otro, sin dejar de abrazarla, para quitarse los calcetines blancos. No le parecía muy elegante dejárselos puestos.

Cayeron sobre la cama de Yumi mirándose a los ojos, con sus respiraciones chocando entrecortadas. La mano de Ulrich permanecía a la espera sobre su suave cintura.

—¿Quieres seguir? —logró pronunciar él.

—Sí…

Se giró lentamente hasta alcanzar el cajón de su mesilla de noche, sacó un envoltorio turquesa que él reconoció de las charlas de sexo seguro que les daba anualmente la Hertz. Le asombró que en aquel punto Yumi aún conservase su capacidad de raciocinio, él ni había pensado en eso, de hecho, no conseguía ni hilar dos palabras. Ulrich lo cogió y lo dejó sobre la cama, a mano, para cuando llegase el momento de usarlo.

La besó acariciando de nuevo sus pechos, bajando despacio hasta su ombligo y dibujándolo sereno.

Le asombró como su cuerpo reaccionaba automáticamente a todo lo que ella hacía, cada caricia, cada suspiro, cada susurro se convertía en algo increíble y de vital importancia. Podría pasarse el resto de la eternidad acariciándola y sintiendo como ella se las devolvía con aquella sensualidad.

Su boca tomó el relevo de sus manos, lamiendo con fruición sus senos resiguiendo con la lengua los círculos concéntricos que formaban sus pezones. Yumi enarcó la espalda haciendo gala de esa fascinante flexibilidad y él se sintió satisfecho de provocarle aquella reacción.

Aquel juego sensual empezó a parecerle poco. Su mano, que hasta entonces se entretenía con su pelo, corrió libremente por sus costillas perfilando su cintura y después su cadera, deteniéndose un instante antes de acariciar su intimidad cubierta por la delgada tela de las braguitas. Los brazos de ella se enredaron con fuerza en su nuca y su respiración se volvió aún más rápida, incitándole a continuar.

Yumi alzó las caderas y él le quitó aquella molesta pieza de ropa, ya no quedaba nada que le impidiese inspeccionar cualquier punto de su cuerpo.

Ella, aunque arrollada por las emociones, no quería quedarse a la zaga, así que movió sus manos, que disfrutaban del tacto de sus pectorales y abdominales, hasta su bóxer y lo bajó. Con los dedos temblorosos por la excitación acarició la parte más sensible de la anatomía de Ulrich, encendiendo aún más su ánimo, lentamente y con mimo. Él, por su parte, tanteaba las proximidades de su sexo, el simple roce con su piel la hacía arquear la espalda con intermitentes gemidos escapando de sus labios. Dio un paso más allá introduciendo uno de sus dedos en su cálido interior, desplazándolo, una y otra vez enloqueciéndola, haciéndole jadear su nombre cada vez que respiraba.

Yumi enarcó las caderas dándole libre acceso a cualquier cosa que él quisiera hacerle, completamente rendida ante él. Continuó con los apasionados arrumacos, arrastrándola a un torbellino de sensaciones nuevas a las que él también se veía arrastrado, perdiendo casi por completo el control de lo que hacía.

A penas fue consciente de cuando Yumi le puso el preservativo, en el momento justo, antes de que él mismo fuese consciente de cuál iba a ser su próximo movimiento.

Se hundió en ella con una febril necesidad de seguir más allá, hasta caer rendido, y tomó unos instantes a observarla temeroso de haber sido demasiado brusco y haberla lastimado. Yumi le acarició el pómulo, enredó las piernas en torno a sus caderas y le besó contoneando lentamente sus caderas.

Fue incapaz de seguir pensando, se movía por puro instinto. Sus cuerpos trabajaban al unísono en una danza ardiente y sus besos se venían interrumpidos constantemente por la imperiosa necesidad de pronunciar el nombre del otro entre jadeos y gemidos. El vaivén que, en algún momento, fue regular y lento se tornó acelerado y necesitado, quedando engullidos por las llamas de su propio deseo.

Les sacudió aquella sensación más intensa que cualquier otra que hubiesen sentido hasta el momento, él la estrechó con fuerza contra su cuerpo y ella cerró las manos en torno a sus omoplatos clavándole ligeramente las uñas. Se derrumbó sobre ella, sin fuerzas, y le dio un delicado beso en el cuello mientras ella le acariciaba la espalda.

Consiguió que sus músculos volvieran a responderle y se tumbó a un lado para librarla de su peso. Yumi alargó el brazo para acariciarle la mejilla.

—Te quiero, bonita.

—Te quiero.

Le sujetó la mano y besó su muñeca.

—Ahora ya no somos sólo amigos, ¿verdad?

—¿Tú qué crees? —preguntó en tono juguetón.

—Eres mi novia, y punto —dijo con un mohín infantil.

Yumi soltó una sonora carcajada se movió para poder abrazarle.

—No se admiten quejas ni devoluciones —pronunció con humor—. Tu novia… suena bien.

No hacían falta más palabras, ninguno de los dos las necesitaban. Sus manos jugueteando bajo la sábana y los acelerados latidos de sus corazones, decían todo lo que había que decir. Hasta que el cansancio se adueñó de ellos, envolviéndoles en un placentero sueño en el que sus cuerpos abrazados les hacía parecer una única persona.

Yumi despertó con la sensación de no haber permanecido dormida más de cinco minutos, rodeada por los fuertes brazos de Ulrich, sonrió. Alzó la cabeza para mirar el reloj y abrió los ojos alarmada.

—¡Ulrich, despierta! —exclamó zarandeándole el brazo—. Vamos, dormilón…

—Mmm ¿qué pasa? —articuló sin despegar los ojos.

—Arriba, Jim va a matarte.

El nombre de Jim le provocó una ligera preocupación, abrió un ojo y después el otro topándose con el despertador de Yumi delante de las narices.

—Sólo son las ocho… es sábado, es muy temprano…

—Las ocho, sí, pero de la noche.

—La… ¿¡noche! —gritó incorporándose de golpe—. ¿Por qué no me has avisado antes?

—Resulta que yo también me he dormido, idiota.

Saltó de la cama buscando su ropa desesperado hasta que encontró el vestido de ella tirado junto a su pantalón. Inspiró hondo y bajó el ritmo. Regresó a su lado abrochándose el pantalón, con la camiseta en la mano y la besó revolviéndole el pelo con cariño.

—Te llamo después.

—De acuerdo —susurró contra sus labios—. ¿Volverás mañana?

—Sí.

Le costó horrores separarse de ella para regresar a su fría habitación del Kadic, esquivar a Jim fue la parte más sencilla, curiosamente. En cambio cuando estuvo parado frente a su puerta se dio cuenta de que Odd sospecharía de esa clase por su comportamiento. Hizo sentadillas, flexiones contra la pared, pensó cosas tristes, hizo de todo… pero fue incapaz de eliminar aquella sonrisa de idiota antes de abrir la puerta. Odd le miró con una sonrisa socarrona.

—¿Ha ido bien la clase de historia?

—Sí, bueno, normal. Ya sabes —dijo moviendo las manos compulsivamente, en un torpe intento de disimular.

—¿Y esa sonrisa es porque te has convertido en un alumno de diez?

Dudó unos segundos sobre si debía contestarle o no, finalmente se sentó en la cama con gesto resuelto y Odd dijo:

—Creo que esa clase te ha gustado una barbaridad. —Rió porque Ulrich se había sonrojado hasta límites insospechados—. ¿Yumi me daría una de esas clases?

—¡Ni hablar! —graznó desatando las carcajadas de su mejor amigo.

Fin

Escrito el 11 de diciembre de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario