lunes, 1 de junio de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 21.- Decisión de futuro



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 21.- Decisión de futuro

En Kyoto los pajarillos cantaban alegremente entre los árboles sin preocupaciones mientras una imponente sombra recorría el tortuoso camino en dirección a una pequeña casa. Se oían risas de niños que disfrutaban de las altas temperaturas veraniegas chapoteando en el pequeño arrollo cercano.

Sus ojos azul marino reflejaban la luz del sol y su sonrisa resplandeció al ver a su ‘amigo’ jugar despreocupadamente con aquellos niños. Avanzó con sigilo sin lograr pasar desapercibido para el hombre de ojos dorados que pese a todo le ignoraba por completo.

-No creí vivir lo suficiente para ver al temible Saito jugar con sus cachorros.

-¿Qué te ha hecho bajar de la montaña?- preguntó con sorna- ¿te han echado las bestias?

-En realidad sentía una gran curiosidad por tu plan.

-¿Y para eso has venido a mi casa?- le miró inquisitivamente.

-Papi ¿Quién es el señor de los dientes brillantes?- cuestionó una niña morena con ojos ámbar iguales a los de su padre- ¿viene a jugar?

-Yukiko-chan, vuelve adentro.

La pequeña hizo pucheros pero de nada le sirvió, pateó una piedrecita que había en mitad del camino con todas sus fuerzas y se fue de muy mala gana con sus dos hermanos mayores, que rieron divertidos por la reacción de su hermanita.

-Venga, va, Hajime ¿qué quieres a cambio de mi participación en tu juego?

-¡Ju! Cuéntame que te traes entre manos con la Oni ¿ya te has cansado de vivir con las cabras?

-Jajajajaja- palmeó con fuerza la espalda del lobo- ¡vamos! Tú sabes mejor que nadie que no se puede vivir solo eternamente.

-Muy bien, pero que conste que yo pongo las normas.

-Parecéis un par de mujeres chafarderas con demasiado tiempo libre, Hajime-chan- se oyó la voz lejana de Tokyo

Ambos hombres carraspearon ignorando el comentario de la mujer, se sonrieron con superioridad y estrecharon sus manos sellando su acuerdo, ahora el juego que había iniciado Saito tenía un nuevo colaborador, Hiko Seijuro.

Mientras tanto en Tokyo, los habitantes del dojo Kamiya se repartían las labores domésticas, Kenshin eligió rápidamente su labor favorita, lavar la ropa, Sanosuke y Yahiko que trataba de huir fueron obligados a limpiar el dojo de arriba abajo, Megumi se escabulló hábilmente sacando como excusa al doctor Genzai, a los dos ninjas les encargaron ir de compras y Kaoru se auto asignó la labor de limpiar la casa junto con Kenji. Así pues cada uno se dirigió a sus tareas, algunos más animados que otros.

El dojo estaba realmente cerca del mercado y no tardaron más de diez minutos en llegar, el problema era no conocer la ubicación, ofertas y género de cada tienda, si aquello fuese Kyoto con veinte minutos les bastaría para realizar todas las compras y ahorrar al menos un quince por ciento del presupuesto. El ex-Okashira tomó la mano de la comadreja con decisión, no quería perderla entre la multitud ni mucho menos separarse de ningún modo, además había tomado una decisión en firme sobre ella, lo único que necesitaba era el momento idóneo para poner en marcha su plan.

Dieron una primera vuelta fijándose en todos y cada uno de los puestos, examinando los productos y comparando precios, finalmente Misao sonrió y le guió hasta una carnicería, el dependiente era un hombre de mediana edad que miraba lascivamente las piernas de la comadreja que parecía no darse cuenta, en cambio Aoshi veía claramente las intenciones del vendedor así que optó por vigilarle muy de cerca. Mientras ella examinaba atentamente los productos que ofrecía el hombre, el ninja le lanzaba una mirada asesina, el vendedor se decidió a realizar su primer movimiento, dirigió su callosa mano hacia el trasero de la Okashira con intenciones nada nobles, cuando estaba por lograr su objetivo la gran mano de Aoshi sujetó su muñeca con fuerza empujándole después.

-Esta pieza es perfecta- sonrió la muchacha que no se había dado cuenta de nada- no tiene mucha grasa y es muy fresca, así que…

-Misao, ve a sentarte, yo me encargo de esto.

-¿Ah? ¿Por…?

-Ve, por favor.

Parpadeó incrédula, con lo que odiaba ir a comprar y la mandaba a sentarse para hacerlo él mismo, sin duda debía tener un buen motivo aunque ella no supiera cual podría ser, asintió y se alejó especulando sobre ello, se sentó en el banco de madera frente a la tienda observándole con una sonrisa. Sintió como alguien tomaba asiento a su lado, era una mujer de la edad de Aoshi aproximadamente, con un gran busto su piel blanca que parecía de porcelana, sus ojos negros enigmáticos y sus labios rojos lucía un precioso kimono rojo con estampado floral. Miró de nuevo al ninja, la verdad es que se sentía poca cosa al lado de aquella mujer y no pudo contener un suspiro.

-Es muy guapo ¿verdad?- preguntó repentinamente la mujer.

-¿Có-cómo?

-Sin ropa es más guapo aún- suspiró llevándose una mano al pecho- creo que era samurai, su pecho está cubierto de profundas cicatrices.

-¿Usted le conoce?

-Fue uno de mis primeros clientes, un amante excelente.

La comadreja bajó la mirada, ya sabía que Aoshi había tenido relaciones con mujeres, era evidente por su edad y también por que recordaba a una joven que a veces entraba en su habitación y no salía hasta por la mañana, mientras estaba allí ella dormía con Hannya y tenía terminantemente prohibido acercarse a la habitación del ninja, claro que por aquel entonces creía que jugaban al ajedrez, a go o a shôgi, un juego de esos que tanto les gustaba a los adultos, hasta que creció y entendió que pasaba. Una cosa era saberlo y otra muy diferente tener a una mujer como esa a su lado confirmándole que se había acostado con él.

-Sólo tiene un defecto…- cruzaron sus miradas- no le gusta verte la cara, supongo que prefiere imaginar que eres la mujerzuela de la que esté enamorado- sonrió con ternura a la muchacha petrificada- entre tú y yo, no debe ser muy lista si no le corresponde.

Le observó, estaba comprando felizmente, bueno, todo lo felizmente que podía estar alguien como él, ajeno a lo que decía aquella mujer, lo peor era no poder confirmar todo eso.

-Te recomiendo que no le pongas trabas y te dejes hacer lo que él quiera, créeme te llevará al paraíso.

-Está confundida, yo no soy…

-Llámalo como quieras, pero no te engañes a ti misma.

Acabada su compra caminó hasta las dos mujeres que seguían charlando, se detuvo frente a la comadreja tendiéndole la mano ignorando por completo a la otra mujer. Misao tomó su mano y dirigió una última mirada a la mujer que le sonrió con calidez. Continuaron con sus compras sin más incidentes, aunque en la cabeza de la comadreja no paraban de repetirse las palabras de aquella mujer ¿sería de verdad tan buen amante? Se golpeó mentalmente por pensar en algo así, era una maldita pervertida.

Nada más llegar al dojo Kenji secuestró al ninja y lo llevó al dojo donde estaban los otros hombres, alzó una ceja mientras Sanosuke le lanzaba un cojín para que se sentase. Se sentó intrigado y se sirvió una humeante taza de té dispuesto a escuchar lo que quiera que fuese que planeaban. El pequeño se fue directo a secuestrar a la comadreja para jugar, no le interesaba lo más mínimo las reuniones de mayores.

-Tíos- hablo Sanosuke- tenemos que hacer algo… las chicas planean algo.

-¿Oro?

-La última vez que dijiste eso acabó persiguiéndonos la mitad del cuerpo de policía.

-Yahiko, eso fue culpa nuestra, nos confiamos demasiado.

-¿Algo de qué tipo?- intervino Aoshi.

-Buena pregunta, cubo de hielo- carraspeó- creo que planean cambiarnos por otros- el pelirrojo le miró con espanto- bueno en tu caso, Kenshin, creo que te libras.

-Que alivio- susurró.

-Apostaría a que Tsubame debe empezar a plantearse el hacer caso de los halagos de Yutaro- exclamó señalando a Yahiko- y la comadreja cansada de esperar se dejará arrastrar por la kitsune.

-Ya, no me digas más- le interrumpió el más joven negando con la cabeza- te has peleado con Megumi y nos vas a usar para recuperarla.

-¡Maldito mocoso! ¡Qué sabrás tú!

-Dile lo que quiere escuchar- dijo Aoshi sorbiendo su té- discúlpate con ella por lo que sea que le hayas hecho.

-Muy listo, si supieses tanto no estarías soltero a tu edad y menos teniéndolo tan fácil como lo tienes.

-¡Sanosuke! Aoshi, por favor, no le hagas caso.

El ninja se levantó para marcharse, no sabía a que se refería pero por algún motivo le había cabreado aquel comentario. Decidió no seguir pensando en eso y darle una segunda oportunidad a esa ‘reunión de hombres’ así que tomó asiento nuevamente.

Mantuvieron el dojo ocupado el resto del día, trazaron planes para conquistar a las chicas, aunque en realidad la única finalidad del cabeza pollo era recuperar a la kitsune. Kenshin ponía la sensatez, Yahiko la frescura, Aoshi unos sorprendente buenos consejos y Sanosuke… bueno él sólo le ponía morro.

La mañana despuntaba cuando se despertó, antes de acostarse habían acordado salir temprano en busca del tal Kojima Kento. Misao no tardó en llamar a su puerta con el almuerzo empaquetado y una radiante sonrisa. Acordaron su ruta, ese primer día irían al norte y lentamente descenderían en dirección este bordeando las áreas boscosas en busca de templos ocultos que pudiesen darles alguna pista.

Su larga caminata fue de lo más entretenida, la comadreja le estuvo explicando anécdotas sobre sus viajes por Japón tratando de encontrarles, algunas cosas de lo más inverosímiles y que si no fuese Misao quien las explicaba no se las hubiese creído. También contestó a sus preguntas sobre algunas cosas que había recordado, logrando confirmar que seguramente era el peor tutor de todos los tiempos.

Anduvieron durante horas inspeccionando las casas cercanas a los templos y preguntando por aquel hombre a los que vivían por allí, del hombre no había ni rastro. Empezaban a estar cansados de interrogar a gente así que tomaron la decisión de volver al dojo para cenar y retomar la búsqueda de este a sur al día siguiente.

Deberían haber retrocedido, ambos lo sabían, ese camino era poco seguro, sin embargo ninguno de los dos se pronunció al respecto, continuaron esquivando hábilmente los obstáculos que aparecían a su alrededor, hasta que ocurrió lo inevitable. El terreno cedió bajo sus pies, Misao trató de sostenerle pero pesaba demasiado para ella e irremediablemente cayeron, instintivamente la protegió con su cuerpo evitando que recibiera demasiados golpes. Rodaron colina abajo y después todo se volvió negro.

FLASHBACK

El pequeño Aoshi entrenaba duramente en el patio trasero del Aoiya, la intensa nevada y la enorme cantidad de nieve acumulada entorpecían sus movimientos, desde el otro lado del patio le observaba una hermosa mujer de piel pálida y ojos azules como el cielo. Uno de los mejores guerreros Oniwabanshu se acercó al pequeño.

-Tienes que cambiar el peso del cuerpo de una pierna a la otra con más fluidez, pequeño.

-Okina-san.

-El movimiento debe empezar en la cadera, no en las rodillas- sonrió poniendo las manos en los hombros del niño- así tendrás más base, más estabilidad y cuidarás tus rodillas, si no cuando seas viejo no podrás ni caminar.

-Déjale en paz, Nenji- exclamó la mujer acercándose a ellos- su entrenamiento es cosa mía.

-Haruna, sólo le aconsejaba…

-Pues no lo hagas- tiró con fuerza del brazo de su hijo apartándolo del hombre- no vuelvas a acercarte a él.

-Mamá…

-No repliques y vuelve adentro.

El niño entró en la pequeña sala donde descansaban los cocineros, se sentía apenado, él admiraba a Okina y siempre obtenía excelentes consejos de parte de aquel gran ninja, era incapaz de comprender el motivo por el que su madre se empeñaba en mantenerle tan alejado de él.

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Observaba las carpas del pequeño estanque de la residencia privada de Makimachi Kazuya, empezaba a cansarse de esperar, estaba muy cansado y tenía unas ganas tremendas de llorar, acababan de asesinar a su madre y no sabía que iba a ser de él a partir de ese momento. Sólo era un niño de cinco años incapaz de relacionarse con los demás de un modo natural, en realidad no era nada, psicológicamente no era un niño pero tampoco era un adulto, no era un shinobi su entrenamiento no había sido completado pero tampoco era un principiante, por eso los de su edad no estaban a su altura y los adultos no le querían cerca… Conocía a la perfección la opinión del resto de Onis sobre él, todos le temían y le rechazaban, se sentía tremendamente solo.

Una cálida mano se detuvo en su pequeño hombro ejerciendo una ligera presión, giró para ver al dueño de esa mano. Okina le sonreía con ternura.

-Ven conmigo, muchacho.

-¿Vais a echarme?- preguntó visiblemente afectado.

-Aoshi-kun- la penetrante voz del Okashira frente a ellos le puso en guardia- Nenji-san y yo hemos tomado una decisión sobre tu futuro- dijo mientras se acercaba a ellos- pero también quiero conocer tu opinión- se arrodilló frente a él mirándole con seriedad- a partir de hoy seré tu tutor, si a ti te parece bien.

-S-sí.

-¡Perfecto!- sonrió ampliamente- Nenji-san te entrenará.

-¡Será un honor Okashira!

-Que entusiasmo- rió Okina- Kazuya-kun, creo que lo han cambiado por su gemelo el alegre.

-No te burles del pobre chiquillo Nenji- rió también Makimachi.

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El único sonido que podía oír era el latido de su propio corazón ¿era ese su final? No quería morir todavía, a sus dieciséis años de vida había vivido mucho más que el resto de chicos de su edad, y aunque estaba preparado para ese fin desde que debutó como shinobi ahora deseaba vivir un poco más.

En el fondo de aquella zanja iba perdiendo las esperanzas de ser encontrado por sus compañeros, moriría sin poder verla una vez más, ni siquiera se había despedido de ella. Cerró sus ojos abandonándose a su destino, cuando sintió como alguien le cargaba en la espalda y le sacaba de aquel lugar, por más que lo intentó fue incapaz de abrir los ojos para ver a su salvador.

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La más pequeña del Oni pateaba el aire bajo la atenta mirada del Okashira, Hannya y él habían empezado a enseñarle algo de kenpô, los movimientos más sencillos que ella repetía sin problemas, había tenido que ceder muy a su pesar ya que no paraba de tratar de imitarle y algún día acabaría haciéndose daño, eso sin contar con que siempre acababa atascada en el lugar más inverosímil, como entre un par de rocas o enredada en las ramas de algún árbol.

-Separa más las piernas y no saltes, mantente firme.

-¡Aaaaaah! ¡Es muy difícil!- exclamó poniendo morros.

-Eras tu quien quería aprender, ya puedes dejarlo si tan difícil es.

-¡Eso no!

Una presencia amenazante se acercó a ellos y segundos después un destello azul cruzaba el patio del Aoiya, Aoshi se movió veloz cubriendo con su cuerpo el de su pequeña protegida, en su hombro se hundió dolorosamente un kunai, la miró tratando de no asustarla.

-No te muevas.

-Sí.

-…- suspiró- pero sigue respirando.

-¡Sí!

El ninja vio el cielo abierto con la repentina presencia de Shikijo, no podía luchar contra ocho tipos con la niña colgada de su cuello, se la entregó al Oni de un modo brusco.

-Protégela con tu propia vida- pronunció antes de arrancar el kunai de su hombro- si le pasa algo…

-Sí, sí, ya lo sé.

-¡Te castigará sin postre!- gritó la pequeña emocionada.

-No será sin postre precisamente, enana.

-¿Sin cena?

-Claro, sin cena- dijo con sarcasmo.

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Espiaba a unos yakuza, cuando de repente vio a una hermosa muchachita, una muchachita que le resultaba tremendamente familiar, pensó en intervenir, no sabía donde se estaba metiendo, esa gente era muy peligrosa.

-Disculpen… ¿es este el camino a Tokyo?

-¡Mirad lo que tenemos aquí!- dijo uno y con ello los diez hombres que habían allí la rodearon- ¡Carne fresca! ¿Quieres jugar con nosotros?

-¡Claro que sí!- rió la muchacha.

En cuanto los hombres se lanzaron a por ella se quitó la capa que llevaba revelando el uniforme Oniwabanshu y entonces la reconoció ¡Kami era Misao! Ahora sí tendría que intervenir y después ingeniárselas para despistarla, pero se detuvo en seco al ver a la jovencita patear graciosamente a aquellos desgraciados, los dejó a todos echando una siesta.

-¡Aaaaaaaaah! ¡Rayos! ¿Es que solamente hay pervertidos por aquí?- recogió enfadada su capa- ¡mierda! He vuelto a quedarme sin respuesta.

-“Los dos nos hemos quedado sin respuestas”- pensó alzando una ceja.

-Misao eres realmente idiota… si Aoshi-sama estuviese aquí se decepcionaría mucho.

¿Qué pasaba con él? Lo único que podía pensar era en lo bonita que estaba, seguía siendo una chiquilla pero cómo había crecido ¿y si bajaba? Era su tutor… además la añoraba. No, no, no podía bajar, si lo hacía la implicaría en todos aquellos turbios asuntos. Por fortuna Hannya llegó antes de que cometiese una estupidez.

-¡Diablos! ¿Qué voy a hacer?- se sentó bruscamente sobre una roca- no conozco este camino y me he quedado sin dinero…- sonrió traviesa y registró al hombre que parecía el cabecilla sacando una bolsita de dinero- ¿a qué me prestas dinero? ¿Cómo dices? ¿Qué me lo lleve? ¡Genial! Graciaaaaaaaas.

Los dos Onis observaron perplejos como correteaba felizmente después de robarle el dinero a un yakuza. Hannya miró al Okashira sin saber muy bien como reaccionar.

-Ha crecido mucho- Aoshi le miró de reojo- ¿no se alegra de haberla visto, Aoshi-san?- no contestó, se limitó a mirar el lugar por donde había huido- pronto tendrá edad para casarse, me pregunto qué tipo de hombre elegirá…

-No necesita un marido, necesita modales.

Bajó del árbol molesto, no quería ni pensar en eso, le asqueaba pensar en algún hombre sudoroso recorriendo el cuerpo desnudo de su protegida con sus asquerosas manos indignas. Más le valía a Okina tener cuidado con eso.

FIN DEL FLASHBACK

Abrió los ojos tratando de ubicarse, el terreno había cedido y… ¡habían caído! Intentó incorporarse topando con Misao, sus ojos estaban cerrados, seguramente se había desmayado por el golpe, pero estaba bien la había protegido con su cuerpo.

-Misao, despierta, Misao.

Se removió entre sus brazos frotándose somnolienta uno de sus verdes ojos.

-Misao ¿estás bien?

-Creo que sí…- se incorporó ligeramente- ¿y usted? ¿Está herido?

-No- no pensaba confesar que le dolía el trasero.

-Tenemos que volver o se preocuparan ¡ay, ay! Rayos… creo que me he torcido el tobillo.

-No te muevas.

-Que fastidio…

-Misao… te quiero.

Le miró sorprendida, él nunca le decía ese tipo de cosas, no desde que era una niña y cuando lo hacía era contestando a sus palabras afectuosas. Movió ligeramente su mano para acariciar la negra cabellera de la comadreja, posiblemente su ‘declaración’ no era tan clara, tendría que especificar.

-Te quiero- repitió al abrazarla con fuerza- estoy loco por ti, Misao, te amo tanto que deseo pasar el resto de mi vida a tu lado ¿Quieres… casarte conmigo?

Hundió su rostro en el hombro masculino reteniendo su impulso de gritarle que sí ¡Kami! ¿Cuánto tiempo llevaba queriendo oír eso? ¿Qué podía hacer? Estaba segura de que confundía sus sentimientos, no había otra explicación a ese cambio tan brusco… ¿Dónde demonios estaban Megumi, Sanosuke y Yahiko cuando se les necesitaba? La mano del ninja se detuvo en su espalda dibujando círculos sobre la tela de su shinobi. No sabía que contestar, bueno su respuesta en una situación normal sería gritar un ‘sí’, pero se planteaba el tema de aprovecharse de la situación, tal vez debería hacerlo, el problema era que si le decía que sí y al recuperarse volvía a verle como a una niña se sentiría en la obligación de hacerlo, y eso no podría soportarlo, el que estuviese con ella por obligación era algo que simplemente no podría soportar. Así que debería rechazarle… pero eso tampoco le parecía una buena opción, se sentía terriblemente confusa… tendría que disimular hasta encontrar una buena respuesta.

-¡Ay! Rayos… que daño- dijo sin despegarse de él.

-Déjame ver…- se incorporó consciente de que era una excusa para no contestarle- diría que te has dado un golpe con algo, la cinta está rasgada- soltó con cuidado el listón azul liberando su pierna- diría que no es grave. Sube- dijo arrodillándose de espaldas a ella- te cargaré hasta el dojo.

Obedeció sin atreverse a mirarle directamente, se abrazó a su cuello cuando le sintió ponerse en pie, dejó reposar su frente sobre el hombro de su tutor reuniendo el valor suficiente para dar una buena respuesta.

-Aoshi-sama yo…

-No hay prisa, contéstame cuando te sientas preparada.

Suspiró aliviada agradeciendo a Kami por librarle de aquella presión y agradeciéndoselo a él también con un leve beso en su mejilla. Avanzó por el despeñadero que parecía mucho más seguro que el lugar por donde iban antes y a diferencia de lo habitual era Aoshi quien hablaba y Misao la que escuchaba.

Megumi le hizo una revisión completa al llegar, a parte de una contusión en el tobillo y un par de rasguños no tenía nada más, la vendó cuidadosamente mientras reía imaginándose la situación por la que habían acabado en el fondo de un barranco y preguntándose por que estaba tan roja y calladita, desde luego la vida de la comadreja empezaba a parecerle muy interesante. Cuando hubo acabado con Misao revisó a Aoshi que al igual que ella tenía algún que otro golpe y arañazo sin importancia.

A media noche cuando ya todos dormían o al menos eso suponía, escuchó ruidos en el pequeño porche frente a la habitación y temiendo que pudiese ser un intruso salió sin dudarlo, pero era una falsa alarma, era Misao que miraba las estrellas pensativa.

-¿Qué haces levantada aún?

-No podía dormir…

La miró detenidamente, lo más probable es que el dolor no la dejase dormir. Se sentó junto a ella algo preocupado y al hacerlo ella se levanto de golpe dándole la espalda. Ya tenía una, la mejor que se le había ocurrido, aunque quizás no fuese la respuesta más idónea.

-Lo de antes…- susurró- pregúntemelo cuando se haya recuperado…

La vio entrar a su habitación cojeando ¿cómo interpretaba esa respuesta? ¿Era positivo o negativo? ¿Tenía posibilidades o le había rechazado sutilmente? Quizás era demasiado mayor para ella, o tal vez para ella sólo era su tutor, quizás estuviese enamorada de otro o…

Continuará

Escrito el 26 de abril de 2009

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